El segundo sexo: el libro que siempre tiene nuevas generaciones de lectorxs, se empezó a leer así

¿Cómo fueron las primeras lecturas de El segundo sexo? Mabel Bellucci las reconstruyó a partir de 18 entrevistas, dos realizadas junto a Mónica Tarducci, a gente de la cultura, de la intelectualidad porteña y la política, de las izquierdas y del heterogéneo feminismo histórico. Sus relatos abrieron interrogantes en torno a cómo estas pioneras/os descubrieron al libro, el año en que fue leído. El efecto más significativo fue el pasaje de lectoras individuales a sujetas colectivas, en el momento de configuración del feminismo local a partir de los ochenta en adelante.

En París, el 24 de mayo de l949, apareció el primer tomo de El segundo sexo, escrito por la filósofa Simone de Beauvoir y editado en Gallimard. En pocos días se vendieron alrededor de 20.000 ejemplares. Siete meses más tarde, llegó el segundo tomo. No es descabellado suponer que el éxito ya estaba asegurado. Transcurridos dos años, se publicó la edición alemana en Hamburgo y la versión en inglés vendió en New York casi dos millones de ejemplares.

En la Argentina, tuvo que esperar hasta noviembre de 1954, y la iniciativa de Ediciones Psique, del gran editor y librero Gregorio Schvartz, que lo distribuyó junto con los títulos de su otra editorial Siglo Veinte, encargada luego de las reediciones. Como señala la investigación de Mariana Smaldone, su traductor al castellano fue el destacado escritor, dramaturgo, guionista y estudiante de abogacía, Pablo Tischkovsky Blant, más conocido como Pablo Palant. En esos momentos, Buenos Aires era el centro difusor de toda novedad cultural e irradiaba a todo el mercado iberoamericano. Tanto es así que durante años, miles de españolas se iniciarían en la lectura de la obra través de las ediciones argentinas. Si bien no estuvo vedado su acceso durante el franquismo, el hecho de que la Iglesia Católica la hubiera colocado en su índice de libros prohibidos bastó para que ninguna editorial ibérica la imprimiera.

El segundo sexo y su frase archicitada “No se nace mujer, se llega a serlo” ha sido, sin lugar a dudas, uno de los textos que más influencia tuvo en el auge de los feminismos en Occidente, con su irrupción a partir de la segunda mitad del siglo XX.

Lecturas y lectorxs

En esa Buenos Aires a horas del golpe de Estado contra el peronismo, el contenido revulsivo del libro flotó en el vacío. Hubo que tener paciencia. A mitad de los cincuenta, pertenecer a las izquierdas políticas en la Argentina, no garantizaba una ampliación de las referencialidades intelectuales. De acuerdo a las opiniones del historiador socialista y periodista Emilio Corbiére, “el eje vertebrador de los debates público de ese entonces se centraba en la antinomia peronismo-antiperonismo, en la crisis de la Iglesia. También se discutía sobre las secuelas políticas y culturales del fascismo, el Holocausto y el comienzo de la descolonización. De allí, que Simone era un tanto desconocida en esos ambientes, pero también lo era en los medios académicos durante esos años y en los posteriores.”[1]

De los testimonios que recogimos en la investigación se desprende que una mayoría tomó contacto con El segundo sexo recién en los inicios de los sesentas, mientras que otrxs pocxs lo leyeron cuando se publicó en su lengua original. Cobraba importancia ser universitaria, profesional destacada, personalidad de la cultura y el arte y también autodidacta. Estas personas llegaron al libro por diferentes caminos: desde la curiosidad personal, el asesoramiento de un librero, las sugerencias de una amiga/, por el embeleso a la dupla Simone Beauvoir y Jean Paul Sartre o por la admiración a su pluma. En líneas generales, conocían a Simone por su trayectoria más convencional, omitiendo las múltiples facetas de nuestra autora. Ante todo, era más por su literatura y sus singulares relaciones amorosas que por su obra consagrada. En menor medida, la vinculaban con el existencialismo francés y muy pocas con las corrientes marxistas. Varias representaban voces referenciales del feminismo histórico y muchas se sintieron interpeladas por ese texto inaugural, pero de manera personal. Aún no estaban dadas las condiciones políticas para una lectura comunitaria y colectiva de esa narrativa emancipatoria. Este es un dato fundamental para entender porque El segundo sexo no tuvo auge en nuestro país hacia los inicios de los setenta.

Ya en esos años, emergieron dos pequeños colectivos que centraron su accionar en la reflexión grupal: la Unión Feminista Argentina (UFA) y el Movimiento de Liberación Femenina (MLF)[2]. Fue en ese entorno histórico que este texto canónico comenzó su ruta colectiva. El movimiento feminista argentino estaba despuntando, aunque aún sin una fuerza cuantitativa que impulsara su visibilidad y, por cierto, era contemplado con algo de extrañeza. Si bien su factura en esos años no fue organizativa ni tuvo impacto social de relevancia, su legado intelectual fue importantísimo y recogerá sus frutos a futuro. En las urbes del norte del continente, en cambio, el Movimiento de Liberación de la Mujer (Women´s Liberation Movement) arremetió con una pujanza arrolladora. No obstante, la cercanía de los feminismos locales con el MLM fue fluctuante[3]. En tanto este se referenciaba con una contrahegemonía cultural, una heterodoxia política y una lucha anticapitalista y colonial, en la Argentina no fue así. En continente sur primó la insurrección de las organizaciones políticas-armadas con el fin principal de la toma del poder, en las cuales había un protagonismo significativo de mujeres al igual que en todos los partidos políticos revolucionarios. Son esos acontecimientos los que se convirtieron en un prisma privilegiado desde donde posicionarse frente al mundo como un sentimiento de época. El feminismo local intentó también correr la cabeza desde el hueco oscuro de los anales y mirar otras contingencias, pero lo hizo con grandes vicisitudes.

Safina Newbery, antropóloga, feminista e integrante de la UFA, fue la que hizo hincapié en el desinterés universitario por abordar la obra de Simone de Beauvoir. Contaba que: “En 1960 entro a la facultad de Filosofía y Letras de la UBA para estudiar antropología. De El segundo sexo no se hablaba en sociología ni en filosofía. No sé si en la carrera de letras era distinto”.[4]

El escritor y uno de los primeros integrantes del Frente de Liberación Homosexual (FLH), Juan José Sebreli[5] interpretó que la ausencia de figuras protagónicas del existencialismo en el interior de los debates universitarios locales repercutió con fuerza en la visibilidad del libro: “Ella en su primera época era existencialista. Esto fue repudiado por las izquierdas nacionales. Después del 55, en la Universidad de Buenos Aire se impuso en las ciencias sociales el funcionalismo. El período de Gino Germani estaba fuera del horizonte de Sartre y Beauvoir. Después vino el psicoanálisis que era irreconciliable con El segundo sexo. En los ‘60 tampoco se recuperó al Sartre militante porque apareció otro factor: el estructuralismo, que también era antisartreano. Todas las corrientes de moda en la universidad fueron adversas al existencialismo: el posestructuralismo, el lacanismo, el posmodernismo”.[6]  Mientras Emilio Corbiére descubrió El segundo sexo ya por los años sesenta, no así a Simone: “Yo la conocí por su campaña a favor de la revolucionaria argelina Djamila Boupacha, prisionera y torturada por la barbarie militar francesa. Simone la defendió como Emilio Zola lo hizo con Alfred Dreyfus. Cuando lo leí no reparé especialmente en la polémica incluida entre el machista Alejandro Dumas y una feminista, llamada María Deraismes. Muchos años después, supe que esta vigorosa feminista pertenecía a la masonería y fue la creadora a fines del siglo XIX de la Logia Mixta El Derecho Humano”.[7]

La escritora Silvina Bullrich estuvo vinculada a Simone como traductora de Los Mandarines, La invitada, Memorias de una joven formal, La plenitud de la vida, El marqués de Sade, Todos los hombres son mortales. No obstante, se abstuvo de dar opinión sobre la publicación del libro en la Argentina.

Pese al desinterés que provocaba en Buenos Aires el perfil existencialista de Simone, dos entrevistadas recalcaron su condición de tal. Una de ellas fue Sara Torres, integrante de la UFA, amiga inseparable del poeta y activista Néstor Perlongher. La evocó “por ser una figura clave de aquella corriente filosófica europea y también por ser la mujer de Sartre”[8]. Para ella volver a leer El segundo sexo era parte de su ritual feminista, al menos por la cantidad de veces que lo leyó “Me lo sugirió un compañero de trabajo que no tenía nada que ver conmigo. Lo leí en l959 y después lo habré hecho cinco o seis veces más. Nunca lo compartí en grupo, no existían las otras. Empecé a reflexionar con algunas compañeras en la terapia”.[9] Quien también se ocupó de ella fue la especialista en historia de mujeres, Lily Sosa de Newton: “Leo el libro en l965. En mi caso trabajaba sola, como una francotiradora y no pertenecía a grupos que se interesasen por el tema. El segundo sexo era centro de interés en círculos universitarios. Las asociaciones femeninas se ocupaban preferentemente de literatura, educación, historia. Incluso, supongo que no conocían la obra de la francesa”.[10]

Otra participante de la UFA, Mirta Henault, mantuvo en 1970 diferencias con las implicaciones teórico-políticas de El segundo sexo en su ensayo “La mujer y los cambios sociales: La mujer como productora de la historia” publicado en el libro Las mujeres dicen basta. En verdad, discute con Simone en torno al “concepto de otredad en relación al varón porque ellas mismas han sido condicionadas por exigencias sociales que determinaron sus características singulares, que son el reflejo de su ubicación en la base económica sobre la cual se sustenta esas relaciones sociales”.[11] Henault contó que El segundo sexo no le impactó. “A diferencia de “Women´s the longest revolution” de Julliet Mitchell, quien fue toda una revelación. Esa soy yo, me decía cuando estaba leyéndolo. Mitchell tenía un pensamiento más total. Me abrió un camino.”[12]

Hacia los sesenta ya había leído El segundo sexo y Henault es la que lo difunde entre algunas compañeras trotskistas. A Ladis Alaniz le llega “en l968, influenciada por Mirta y no tuvo gran significado. Los grupos de izquierda eran solitarios, pequeños y no tenían contacto, a diferencia de las liberales, con escritores europeos. En su momento, las lectoras de Simone no la tomábamos como referencia. Nosotras hablábamos sobre la opresión de la mujer, pero no con la magnitud que le daba el feminismo, hubo que esperar unos años para hablar claramente sobre la opresión. A partir del ‘70, nos empezamos a juntar para leer literatura norteamericana, italiana y francesa. Yo ingresé en la UFA apenas se funda y fue toda una revelación ya que las militantes de izquierda creíamos que nos íbamos a liberar con la revolución”.[13]

En cuanto al testimonio del editor, Gregorio Schvartz, no nos permite entender las causas que lo llevaron a publicar, en los últimos momentos del peronismo clásico, un libro de dos tomos, escrito por una mujer que, a su vez, analiza la condición de sus congéneres: “Lo mío fue una corazonada aunque Simone ya era una figura de estatura y yo intuía la importancia fundacional del libro. El verdadero impacto de venta lo tuvo a partir de los 60 y fue cabecera en muchos países como España, Colombia, Venezuela y México. Sucede que antiguamente no existía la crítica literaria como un género tan desarrollado como es en la actualidad. Antes la propaganda se hacía verbalmente. Ahora existen revistas y suplementos especializados para los lectores”.[14] Si bien la resonancia era tal cual como la planteaba Schvartz, igual hubo intentos de publicidad. Por ejemplo, la antropóloga Mónica Tarducci encontró que “el 19 de diciembre de 1954 aparece en el diario La Prensa el aviso publicitario del segundo sexo de Simone de Beauvoir. En un recuadro destacado la editorial Siglo Veinte anuncian la “La obra capital de Simone de Beauvoir y uno de los libros capitales de nuestro tiempo”, “dos tomos, 1000 páginas”. Las opiniones de Ashley Montagu, Margaret Mead y Jean Paul Sartre nos invitan a leerlo. El mismo aviso aparece en La Nación del 2 de enero de 1955”.[15]

La admiración de sus seguidorxs

“Sería un cataclismo beneficioso leerlo, pero no al primer momento. Fue un deslumbramiento y al mismo tiempo una caída del pedestal en el que yo creía estar: mujer maravilla, gran diosa madre. En esas páginas supe cómo era en realidad. Pese a lo cual no dejaba el libro en todo el día y seguía leyendo con el pensamiento movilizado en todo momento”. Así lo definió María Elena Oddone, fundadora del mítico MLF y de la revista Persona (1974 a 1982) y continuaba: “Desde entonces mi vida no fue lo que era. El segundo sexo tuvo esa importancia porque allí estaba escrita mi realidad. Y además me la explicaba, me daba las respuestas a mis preguntas y me descubría algo que  yo no sabía  que poseía: poder. La libertad  lo vale y eso se lo debo a Simone. Mi gratitud es eterna”.[16]

El segundo sexo no sólo orientó a mujeres que estaban dispuestas y necesitadas de ser orientadas, sino también a otras que por más que quedaron impresionadas por la firmeza argumental del libro, no sintieron al feminismo como parte de su patrimonio identitario. Fue el caso de la escritora María Esther Vázquez. Así fue su relató: “Llegó a mí en los ‘60 después de haber vuelto de un viaje por Europa. Me impresionó porque me mostraba que lo que yo consideraba biológico y natural, no lo era. Entonces descubrí un mundo que me era ajeno. De allí que me encontré con que las mujeres estaban bastante discriminadas, pero eran las ajenas, las otras, no yo”.[17]

Juan José Sebreli leyó El segundo sexo en francés cuando aún no se había publicado en Buenos Aires. Algunas argentinas lo leyeron en París y en su lengua original, como Eva Giberti, psicoanalista feminista. Lo hizo a principios de los 60. Para ella “Este libro fue, por una parte, representativo del pensar y del sentir de innumerables mujeres que no disponían de palabras para expresar vivencias y convicciones respecto de su posicionamiento en el mundo, en la vida social, pública y de familia”.[18] Lily Sosa de Newton es contundente: “Confieso que El segundo sexo me deslumbró pues nada de lo que había leído anteriormente me mostraba de manera tan precisa y contundente una realidad que todas intuíamos, sin tomar exacta conciencia de su peso. Fue ella quien me brindó un enfoque histórico y filosófico válido para todos los países y épocas. Su argumentación me mostró la posibilidad de comprender muchos puntos oscuros. Había que llegar a la raíz profunda y eso fue lo que hizo ese texto”. Y prosigue, “No dejaba en su obra aspecto sin analizar, partiendo de la base de que mientras las mujeres fueran consideradas en función del otro, no ocuparían el lugar que le correspondía y que le era usurpado por el primer sexo”.[19]

Dora Codelesky –activista feminista y fundadora de la Comisión por el Derecho al Aborto en 1988– la descubrió en Francia, país donde estuvo exiliada de l976 a l984. “Antes no había leído el libro. Esto es explicable porque yo no era feminista. Estaba incorporada a la lucha revolucionaria desde muy joven, pero en el campo de los partidos llamados revolucionarios. Había verdaderos prejuicios con respecto al feminismo. El descubrimiento del movimiento no fue sólo de las francesas sino de muchas mujeres latinoamericanas venidas de México, Perú, Colombia, Venezuela, Guatemala. El segundo sexo era para todas nosotras nuestra biblia”.[20] Se sabe que Dora y su compañero activaron políticamente en el mismo espacio que Simone para exigir la aparición con vida de lxs desaparecidxs argentinxs.

Eduardo Grüner, ensayista e intelectual marxista, comentó que él conoció a Simone debido a que la generación existencialista de los 60 prestaba atención a todo lo que le sucedía a la dupla Sartre/Beauvoir. “Llegó a mis manos como todo lo que producían los dos. El clima feminista por el que atravesaba el entonces Partido Socialista de los Trabajadores (PST), en el cual yo militaba, habrá provocado en mí alguna inquietud. Eso sí, sólo retroactivamente pude darme cuenta de su importancia fundacional. Recuerdo que me sentí atraído por esos paralelos, analogías que hace entre los desiguales: los obreros, los judíos, los negros, las mujeres. Aunque tiene una mirada esencialista, igualmente trata de categorizar al otro con mayúsculas. Es una verdadera visionaria”.[21]

En resumidas cuentas, para todas y todos encontrarse con este libro significó una divisoria de aguas. Les permitió poner en palabras su malestar subjetivo frente a la dominación patriarcal y al machismo dominante. En simultáneo, les ofreció herramientas conceptuales, con las cuales lograron interpretar la estructura de opresión que conlleva un modelo de maternidad obligatoria, de familia y de conyugalidad heteronormativa. Entendieron que ese malestar no les pasaba solo a ellas sino al resto de sus congéneres. En efecto: no estaban solas.

 

[1] Entrevista realizada por la autora, Buenos Aires, diciembre de 1998.

[2] Las influencias más importantes provinieron del feminismo radical estadounidense, Kate Millet con Política Sexual y Shulamit Firestone con La dialéctica del sexo, de los escritos de Carla Lonzi con Escupamos sobre Hegel. También del feminismo anglosajón, Julliet Mitchell con Mujeres: la revolución más larga. Estas fueron las principales lecturas de muchas de las integrantes UFA que, a la vez, mantenían diferencias con las implicaciones teóricas del segundo sexo. Mientras la preponderancia de Simone de Beauvoir se presentó en el MLF, sin lugar a dudas.

[3] La historiadora Marysa Navarro recuerda que recién, en la década del ochenta, fue bautizado Feminismo de la Segunda Ola No acuerdo con dicha noción que hace referencia a englobar monolíticamente a los feminismos de Occidente. El Feminismo de la Segunda Ola no es un movimiento global en tanto en su interior se presentó peculiaridades distintivas entre el Norte y el Sur. Definirlo de esa manera encarna una mirada colonial y eurocéntrica en la medida que mientras lis feminismos centrales se expandían como nunca en su historia, los de América Latina y el Caribe atravesaban procesos de dictaduras cívico- militar, con excepción de México, Cuba y Venezuela. La ruptura institucional impidió construir una genealogía del activismo feminista necesaria para reflexionar sobre el camino recorrido a lo largo de las últimas décadas; no sólo para re-pensar dónde estamos sino también para re-imaginar alternativas.

[4] Entrevista realizada por la autora y por Mónica Tarducci, Buenos Aires, enero de 1999.

[5] Juan José Sebreli es uno de los intelectuales de Buenos Aires que más conocimiento dispone en torno a la obra y a la vida de Simone de Beauvoir. La conoció personalmente y se cartearon en varias oportunidades.

[6]Entrevista realizada por la autora y por Mónica Tarducci, Buenos Aires, enero de 1999.

[7] Entrevista realizada por la autora, Buenos Aires, diciembre de 1998.

[8] Entrevista realizada por la autora y por Mónica Tarducci, Buenos Aires, octubre de 1998.

[9] Entrevista realizada por la autora, Buenos Aires, octubre de 1998.

[10] Ibídem.

[11]Henault, Mirta (l972) “La Mujer y los Cambios Sociales: La mujer como productora de la historia” Las mujeres dicen basta, Buenos Aires: Nueva Mujer, p.14.

[12] Entrevista realizada por la autora, Buenos Aires, noviembre de 1998.

[13] Ibídem.

[14] Ibídem.

[15] Tarducci, Mónica (1999) ¿Pero lo leíste en los cincuentas, o más adelante?: Memorias de la primera edición argentina de El Segundo Sexo. Buenos Aires: Doxa. Cuadernos de Ciencias Sociales. Año X, N° 20, p.1.

[16] Entrevista realizada por la autora, Buenos Aires, noviembre de 1998.

[17] Entrevista realizada por la autora, Buenos Aires, diciembre de 1998.

[18] Ibídem.

[19] Entrevista realizada por la autora, Buenos Aires, octubre de 1998.

[20] Ibídem.

[21] Entrevista realizada por la autora, Buenos Aires, diciembre de 1998.