Jamás serán vencidos: reunión de pueblos indígenas de Sri Lanka y Latinoamérica

En marzo de 2022 se produjo en La Paz, Bolivia, un encuentro de representantes de pueblos indígenas de Argentina, Bolivia, Colombia y Sri Lanka. Allí quedó demostrado que el colonialismo y el machismo hermanan a los pueblos a pesar de la distancia física. A un año de ese evento, la periodista Cristina Rafanelli trae el testimonio de distintas mujeres indígenas que asistieron a ese cónclave.

Conocí a la activista por los derechos humanos e integrante de la Plataforma 12 de octubre Betty Rhaza cuando organizó la presentación de mi libro sobre la cantante mapuche Aimé Painé en Londres. Ella me contó sobre la gira que estaban organizando los tamiles de Sri Lanka con el objetivo de denunciar el genocidio de su pueblo. Quería intercambiar experiencias con otros pueblos originarios de Latinoamérica, pueblos lejanos pero de enorme cercanía cultural: las mismas luchas, la misma resistencia ante el horror de la violencia y el racismo. Invité a dos integrantes del pueblo mapuche del lado argentino para asistir al encuentro. Y así fue que viajé con Inalén Antillanca, hija de Horacio Antillanca, uno de los fundadores del Centro Mapuche de Bariloche, y con Amancay Quintriqueo y su pequeño hijo Toki de dos años. Manky, como todos la llaman, es lonko de la lof Kinxikeu. Con ellas emprendí este viaje que resumiré en la crónica que está a punto de leer.

Rumbo al evento

Salimos de Bariloche el 15 de marzo de 2022. Todavía estábamos en pandemia. Luego de abordar tres aviones, llegamos de noche a La Paz, en Bolivia. Hacía mucho frío y caía aguanieve. En la autopista las luces de la ciudad nos rodeaban. La ciudad está en un hoyo, por eso le dicen la “hoyada”, pero además La Paz se encuentra a 3.625 metros sobre el nivel del mar. Nos habían advertido del mal de altura, que llaman “soroche”, pero a pesar de las advertencias llegamos mareadas al convento de monjas donde nos íbamos a alojar. El consejo era tomar mate de coca, poco después descubrimos que era un té que viene en saquitos. Al otro día amaneció nublado. Desde todas las ventanas veíamos pasar a los teleféricos que cruzan la ciudad como transporte público.

A todas nos llamaba “hermanas”. Eso me hacía sentir parte de una hermandad que trasciende nuestros lugares de origen.

cristina rafanelli

La actividad del primer día se concentró en el convento. Teresa Vásquez Subieta, coordinadora general del proyecto de salud materno-infantil de la organización Contexto nos dio la bienvenida. Ella fue nuestra guía durante el viaje. A todas nos llamaba “hermanas”. Eso me hacía sentir parte de una hermandad que trasciende nuestros lugares de origen. Una hermandad americana, compleja y diversa que se resiste a perder su identidad. Una hermandad de diferentes pueblos y lenguas con quienes compartimos todo durante tres días. 

Las mujeres de Bolivia 

Al inicio se realizó una ceremonia de agradecimiento y de restauración armónica. Colocaron un aguayo de vivos colores en el centro del salón con hojas de coca y humearon el ambiente con hierbas aromáticas. Margarita Laura, mujer con amplias polleras y trenzas negras, dijo oraciones en quechua. Sentadas en círculo, cada una por orden, fuimos presentándonos como en un trawun (encuentro o asamblea) mapuche, primero en lengua originaria y luego en español. Así conocimos a María Guerra y Flora Aguilar, fundadoras de dos agrupaciones de mujeres que llevan el nombre de grandes heroínas de la lucha por la Independencia como fueron Juana Azurduy de Padilla y Bartolina Siza. 

María Guerra 

Hace honor a su nombre. Es una luchadora, una verdadera guerrera, de las que no se detienen por nada. Fundó la Organización Matriz de Mujeres Juana Azurduy de Padilla durante la guerra por el gas que originó la crisis social y el golpe militar del 2003. 

—Eran tiempos de extrema pobreza. En esa época, a las mujeres nos pagaban con alimentos. Después asumió Evo Morales, nos organizamos y conseguimos nuestra personería jurídica—cuenta María envuelta en un chal rojo con el logo de su agrupación. Ellas son mujeres artesanas que buscan la igualdad de oportunidades en un mundo que las discrimina por indígenas y por ser mujeres. 

 “Juana Azurduy de Padilla era una mujer luchadora de Cochabamba. Cuando quisieron matar a su marido, ella se levantó —cuenta María—. Yo vivo en el Alto, pero nací en Oruro, en Huanuni, un centro minero. Antes del Evo estábamos en una total pobreza. Hemos tenido que luchar para que entre el compañero Evo al gobierno. Hemos hecho marchas a pie hasta Caracollo que se encuentra a 37 km. al norte de la localidad de Oruro”.

Las Juanas

Yo soy de la comunidad Uni del municipio de Palca a las faldas del nevado Illimani —cuenta Silvia Ramírez, una de las Juanas—. Nosotras éramos un grupo de mujeres de las zonas periféricas que vivíamos abandonadas por el estado en la ciudad del Alto y en el campo. La organización Contexto, fundada por Teresa Subrieta, nos ayudó mucho porque nos enviaba facilitadoras para aprender a coser y tejer y también venían alfabetizadoras. Muchas hermanas eran analfabetas. Yo vengo de una familia numerosa. Somos diez los que vivimos de los catorce que éramos. Mi padre era un machista que nos decía que la mujer bastaba con que sepa escribir su nombre, que no necesita estudiar porque tiene que ir adonde va el marido para cocinar y criar guaguas. Ese era el rol de la mujer y con ese pensamiento nos han criado. Hasta que nos dimos cuenta que teníamos manos para trabajar y cabeza para pensar.

Mi padre era un machista que nos decía que la mujer bastaba con que sepa escribir su nombre, que no necesita estudiar porque tiene que ir adonde va el marido para cocinar y criar guaguas. Ese era el rol de la mujer y con ese pensamiento nos han criado. Hasta que nos dimos cuenta que teníamos manos para trabajar y cabeza para pensar.

Silvia Ramírez

Las Juanas comenzó en La Paz y se fue expandiendo a otras ciudades como Potosí. Teófila Alejo Martínez vino con otras mujeres desde esa ciudad. Se presentó en quechua y habló de lo bien que le hizo integrar una asociación de mujeres. “Antes le tenía miedo a las fotos, me escondía. Me daba vergüenza. Ahora me siento mucho más segura”, dice orgullosa. Todas ellas son mujeres empoderadas con sus anchas polleras de colores armadas con cinco o seis enaguas, sus largas trenzas y sombreros borsalinos. Al finalizar, ponen música del Altiplano y danzan. Giran en círculo, tomadas de las manos, moviendo sus amplias polleras, sacan a bailar a todos los presentes. Mapuches y cholitas bailan y se ríen. 

—¡Jallalla!—grita Teresa. 

—¡Marichiweu!—responden Inalén y Macky. 

Al final, todas bailamos. 

Rosalba, mujer nasa

Rosalba Velasco saluda en su lengua y agradece el espacio de reunión. Ella vive en Santander de Quilichao, en el Cauca colombiano. Está visiblemente alterada por la muerte de un compañero. El pueblo Nasa ha sido una de las poblaciones indígenas más afectadas por la violencia en Colombia. Rosalba destaca la participación de las mujeres en los distintos procesos comunitarios. Además de mantener viva la memoria ancestral a través del tejido, muchas mujeres nasa forman parte de La Guardia Indígena. Su activa participación política no ha sido muchas veces valorada y también han sido víctimas de violencia machista en sus comunidades.

Mujeres mapuches (Mapuche zomo)

Inalén y Amancay usaron su platería durante el evento. Las dos se presentaron primero en mapuzungun, luego en español. Mientras Manky hablaba le daba el pecho a su bebé y lo abrigaba con la bandera mapuche. “Vengo de la Confederación Mapuche de Neuquén, que está organizada por distintas zonales—explica—. La mía es el Consejo zonal Lafkenche. Somos cuatro comunidades, la nuestra es la lof Quintriqueo. Soy lonko, máxima autoridad de mi comunidad”. 

Luego, Inalén remarcó que el pueblo mapuche habita tanto en Chile como en Argentina. Además habló de la historia y la Campaña del desierto. Explicó que la bandera mapuche no es ancestral, es un símbolo político que se creó en el año ’92. Manky señaló el círculo amarillo en el centro de la bandera. 

—El kultrúm es el instrumento que usamos en las ceremonias. Es como un tambor que representa la cosmovisión mapuche. Los cuatro puntos cardinales, las cuatro personas originarias: el anciano, la anciana, el joven y la joven. La forma de las jerarquías es circular. No hay verticalidad. Todo es circular, somos todos importantes.

Inalén describió además la situación actual del pueblo mapuche y mencionó las muertes de Santiago Maldonado y Rafael Nahuel durante el gobierno de Mauricio Macri en 2017. Dos casos que aún siguen impunes. 

Los tamiles 

Como sucede con el pueblo mapuche que se encuentra tanto en Chile (Gulu mapu) como en Argentina (Puel mapu), los tamiles son un pueblo originario que se encuentra en dos países, en el estado de Tamil Nadu en el sur de la India, y en la región norte y este de Sri Lanka, antes llamada Isla de Ceilán. En occidente, los tamiles de la India fueron noticia cuando los medios descubrieron que la vicepresidenta de los Estados Unidos, Kamala Harris, además de ser la primera mujer no blanca en ocupar ese cargo, tenía ascendencia tamil por parte de madre. En cambio, no tuvo trascendencia a nivel mundial el genocidio de los tamiles de Eelam en Sri Lanka, cuando el enfrentamiento entre dos grupos étnicos llegó a límites extremos. Este enfrentamiento comenzó en 1983 y alcanzó su punto máximo con el exterminio de Mullivaikal en mayo de 2009. Durante esos años se calcula que murieron unos 70.000 tamiles. Los tamiles son una minoría hinduista que ha sido perseguida y diezmada por los cingaleses budistas, que son mayoría. Con la complicidad de potencias extranjeras, el ejército cingalés cometió gravísimas violaciones a los derechos humanos en especial contra las mujeres. Fue un genocidio sistematizado tendiente al exterminio tanto físico como cultural. 

Jude Lal Fernando es uno de los organizadores del evento. Siendo cingalés debió exiliarse en Irlanda por su oposición al genocidio tamil en Sri Lanka. Viajó con Sowmya Maheswaran, una joven tamil que nació en un campamento de refugiados en Alemania. “Me crié en Berlín. Soy activista y formé parte de varias luchas anti racistas, anti deportación de inmigrantes y también estoy en la organización del Tribunal Permanente de los Pueblos caso Sri Lanka”, nos contó. 

Justicia originaria 

En 2022 Bolivia se reponía del golpe de estado que destituyó al ex presidente Evo Morales. Un doloroso momento de su historia que las calles muestran en pintadas: “Fue golpe”, “Somos mayoría”. Si bien Sucre es la capital, las autoridades ejecutivas y legislativas se encuentran en La Paz. En esos días formamos un particular grupo multicultural, fuimos recibidos en la Asamblea Legislativa y en el Ministerio de Justicia. Allí nos esperaba la licenciada Silvia Alarcón Heredia, viceministra de Justicia Indígena Originario Campesina. Había aguayos de colores extendidos en el escritorio con hojas de coca para masticar durante la reunión. Luego de presentarnos tuvimos una interesante charla sobre los alcances de la justicia originaria. 

—Hemos luchado mucho para que la justicia campesina fuera incluida en la Constitución del Estado boliviano. En este momento, la justicia ordinaria y la indígena tienen el mismo valor y jerarquía

Kissy Aramburo Vivas, una lideresa afrocolombiana de Buenaventura (Valle del Cauca) comentó que en Colombia las comunidades afrocolombianas no tienen legalidad para administrar justicia dentro de los territorios. En cambio, las comunidades indígenas tienen la Guardia Indígena y cuentan con un reconocimiento jurídico para administrar justicia, aunque en muchos casos tengan que articular con la justicia ordinaria. “Estamos tratando de lograr el mismo reconocimiento. A nosotros nos pasó que hubo un femicidio dentro de la comunidad y cuando quisimos intervenir, la familia del atacante nos denunció”, dijo Kissy. También Amancay Quintriqueo contó sobre el machismo en su comunidad: “Nosotros tuvimos casos de abuso sexual y violencia de género en nuestra comunidad. La persona implicada era mi tío, el lonko anterior. Lo que hicimos fue expulsarlo. Las víctimas iniciaron una causa penal en la justicia ordinaria”.

La lucha de ustedes es nuestra lucha 

“Estamos aquí frente a ustedes junto al pueblo mapuche, el pueblo nasa, los afrodescendientes colombianos y los pueblos originarios bolivianos para construir solidaridad y para tomarnos de la mano. La lucha de ustedes es nuestra lucha”, dijo Jude Lal Fernando en la Vicepresidencia. Los representantes de los distintos pueblos subieron a dar su testimonio en el mismo estrado al que suben los vicepresidentes a dar sus discursos. La lideresa colombiana Kissy Aramburo Vivas señaló que el problema con los territorios es por la riqueza que hay en ellos. “Lo que nosotros hacemos es tratar de caminar en manera conjunta”, expresó. Inalén Antillanca destacó el trabajo realizado por el Estado Plurinacional de Bolivia al reconocer los derechos de los pueblos originarios en lo que respecta a salud, educación y justicia. “A nosotros nos gustaría ir en ese camino pero la realidad en Argentina es bastante distinta. A nosotros nos asesinaron, nos persiguieron, nos llevaron a campos de concentración y nos exhibieron en museos. El contexto de hoy en Argentina es la resistencia del pueblo mapuche a los intereses inmobiliarios, petroleros, mineros, al fracking… Vamos en el camino de tener nuestra salud propia, de volver a hablar nuestro idioma, esas son las premisas que tenemos los que nos reconocemos como mapuches”. 

A nosotros nos gustaría ir en ese camino pero la realidad en Argentina es bastante distinta. A nosotros nos asesinaron, nos persiguieron, nos llevaron a campos de concentración y nos exhibieron en museos. El contexto de hoy en Argentina es la resistencia del pueblo mapuche a los intereses inmobiliarios, petroleros, mineros, al fracking…

Inalén antillanca

Comunidad Cayimbaya

El evento continuó en el territorio de la comunidad indígena Cayimbaya a cuatro horas de la Paz, en el Municipio de Palca, a espaldas del volcán Illimani. Nos despertamos a las seis de la mañana. Viajamos todos juntos en una combi. Atravesamos la ciudad y tomamos un camino ascendente que se fue transformando en un estrecho sendero montañoso rodeado de precipicios. Una piedra impactó en el motor y tuvimos que esperar a que nos vengan a buscar. Con nosotros viajaba Adelaida Huanca Limachi, presidenta del Concejo Municipal de Palca. Todos los fines de semana ella regresa a su comunidad, es una joven afable con amplias polleras y sombrero borsalino. Un gran orgullo para las mujeres de las comunidades que no siempre acceden a puestos importantes. Cuando llegamos a la comunidad, comenzó la fiesta. Nos recibieron con música de bombos y sikus. Nos colocaron guirnaldas de flores y frutos. Subimos la cuesta bailando de a dos para un lado y para el otro. Al llegar fuimos recibidos por las autoridades. Los hombres estaban agrupados. En un gran aguayo, las mujeres sirvieron el Apthapi, la comida compartida por la comunidad. Los hombres agasajan a los invitados mientras que las mujeres deben esperar su turno para comer. 

A un año…

Muchas cosas pasaron durante el 2022. En mayo se realizó en Berlín el tercer Tribunal de los Pueblos, dedicado al caso de los Tamiles de Sri Lanka. Diez jueces escucharon la presentación de distintos pueblos indígenas de diversos países, quienes dieron su apoyo y solidaridad al pueblo tamil. El 7 agosto del mismo año asumió Gustavo Petro la presidencia de Colombia y se convirtió en el primer presidente de izquierda en ese país, así como Francia Márquez es la primera vicepresidenta afrodescendiente. Pensé en Rosalba y el pueblo Nasa, en Kissie, en los “nadies” de Colombia y del mundo, en el pueblo boliviano que recuperó la democracia después un golpe de estado, en las comunidades mapuche que viven amenazadas con desalojos y en los tamiles de Ealam que merecen recuperar su autodeterminación como pueblo.