“Gorda largá los postres”, “sos malísima”, “Puta”, le grita un pibe una y otra vez a la arquera visitante. Después de insultar, se justifica como buscando complicidad con sus pares: “es un clásico, un poco de violencia tiene que haber”. El sol de la tarde asoma cada tanto en el nublado cielo platense y quema las mejillas de las mil quinientas personas que, desde la popular, alientan al Lobo. Es lunes 21 de octubre en el Estadio Juan Carmelo Zerillo, de La Plata, provincia de Buenos Aires y, entre tensiones y contradicciones, se juega el primer clásico platense de la historia en la era semiprofesional del fútbol femenino. Algunos grupos de mujeres con pañuelos verdes colgados en su mochila completan el cuadro. Se miran incómodas frente a los insultos de los varones y para alentar a su equipo, piden que las jugadoras pongan ovarios. CFK, Favaloro y Maradona presencian desde la remera de un niñito en hombros de su papá. Los equipos femeninos de Gimnasia y Estudiantes se enfrentan un día hábil en pleno horario laboral, el bosque se viste de fiesta y pinta una escena poco habitual para la rutina semanal. Las pibas se juegan la vida en cada pelota y lxs hinxchas triperxs no paran de alentar. La barra agita las típicas canciones del masculino con bombos y trompetas mientras sacude al aire paraguas azules y blancos. Las triperas pierden por 2 a 1. Ellos piden eufóricamente que pongan huevo. Ellas insisten con los ovarios.
Las tensiones no invalidan lo histórico. Ni empañan la oportunidad que significó este primer super clásico pero dejan en evidencia un nudo para desatar y sobre el cuál señalar algunas reflexiones.
Unos minutos antes del encuentro habían sido reconocidas las pioneras de ambos clubes y sellaron el encuentro con una foto en el centro del campo de juego todas juntas. Luego, lxs pocxs hinchas del equipo visitante a quienes se había permitido el ingreso, se acomodaron en uno de los codos contiguos a la tribuna “60”, que estaba por primera vez cerrada desde que empezó la Liga semi-profesional para que no se crucen lxs hinchas. Algunas niñas se cuelgan del alambrado para ver mejor el panorama, comentan las jugadas y se agarran la cabeza cada vez que la pelota pasa cerca del arco. Se rien cuando varones y mujeres más grandes, chiflan e insultan a las jugadoras pinchas. Fotógrafxs y periodistas también reciben agravios y algún escupitajo.
Unos días antes del partido y de la mano de las pibas que forman el área de género del club, le habían ofrecido alojamiento a más a de 100 personas que participaron del 34 Encuentro Plurinacional de Mujeres, Lesbianas, Travestis, Trans, Intersex, Bisexuales y No Binaries en esa misma ciudad. Allí también sucedieron hitos en relación a la lucha por un fútbol femenino que ensanche sus bases, discusiones y posibilidades. El tema del clásico venidero también había sido advertido por las participantes.
El sábado 12 de octubre, en el marco del Encuetro, se llevó a cabo el taller de “mujeres y fútbol”. Fue por segundo año consecutivo y convocó a mujeres y disidencias vinculadas al fútbol de todo el país. Las aulas asignadas quedaron pequeñas y se decidió movilizarse hasta un patio que se llovía un poco. Se miraron las caras, se pusieron en ronda y, una a una fueron tomando la palabra y contando sus experiencias. “Pensar que antes éramos tres locas”, comentaba Lorena Berdula, la primera de las 150 DT mujeres egresadas de la Asociación de Técnicos del Fútbol Argentino.
Dos pisos arriba y a la derecha, en un rinconcito de difícil acceso, se encontraba el aula Musquieti 4, que se llenó de una multiplicidad de mujeres del ámbito de los clubes sociales y deportivos. Espacios y áreas de géneros de clubes de fútbol como Gimnasia, Estudiantes, Colón, Atlético Tucumán, San Lorenzo, Racing, Newell´s y Ferro entre otros, convergieron con otras comisiones como la de Universitario de La Plata, Santa Bárbara, Macfut, y también con deportistas, entrenadoras, colectivas feministas y antifascistas.
Por primera vez, lxs históricamente invisibilizadxs se encontraron durante dos días de debate para pensar, resignificar, generar alianzas y estrategias para implementar a sus respectivos clubes. Los intercambios fueron a partir de experiencias personales y rondaron los tópicos de protocolo en contra de la violencia y la diferenciación entre institucionalidad y activismo, el cual es uno de los grandes tema de la intervención feminista en instituciones deportivas.
La experiencia compartida de subordinación, invisibilización y opresión que las mujeres sufrieron en el mundo del fútbol permite hermanar a estas hinchas rivales en su lucha por conquistar nuevos espacios, y hacerlo en sus propios términos. Si la lógica del aguante que estructuró el fútbol argentino igualaba el amor al club con un tipo de masculinidad siempre dispuesta a ejercer la violencia física para someter y humillar al rival, el aguante para ellas, como ha mostrado la investigadora salteña Mariana Ibarra, pasa por sobreponerse a las condiciones adversas que buscan expulsar a las mujeres del mundo del fútbol. Disputar el fútbol es disputar el derecho al juego, al ocio y a disfrutar de la cultura popular, y para ello, la única manera, dicen, es hacerlo juntas.
Así lo entiende también Bettina Stagñares, referente y pionera del fútbol femenino de Estudiantes de La Plata, que unos días antes del clásico platense, publicó en su cuenta de twitter: “Periodistas… no arranquen con chicanas sobre el clásico en el femenino. ¡Nuestro fútbol se construye desde otro lugar, muy alejado del masculino! Todas luchamos x un fut mejor, más allá de los colores. No me van a sacar ni una palabra de más. ¿Les quedó? Listo…”.
La ex jugadora pincha se le planta al periodismo aguantador y resume muchas de las discusiones que desde el feminismo vienen tensionando el mundo del fútbol: somos rivales, no enemigas, y en la lucha por conquistar derechos estamos todas juntas.
El domingo 13 de octubre a las 18 en la esquina de 1 y 60 hinchas, deportistas, entrenadoras, jugadoras de fútbol, periodistas y militantes de todos los clubes del país encabezan la marcha más masiva de la historia de los Encuentros. La referente del fútbol feminista villero Mónica Santino, la goleadora Maca Sanchez, la jugadora de la selección Lorena Benitez, las pioneras Betty García y Teresa Suárez, jugadoras de aquella selección que en el año 1971 goleó a Inglaterra ante cien mil espectadores en el estadio azteca, se encolumnan detrás de la bandera de la Coordinadora de Fútbol Feminista mientras corean “llevamos en los botines revolución”. Betty y Teresa se sonríen al relatar que las pibas les piden fotos y hasta autógrafos en sus camisetas. Después de tantos años de invisibilización y estigmatización, las marimachos de ayer son las ídolas de hoy.
Durante los dos días previos compartieron experiencias en los talleres sobre fútbol e instituciones deportivas que tuvieron lugar en la facultad de ciencias exactas y de ingeniería de la UNLP. No exageramos si caracterizamos este encuentro como histórico. Y es que, en nuestro país el contacto entre fútbol y feminismo fue tardío, como siempre señala Mónica Santino. Tuvo que pasar la primera movilización del #NiUnaMenos en el año 2015, para que se visibilicen y mediaticen narrativas y reivindicaciones del movimiento feminista de forma masiva y a nivel nacional, que derivaron en acciones tanto desde el Estado como desde organizaciones de la sociedad civil.
Tuvo que pasar la primera movilización del #NiUnaMenos en el año 2015, para que se visibilicen y mediaticen narrativas y reivindicaciones del movimiento feminista de forma masiva y a nivel nacional, que derivaron en acciones tanto desde el Estado como desde organizaciones de la sociedad civil.
El deporte y los clubes de fútbol no fueron la excepción y en este sentido, desde las instituciones deportivas –hinchas y socixs- fueron construyendo, tanto desde la institucionalidad como desde el activismo, espacios dedicados a la cimentación de políticas de género que equiparen la poca participación de mujeres y disidencias en estas organizaciones. Muchas más formaron áreas de género, secretarías, subsecretarías y peñas en los clubes de sus amores porque quieren ser protagonistas. Si sus voces nunca fueron escuchadas, tampoco lo son las de ese ínfimo 6% de mujeres que logró ocupar algún cargo de gestión en los clubes de fútbol de primera división.
Preguntas y desafíos
Parece que pasaron años desde que la jugadora Macarena Sanchez se pronunció en un tuit por un fútbol feminista, disidente y profesional. De ahí, la historia es conocida. Su desvinculación de la UAI Urquiza, la intimación a regularizar su situación laboral, la exposición mediática de las desigualdades que viven las mujeres que practican el deporte y la constitución de la lucha por el fútbol femenino como un tema de agenda nacional. Menos de un año pasó desde ese momento, pero las conquistas de las mujeres en el mundo del fútbol fueron enormes. A partir de allí, rápidamente el presidente de AFA, Claudio “Chiqui” Tapia, firmó un acuerdo de carácter oficial profesionalizando la disciplina, en el cual los clubes que pertenecieran a la primera división tuvieran la obligación de firmar ocho contratos como mínimo. Luego de seis meses comenzó la Liga, que muchas jugadoras aún caracterizan como “semi profesional” haciendo referencia a lo que aún falta.
Si la profesionalización parece estar encaminada, ¿qué pasa con los otros términos de la ecuación? El contraste entre lo sucedido en el 34 Encuentro Plurinacional y las tribunas del clásico platense nos muestra que aún hay un mundo por interpelar. ¿Cómo transformar la lógica del aguante desde un feminismo popular, que no reniegue de lo más propio del fútbol nacional? ¿Cómo pensar un folklore que permita tramitar la rivalidad futbolística, desde una nueva lógica donde la alteridad no deba necesariamente ser humillada, violentada o sometida? ¿Cómo pensar un fútbol y un deporte verdaderamente inclusivo, feminista, disidente, para todes? Si lo que se vio en la cancha es que aún falta muchísimo, queda la convicción de que el camino es siempre la organización. Si hoy las mujeres pueden jugar al futbol, soñar con la posibilidad de vivir del fútbol, no podemos regalar esa conquista a la lógica machista sobre la cual se estructuró el fútbol de varones. Cómo habitarla de forma verdaderamente inclusiva, esa es la cuestión.