Traducción libre de Nicolás Cuello
¿Qué harías si abrieras el expediente de tu queja y encontraras una disculpa de la persona por la que te quejaste?
No es una pregunta hipotética.
Hacemos algunas preguntas por lo que ya ha pasado.
Una estudiante está siendo acosada e intimidada por el profesor que imparte el curso básico de su maestría. En una tutoría individual, él le grita y la insulta, le dice que sus preguntas sobre “género y raza” eran “preguntas de mierda”. Él le dice que sus calificaciones no importan, que ella no importa, porque es “una vieja de mierda”, que “no va a tener una carrera en el mundo académico”. Ella es “insultada, socavada, amenazada”. Ella siente miedo no solo porque alguien con poder estaba actuando hacia ella de esa manera, sino porque sus acciones no dejaron rastro físico.
Ella dijo: “Tenía miedo. No me había tocado. No me había abusado físicamente”.
Si otras personas no pueden ver que eso sucedió, ¿sucedió? Algunas formas de violencia, por mucho que te afecten, no se les aparecen a los demás. El miedo se puede magnificar al no poder evidenciar con lo que te has encontrado.
Ella dijo: “Entonces, entonces comencé a tener miedo, comencé a cuestionar y dudar de mí misma”.
El miedo no solo puede estar dirigido hacia algo, sino que puede ser la experiencia de no poder comunicar a los demás aquello hacia lo que se dirige.
Podemos sentir la ausencia de evidencia como miedo.
¿Entonces qué, qué hacer entonces?
Ella hizo una queja, después de su maestría, sobre lo que había sucedido. Y se quejó en parte porque el profesor usó el poder que tenía como profesor para cerrar la puerta. Se suponía que no debía afectar su tesis, pero lo hizo; obtuvo una nota mucho más baja que en sus otros trabajos durante la cursada. Ante la perspectiva de hacer un doctorado, dijo que “esa puerta está cerrada”. Cerró la puerta a su queja, cerró la puerta a su carrera; le cerró la puerta. Sabe que la nota baja fue una forma de represalia, por hacer las preguntas equivocadas, por no recibir pasivamente lo que el profesor enseñó como sabiduría (en Vivir una vida feminista, llamo al sexismo “sabiduría recibida”). Créanme, cuando alguien toma represalias, lo sabe. Pero aún puede ser difícil convencer a otros de que la represalia es una represalia. Mucha gente no quiere ser convencida por lo investidas que están con las personas (“él no haría eso, no podría hacer eso”).
Tantas quejas están bloqueadas debido a lo investida que está la gente con personas, programas o proyectos.
Quejarse es encontrarse con un muro de investiduras.
Ella sentía que tenía el deber de quejarse: quería evitar que lo que le sucedió a ella le sucediera a las demás. Pero su queja no llegó a ninguna parte. Él estaba protegido por la organización y sus compañeros. Ella se quedó sintiendo que no tenía mucho sentido haberse quejado:
Creo que much*s estudiantes se hubieran quejado, pero muchas personas son mucho mejores que yo en torno al cuidado personal y se dieron cuenta de que este proceso es dañino, es traumático y, para ser totalmente franca, no es muy útil para mí como estudiante. Lo que estoy haciendo es ser engañada por la universidad, mientras están poniendo excusas por su comportamiento. Por lo que yo sé, no se producirá ningún cambio real. Podría sacar algo de dinero al final de este proceso como para callarme. En términos de cambio, para l*s futur*s estudiantes, cambio institucional o cualquier disculpa real, genuina o sensación de preocupación de la universidad por haber dejado que una estudiante tuviera el tipo de experiencia que yo tuve, nada de eso, así que, en última instancia, el proceso de la queja no me ayudó en nada. Alguien podría decir que de alguna manera es terapéutico ventilar los problemas de una, pero para ser totalmente franca, no lo encontré para nada terapéutico. Y esto continúa, y me resulta difícil seguir adelante con mi vida.
Como muchas de las historias de quejas que he recopilado para este proyecto, su queja no terminó bien. Ni siquiera fue capaz de narrar la experiencia como terapéutica. Más bien, fue testigo de lo que yo considero el “clunk, clunk” de la maquinaria institucional. Se encontró con lo mismo de lo que se quejaba porque se quejaba: la protección de un profesor estimado por una institución y sus colegas.
La manera en cómo se sale con la suya, es cómo continúa haciéndolo.
A diferencia de la mayoría de las historias de quejas que he recopilado, en esta historia hay una disculpa, o al menos una disculpa aparente hecha por el profesor a pesar de que, como ella describe, no hay una “disculpa real genuina” o incluso un “sentido de preocupación” expresado por la universidad. En el expediente de su denuncia encontró una carta dirigida de él hacia ella. A pesar de que ella no había pedido una disculpa, se dió cuenta con bastante claridad sobre lo que estaba haciendo y no haciendo esa disculpa al momento de aparecer en su archivo. Ella dijo:
Creo que es un ejercicio para marcar casilleros, ´al menos nos hemos disculpado´, pero mirá las palabras, pensá en lo que realmente significa una disculpa y luego decime que te disculpaste o si contrataste a un abogado y escribiste una carta que querías mostrar.
Describir una disculpa como un “ejercicio para marcar casilleros” es sugerir que la disculpa está cumpliendo una función burocrática. Se hacen algunas disculpas para que quienes las hacen puedan demostrar que se han hecho (“una carta que querías mostrar”). Si una “disculpa real y genuina” fuera un reconocimiento del daño, una disculpa burocrática sería una forma de aparentar reconocer el daño sin hacerlo realmente. Se puede ofrecer una disculpa más bien como ese “asentir no performativo”, una forma de aparentar escuchar la queja de alguien, una forma de aplacar a alguien. Se puede utilizar una disculpa para resolver la denuncia, para completar una acción, cuando adquiere el estado de prueba de que el daño identificado por la denuncia ha sido escuchado y manejado. Disculparse por el daño puede ser un modo de recuperación, una recuperación del daño, un encubrimiento del daño.
Aunque en este caso la disculpa tomó la forma de una carta de otra persona, al describirla como un “ejercicio para marcar casilleros”, ella señala la utilidad de la disculpa para la institución. La disculpa está enseñando algo sobre cómo funciona la institución (2). Incluso una disculpa que toma la forma de una carta dirigida de un profesor a una estudiante puede ser un acto de habla institucional. Puede seguir un formato o una plantilla; puede ser firmada por un individuo pero escrita por abogados con palabras cuidadosamente elegidas para asegurar que la disculpa no haga demasiado, diga demasiado, revele demasiado (“mirá las palabras”). Al prestar atención a cómo las palabras no alcanzan lo que “realmente significa una disculpa”, está mostrando que una disculpa no siempre es una disculpa; no significa lo que dice. Una persona puede disculparse por hacer algo incorrecto de tal manera que se libera de lo que se implica en ese delito.
No siempre está claro quién libera a quién de qué. Esta falta de claridad puede estar haciendo algo. Quizás la disculpa se pueda volver vaga en cuanto para qué o de quién es la disculpa. Es así como ella nos muestra la naturaleza vagamente institucional de la disculpa al cambiar entre “usted” y “nosotros”: dice que la disculpa está escrita por él o por sus abogados para enseñar que al menos “nos disculpamos”. El hecho de que una disculpa pueda ser vagamente institucional significa que la institución puede utilizar una disculpa para crear la impresión de que manejó y escuchó la queja de tal manera que la institución no queda implicada, o está libre de errores. Si la institución puede ser vagamente despejada de esa responsabilidad, quizás el profesor también. Quizás cuanto más vaga sea la disculpa, más se puede alivianar la responsabilidad.
Las disculpas pueden, por supuesto, ser hechas por las instituciones como las universidades a los estados-nación. En tales casos, las disculpas son oficiales en la medida en que sean hechas por una persona o personas a las que ya se les ha otorgado la autoridad para hablar en nombre de la institución. Incluso cuando las disculpas institucionales se pueden utilizar para encubrir errores, las disculpas pueden recibirse como un reconocimiento del maltrato. Es por eso que muchos gobiernos todavía hoy se niegan a disculparse por el colonialismo y la esclavitud, prefiriendo palabras más débiles como arrepentimiento. Disculparse puede ser decir demasiado, hacer demasiado, debido a cómo las disculpas pueden recibirse como una admisión de algo, o como asumir la responsabilidad de errores, históricos o no, hayan o no sido intencionales. Algunas disculpas no se hacen por el lugar al que podrían conducir; disculpas como camino hacia la reparación, por ejemplo. Sin embargo, sabemos por la historia que es posible pedir disculpas por crímenes de lesa humanidad sin emprender un camino hacia la reparación.
Si las disculpas son caminos, ¿hacia dónde más nos conducen? Quizás necesitemos preguntar quién, quién se disculpa, antes de que podamos pensar en la dirección de una disculpa. Las disculpas se hacen con mayor frecuencia sin necesidad de autorización; la persona que se disculpa lo hace en su propio nombre. Lo que hacen esas disculpas interpersonales depende de cómo se hacen, cuándo se hacen, quién las hace y a quién se las hace.
Algunas disculpas pueden ser habituales; algunas personas pueden seguir pidiendo perdón como una forma de prefacio de su propia existencia, como si estuvieran disculpándose por existir. La disculpa en esta forma está generizada; la feminidad como una disculpa por ocupar espacio.
Las disculpas pueden ser hechas sin hacer referencia a la propia conducta de una persona. La persona que se disculpa no tiene que decir por qué se disculpa. O una persona puede disculparse por lo que ha hecho de tal manera que logra que aquello por lo que se disculpa parezca pequeño o menor. O alguien podría disculparse por haber ofendido a otro en lugar de disculparse por ser ofensivo. Así es como una disculpa se basa en cómo alguien se vió afectado, en lugar de lo que causó la persona que se disculpó: si te disculpas por herir los sentimientos de alguien, los sentimientos heridos se convierten en el problema que se está resolviendo con la disculpa.
Por supuesto, el daño puede minimizarse como una cuestión de sentimientos heridos sin la necesidad de pedir disculpas.
Déjenme volver a la queja. En mis testimonios de quejas encontré diferentes tipos de disculpas.
¿Qué están haciendo?
Una académica presentó múltiples denuncias relacionadas con el plagio y el racismo. Sus quejas bien podrían describirse como una “pedagogía feminista de color”, dado que llegó a conocer la institución de manera íntima, profunda, como una institución patriarcal, blanca, a partir del trabajo de su queja. Llegó a conocer cómo funcionaba, cómo los hombres blancos académicos terminaban con más tiempo de investigación, cómo las personas de color, especialmente las mujeres de color, terminaban con menos tiempo de investigación; todos esos acuerdos hechos tras bambalinas, esas políticas creadas en las sombras. Comparto su aprendizaje en Complaint! y explico el uso que ella realiza del término “políticas ensombrecidas”. Ella está segura de que nunca recibirá una disculpa por el daño que le causaron. Ella dice, “X nunca se disculpará ni reconocerá que cometieron un error. Tienen miedo de las demandas ”. Algunas disculpas no se pueden hacer, incluso peor, algunas directamente nunca se harán, porque reconocen demasiado, y eso podría conducir, por ejemplo, a juicios.
Las disculpas pueden rechazarse porque reconocen el daño.
Una investigadora principal presentó una denuncia sobre discriminación y acoso. Su denuncia acaba en un defensor del pueblo. El requerimiento fue que la organización se disculpe. Ella comenta: “La organización ‘tuvo que disculparse formalmente’. El estado de esa disculpa. Es ridículo: es el 10 por ciento de lo que pasó”. Luego describe la disculpa, que tomó la forma de una carta escrita, como una “no-disculpa”. Agrega: “Se disculpan por el sufrimiento causado… pero no es su culpa, y las cosas han cambiado ahora, así que está todo bien”. A veces está claro: una disculpa cuando es requerida puede hacerse de tal manera que libere a una organización de su maltrato. Cuando lamentas el sufrimiento de alguien, no estás pidiendo perdón por lo que has causado. No admites la responsabilidad de causar sufrimiento cuando lamentas el sufrimiento (3). Ella agrega: “No hay reconocimiento del daño que hicieron, de que es su culpa, que tienen responsabilidad sobre ello y eso no es justo”.
Ella sintió esta disculpa, que no reconoció el daño, como dañina.
Las disculpas pueden ser pedidas porque logran no reconocer el daño.
Juntemos estas oraciones resaltadas:
Las disculpas pueden reconocer el daño y no reconocer el daño. Las disculpas pueden no ser hechas porque se reconoce lo que éstas hacen o pueden ser hechas por todo aquello que no hacen.
Las disculpas pueden contener historias porque contienen contradicciones.
Entiendo mucho más sobre lo que hacen y no hacen las disculpas al escuchar a quienes se quejan.
Más instancias.
Las disculpas que no reconocen el daño (o que realmente no hacen nada) pueden ser percibidas como vacías o sin sentido por quienes las reciben. Hablé con una estudiante que presentó una queja sobre discriminación por discapacidad. Su queja también terminó con un defensor del pueblo que encontró que la institución no había manejado su queja de manera justa. Ella describió: “Se le pidió a X que escribiera una disculpa, que no fue hecha hasta el último día”. La universidad también le dio una pequeña compensación monetaria. Ella desestimó ese gesto porque reconoció lo que el gesto le permitió a la organización pasar por alto: “como un gesto de buena voluntad, usted puede simplemente irse”.
Una disculpa puede ser otra forma en la que se nos dice que nos vayamos.
Si una disculpa de una parte a otra parte se convierte en un requisito por parte de un tercero, la persona que recibe la disculpa no siempre experimenta la disculpa como vacía o sin sentido. En otro ejemplo, una académica experimentó abuso por parte de otra académica. Ella lo describe así: “Hubo un momento en el que tuve que quejarme porque una colega, también miembro del personal, estaba completamente borracha y verbalmente abusiva y agresiva conmigo, y en esa ocasión en particular logré que la institución la obligara a escribir una carta de disculpa, porque creo que es muy importante tener constancia y documentación de que, en determinadas circunstancias, no estás éticamente en la posición equivocada”. No le preocupaba si la persona que se disculpó estaba siendo sincera o no, o si la disculpa en su redacción ofrecía un reconocimiento del daño que se había causado o no. Para ella, lo que importaba era que se disculpara. Una disculpa aquí, sin importar cómo se solicite, cómo se requiera, o tal vez incluso la razón por la que fue solicitada o requerida, se convierte en un registro de un error.
Una disculpa no solicitada o innecesaria también puede ser importante en parte porque no es solicitada o es innecesaria. Una investigadora postdoctoral presentó una denuncia sobre racismo que la llevó a experimentar más racismo. Asistió a reuniones que terminaron en interrogatorios. Pero en medio del proceso, una persona de recursos humanos le pide disculpas. Lo describe así: “Ella estaba como: wow, lamento mucho que hayas tenido que pasar por esto. Y el dirigente sindical dijo que nunca escuchó a nadie disculparse”. Si alguien trabaja en la administración de algún proceso de quejas, se le puede recomendar que no se disculpe debido a la preocupación institucional de que el destinatario pueda utilizar una disculpa como prueba o como reconocimiento de una mala conducta. Si alguien se disculpa en medio de un proceso de queja sobre el proceso de esa queja, en parte porque es lo correcto o porque la situación amerita, sobresale. Una disculpa se convierte en un gesto lleno de significado porque al ser ofrecida no sigue el camino trazado por la institución.
A veces puede ser útil que alguien reconozca lo difícil que es un proceso, porque ese reconocimiento puede ser también sobre lo difícil que está siendo ese proceso para quien se queja. Si es así, entonces: disculpas por cómo alguien está siendo afectado por algo puede hacer algo por alguien.
Al escribir sobre las disculpas y lo que hacen y lo que no hacen, no estoy descartando las disculpas. No estoy diciendo que al hacer esto o al hacer aquello solo hagan esto o solo hagan aquello. Quizás las disculpas sean otro mapa queer de las organizaciones, también de la queja, también de una vida: un mapa desordenado.
Y, sin embargo, todavía tenemos que escribir sobre lo que algunas disculpas dejan afuera.
Lo siguiente es algo de toda esa historia.
Permítanme volver al testimonio de la estudiante de maestría con la que abrí este post. Ella dice:
Y la otra cosa que hicieron fue enviarme esa carta por X. En ningún momento pedí que me pusieran en contacto con ese hombre. Es un discriminador. Ya vive en mis pesadillas.
Si la carta era una disculpa, también era una forma de comunicación. Disculparse le permitió al profesor ingresar en la denuncia que ella había hecho en sus propios términos; le permite entrar tanto en su mente como en su expediente, ocupar espacio de la forma en que ya lo había hecho (“ya vive en mis pesadillas”).
La inserción de una disculpa en un proceso de queja puede ser una continuación del tipo de comunicación por la que ella se quejó. La disculpa se convierte en otro ejemplo de comunicación no deseada. Incluso su disculpa es una forma de autoafirmación. Aceptar su disculpa sería aceptar cómo él se inserta, en su queja, en su expediente, en su mente; su mundo. Ella necesitaba no aceptar esa disculpa porque necesitaba que él no estuviera allí.
Ella agregó: “Creo que pensaron que lo aceptaría como una disculpa real”. La acción que ella identifica como problemática no es sólo la disculpa, sino la expectativa de lo que seguiría a la disculpa, que ella supuestamente aceptaría. Encontrar esa carta en el expediente es una forma de ser presionada para aceptarla, para seguir adelante, para progresar.
El uso de una disculpa nos enseña cómo la reconciliación puede ser una forma de gobierno (4). Cuando la reconciliación se convierte en un modo de gobernanza, los abusos de poder se tratan como disputas menores o como el producto de una mala comunicación que puede resolverse con una mejor comunicación.
Otra estudiante estaba considerando presentar una queja sobre una conducta sexual inapropiada por parte de su ex tutor. Le dijeron que sus opciones serían una queja formal, que no “pensó que llevaría a ningún lado sin una prueba tangible de agresión física” o “escribirle una carta directamente”. Ella no quería escribir una carta así. Como ella describe: “No tengo ningún deseo de volver a abrir los canales de comunicación con X, ya que me he apartado de esa situación con éxito y no quiero iniciar una conversación con él o darle la oportunidad de explicarse”. Que se le pida que se comunique ya sea por escrito o en persona con la persona que la ha acosado es solicitarle que vuelva a abrir los canales de comunicación que ella cerró para protegerse. Así es como la persona que abusó de ella tiene más oportunidades de expresarse, que ella misma.
La reconciliación se puede experimentar como la imposición de la comunicación.
Las historias sobre disculpas también tratan sobre quién tiene la tarea de reconciliarse. Una académica blanca, cuando se convirtió en jefa de su departamento, le dijo a una académica negra que se reconciliara con la ex jefa de departamento: “Quiero que te reconcilies con ella porque después de todo ella es mi amiga y colega y todo lo que hizo fue escribirte algunos correos electrónicos largos”. La mujer negra a la que se dirige (aunque no se dirige a ella como colega) había sido de hecho acosada racialmente por la ex jefa del departamento, otra mujer blanca, durante muchos años. Esta mujer blanca al expresar su deseo de reconciliación (“quiero que te reconcilies con ella”) también ofrece una interpretación de los hechos (“todo lo que ella hizo fue escribirte algunos correos electrónicos largos”). Una táctica clave para minimizar el acoso es presentar el acoso como un estilo de comunicación: los correos electrónicos largos pueden ser molestos, pero la implicación es que no son dañinos ni serios.
Si la reconciliación puede ser el refuerzo de la comunicación, la violencia se excluye presentándola como un estilo de comunicación.
El trabajo de la reconciliación recae a menudo sobre quienes han sido acosadas: es la mujer negra a la que se le encomienda la tarea de reconciliarse “con ella”, la mujer blanca que la acosó cuando era su jefa de departamento. La expectativa de que suavizará las cosas o empezará a hacerlo, es la forma en que se le dice que debe mantener una relación que es dañina. Una expresión de deseo de reconciliación puede parecer un gesto amistoso. No hay nada amistoso en este gesto. Si ella no devuelve el deseo de reconciliación, si no está dispuesta a suavizar las cosas, seguir adelante, llevarse bien, se convierte en la que no solo ha roto una conexión, sino que se ha negado a repararla.
Esta historia no es una historia de disculpas. Y, sin embargo, aprendí de su testimonio algo sobre la temporalidad que me permite volver a las disculpas de una manera diferente. Tener que aceptar una disculpa puede ser la forma en que se debe aceptar una situación. Quizás algunas disculpas no se hacen después del daño sino antes del daño; disculpas por el daño, disculpas como daño. La expectativa de reconciliación puede imponerse desde el principio; la violencia que sigue debe ser perdonada de antemano para que alguien avance, progrese.
De hecho, entonces, el requisito de aceptar una disculpa puede ser el requisito de pasar por alto la violencia: no significó nada, no era su intención, ¡no seas mala!.
Las relaciones abusivas a menudo se tratan como cosas frágiles y rompibles. Y a menudo se dice que la reparación se puede lograr dando tiempo y atención; remendando, remendando cosas. A veces, sin embargo, para terminar con el abuso, necesitamos terminar las relaciones con aquellas personas que son abusivas. Mantener esas relaciones en marcha con la esperanza de que puedan mejorar es seguir adelante con algo que es dañino. Si se hace una disculpa para mantener una relación que es dañina, una disculpa es dañina.
Las instituciones también pueden ser tratadas como cosas frágiles que se pueden reparar o como personas cuyos problemas pueden resolverse aprendiendo a comunicarse mejor. En mi libro On Being Included, noté que cuando el racismo se reconoce como institucional, las instituciones se psicologizan rápidamente. Consideren esta definición de racismo institucional: “procesos, actitudes y comportamientos que equivalen a discriminación a través de prejuicios involuntarios, ignorancia, irreflexión y estereotipos racistas”. En cierto modo, la institución llega a ser reconocida como racista solo si se la plantea como un individuo, como alguien que sufre de prejuicios, pero que podría ser tratado o mejorado (tal vez a través del trabajo sobre diversidad, esa historia de reconciliación). El reconocimiento del racismo institucional puede traducirse fácilmente en una forma de cultura de terapia institucional: donde la institución se convierte en la persona enferma, a la que se puede ayudar con el tratamiento adecuado. Una disculpa se puede expresar como un tratamiento.
Cuando las instituciones se disculpan, esas disculpas a menudo asumen una forma mágica: como si pronunciarlas hiciera que el problema se acabara. Las disculpas pueden ser ofrecidas como una forma de “superación”. Si el problema no terminó, entonces no es tiempo de superar nada. Si las disculpas tienen que tener un punto tanto como un propósito, necesitan ser ofrecidas en reconocimiento de que una disculpa es una disculpa por lo que que no ha terminado. Lamentarlo no es superarlo. Pedimos disculpas por la situación en la que estamos, no por lo que hemos superado.
Quizás una institución apologética es también una que exige que conservemos nuestro apego a ella, a pesar de todo lo que la institución ha hecho para no merecer ese apego.
Instituciones apologéticas: la violencia perpetuada por una disculpa por violencia institucional como si disculparse por la violencia institucional hace que las instituciones ya no sean violentas de la misma forma.
Racismo apologético: el racismo perpetuado por una disculpa ante el racismo como si disculparse por el racismo significara dejar de ser racista de la misma manera.
Sexismo apologético: el sexismo que se perpetúa por una disculpa por sexismo como si disculparse por el sexismo significara dejar de ser sexista de la misma forma.
Y así. Y así continúa (5).
El problema no es solo que las disculpas puedan usarse como si crearan las condiciones para trascender para qué sirven las disculpas. Una disculpa puede representar el motivo de la disculpa. Por ejemplo, alguien puede ocupar más tiempo y espacio disculpándose para ocupar más tiempo y espacio.
Quiero volver por última vez a la historia de una disculpa que se encuentra en un expediente de denuncia que inspiró esta publicación. Esta ex estudiante de maestría también dijo:
Al leerla, te das cuenta de que no es una disculpa. Hizo exactamente lo mismo que solía hacer en los seminarios. Claro, claro, tienes razón, pero en realidad no tanta como para entrar en ningún discurso, así que de hecho te lo digo, ni siquiera te voy a conceder el respeto de una conversación. Simplemente voy a rendirme, en un tono tal que te muestre que no creo una palabra de lo que estás diciendo, por lo tanto, no te estoy dando el respeto de reconocer que puedas llegar a tener un punto válido. Suena extraño, pero incluso al decir que una persona ‘tiene razón’, de alguna manera también se puede devaluar o invalidar el punto que está expresando, pero X es un experto haciendo ese tipo de cosas.
Lo que se te dice que recibas como una disculpa, no tienes que recibirlo como una disculpa. Tienes que ser asertiva para no hacer lo que te dicen, no solo para no aceptar la disculpa sino para insistir en que una disculpa no es lo que es (“Al leerla, te das cuenta de que no es una disculpa”). Puedes negarte a reconocer la disculpa como disculpa debido a lo que reconoces en ella. Ella reconoció la carta, el tono de la misma, lo que estaba haciendo, lo que él es experto en hacer, porque es lo que hacía antes (“exactamente lo mismo que solía hacer en los seminarios”). Una disculpa por una conducta puede ser otra forma de esa misma conducta: le es familiar, él se dirige a ella de la misma manera que solía dirigirse a ella, la incredulidad, el desdén; cómo un derecho, ‘tienes razón’, puede ser una forma de no comprometerse, no reconocer a alguien, no entrar en un discurso. Puedes decirle a alguien lo poco que crees que vale pareciendo ceder de tal manera aunque su punto, su queja, no te parezcan un “punto válido”.
Resumen: una disculpa por el acoso puede ser una extensión del acoso.
Recordar: la violencia a menudo se representa de una manera que la hace intangible para los demás.
Además: podemos sentir la ausencia de evidencia como miedo.
Una disculpa puede aumentar el miedo: cómo se hace desaparecer la violencia.
Una disculpa insertada en su expediente de denuncia puede ser una forma de contrarrestar la evidencia de la denuncia, contrarrestar una ausencia con su presencia. Su disculpa podría estar mostrando: ella no tiene nada que mostrar.
¿Qué pasaría si abrieras tu expediente de denuncia y encontraras una disculpa de la persona de la que te quejaste?
No sé qué pasaría en cada caso. Pero sé lo que podría pasar por lo que pasó.
Cuando abres expedientes de denuncias y encuentras una disculpa, puedes encontrar la representación material de aquello que denunciaste. Una disculpa puede ser esa materialización.
Notas:
1 – En mi libro, Complaint! Solo tengo un párrafo sobre las disculpas. Podría haber escrito mucho más de lo que hice, pero había poco espacio y tenía mucho material. En el próximo año espero compartir publicaciones basadas en datos que deje fuera en el libro.
2- Me he preguntado antes sobre el trabajo de la disculpa. En el capítulo “La vergüenza ante los demás”, de The Cultural Politics of Emotion, examiné el papel de las disculpas, así como la expresión de dolor, remordimiento y vergüenza, en los Sorry Books escritos por colonos australianos sobre las generaciones robadas de pueblos aborígenes en Australia. Muchos de estos actos de habla fueron solicitudes de disculpa por parte del gobierno por el robo violento de niños aborígenes de sus hogares y comunidades. Me llamó la atención entonces la frecuencia con la que el pedido de disculpas por parte del gobierno adoptaba la forma de un deseo de orgullo nacional, es decir, una disculpa se consideraba una condición necesaria para poder volver a estar orgulloso de ser australiano. Se asumió que era necesaria una disculpa para poner fin a este período vergonzoso de la historia colonial. La violencia y la subyugación colonial pueden tratarse como inexpresivas, como si no fueran evidencia de cómo somos realmente. Tanta violencia estructural se considera inexpresiva de esta manera (no somos eso, tenemos que hacer esto para demostrar que no somos eso).
3 – Mientras escribía esta publicación, el 26 de enero de 2021, la prensa informó ampliamente que el primer ministro británico Boris Johnson se había disculpado por el sufrimiento causado por el coronavirus. Este es un día para lamentarlo, un día para estar indignada, muy enojada y muy triste: fue el día en que se registraron oficialmente más de 100.000 muertes por coronavirus en el Reino Unido. El discurso de Johnson fue una expresión de condolencia para todos aquellos que habían perdido a sus seres queridos. Pero no fue una disculpa en el sentido de ofrecer un reconocimiento de las malas acciones y el daño causado por las políticas gubernamentales. O quizás fue más una disculpa en el sentido original de la palabra; una disculpa como un discurso dado como defensa. A pesar de decir que era responsable como Primer Ministro, Johnson también intentó quitarle la responsabilidad a su gobierno (y por lo tanto a él mismo) diciendo que habían hecho “todo lo que podían” para minimizar la muerte y el sufrimiento.
4- El uso de la reconciliación como estrategia de gobierno por parte de las organizaciones no es ajeno a los usos de la reconciliación por parte de los estados nacionales coloniales. La reconciliación puede ser la exigencia de que los pueblos indígenas se reconcilien tanto con la situación de ocupación como con el colonizador (ver Nicoll, 1998). El uso de la reconciliación en el contexto colonial de los colonos puede implicar, como ha señalado astutamente Glen Sean Coulthard, que la tarea de los pueblos nativos es superar los “sentimientos negativos” en la promoción de la armonía. Él escribe, “los defensores de la reconciliación política infieren con frecuencia que restaurar esas relaciones requiere que los individuos y los grupos trabajen para superar el dolor debilitante, la ira y el resentimiento que con frecuencia persisten al estar heridos o perjudicados por una injusticia real o percibida” (2014, 107).
5- La estructura que estoy describiendo aquí es similar a los usos de la criticidad: racismo crítico como la afirmación de haber trascendido el racismo (ya que el racismo no es crítico) y así sucesivamente.
Referencias:
Coulthard, Glen Sean. 2014. Red Skins, White Masks: Rejecting the Colonial Politics of Recognition. Minneapolis: University of Minnesota Press.
Nicoll, Fiona. (1998) “B(l)acklash: Reconciliation after Wik,” Meanjin, 57, 1: 167-183.
Originalmente publicado en:
https://feministkilljoys.com/2021/01/27/apologies-for-harm-apologies-as-harm/
La foto de portada pertenece a Lo que puede un cuerpo, ensayo fotográfico de Tamara Grinberg sobre la Fundación Felices los Niños.