¿Cómo llegamos a organizar fiestas virtuales de perreo en aislamiento?

A poco de empezar la cuarentena las ganas de bailar de Gia Castello y Juliana Planas se les salían por la pantalla y planearon una videollamada para concretarlas entre conocides. Casi 20 ediciones después, pasaron de intentar reponer un estado de jolgorio presencial a crear un nuevo espacio en el que conocieron a muchísima gente dispuesta a compartir la experiencia de la fiesta mediada por dispositivos. La historia de la fiesta virtual SePiCall contada por sus creadoras.

No nos conocemos. Tenemos un sinfín de amigues en común, pero nunca nos vimos en el plano analógico, ese faceta de la vida que parece haber quedado tan lejana. El principio del aislamiento nos encontró tratando de reproducir todas las situaciones que extrañabamos, pero soles y encerrades. Esta historia comienza con una interacción por mensajes privados de Instagram, como tantas otras.

Prinse (Juliana Planas) sube una historia twerkeando, Mariano de Liniers le responde que tiene ganas de salir a bailar. Juntos piensan en una fiesta virtual con amigues. Llaman a Gino, que quería mejorar sus habilidades como DJ y contaba con un zoom premium, y a Gia que ama bailar, acababa de separarse de una relación de 10 años y necesitaba ocupar sus noches de insomnio. La necesidad de poder recrear ese ritual de salir a bailar, de los cuerpos, el alcohol, la transpiración y todo eso junto dio lugar a la SePiCall.

La primera semana le pasamos el link de Zoom a amigues y amigues de amigues, y nos encontramos con que éramos muches les que necesitábamos ese espacio de descarga. La fiesta había aparecido y con ella también los vasos sucios desperdigados por la casa, pero esa sensación de domingo lejos de ser angustiante era una maravilla para les acostumbrades a un día a día pandémico en el que nada marcaba un hito en la semana. Con toda la serotonina que nos quedó post baile decidimos abrirnos a otras personas, por eso hicimos un Instagram y la SePicall comenzó a realizarse todos los jueves y sábados. Así fue hasta muy poco cuando elegimos concentrarnos en los sábados porque nuestras rodillas treintañeras ya nos lo estaban pidiendo. 

Toda la semana esperamos ese momento de congregación. Casi como una misa, pero de perreo. Es un espacio que diseñamos sesión a sesión, partiendo desde la premisa de ser un lugar para bailar. No nos interesan les voyeuristas que se sientan frente a la pantalla a mirar. La SePiCall es para todes aquelles que quieren moverse en sus livings, sus cocinas, sus cuartos. Queremos fomentar la comodidad de esos cuerpos, por eso creamos un código de conducta que se debe leer antes de entrar a la sala del Zoom. No toleramos los comentarios machistas, sexistas, transfóbicos ni gordofóbicos. Si bien nos divierte que se den interacciones en privado entre sepicallers, hacemos mucho hincapié -en nuestro código, y lo reiteramos durante toda la noche en el chat general- en no insistir si alguien no te responde o no se muestra interesade, así como también aclaramos que nos pueden hablar a les organizadores en caso de que alguien esté incomodando. Hay un protocolo de acción y lo usamos siempre que haga falta.

Organizar una fiesta en aislamiento puede ser avasallante, pero es hacerse cargo del contexto. Estamos en esta. La cuarentena va a seguir así que intentemos pasarla lo mejor posible. No vamos a dejar de extrañar el abrazo de nuestres amigues, el contacto con la piel del otre. Pero todavía podemos bailar, juntes. Podemos conocer extrañes, hacer un shot con amigues, sentir deseo y desear. Por supuesto que a veces sentimos ansiedad, que hay días en que estamos cansadas, rotas, tristes; obvio que hay días en los que queremos salir, pero no podemos dejar de agradecer todo lo que virtualidad tiene para darnos.

En ese sentido, la posibilidad de ir a una fiesta en tu propia casa nos ayuda a muches. Por ejemplo, Prinse. Desde muy chica tengo un trastorno de ansiedad, lo cual siempre limitó mucho mis salidas sociales. Ir a bailar puede ser un acto de valentía extremo. En ese sentido, la SePicall es un respiro. No dejé de tener ansiedad, pero cuando esa sensación me sube por el cuerpo miro alrededor y estoy en mi casa, mi espacio. Un sábado, ya estaba en la SePicall, vestida, maquillada. Ya se veía gente bailando en la pantalla y mi respiración se empezó a agitar, me agarró calor, se me nubló la vista. Me senté y le escribí a mis compañeres, que no dudaron un segundo en relevarme en mis tareas de la noche. Al día siguiente me desperté con un montón de mensajes preguntando cómo me sentía, no sólo de Gia, Gino y Mariano. También me habían escrito por Instagram sepicallers regulares, les que vienen siempre, con les que ya creamos un vínculo virtual. A eso apuntamos, y ahora existe. Nos preocupamos el une por el otre.

Después de la fiesta es difícil bajar la adrenalina. Nuestro cuerpo está sobreestimulado. Cuando la sala de zoom se cierra no queda nada más que un dembow en el fondo de nuestras mentes. Con el equipo diseñamos nuestras denominadas “juntas de directorio”, que consisten en un after de fiesta donde comentamos lo que salió bien, lo que podríamos mejorar y discutimos opciones de DJs para las próximas ediciones. A este ritual le sumamos prepararnos panqueques bajoneros, que nuestro productor ejecutivo Mariano nos enseñó a hacer. 

A veces participan también les más manijas, les que duraron hasta las 6am con nosotres y están demasiado arriba para poder irse a dormir. Cuando abrimos los micrófonos al final de la fiesta hablamos de quiénes somos, dónde vivimos, de qué trabajamos o cómo llegamos acá. Es hermoso saber que ya no es un solo un cuerpo detrás de la pantalla sino une compañere de baile. Nos reconocemos cuando entramos a la sala, y sabemos hasta los tragos favoritos de las personas que asisten o qué canciones les van a hacer bailar.

Hay personajes que no podemos dejar de nombrar: The Kiosker, que asiste desde las primeras fechas desde el kiosko en el cual trabaja en horario nocturno. También está Herna que toca la guitarra por encima de los temas y es el primero en calzarse los anteojos negros en el momento gafas de la noche. Ni hablar de Lau que entró al Zoom llorando por su ex y esa misma noche estaba casándose en vivo con Pato, otro sepicaller regular. No nos olvidamos de Nicolás El Yankee Faretta, aficionado del rap y del reggaeton y parte de la comunidad, que le hizo un tema Noche de Zoom, dedicado a la fiesta. Esto fue un hito para nosotres porque de cierta manera lo que queríamos crear era un espacio que cuide la cultura y los rituales, y ahora, dentro de la misma comunidad, hubo también espacios de creación y desarrollo. En la canción Mariano Mero Legname canta:

 Me dijeron SePiCall y no entendía qué pasaba

Pero entré a videollamada y quedó la cosa clara

Todo el mundo bailaba, trago en mano vacilaba

La DJ sin cabina está caliente como lava

Todes somos VIP y en el baño no hay fila

Pegaito a la pared y cada uno en su casita

Veo que alguien me hace señas como que a bailar me invita

La nueva normalidad y esta noche pego cita

SePiCall lleva 20 ediciones al día de la fecha. Tiene una comunidad, tiene una canción. Tiene rituales favoritos e himnos de trasnoche. Tiene alianzas con artistas y productores amigues como Villa Diamante, que bancó el proyecto desde sus inicios, y es un espacio donde compartimos cultura y más de 30 artistas pasaron música en nuestra fiesta virtual. 

Por supuesto que no sabemos cómo va a seguir esto, porque la experiencia es nueva, para todes. Acá va todo ese discurso de que estamos viviendo la Historia con H mayúscula. Este es un momento de crear narrativa nueva, de experimentar, a prueba y error. En eso estamos, y el camino es altamente disfrutable. No sabemos cómo va a seguir esto, pero sí percibimos la sensación general: las fiestas virtuales dejaron de ser un reemplazo temporal de algo que extrañamos. Tal vez comenzó así, buscando reproducir una sensación pre-pandémica. Ya no. Esto es algo nuevo. Les invitamos a experimentarlo en este link