Deudores alimentarios: ellos se borran, ellas crían solas

Según datos oficiales, 68% de los progenitores varones no convivientes no paga la cuota alimentaria. Ese incumplimiento profundiza las desigualdades de género y condiciona el ejercicio pleno de los derechos de las mujeres. En este día del padre, un recordatorio: pagá la cuota.

Es sábado por la tarde, el viento frío de junio golpea los pómulos de quienes se acercan a un club de San Justo, zona oeste de la provincia de Buenos Aires. El partido está retrasado una hora. Cuando llega el momento, el hijo de Rocío se pone las canilleras y sale a la cancha. Como todas las semanas, su equipo participa del torneo que organiza la liga FEFI en distintos barrios de la capital y el conurbano. En una jugada, gambetea al contrario, avanza, y se equivoca en el pase. El entrenador le grita desaforado frente a sus compañeros y a las familias. El nene agacha la cabeza. Rocío no se puede quedar quieta. Masculla entre dientes, se come las uñas, mira atenta la secuencia. Detrás de los lentes, los ojos se llenan de agua, de furia. “Lo voy a matar, si le grita una vez más, entro a la cancha y me lo llevo, no me importa nada. Y encima el padre ese de mierda que tiene”. Cuando el árbitro da por finalizada la jornada, el nene, que tiene ocho años, se larga a llorar.

Hace casi un mes que no ve a su papá. Él nunca aportó un peso. Las promesas se deshilacharon y fueron dejando un tendal repleto de desilusión y bronca.

Hace casi un mes que no ve a su papá. Él nunca aportó un peso. Las promesas se deshilacharon y fueron dejando un tendal repleto de desilusión y bronca. Las lágrimas de Rocío son más por el progenitor de su hijo, que lo dejó sin una figura paterna, que por los gritos del entrenador. Ahora ella no sólo es el sostén económico de su familia, sino también el sostén afectivo: no es sobreprotección, es llevar el doble de carga por la responsabilidad emocional de ese niño. El cuidado entendido como un todo más complejo. 

La “cuota alimentaria” es un concepto mentiroso. Lo que necesitamos para cuidar no se reduce a alimentos. El pago mensual del club, la ropa, las zapatillas, los útiles escolares, los regalos de cumpleaños de los amigos, el transporte, la vivienda, las salidas recreativas, y una interminable lista de necesidades y, por qué no, deseos: el costo económico que también implica criar a una persona. 

Desde la Dirección de Economía, Igualdad y Género, con miras a rever precisamente esta situación e incorporar perspectiva de género, se elaboró, junto con el INDEC, el Índice Crianza: una estimación que servirá como una herramienta para que jueces y juezas lo tengan como un valor de referencia para saber cuánto destinan las familias a la crianza de niños, niñas y adolescentes.

Hay dos palabras que se reiteran en las conversaciones con mujeres que crían solas: tiempo y dinero. Dos gotas de agua incesantes que pican sobre el cuero cabelludo. Como la gota china, las gotas de la pobreza del tiempo y la falta de recursos monetarios, se constituyen como una forma de violencia cotidiana y persistente.

El incumplimiento de la cuota alimentaria está contemplado como un acto de violencia de género económica y patrimonial, según la Ley 26.485 de Protección Integral contra la Violencia hacia las mujeres.

En efecto, el incumplimiento de la cuota alimentaria está contemplado como un acto de violencia de género económica y patrimonial, según la Ley 26.485 de Protección Integral contra la Violencia hacia las mujeres. Ya aprendimos que las violencias no discriminan según clase social, pero que sí existe un impacto diferenciado cuando se intersectan distintos tipos de dimensiones que profundizan la vulnerabilidad ante el ejercicio de la violencia. De esta forma, los hogares monomarentales —que representan el 12% (cerca de 1,2 millones) de los hogares argentinos— son los que más limitados se ven a la hora de desarrollar estrategias para enfrentar esta situación. En una sociedad donde el tiempo es dinero, quienes sufrimos mayormente la pobreza de tiempo somos las mujeres. Si además, esas mujeres no cuentan con otro sostén afectivo ni económico, esa pobreza se profundiza. La pobreza de tiempo afecta la autonomía y el desarrollo de las mujeres. Así lo cuenta Rocío: “la falta de tiempo es el mayor limitante. No me permite estudiar. Estoy 24×7 con el nene. Si no estuviera mi mamá, no podría hacer nada. Me afecta mucho en lo profesional, y también en lo social, porque dejo de hacer un montón de cosas que me gustaría, y eso sí me da mucha bronca e impotencia. Dejar de vivir mi vida como mujer, no como madre, sino como mujer”. 

Cuando hablamos de feminización de la pobreza, nos referimos a una estadística que respalda esa afirmación: según un informe de la Dirección Nacional de Promoción y Fortalecimiento para el Acceso a la Justicia, el 85% de las familias monoparentales están a cargo de una mujer. De ese universo, el 68,3% vive bajo la línea de pobreza, y 23,6% son indigentes. Detrás de esos números, hay historias de vida. 

Ornella, la mamá de Nazarena, entró a la sala de partos con su amiga Kari. Tenía 19 años. El progenitor le dijo que no podía hacerse cargo, y Ornella, en un punto, le agradeció tener la nobleza de haber podido reconocerlo y no interferir en sus vidas, porque realmente no podía. “En la partida de nacimiento él directamente no figura. Por eso yo no siento nostalgia ni resentimiento. Naza es mía, y soy yo la que tomo las decisiones, así fue siempre, nunca hubo otra realidad”. Quien estuvo en la primera línea de batalla fue su mamá, María. “Mi vieja fue fundamental, fue todo. Nuestro sostén económico y afectivo”. Vivían las tres juntas. Ornella define a su familia materna como “matriarcal”, hay una historia común que las enlaza. Sus abuelas, tías, y su propia mamá criaron solas. Mujeres de un temple duro. El papá de Ornella se fue de su casa cuando ella tenía un año y se hizo cargo afectivamente durante un tiempo. “Después ya no”. Aportaba plata de manera irregular, cada tanto conseguía un bolsón de alimentos y se los llevaba. “Alguna vez me habrá regalado una remera”. En 2001, la crisis económica las atravesó de una forma muy cruda. “Mi vieja me decía ´¿qué te parece si hoy hacemos algo distinto y en vez de cenar nos tomamos un café con leche y miramos la tele?´. Una especie de juego.”

“En la partida de nacimiento él directamente no figura. Por eso yo no siento nostalgia ni resentimiento. Naza es mía, y soy yo la que tomo las decisiones, así fue siempre, nunca hubo otra realidad”

Rocío dice que hace malabares. “Primero pago todas las obligaciones y después sobrevivo. Me ayuda mi mamá con alguna compra. Cada vez se hace más difícil, me endeudé mucho con las tarjetas de crédito”. La figura de las abuelas retorna en los diálogos con Ornella y Rocío como un bastión definitivo. “Fundamental”, “clave”, “irremplazable”, “sostén”, “esencial”. 

De acuerdo al mismo informe, un dato alarmante refleja que el 68% de los progenitores varones no convivientes incumple su responsabilidad parental. Ese incumplimiento profundiza las desigualdades de género y condiciona el ejercicio pleno de los derechos de las mujeres.

Los roles asociados al cuidado, asignados de acuerdo al género, tienen mucho que ver con todo esto. El mito se refuerza una y otra vez, asegurando que nosotras cuidamos mejor, contenemos mejor. No es que cuidamos mejor, es que no nos queda otra opción. Las brechas salariales, de actividad, las cifras de empleo, subempleo, desempleo, incluso de violencia, tienen su raíz en esa repartija de mandatos. Cuando nosotras nos quedamos cuidando, dejamos de trabajar de manera remunerada, dejamos de participar en diferentes ámbitos de desarrollo vitales, nos quedamos cuidando porque “si tengo que pagarle a una niñera, tengo que dejar todo mi salario, y para eso me quedo yo”. Lo que cuesta ver es que todas esas situaciones arrastran y multiplican desigualdades que cercenan nuestro derecho a una vida plena.

El rol tradicional de proveedor que históricamente se les asignó a los varones, en los casos de los hogares monomarentales, se rompe en mil pedazos, y son ellas quienes se ven obligadas a asumirlo, cumpliendo así un doble mandato: cuidar y proveer.

Sin embargo, el rol tradicional de proveedor que históricamente se les asignó a los varones, en los casos de los hogares monomarentales, se rompe en mil pedazos, y son ellas quienes se ven obligadas a asumirlo, cumpliendo así un doble mandato: cuidar y proveer. En medio de la discusión por un proyecto de ley que amplíe el sistema de licencias, vale remarcar la importancia de invertir en políticas de transferencia de tiempo para que los varones dejen de tener tan solo dos días por nacimiento, y tengamos licencias más igualitarias y obligatorias también en el caso de ellos, para que logren dimensionar y comprender qué significa cuidar, cuál es la carga que se imprime ahí, que costos tiene. Para habilitarles, también, la posibilidad de atravesar su paternidad desde la ternura.

Del mismo modo, la creación de un Sistema de Cuidados que pueda abordar estas problemáticas de manera integral y articulada es una política urgente. Porque no se trata solo de la corresponsabilidad entre los géneros, al interior de los hogares, sino de desatar otro de los nudos y avanzar hacia la corresponsabilidad social, en donde la carga del cuidado pueda salir de las familias, para pasar a ser un asunto de la sociedad en sus otras esferas: el mercado, el Estado, y la comunidad. Algo de todo eso logró construir Ornella a fuerza de alianzas y voluntad. “Cuando Nazarena era chiquitita me propuse terminar el secundario a través de un programa del Ministerio de Trabajo que se llamaba Jóvenes con más y mejor Trabajo, tenían guardería, y la bebé se quedaba ahí”. La creación de espacios de cuidado, algo tan fundamental y tan elemental como darle una oportunidad a una piba de terminar el colegio. Una persona que conoció en el Programa la acercó a una unidad básica de La Cámpora. “Ahí empezó otro capítulo de mi vida. Me hice grandes amigos y compañeros que me ayudaron a cuidar a Nazarena. Siempre tuvieron muy buena predisposición para hacerme el aguante, incluso económicamente. Yo les decía que no llegaba a fin de mes, que necesitaba comprarle un delantal para la escuela, y ellos me daban plata, yo les devolvía cuando podía. En la básica le he festejado varios cumpleaños, era su segunda casa. Esa fue la red más grosa que pude construir”. Ahí están el Estado y la comunidad cuidando.

“Mientras no haya cambios culturales, debe haber políticas que acompañen, porque las transformaciones llevan tiempo y son a largo plazo. No pagar la cuota alimentaria es una forma de empobrecernos, de sacarnos tiempo para retomar nuestra vida afectiva, o de amistades, tener tiempo libre o salir a correr. Cuando tenés que trabajar el doble para generar plata, y aparte tratar de cuidar lo mejor posible, y sostener a tus hijos, es obvio que se coartan esas posibilidades”, dice Paola Urquizo, una de las referentes de Familias Monomarentales, un perfil de Instagram que decidió abrir en pleno contexto de pandemia ”para transformar la angustia en acción militante”. Eso coincidió con un momento de profunda desesperación. El progenitor de sus hijos había renunciado a su trabajo y le cortó la cuota que habían acordado. También los dejó sin cobertura médica. 

Familias Monomarentales (@familias.monomarentales) nació como un espacio que buscaba la visibilización de una problemática naturalizada frente a la cual la única respuesta que había era “es un tema muy complejo”. Paola decidió colectivizar esa complejidad y tejió alianzas con otras mujeres que se encontró en el camino: Cecilia Bertolino de Identidad Feminista, quien junto con la Claudia Hazanbegovic (Doctora en Políticas Sociales y abogada litigante en casos de violencia) pasarían a formar parte de la red. Juntas, trabajaron en la investigación y promoción de políticas públicas sobre estos temas. Después se sumaron organizaciones con las que empezaron a pensar en campañas para sacudir el polvo que se asienta sobre las cosas que quedan detenidas, sobre lo que no se atiende. El último #3J, hicieron el “tendedero de deudores alimentarios” en las plazas de todo el país, una acción que ya se volvió parte de la agenda latinoamericana feminista. Allí, colgaron nombres y apellidos junto a fotos de los deudores, demandas y exigencias de políticas públicas, juzgados donde están las causas, entre otros datos. Con vistas al próximo domingo, el hashtag que circularon es: “Para este día del Padre, pagá la cuota”. 

“Para este día del Padre, pagá la cuota”. 

El informe 2022 Incumplimiento de la obligación alimentaria en la Provincia de Buenos Aires. Un problema estructural que profundiza las desigualdades de género, presentado por el Ministerio de las Mujeres, Políticas de Género y Diversidad Sexual de la provincia de Buenos Aires, determinó que el 67% de los padres no paga la cuota alimentaria o lo hace de forma eventual; sólo el 32% de los padres no convivientes abonan regularmente la cuota alimentaria; y en los casos que sí se cumple el pago mensual, sólo el 10% de las madres considera que el monto alcanza para cubrir gastos y necesidades de niños.

Paola cuenta que hay un manual del buen deudor: primero viene el acuerdo y cumplen durante un tiempo, después viene la retención directa, la informalización, huyen del universo formal, facturan a nombre de otra persona, y al final todos los progenitores terminan siendo gente que vive del aire o no se sabe de qué. El relato de Rocío va en la misma dirección. “Nunca había judicializado la cuota. Era todo de palabra, me pasaba lo que quería. Eran épocas. Como no tenía nada fijo, era todo muy irregular. El problema es que si yo lo llevo a una mediación, tengo que pagarla sola, porque él puede alegar que está desempleado y que no tiene ingresos. Y yo no estoy en condiciones de sostener ese gasto”. Su objetivo es no depender de esa cuota. “Mi cabeza está preparada para no contar con eso, porque un día está, un día no. Lo cual no significa que no quiera que cumpla sus obligaciones como padre”.

“Mi cabeza está preparada para no contar con eso, porque un día está, un día no. Lo cual no significa que no quiera que cumpla sus obligaciones como padre”.

El proceso de judicialización de una cuota alimentaria no es sencillo. “La judicialización es agotadora. Tenés que justificar tus gastos con tickets. Con el cambio de la obra social a mi hijo no le cubrían la ortodoncia así que quedó con los brackets puestos en la boca y sin posibilidad de continuar el tratamiento. Eso implica un nuevo expediente, te piden que demuestres tus gastos con tickets, y es desgastante juntarlos, estar pendiente de que te de el porcentaje, que te estén poniendo a prueba y controlando tus gastos. Es una situación revictimizante.” Paola cuenta que lo primero que se encontró cuando tuvo que iniciar este camino fue a abogados sin ningún tipo de perspectiva de género, ni de infancias, ni de violencias: “me decían que correspondía el 20% de sus haberes, y que por suerte trabajaba en blanco, porque sino me tenía que olvidar de la cuota”. Esos abogados eran costosos, entonces terminó en el patrocinio gratuito de la Universidad de Buenos Aires, donde encontró un panorama similar, pero que aparte le exigía poner más el cuerpo. Terminó realizando una denuncia por violencia económica.

No podemos con todo

¿Cuál es el costo emocional para las mujeres que sostienen solas sus familias? El impacto tampoco es solo económico. Hay una heroización de quienes asisten desde afuera, y que probablemente tenga un ingrediente de condescendencia. “Estoy desbordadísima. Muchas situaciones me superan, pero me obligo a ponerme fría. En realidad es porque no me queda otra. Cuando me dicen que soy fuerte, pienso en que no quiero ser más fuerte, porque soy humana”. No hay tiempo, ni para estudiar, ni para socializar, y tampoco hay tiempo para angustiarse. Las Erin Brocovich del mundo, fuertes, altas, tetonas, contestatarias, tremendos minones que se enfrentan a todos y a todo. Pero ninguna quiere tener que ser Erin Brocovich. Y la gran mayoría, no podemos con todo. No nos comamos la peli. 

Abogando Familias (@abogandofamilias en Instagram) es un perfil con 59,5 k de seguidorxs. María Laura Lázzara y Julieta Speciali son las dos abogadas especialistas en derecho de familia que asesoran y litigan. “El 99% de las preguntas que recibimos son de mujeres, y los temas se repiten: cuota alimentaria y violencia”, dicen. 

En Instagram tienen el mayor caudal de consultas. Elaboraron un sistema de respuestas pre formateadas para brindar herramientas e información, a modo de recursero. “Lo primero que hay que hacer es buscar asesoramiento especializado”, dice Julieta. Ambas trabajaron durante años en el patrocinio jurídico gratuito de la UBA, en donde cuentan que se trabaja con un compromiso enorme. “Lo que pasa es que como en todo lo que es gratuito, hay una sobrecarga del sistema, son muchísimos casos, la disponibilidad del profesional es menor”. 

María Laura comenta que los principales obstáculos con los que se enfrenta una mujer que quiere judicializar el incumplimiento de la cuota por parte del progenitor, son los tiempos. De la justicia, y los propios. También los recursos económicos para contratar un abogado particular. “Cuando asistís a un patrocinio gratuito, tenés que ayudar, es un trabajo en equipo, al igual que con uno privado, pero tenés que moverte más, ir, estar. Y eso también es tiempo. Tiempo que dedicas a no trabajar y generar ingresos”. 

Ambas piensan que el sistema mismo es una trampa. “Es muy difícil probar el caudal económico de la otra parte, a menos que sea alguien que tiene todo registrado. Pero está lleno de gente que terceriza, que tiene testaferros, que oculta. El sistema ofrece muy pocos elementos de prueba, para demostrar que ese caudal existe, y termina siendo funcional a los incumplidores. Es lento, ineficiente”. Pero el derecho a la cuota es un derecho de las niñeces, “lo que hay que priorizar es que ese niño reciba lo que se necesita para vivir dignamente. Hay una gran cantidad de abogados que no quieren tomar esos casos y acompañar a esas mujeres y dicen ´este es un caso perdido´ porque no hay recibo de sueldo, es una locura”, plantean. 

“Quiero que él esté tranquilo, y tenga una vida feliz. Si el día de mañana quiere tener una familia, que sepa que hay responsabilidades que vienen con eso, y que esté a la par de su mujer, nunca arriba”.  

Las dos hacen hincapié en que la violencia que se ejerce contra las mujeres es una violencia que se traslada a lxs hijxs. En el caso de Paola, ellxs no quisieron volver a ver al progenitor. “Ahora son más grandes y ven lo que implica este empobrecimiento, no es sólo que no podamos irnos de vacaciones o no tener las últimas zapatillas, ven el deterioro de la calidad de vida, a veces de los vínculos”. Rocío le va dosificando la información a su hijo. Cada vez puede explicarle más, intenta transmitirle que los adultos tienen obligaciones, y que los derechos de las niñeces deben cumplirse. “Quiero que él esté tranquilo, y tenga una vida feliz. Si el día de mañana quiere tener una familia, que sepa que hay responsabilidades que vienen con eso, y que esté a la par de su mujer, nunca arriba”.  

Siempre a la par, nunca arriba.