El 17 de junio el recién elegido gobierno de Gabriel Boric anunció el cierre de la planta de fundición de la estatal Corporación Nacional del Cobre de Chile (Codelco) en esa zona, un área fuertemente industrializada junto al océano Pacífico. La decisión se dio a conocer tras un grave incidente de contaminación que afectó a decenas de personas. Katta Alonso, del grupo Mujeres de Zona de Sacrificio Quintero-Puchuncaví en Resistencia (Muzosare), estalló de emoción tras enterarse de que Codelco, el mayor productor de cobre del mundo, cerraría su fundición en el Complejo Industrial Ventanas, a pocas cuadras de su casa. “Sabíamos que había que hacerlo, pero no esperábamos que lo hicieran”, dijo a openDemocracy. Su exvecina, Cristina Ruiz, también integrante de Muzosare, lloró de emoción. “No pude contenerme. Ha sido David contra Goliat… ¡Y luego te llega una noticia así!”, dijo.
Las “zonas de sacrificio” de Chile
La bahía de Quintero-Puchuncaví es la más antigua de las cinco “zonas de sacrificio” de Chile, también conocidas como “paraísos de contaminación“. Son áreas industriales que se instalaron en la década de 1960 para impulsar el desarrollo económico. Allí operan termoeléctricas, petroleras y plantas químicas.
La Empresa Nacional del Petróleo (ENAP) fue la primera que se estableció en la costa de la bahía, en 1954. Pero en los años 60 llegaron más y hoy el Complejo Industrial Ventanas está compuesto por 17 plantas gestionadas por empresas estatales, entre ellas Codelco, y por empresas privadas, como AES Andes, Gasmar y Oxiquim.
Solo en la zona de sacrificio de Quintero-Puchuncaví viven más de 50.000 personas – 150.000 en las otras cuatro –, acostumbradas a la lluvia ácida y a las nubes verde-amarillentas de gases tóxicos. Ellas han sido víctimas y testigos de numerosos incidentes graves de contaminación.
El 6 de junio, más de 100 personas, la mayoría niños y niñas, presentaron síntomas de intoxicación, como dolores de cabeza, vómitos y diarrea. Codelco, cuya planta de fundición es responsable de casi el 62% de las emisiones de dióxido de azufre en la bahía, detuvo sus operaciones.
Menos de 15 días después, Boric anunció el cierre de la fundición. El presidente prometió reubicar, recapacitar o indemnizar a los 350 empleados de la planta (y considerar opciones similares para 390 contratistas). Los sindicatos rechazaron estas propuestas y se declararon en huelga. La líder sindical Andrea Cruces dijo durante una audiencia en el Senado que los trabajadores habían recibido un “trato indigno y doloroso” por parte de Codelco y el gobierno, y que el cierre de la fundición era “infundado”, tanto desde el punto de vista económico como ambiental.
Sin embargo, los trabajadores decidieron poner fin a la huelga y acordaron trabajar con Codelco y el gobierno para garantizar una transición justa. El 2 de julio, la fundición reanudó su trabajo, a la espera de su cierre definitivo.
Según Muzosare y otros grupos locales, solo la mitad de los trabajadores viven en la zona de la bahía. Esto explica su oposición al cierre, según Alonso. “Las consecuencias tan terribles no las han pasado en carne propia”, dijo.
El último incidente de envenenamiento no fue el peor en Quintero-Puchuncaví. En 2018, al menos 1.800 personas resultaron intoxicadas, la mayoría niños y niñas.
La diferencia esta vez fue la respuesta del gobierno. Boric, que asumió en marzo, había prometido como candidato terminar con las “zonas de sacrificio”.
Efectos sobre la salud humana
En Chile, se liberan elevadas emisiones de sustancias contaminantes por falta de una normativa ambiental adecuada, o por el incumplimiento de las normas vigentes. En el aire, el agua y el suelo de los territorios de las zonas de sacrificio hay metales pesados como dióxido de azufre y óxido de nitrógeno, y compuestos orgánicos volátiles. Sin embargo, la insuficiencia de datos impide saber qué tan dañina es realmente la contaminación.
Un reciente informe sobre la bahía de Quintero-Puchuncaví realizado por la Contraloría General del Estado chileno reveló que las autoridades aún no han analizado con precisión qué contaminantes están presentes en la zona, y que tampoco existe una metodología para medir los efectos en la salud de las personas ni un enfoque integral sobre cómo tratar la contaminación.
Pero la comunidad conoce sus efectos. Los siente. En los años 80, los trabajadores de la planta de Codelco en Ventanas empezaron a quedar verdes, les salían ampollas en el cuerpo que segregaban un líquido verde. Cuando morían, sus cadáveres eran verdosos.
Poco después, las mujeres empezaron a notar los daños en sus propios cuerpos. “Detrás de esta lucha, hay muchas mujeres con cáncer de útero y de mama [y] uno de cada cuatro escolares con afecciones neurológicas”, dijo Alonso, citando datos del municipio de Puchuncaví analizados por Muzosare.
Un estudio de la Facultad de Medicina de la Universidad de Valparaíso demostró que la exposición crónica a metales pesados en Quintero-Puchuncaví aumentaba el riesgo de fallo en la función del gen p53 – que inhibe el desarrollo de tumores –, desencadenando una oleada de casos de cáncer de vejiga, pulmón, estómago y útero.
Otro estudio, de 2019, reveló que niños, niñas y adolescentes de la zona son más propensos a desarrollar cáncer que las personas adultas, porque sus cuerpos contienen mayores concentraciones de metales pesados como el arsénico.
A su vez, otro estudio demostró que el tolueno, uno de los contaminantes presentes en la bahía, incide en la alta prevalencia de abortos espontáneos.
Hasta 2017, cuando se legalizó parcialmente el aborto en Chile, “las mujeres embarazadas tenían que llevar fetos muertos en su vientre hasta el sexto o séptimo mes. Tenían que esperar a abortar espontáneamente. Imagínate”, dijo Alonso.
Mujeres en primera línea
Hace más de una década, las mujeres de Quintero-Puchuncaví – amas de casa, dirigentes sociales, artesanas, activistas, profesionales, educadoras – dejaron de lado sus diferencias de edad y procedencia para luchar juntas contra la contaminación.
Rompieron el silencio de las autoridades y se asumieron como guardianas de sus familias, la comunidad y el ambiente. Aprendieron de los impactos de la contaminación, recopilando información y estudios. Organizaron actividades de educación y concienciación, se movilizaron en las calles y participaron en espacios comunitarios y públicos a nivel nacional.
Las mujeres también recurrieron a la ley para denunciar la violación de sus derechos, y se conectaron con redes locales, regionales y nacionales. “Esto es un logro para todas nosotras… Hemos hecho visible una situación oculta durante muchos años”, dijo Alonso.
La abogada ambientalista Alejandra Donoso, que dirige la ONG Defensoría Ambiental – y que junto a Muzosare busca justicia ambiental para las comunidades locales –, cree que el cambio de actitud del gobierno es el resultado de décadas de activismo de las mujeres.
“Hoy tenemos un gobierno que se declara feminista, que promete acabar con las zonas de sacrificio”, dijo. “De lo contrario, seguirían tomando decisiones en beneficio de la macroeconomía, pero en detrimento de la salud y la vida de las personas”.
“Nos cuesta celebrar esto como un logro, porque nos queda mucho camino por recorrer”, agregó Donoso, pero reconoció que “de hecho, lo es”.
¿El principio del fin de las zonas de sacrificio?
Las empresas de la zona industrial de Ventanas operan de manera irregular. Según el medio local Interferencia, carecen de permisos sanitarios, arrojan residuos peligrosos en lugares no autorizados, manipulan sustancias nocivas de forma inadecuada o dificultan los procesos de inspección. Codelco es una de las empresas investigadas por las autoridades sanitarias.
Después de seis décadas de someter a la región a gases densos, ácidos y venenosos, las industrias contaminantes podrían estar, finalmente, a punto de cerrar.
“Estamos firmemente comprometidos con la transformación efectiva de Quintero y Puchuncaví en una zona de recuperación ambiental”, dijo a openDemocracy Hernán Ramírez, secretario de la región de Valparaíso del Ministerio de Medio Ambiente.
Ramírez, un experto en ambiente que ha trabajado durante 20 años con grupos sociales en la bahía, agregó: “Queremos dejar atrás el abandono y la violación de los derechos humanos, especialmente los relacionados con el medio ambiente y la vida y la salud de las personas”.
El secretario anunció medidas para identificar los contaminantes del aire y un plan de detección temprana de incidentes de contaminación en Quintero-Puchuncaví.
Mientras tanto, el gobierno nacional y Codelco acordaron reinvertir el 30% de las ganancias de la empresa durante los próximos cuatro años, con la intención declarada de inyectar más recursos en “proyectos ambientalmente sostenibles”.
Chile es el mayor productor de cobre del mundo, responsable del 27% del total mundial, y Codelco tiene la mayor cartera de inversiones en la industria minera a nivel mundial. El cobre ha sido un salvavidas para Chile durante su recuperación económica pospandémica, representando el 13,3% del PIB del país en 2021.
El cierre de la fundición de Ventanas implica la construcción de una nueva instalación, siguiendo estrictas normas ambientales internacionales, lejos de la bahía. “Se va a construir una nueva fundición, con tecnología de punta, en otro lugar. Es una decisión valiente del presidente”, dijo Flavia Liberona, directora de Terram, un grupo ambientalista que trabaja en Quintero-Puchuncaví.
Las activistas y las agrupaciones sociales aún deben oponerse a la “falsa dicotomía entre progreso económico y cuidado del medio ambiente”, advirtió Donoso, recordando la reacción inicial de los trabajadores de Codelco ante el cierre de la fundición.
“Aquí no hay ninguna dicotomía. Hay un parque industrial que nos impide vivir de manera digna. Esto viola todos nuestros derechos, de manera compleja e interseccional… No es solo nuestro derecho a la vida, a la salud, a un medio ambiente sano, sino también a la educación, a la cultura, al trabajo”, añadió.
Mientras las activistas esperan que las autoridades cumplan sus promesas, fortalecen sus redes feministas. “Este ha sido un sufrimiento de muchos años, entonces este triunfo es de todas”, dijo Alonso.
Tras conocerse la noticia, ellas se reunieron para celebrar. Bailaron danzas contemporáneas, compartieron comida sabrosa y reforzaron su energía. “Para seguir resistiendo, tenemos que seguir apoyándonos unas a otras”, dijo Alonso.