Los resultados del test llegaron cuando ya había muerto. El primer fallecimiento por coronavirus en una villa porteña fue el 11 de abril. La mujer se llamaba Andrea, vivía en la 1-11-14 y trabajaba en el Congreso de la Nación. Estaba internada por una neumonía en la Clínica Santa Isabel. Al día siguiente, el bloque de legisladores del Frente de Todos, Todas y Todes le llevó a Horacio Rodríguez Larreta una propuesta de protocolo sanitario frente a la pandemia para los barrios populares de la Ciudad de Buenos Aires para controlar el virus de una manera diferencial. Lo hicieron a través de una nota en una reunión. Era para discutir y mejorarlo. El jefe de gobierno porteño todavía no puso en marcha ese ni ningún otro protocolo especial. En este tiempo, en los barrios populares porteños la curva se disparó con la velocidad de una flecha de manera ascendente: ya suman 223 los casos distribuidos en 12 villas. Mientras los sembradores del odio irradiaban pánico por la falsa liberación de femicidas y violadores y empujaban la conversación hacia derechos básicos con el arresto domiciliario, la tasa de contagio en las villas se disparaba de manera exponencial.
Sin protocolo, el hacinamiento estructural y las condiciones de precariedad preexistentes el aislamiento en las villas, asentamientos y barrios populares sigue siendo un mandato inasequible: si la distancia social recomendada tiene que ser de un metro, hay pasillos en las villas que son de 60 centímetros y las familias inquilinas comparten piso y baño con una decena de personas. Sin contar el contacto en los comedores que se convirtieron en lugares mucho más poblados que lo habitual por el parate económico y el hambre. Se calcula que una persona con coronavirus en una villa puede haber tenido contacto hasta con 90 personas de las cuales, muchas veces, no sabe ni el nombre.
Las demandas de un protocolo y medidas de prevención, limpieza y desinfección en espacios comunes para estas barriadas son urgente. No son para una minoría: se trata de 73.000 familias que habitan los 57 barrios populares de la Ciudad. De acuerdo a datos que dio a conocer el gobierno porteño este lunes, el Barrio Carlos Mugica (Ex Villa 31-31bis) tiene 133 casos confirmados de coronavirus y el Barrio Padre Ricciardelli (Ex Villa 1-11-14) otros 67. El 8% de los casos de la Ciudad corresponden al Barrio Carlos Mugica y el 5% al Barrio Padre Ricciardelli, de acuerdo a datos del Observatorio del Derecho a la Ciudad.
Retiro y Flores son los dos puntos críticos en materia sanitaria. Pero también hay casos en Ciudad Oculta, Villa 20, Barrio Fátima, Rodrigo Bueno, Villa 21-24 y Barrio Mitre, entre otros. El Equipo de Epidemiología del Ministerio de Salud de la Ciudad trabaja, además, con 75 casos sospechosos.
“La situación en las villas es preocupante y en la Villa 31 es especialmente preocupante. Lo primero que tenemos que saber para arribar a una solución es si el gobierno de la Ciudad lo considera un problema. Si es consciente y coincide con el diagnóstico para poder activar respuestas distintas a las que se vienen dando. Necesitamos una actuación particular, que se multiplique la presencia del Estado en el barrio, que se lleven adelante las obras para finalizar la obra del agua y que se lleve adelante un protocolo específico para el contacto estrecho”, dice a LATFEM la legisladora porteña Maru Bielli, que conoce bien la 31 como militante territorial desde hace doce años.
El primer contagio en la Villa 31-31 Bis se confirmó el 21 de abril. En 12 días el barrio llegó a 107 casos. En una semana la comuna de Retiro aumentó un 764 por ciento las personas contagiadas de coronavirus. Se trata de un aumento exponencial si se tiene en cuenta que para el conjunto de la Ciudad fue del 64 por ciento. La Garganta Poderosa habla de un incremento del 1900 por ciento
El caso cero fue el de una mujer de 43 años, desocupada e inquilina, trabajadora doméstica que vivía en una pieza de 3×3 con su madre y padre y compartía el baño con 13 personas más en el mismo piso. Este fin de semana murió su madre, Toribia Balbuena, según difundió la organización La Garganta Poderosa. La hija de Toribia había compartido su testimonio y alertado sobre la posibilidad de contagio de su madre y su padre y la decena de personas con las que compartía inquilinato.
Los barrios populares necesitan un protocolo porque sus condiciones ya son excepcionales de por sí. Por ejemplo, el SAME, por procedimiento, no ingresa a las villas sin custodia policial, lo que ralentiza la atención. En muchos barrios, la distancia a los centros de salud (CESAC) dificulta la llegada de vecinos y vecinas, además de que esto representa un riesgo para el contagio dentro del barrio y de las unidades familiares. Para quienes pueden acercarse al CESAC, se le realiza el triage del mismo y al estar frente a síntomas febriles se lxs aísla preventivamente hasta la derivación a una Unidad Febril de Urgencia (UFU). Muchos CESAC no cuentan con lugares para realizar este aislamiento, por lo que se está trabajando en el armado de gazebos que no cuentan con las condiciones requeridas ante un caso sospechoso, como condiciones de higiene y desinfección, sumado a la ventilación y calefacción necesaria de los mismos. La pregunta protocolar “¿con quién tuviste contacto estrecho?” para las personas que les da positivo el hisopado puede ramificarse en hasta 90 personas más, en el caso de la Villa 31-31 Bis, por ejemplo.
Al panorama pandémico se suma la epidemia del dengue: según el último reporte, la Ciudad tiene un total de 5.909 casos de dengue en todo el territorio que se distribuyen en los barrios más pobres, lo cual evidencia cómo la desigualdad urbana y la pobreza tienen influencia en las posibilidad de la picadura del mosquito Aedes aegypti . Mientras en comunas más ricas como Recoleta los casos reportados en la última semana fueron apenas 24, para comunas como la 7 (Flores y Parque Chacabuco) alcanzaron los 1.459 contagios. De acuerdo al último Boletín Epidemiológico de la Ciudad ya se superaron los picos de años anteriores.
“En el año 2019 el gobierno de la Ciudad disminuyó mucho las tareas de prevención sobre dengue. Esta es información del propio Boletín epidemiológico”, dice a LATFEM, Julián Cappa, miembro de la junta comunal 7.
Ya es un lugar común señalar que la Ciudad de Buenos Aires tiene el presupuesto más alto del país. Se calcula $166.000 por habitante por año. El presupuesto de la provincia de Buenos Aires es apenas un tercio del total con el que cuenta Larreta. Sin embargo, ese dinero no se ve en las campañas de prevención, limpieza y fumigación. “En la Comuna 7 tenemos focos que han producido el dengue en terrenos que no son de privados, que son del gobierno de la Ciudad”, agrega Cappa. Y coincide con Bielli en la necesidad de mayor presencia del Estado: “Las organizaciones sociales estamos tratando de monitorear que todo esto funcione, pero la verdad es que con urgencia se necesita una mayor presencia del Estado en ese sentido”.
Sin agua es imposible lavarse las manos
En la Ciudad de Buenos Aires 1 de cada 7 porteñas y porteños no acceden formalmente al agua potable. La última semana esta situación estructural se agravó: una falla de Aysa en la planta potabilizadora San Martín, que afectó a múltiples barrios de la Ciudad, dejó sin agua también a la villa de Retiro. Las tareas de higiene que ya son complicadas allí se volvieron imposibles durante 8 días seguidos y en plena pandemia.
María Eva Koutsovitis es coordinadora de la Cátedra de Ingeniería Comunitaria de la FIUBA- UBA / IPYPP y hace foco en lo estructural del problema. Junto con la Cátedra de Ingeniería Comunitaria, el Observatorio del Derecho a la Ciudad, la CTA Capital y referentas barriales presentaron un amparo colectivo para exigir el acceso al agua potable segura en todos los hogares porteños: “Los habitantes de los barrios populares conviven con agua de servicios precarios muchas veces mezcladas con aguas cloacales. El acceso al servicio de agua potable es limitado o nulo imposibilitando la higiene personal. En este contexto de precariedad sanitaria y emergencia por Coronavirus y Dengue, donde el lavado de manos y la higiene personal son clave a la hora de enfrentar la pandemia. En simultáneo numerosos barrios porteños se encuentran sin agua hace días y cientos de ciudadanos peregrinan por calles y pasillos con baldes tratando de encontrar algún camión aguatero, el Gobierno de la Ciudad se declara incompetente frente a la justicia para garantizar este derecho humano esencial.”
“Los problemas de falta de agua en sectores de los Barrios Populares se remontan a enero de este año donde se agravó la precariedad histórica de la prestación del servicio público”, dice Jonatan Baldiviezo del Observatorio del Derecho a la Ciudad a LATFEM. Y agrega: “El pedido de medidas preventivas para garantizar la higiene personal nunca fue escuchado. Desde hace meses que alertábamos de que en los barrios populares de la Ciudad las condiciones de hacinamiento, falta de agua potable, aguas servidas en las vías públicas y con suelos contaminados, falta de adecuada ventilación en las viviendas, almacenamiento de agua en tachos, escasez de recursos para comprar elementos de higiene personal, generan un espacio sumamente propicio para el contagio y la propagación del coronavirus Covid-19”.
Leslie Rojas tiene 29 años y hace 15 que vive en la 31. Comparte su casa en la manzana 32 con su pareja y su suegro en el sector del bajo autopista, ahí donde se amontonan las casitas casi no llega el sol. La mitad de las viviendas de la manzana que habita Leslie con su familia no tiene agua. Esa zona está ocupada por 1500 familias aproximadamente y es allí dónde se detectó el primer caso de coronavirus.“Ante el primer caso tendrían que haber hecho testeos masivos en las casas y sus alrededores”, dice a LATFEM. Muchas de las familias de esta zona están en proceso de relocalización por lo que el movimiento y el contacto con otras rincones del barrio es constante.
La Asociación Civil por la Igualdad y la Justicia (ACIJ) renovó la plataforma “Los caminos de la villa”, en el marco de la pandemia. Allí es posible identificar las principales problemáticas presentes en las villas de la Ciudad de Buenos Aires y brindar información útil a quienes residen en estos barrios. Se puede visitar en este link: https://covid19.caminosdelavilla.org/
“En algunas zonas del barrio vienen a desinfectar con agua y lavandina. Van tres veces por semana. Pero acá lo hicieron uno o dos veces nada más”, dice Leslie a LATFEM. “¿Hasta dónde tenemos que llegar para que la Ciudad o la Nación hagan algo con esto?”, se pregunta.
La situación de las casas del bajo autopista entre escombros y basura es crítica: “Se volvió invivible porque durante 10 meses no hicieron nada de lo que nos prometieron: durante 7 meses no vinieron a hacer desratización. Tenemos robos constantemente, las demoliciones generan filtraciones de las casas que relocalizan, tenemos rajaduras, tenemos ratas por todos lados”, describe enojada.
Leslie es pastelera y enfermera. Además estudia abogacía. Trabaja como cuidadora los fines de semana pero desde que se dictó el aislamiento las familias de las personas mayores que cuidaba pusieron en pausa su salario. Leslie forma parte de un grupo especialmente vulnerable frente al coronavirus, según un informe reciente de la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Esta fuerza de trabajo representa el 5,6 por ciento del empleo, el 17,4 por ciento de las mujeres ocupadas y el 22 por ciento de las mujeres asalariadas del país. Sin embargo, existe una alta tasa de informalidad en este segmento: 3 de 4 trabajadoras, como Leslie, no está registrada y, por lo tanto, no accede a derechos laborales ni protección social. Ella se puso a cocinar y a confeccionar tapabocas como salida económica, mientras dure el aislamiento.
Viviana Armando se está por recibir de psicóloga social. Por estos días trabaja desde su casa en el área de género de la Policía de la Ciudad, en el Centro de Justicia de la Mujer en La Boca. Ella vive en la primera manzana de cara a la avenida que rodea el barrio. En la villas los pisos son como las generaciones: en la planta alta viven ella con sus hijos y abajo su mamá de 69 años con su papá de 74. En la misma casa viven sus 6 hermanxs con sus respectivas familias. Por estos días, el agua que salía de las canillas, era oscura. Nunca se le cortó el suministro pero no le llegaba agua limpia a la vivienda.
Desde que empezó el aislamiento, Vivi y sus hermanxs se ocupan del comedor Comunidad Organizada en la manzana 1 casa 2 que alimenta a 110 personas todos los días. Su madre cocina a la mañana pero no puede estar presente cuando lxs vecinxs llegan por el plato de comida porque es población vulnerable.
Vivi tiene 31 años y desde hace tres que juega al fútbol en La Nuestra Fútbol Feminista, una de las organizaciones históricas del barrio y donde se entrenaban 120 niñas, pibas, mujeres, lesbianas y trans desde los 5 hasta los 60 años hasta que el mundo se puso en pausa. No se encuentran en la cancha pero si siguen en contacto a través de diferentes grupos de Whatsapp y organizadas en busca de una salida a la crisis económica que impuso la crisis sanitaria. El viernes pasado, desde el comedor, Vivi repartió bolsones de verdura que consiguieron gracias a una donación de Juventud APL y la jugadora de Boca Lorena Benítez. Llegaron a darle bolsones a 40 familias de las “mini”, como llaman a las más jugadoras más chicas. La ayudó también La China. Además llevaron bolsones a La Casa Trans que funciona en el barrio.
La Juventud APL sigue recibiendo donaciones a través del siguiente link.
Coronavirus sin techo
En estos días también se confirmaron los 2 primeros casos de personas en situación de calle. El primero fue en uno de los paradores conveniados con Cáritas y el segundo se confirmó el jueves en el Centro de Integración “Che Guevara”, uno de los 5 paradores que mantiene la organización Proyecto 7 que asiste y acompaña a personas en situación de calle. Horacio Ávila, titular de esta organización, confirmó a LATFEM que “los protocolos no existen” para estos dispositivos y por eso acudieron a la Justicia para que el Ejecutivo porteño desarrolle un protocolo para el aislamiento de las personas en situación de calle. En el Centro Che Guevara hay 35 personas. “Son personas que están en la calle, que van a comedores, están en contacto con gente”, dijo Ávila.
En la ciudad de Buenos Aires hay, al menos, 7.251 viviendo en la calle, sin techo. En la legislatura porteña Juan Manuel Valdés y Ofelia Fernández, entre otrxs, presentaron un proyecto en el que instan al gobierno porteño a usar los inmuebles deshabitados de la Ciudad durante el período que dure el aislamiento para alojar a aquellas familias que no tengan donde pasar el encierro. Alcanza y sobra: 138.328 casas y departamentos en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires están vacíos. De acuerdo a un informe de 2019 del Instituto de Vivienda de la Ciudad y la Secretaría General y Relaciones Internacionales (SGyRI) del gobierno porteño más del 9,2% del total de las viviendas porteñas están vacías.