El cuerpo es el refugio y el premio

El 10 de octubre recibimos la noticia de que Han Kang, una escritora nacida en Corea del Sur y de 53 años, había ganado el Nobel de literatura. Hasta el momento son 18 las mujeres ganadoras de este premio que ha sido entregado 101 veces a escritores hombres. No es menor tampoco el hecho de que ese puñado de mujeres galardonadas hablen en su mayoría la lengua inglesa y que esta sea la primera vez que se le otorga a una mujer que escribe en una lengua oriental, en este caso, el coreano.

En la comunicación del premio, reza la frase de la Academia Sueca: “por su intensa prosa poética que se enfrenta a traumas históricos y expone la fragilidad de la vida humana”. Han Kang no solo ha publicado novelas y ensayos: su primer libro es de poemas. De hecho, cuando la autora habla de La vegetariana, el libro con el que gana el Booker, confiesa haberse obsesionado con el verso “creo que los humanos deberían ser plantas”, del poeta surcoreano Lee Sang. 

Y acá es donde entra la Argentina, más precisamente una editorial independiente: en el año 2012, la editorial Bajo la Luna decide publicar La vegetariana de Han Kang, una novela potente y delicada, como las flores que le pintan a la protagonista en su cuerpo desnudo. Es la primera vez que se traduce a la autora en un país no asiático. Además, Sun-me Yoon, su traductora —nacida en Seúl y emigrada a la Argentina a los cinco años— es egresada del Colegio Nacional de Buenos Aires y Licenciada en Letras por la Universidad de Buenos Aires. La educación pública, una vez más, demuestra el sinfín de posibilidades que alberga y brinda a todxs.

En el camino de Han Kang como escritora publicada existe también un motor que es el KLTI (Instituto de Traducción Literaria de Corea) cuyo objetivo, desde hace más de dos décadas, es promover la cultura coreana, en especial la literatura, junto a un trabajo de formación de traductores y acuerdos con editoriales de todo el mundo. 

El libro se vuelve un éxito y, gracias al trabajo de la editorial Bajo la Luna y del KLTI, Han Kang visita la Feria del Libro de Buenos Aires el año siguiente. En la novela, una mujer casada, con un matrimonio en donde ninguna de las partes es feliz, se levanta en medio de la noche después de un sueño perturbador y comienza a tirar al tacho de basura todo lo que tenga que ver con animales o derivados. Pero su camino no es el de una militancia vegetariana: Yeong-hye decide dejar de comer y por eso se encuentra sujetada de los brazos por los hombres de la familia en un almuerzo mientras le meten un pedazo de cerdo en la boca para luego internarla en un psiquiátrico. Ya de alta, abre el puño apretado, muestra un pajarito muerto al que le había dado un mordisco y pregunta: “¿hice algo mal?”.

En entrevistas y reflexiones sobre la novela, Han Kang dice que su búsqueda tiene que ver con la convivencia entre la inocencia y la maldad, en el capitalismo acelerado como método de olvido de la tradición y la reflexión. Así, se deja ver la pregunta por la libertad de los cuerpos, la libertad más literal, pero también simbólica.

Resulta inevitable pensar este devenir de la protagonista en términos de Deleuze y Guattari: en Yeong-hye, éxtasis y meditación parecen ir de la mano y los sujetos y los objetos comienzan a devenir, justamente, en otra cosa, casi sin metáforas o alegorías. La mujer se desliga de todo lo intrínsecamente humano, se vuelve planta. El agua se convierte en el único alimento posible y purificador de la violencia y la intolerancia. El agua es el mecanismo para la contemplación.  

De esta manera, la historia refleja el proceso de convertirse en otro o de ubicar al cuerpo en una casa que se transforma como último refugio posible. En consecuencia, el punto de fuga de la estructura familiar (lo anti-edípico) supone una salida a partir de los árboles en donde la protagonista se siente, por primera vez, algo cómoda en su entorno. No es casual, tampoco, que la única que sin comprender del todo y la acompañe en este viaje sea su hermana.

Han Kang escribe desde el presente mirando al futuro. Un futuro donde un bosque de mujeres-árboles despliegan sus ramas que empiezan a hacer sombra y toman agua de la tierra y del cielo, de todas partes y sin pedir permiso, a ver si consiguen algo de reparo y humedad para crecer. Cuando le preguntan cómo va a celebrar y sobre la reacción de su familia, responde que mientras haya guerras en el mundo no piensa festejar. Todavía no tuvo tiempo de hablar sobre el premio, después de cortar el teléfono planea hacer algo tranquilo, que le de calma, por ejemplo, tomar una taza de té caliente con su hijo.