Empezar por los últimos para llegar a todxs es empezar por el cuidado

Sin vacantes en las escuelas, sin guarderías en los lugares de estudio o de trabajo, somos las mujeres quienes reducimos la jornada laboral, postergamos nuestra formación o abandonamos el trabajo para hacernos cargo de lxs hijxs y de otras personas del círculo familiar que necesitan cuidado. Como contrapartida, analiza Eva Sacco, vemos reducidas nuestras posibilidades futuras, nuestra jubilación y nos volvemos también más dependientes económicamente.

Rocío es trabajadora de maestranza tercerizada en un edificio de Puerto Madero y tiene un hijo de 6 años al que anotó en cinco escuelas públicas de doble jornada de la Ciudad de Buenos Aires mediante el sistema de inscripción on-line. No tiene vacante en ninguno y el lunes 2 de marzo no comenzará las clases como lxs niñxs de su edad. Durante todo el verano ella y su compañero pidieron días en el trabajo para reclamar por una vacante y la única solución que les ofrecieron es la de una escuela de turno simple que le impide a Rocío continuar con su trabajo. No pueden permitirse económicamente afrontar una escuela privada, ni cuentan con una red que lxs ayude a retirar a su hijo del colegio y cuidarlo hasta que regresen. Momentáneamente, Rocío solicitó licencia sin goce de sueldo y está esperando el resultado de un recurso de amparo. Pero los días pasan y si no encuentra una solución deberá renunciar y dedicarse a cuidar a su hijo full-time. La historia de Rocío ni es la única, ni el caso más grave. A ella le queda por lo menos el aliciente de contar con un compañero que sostiene también económicamente el hogar. Aún con numerosos problemas, su situación no llega al mismo desamparo que si estuviera sola al frente de la familia.

Florencia estudia Economía en una Universidad Pública del conurbano. Le gusta mucho, es buena alumna y quisiera recibirse pronto para mejorar su situación económica y de su familia. Trabaja haciendo changas porque tiene una hija de 3 años que cuidar y hace malabares para congeniar trabajo, cuidado y estudio. Con sus compañeras se organizaron para juntar firmas y pedir a las autoridades que pongan en funcionamiento un jardín y sala de juegos para lxs hijxs de lxs estudiantes y el personal de la universidad. La respuesta es que no hay presupuesto y no es la prioridad porque el edificio tiene serios problemas de seguridad urgentes que resolver. Mientras tanto, la única solución que encontró como muchas mujeres que estudian con hijxs, es acercarse a lxs docentxs y pedir que le permitan llevar a su hija a clase. No todxs acceden y además prestar atención y cuidar al mismo tiempo dista de ser un contexto propicio para el aprendizaje.

Rocío y Florencia no constituyen casos aislados: somos principalmente las mujeres quienes reducimos la jornada laboral, postergamos nuestra formación o directamente abandonamos el trabajo para hacernos cargo de los hijos e hijas (y nietos, y sobrinos y familiares discapacitados y ancianos). Como contrapartida de esto, vemos reducidas nuestras posibilidades futuras, nuestra jubilación y nos volvemos también más dependientes económicamente.

Durante la campaña presidencial de 2015, Mauricio Macri se comprometió a construir “los 3.000 jardines de infantes que faltan” e incluyó el compromiso en el sitio web de Cambiemos. Para fines de 2019, según datos del Centro Marisa Viltre, sólo se construyó el 2% del compromiso inicial. Sólo en la Ciudad de Buenos Aires, la más rica del país, hay cerca de 25 mil niños, niñas y adolescentes que no tienen vacantes en la escuela pública. Así lo estima Patricia Pine del colectivo “Vacantes para todes en la escuela pública”, a partir de la proyección del último número reconocido por el Ministerio de Educación de CABA en 2017 (los años siguientes se negaron a entregar datos oficiales) y los 10 mil menores de 4 años que asisten a los Centros de Primera Infancia porteños. Las trabajadoras (ya que la abrumadora mayoría son mujeres) de estos centros son tercerizadas, contratadas en condiciones de monotributistas y no tienen necesariamente formación docente. Los centros dependen del Ministerio de Desarrollo Social en vez del Ministerio de Educación. La construcción de escuelas nuevas anunciadas por el jefe de Gobierno Horacio Rodríguez Larreta en la apertura de sesiones legislativas no resuelve los problemas: primero porque son insuficientes y segundo porque el mayor déficit se encuentra concentrado en el nivel inicial y salas de 3 años.

La cultura patriarcal que nos asigna a las mujeres las responsabilidades del cuidado bajo el pretexto de una predisposición natural, amor e instinto perpetúa las condiciones estructurales de vulnerabilidad que sufrimos. Pero también la ausencia del Estado es responsable de esta situación al no instrumentar las herramientas para compensarlo. Al mismo tiempo la propia cultura estigmatiza a las madres que dependen de la Asignación Universal Por Hijo, la Tarjeta Alimentaria o el plan social. Las mamás luchonas son objetos de burla mientras que se les inculca un sentimiento de culpabilidad por no ser capaces de mantenerse a sí mismas. Empezar por los últimos para llegar a todxs, es empezar por las mujeres, los niños y lxs ancianxs: en definitiva, poner a los cuidados en el centro de la agenda.