Van tres minutos y cincuenta segundos del segundo tiempo de La Serena en Chile. En las tribunas, algunos grupos de hinchas agitan las banderas de Argentina y Colombia. En la cancha, la jugadora de camiseta celeste y blanca con un nueve negro estampado en la espalda conduce el contraataque del equipo argentino. Las colombianas salen a marcarla porque saben que Soledad Jaimes, una de las más desequilibrantes de la Selección. Pero Jaimes, le deja la pelota en los pies a su compañera Florencia Bonsegundo, que ya la había visto a Estefanía Banini pasar por su izquierda, mete un pase en profundidad para la 11, la que baila cuando quiebra la cintura y elude a las rivales. Ella, la que es figura en el Washington Spirit de Estados Unidos, mete un centro al área. La defensora colombiana despeja y la pelota queda, de nuevo, ante Bonsegundo, la capitana, la que lleva la 10, que está a la altura del punto penal. La jugadora de UAI Urquiza le pega con el corazón en el empeine. El disparo es potente, inatajable para la arquera. Gol.
Ahora van cuatro minutos y seis segundos y las jugadoras argentinas se abrazan en el córner. Las que están dentro de la cancha y las que están en el banco de suplente con pecheras verdes. Todas juntas. Como en la foto que se sacaron antes de que empezara este partido, el primero por la fase final de la Copa América de Chile que las trajo hasta aquí. Las autoridades del torneo les habían dicho que no podían estar las 22 en la foto, que sólo las titulares. Ellas pusieron su mano detrás de la oreja, en una imitación del Topo Gigio, y en la foto salieron todas. Un gesto en silencio que pide: escuchen lo que tenemos para decir. Esa imagen las convirtió, después, en noticia: las chicas quieren ser escuchadas porque llegaron hasta acá sin ningún tipo de apoyo.
Eso que tienen para decir lo empezaron a gritar a los cuatro minutos del segundo tiempo. Después de ese primer gol, a los veinte minutos llegaría el de Jaimes para poner a Argentina 2 a 1 y cuatro minutos más tarde, después de que Banini trasladara la pelota por toda la cancha como si fuera suya y de nadie más, Marina Coronel, esa jugadora que nunca había marcado un gol con la selección, sellaría la victoria final por 3 a 1. Y de nuevo, como las dos veces anteriores, las jugadoras se abrazarían en el córner, una con la otra, todas juntas. Ese festejo que era es eco de la hazaña, lo estaban viendo alrededor de diez mil personas, según el contador de la página de Facebook por donde se pueden seguir los partidos, porque no hay medio masivo que lo trasmita.
“Es una satisfacción muy grande porque la manera en que nos preparamos para este torneo no fue la adecuada, lamentablemente nunca tenemos el apoyo que tendríamos que tener por parte de las personas o de la Federación para poder juntarnos con más tiempo a entrenar, que las condiciones en el entrenamiento sean diferentes, que tengamos más difusión”, dice a LATFEM Belén Potassa, la jugadora de UAI Urquiza, que viste la camiseta número 15 de la selección. La delantera sabe de proezas. Fue una de las integrantes del equipo nacional que ganó el Sudamericano por primera y única vez en 2006, donde ella marcó el gol decisivo en la final contra Brasil. Por eso cuando habla del triunfo subraya: “Este logro es solo de las jugadoras”.
Esas jugadoras son las que le ganaron a Ecuador, a Bolivia y a Venezuela y perdieron ajustadamente contra Brasil en la fase de grupos, que son las mismas que el año pasado estuvieron de paro reclamando para que se les pagaran sus viáticos y que estuvieron sin jugar durante dos años porque no había voluntad política de la Asociación del Fútbol Argentino para que eso ocurriera. Las jugadoras que dieron vuelta el partido contra Colombia y ahora sueñan el batacazo contra el equipo que tiene a Marta Vieira da Silva como emblema son las mismas jugadoras que, además de entrenar en sus clubes y en la Selección, trabajan y se piden los días, que les implican descuentos, para poder ir a los partidos o a las prácticas. Esas jugadoras que se animan a imaginar cómo sería ocupar el primer o segundo puesto de este cuadrangular de la Copa y estar en el Mundial de Francia 2019 y en los Juegos de Tokio 2020 son las mismas jugadoras a las que Adidas -y detrás de la marca, de nuevo, la AFA- no llama para presentar la camiseta de la Selección y en su lugar convocan a una modelo.
“Creo que nadie apostaba que hoy estuviéramos en la fase final y menos que le ganáramos a Colombia, que es un país que tiene jugadoras profesionales, donde todas están cobrando un sueldo. Mientras nosotras dejamos de trabajar y de estudiar para salir a entrenar por el solo hecho de defender una camiseta Lo hacemos con mucho sacrificio, a fuerza de pulmón. La verdad que significa muchísimo el esfuerzo de cada una de las que estamos está acá. Es un logro importante porque demostramos que teniendo todo en contra podemos llegar a esta instancia. Imaginate si nos dieran un poco más de ayuda”, plantea Belén, una vez que el equipo terminó de cenar después del partido. Su compañera, una de las defensoras titulares del conjunto nacional, Aldana Cometti, que juega en el Atlético Huila de Colombia, dice a LATFEM: “Somos un grupo de jugadoras que estamos muy unidas, que vinimos para luchar y dejar al país en lo más alto”. Luchar parece ser la palabra clave para la Selección de fútbol femenino.
A mitad del año pasado, el equipo nacional volvió a entrenar y a jugar después de dos años de inactividad. Su última participación había sido en los Juegos Panamericanos de Toronto en 2015. El 30 de agosto, las jugadoras disputaron y ganaron un amistoso contra el seleccionado uruguayo en Montevideo. Después del partido, contaron que se habían levantado a las cuatro de la mañana, que habían tomado el barco, que habían llegado a un restaurante donde hicieron tiempo para el partido, que subieron a un micro y descansaron en los asientos, que así llegaron a la cancha, jugaron y que de la misma forma volvieron al país. Veinte días después de ese viaje, comenzaron un paro. En ese entonces, el equipo mayor difundió un comunicado dirigido a Ricardo Pinela, presidente de la comisión de Fútbol Femenino de la Asociación de Fútbol Argentino (AFA), donde enunciaba su decisión de no presentarse a las convocatorias realizadas por la entidad. En el escrito, que comenzaba planteando la necesidad de apoyo y de luchar por sus derechos, las jugadoras del seleccionado establecieron algunas exigencias: el pago del viático (un viático de 150 pesos por día), mejorar la coordinación operativa de los eventos, vestuarios acordes a la cantidad de jugadoras que forman el plantel, así como una cancha de césped natural para el desarrollo de las prácticas.
Un equipo sin apoyo
A mitad del año pasado, el equipo nacional volvió a entrenar y a jugar después de dos años de inactividad. Su última participación había sido en los Juegos Panamericanos de Toronto en 2015. El 30 de agosto, las jugadoras disputaron y ganaron un amistoso contra el seleccionado uruguayo en Montevideo. Después del partido, contaron que se habían levantado a las cuatro de la mañana, que habían tomado el barco, que habían llegado a un restaurante donde hicieron tiempo para el partido, que subieron a un micro y descansaron en los asientos, que así llegaron a la cancha, jugaron y que de la misma forma volvieron al país. Veinte días después de ese viaje, comenzaron un paro. En ese entonces, el equipo mayor difundió un comunicado dirigido a Ricardo Pinela, presidente de la comisión de Fútbol Femenino de la Asociación de Fútbol Argentino (AFA), donde enunciaba su decisión de no presentarse a las convocatorias realizadas por la entidad. En el escrito, que comenzaba planteando la necesidad de apoyo y de luchar por sus derechos, las jugadoras del seleccionado establecieron algunas exigencias: el pago del viático (un viático de 150 pesos por día), mejorar la coordinación operativa de los eventos, vestuarios acordes a la cantidad de jugadoras que forman el plantel, así como una cancha de césped natural para el desarrollo de las prácticas. Las jugadoras terminaban el escrito diciendo lo mismo que hoy: “Queremos igualdad”. En 2017 lo dijeron a través de una carta y en algunas entrevistas que les hicieron. Hoy lo exigen a grito de goles y a gestos silenciosos, las 22 juntas, con la mano detrás de la oreja.
Mundial de la Igualdad
“Uno de los problemas que tiene el fútbol de mujeres es que su crecimiento no está acompañado por la organización del fútbol en Argentina. El futbol femenino no tiene su lugar en la AFA. Es una problemática que contrasta con lo que vienen haciendo las chicas en esta Copa América, a lo mejor la visibilidad q tenga la Selección femenina empiece a generar un cambio de paradigma”, dijo la periodista deportiva Verónica Brunati, en el Hackatón Mundial de la Igualdad, que se llevó a cabo el sábado pasado en el polideportivo de San Lorenzo. La jornada organizada por Economía Feminista tuvo como objetivo generar proyectos colectivos que visibilicen la agenda de género teniendo como plataforma el Mundial de Rusia. En el evento estuvieron presentes también Chequeado, Wikimedia, Las de Sistemas, periodistas, diseñadorxs y programadorxs que abordaron desde distintos proyectos colectivos cómo transformar la desigualdad existente en el fútbol. Ese fue el eje trasversal de las charlas donde además de Brunatti, hablaron la ex jugadora de fútbol y actual DT y fundadora de La Nuestra, Mónica Santino, las integrantes del fútbol y FUTSAL de San Lorenzo, Lucrecia Morra y Eliana Medina, y la presidenta de la Asociación Femenina de Fútbol Argentino Evelina Cabrera. El presidente del club de Boedo, Matías Lammens participó de la jornada y afirmó su compromiso para trabajar el cupo femenino en la dirigencia del club y continuar desarrollando iniciativas para promover la igualdad en la institución.