Fracking y feminismo: Vivas e históricas en territorios fracturados

No se trata solamente de analizar la sostenibilidad ambiental o social de las actividades económicas, sino de sus efectos sobre la vida digna en términos de interdependencia con el resto de los seres vivos y en territorios concretos. La presencia de fracking en territorios habitados profundiza las violencias sexistas que se generan por la responsabilización social de los trabajos cotidianos en aumento, en las corporalidades feminizadas. Además, privatiza a nivel de los hogares los efectos de estos regímenes en los cuerpos y experiencias.

En Allen, localidad de la provincia de Río Negro, desde hace una década los pozos de extracción de gas no convencional irrumpen en la zona periurbana, territorio cuya dinámica estuvo estructurada durante casi un siglo por la actividad productiva frutícola.

Poblaciones trabajadoras de la cosecha de manzana y pera migraron a la zona en algunos casos desde hace más de cinco décadas. Primero los trabajadores y luego sus familias, fueron asentándose en las zonas aledañas a las chacras conformando barrios, ‘calles ciegas’ y aglomerados. Estas comunidades, que en su mayoría poseen un acceso precario a la tierra en espacios socialmente invisibilizados, solo algunos casos han logrado formalizar la tenencia y hoy son obligadas a convivir con los pozos de extracción de gas tight realizado mediante la técnica de fracking.

El debate sobre las consecuencias que esto produce se ve impulsado por dos coordenadas urgentes: a nivel nacional, la historia reciente de las luchas socioambientales que, tal como señala Maristella Svampa, tienen inicio en la Argentina en la ley que prohíbe la megaminería en todo el territorio de Chubut, allá por 2003 y que hoy se actualiza en luchas por el agua y el suelo en distintas provincias. Y por otro lado, a nivel internacional, la creciente y creativa resistencia de los pueblos a los gobiernos neoliberales y su poder de muerte. 

Mientras las luchas socio ambientales nacionales crecen y la alianza del “capitalismo mundial integrado” (como dice Félix Guattari) avanza en su proceso de acumulación de capital, en el territorio del valle rionegrino el despliegue de las perforaciones de fracking sobre las chacras no cesa. En las narrativas locales se impone una dicotomía: fracking vs. fruticultura, donde las voces oficiales apuntan a una “convivencia” pacífica entre las dos actividades y las voces críticas denuncian su inviabilidad, las dificultades ecosistémicas y las pérdidas económicas y culturales que implica la desaparición de una actividad productiva alimentaria sustentada en pequeñas y medianas parcelas frente a la peligrosidad del avance del fracking. La dicotomía producción vs. extracción, limita y no resuelve un amplio conjunto de conflictos emergentes. 

La epistemología transfeminista nos permite ir más allá de la contradicción capital-trabajo entre actividades productivas y extractivas. Propone una mirada situada desde las contradicciones capital vs. vida que se generan en territorios perforados. Desde las prácticas de ‘hacer posible la vida’ —experiencia que se encuentra históricamente feminizada, invisibilizada para el mercado, las cuentas públicas, y privatizada en los hogares— identifica la contradicción radical sacándola, desde las voces de quienes sostienen esos hogares, del espacio íntimo al que se la confina y dando cuenta de los procesos de jerarquización —racialización, feminización— que se profundizan cuando estas actividades se imponen.  

Por ello, pensar y nombrar las afectaciones del fracking desde las voces ‘conocedoras de largo plazo’ de los territorios, que hace décadas hacen allí posible la vida, permite mostrar la complejidad y profundidad de sus efectos para la producción y reproducción de la vida y los bienes comunes. El valioso aporte de la socióloga Mina Navarro, en ese sentido, es tomar a los bienes comunes como  todo aquello susceptible de ser producido en entramados comunitarios; incluida la vida digna de ser vivida. 

El análisis se sitúa a nivel de los cuerpos y los territorios, como conjunto de relaciones vivas e históricas: ¿Cuáles son y están siendo las trasformaciones para hacer posible la vida, en territorios perforados?

 

Apalabrando las transformaciones

Las tecnologías del extractivismo en los territorios y sus efectos en la experiencia cotidiana anudan en: precarización de la soberanía alimentaria por el aumento en la mercantilización de la vida, mayor dependencia del mercado de bienes y servicios por abandono de prácticas de autosustento ante cambios en la calidad del agua y el suelo, cambios en los ciclos de vida: trabajo asalariado y trabajo de autosustento; vulneración en la experiencia territorial conocida, como resultado de explosiones, derrames, uso de fuentes de agua, movimientos de suelo, eventos no programados ni informados;  aumento en cantidad y calidad del trabajo de cuidados por el costo que implica el mantenimiento de la vida y la salud, doméstico y reproductivo: afectaciones crónicas a la piel, las vías respiratorias y digestivas, principalmente; y una transformación en la economía de las emociones, permeada por la irritabilidad, la incertidumbre y el miedo que devienen en falta de sueño, temor de que la casa se derrumbe, ruidos que despiertan o asustan, falta de información sobre las actividades en terreno, incertidumbre por movimientos del suelo, entre otras. 

La presencia de fracking en territorios habitados profundiza las violencias sexistas que se generan por la responsabilización social de los trabajos cotidianos en aumento, en las corporalidades feminizadas. Además, privatiza a nivel de los hogares los efectos de estos regímenes en los cuerpos y experiencias. Se produce una re-masculinización de estos territorios bajo un patrón extractivo que ya no sólo moldea al territorio con una actividad hegemónica, sino que se aprovecha del mismo de manera abusiva, violenta y cortoplacista.

El conocimiento que producen los relatos en primera persona acerca de los efectos del fracking sobre la vida cotidiana en los territorios perforados no contradice, sino que coincide y enriquece otros informes: “Mitos y verdades sobre hidrocarburos no convencionales”, “Sismos y fracking en Vaca Muerta”, “Compendio de hallazgos científicos médicos y de medios de comunicación que demuestran los riesgos y daños del fracking”, “Frutales con huella de carbono positiva en el alto valle de Río Negro”, y es complementario a las advertencias y recomendaciones del Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de la ONU a la Argentina acerca de la emisión de gases por uso del fracking para “… que adopte un marco regulatorio del fracking, que incluya las evaluaciones de su impacto en todas las provincias, precedido de consultas con las comunidades afectadas, y con una documentación apropiada de sus efectos sobre la contaminación del aire y el agua, las emisiones radiactivas, los riesgos para la salud y la seguridad en el trabajo, los efectos sobre la salud pública, la contaminación acústica, la luz y el estrés, la actividad sísmica que puede desencadenar, las amenazas a la agricultura y la calidad del suelo, y al sistema climático”.

Todo esto reafirma la necesidad de problematizar, cuestionar, repudiar los dispositivos de expropiación eco-biopolítica propios de los métodos de extracción energética fósil, y su contradictoria relación con las condiciones necesarias para la potenciación de las posibilidades vitales, ya no desde el consumo, sino desde la producción de la vida en los territorios.

Un abordaje situado en los cuerpos y territorios,  permite desbloquear las trampas del discurso desarrollista y economicista hermético, que invisibiliza el sufrimiento social y los costos humanos de la producción energética hegemónica, dolor que hoy se confina a ser dirimido a nivel de los hogares. Des-privatizar ese dolor, ponerlo en palabras, colectivizarlo, habilita posibilidades de transformarlo en resistencia y construcción de alternativas; tal es el proceso que está construyendo el pueblo chileno. 

En síntesis, no se trata solamente de analizar la sostenibilidad ambiental o social de las actividades económicas, sino de sus efectos sobre la vida digna en términos de interdependencia con el resto de los seres vivos y en territorios concretos. El ataque de los extractivismos a la disposición y producción de los bienes comunes —soberanía alimentaria, redes de intercambio, saberes, resistencias, historia—, y a la interdependencia entre lo humano y lo no humano conlleva el avasallamiento de las capacidades presentes y potenciales de creación de otros mundos posibles.

 


La autoría de estas notas es colectiva, y proviene de conversaciones desde los espacios de reproducción de la vida en un territorio perforado, enmarcadas en el Proyecto D111, dirigido por Belén Álvaro, de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, UNCo y de intercambios y trabajos conjuntos con el Observatorio Petrolero Sur. En la militancia feminista, ambiental, micropolítica, las prácticas se vuelven porosas, resonando en los encuentros con quienes habitan estos territorios signados por la presencia del fracking. Para escuchar en primera persona sus voces.