Corran a las librerías y busquen Operación Vallese. Barraza, el hombre detrás de la historia, de Pablo Waisberg. Pedro Barraza sale de la usina interminable de microhistorias heroicas de la Resistencia Peronista. Felipe Vallese sigue desaparecido, uno de los primeros, con Joaquín Penina, Miguel Arcángel Rosigna y Juan Ingallinella. Barraza, Barry, fue acribillado a balazos junto a su novio Carlos Laham.
Cerca de la medianoche del 23 de agosto de 1962 Felipe Vallese iba caminando por Canalejas rumbo a Caracas al 900, con las manos en los bolsillos de su campera de cuero negra, hacia la metalúrgica TEA. Sus compañeros lo habían elegido delegado. Estaba a siete cuadras de llegar cuando en la esquina de Trelles media docena de tipos de civil le cayeron encima. Unos muchachos que estaban en el café de la esquina reconocieron a Felipe y corrieron a ayudarlo, pero fueron ahuyentados a punta de pistola. Mientras tanto, en la casa de Vallese, otra banda de la Unidad Regional de San Martín hizo siete detenciones ilegales, sin orden judicial. Buscaban a su amigo Pocho Rearte. Pensaron que podían dar con él si apretaban a Vallese. Lo torturaron durante nueve días sin que dijera nada. Luego, lo desaparecieron.

La reacción de los grupos juveniles del peronismo fue inmediata y Barraza, de 22 años, periodista, se propuso reconstruir todo el operativo y señalar a los responsables del secuestro, las torturas y la desaparición. Señaló además la responsabilidad de Vandor, cabeza de la UOM, por no haber hecho lo necesario para encontrar vivo a Vallese, delegado sindical. Barry comenzó a publicar su investigación por entregas, primero en 18 de marzo hasta que fue cerrado y luego en Compañero. Todo lo que escribió fue confirmado en el expediente judicial que se abrió con llamativa demora recién seis meses después del secuestro.
Barry no escuchó los pedidos de sus compañeros de que se cuidara, que escribiera desde algún lugar oculto. Al mismo tiempo estaba denunciando la complicidad de las Fuerzas Armadas y el apoyo de hombres de la Policía Federal en el accionar de la banda de San Martín. Dio los nombres de todos, con el comisario Juan Fiorillo a la cabeza y el médico resucitador en la sala de tortura. El impacto de sus notas y de las que siguieron a esas lo hizo merecedor del respeto tanto de obrerxs como de intelectuales. También tuvo que publicar con pseudónimo. Sus días en esos largos años sesenta se repartían entre su militancia en la Resistencia Peronista, la visita a presos, las noches de escritura, su participación en el Sindicato de Prensa y su parada en el Bar La Paz, con artistas, intelectuales y bohemia.
Cerró la década en Europa. Cansado de la militancia política, se aventuró en otra vida intensa: el nudismo, la marihuana, la vida sin ataduras. Allá estuvo dos años. Cuando volvió en noviembre de 1970 y bajó del avión conoció a Carlitos Laham, que había acompañado a su hermana, de novia con un amigo de Barry, a recibirlo.

Pedro y Carlitos comenzaron una relación. Se definían como integrantes de la agrupación Putos Peronistas y, aunque era un nombre ficticio, sumaban la “organización” a cada uno de los frentes de masas que tenía la Tendencia Revolucionaria del peronismo. Pedro Barraza volvió al periodismo, en el diario La Opinión, y a ganar algunos odios, sobre todo de la derecha peronista. Allí escribió con una tonelada de ironía una reseña de Astrología Esotérica (Secretos Develados), de López Rega.
Estaba un poco cansado de la militancia. Escribe Pablo Waisberg: “Tal vez su pasado en la JP de los años de la Resistencia le daba cierta espalda política, pero no había lugar ni para putos ni para fumones en las organizaciones políticas que se proponían cambiar las bases de la sociedad”. Sus amigos de la militancia no entendían que Pedro pudiera sacar un porro en un bar y ponerse a fumar. No entendían la provocación moral.
Carlos empezó a trabajar como fotógrafo. En 1973 se fueron a vivir juntos. La joda era fumar marihuana y salir a andar en el Mehari de Pedro hacia el bajo. Si congelamos la foto de Barry y Carlos abrazados, por detrás vemos pasar como en una película la primavera camporista, la llegada de Perón, la tensión entre el general y la juventud, las distintas posiciones políticas e ideológicas sobre el futuro, la muerte de Perón, el primer asesinato de la Triple A, el de Rodolfo Ortega Peña. A partir de ahí la Alianza Anticomunista Argentina -a la que se habían sumado los policías y militares denunciados por Barry en la desaparición de Vallese y que habían estado presos por eso- comenzó un despliegue sangriento. Pedro y Carlos estaban preocupados, habían notado que un Falcon siguió a Carlitos y Pedro había tenido problemas en la radio en la que trabajaba. Comenzaron a pensar en irse del país.

Tal vez fue la noche del 12 de octubre de 1974 cuando pasó todo. Lo cierto es que antes de las 8 de la mañana del domingo 13 el empleado de vigilancia del predio municipal de Villa Soldati encontró los cuerpos en su recorrido. Uno al lado del otro, como desde que se conocieron. Pedro, Barry, tenía 36 años y 25 orificios de bala. Carlos todavía no cumplía los 21 y tenía 55 balazos; una cinta adhesiva le tapaba los ojos. La Triple A se atribuyó los asesinatos. Parte del comunicado dice: “La Alianza Anticomunista Argentina tiene una trayectoria de Patria y Hogar, todo ello iluminado por nuestro Señor Jesucristo”.
Libro: Operación Vallese. Barraza, el hombre detrás de la historia
Editorial y año: Colectivo de Trabajadorxs de Prensa, 2018.
Autor: Pablo Waisberg