Juegos Olímpicos: un repaso por escenas para debatir

Los Juegos Olímpicos París 2024 terminaron. Sin embargo, hay preguntas que quedan latiendo, hay tensiones y debates. La periodista Ayelén Pujol hace un repaso por las escenas que abren reflexiones, a través del lema de la Revolución Francesa: libertad, igualdad, fraternidad.

Es domingo 4 de agosto, el estadio Bercy Arena está lleno y Kaylia Nemour sonríe al público y muerde su medalla de oro en gimnasia artística, en barras asimétricas. A sus lados en el podio están la china Qiu Qiyuan, con la de plata, y la estadunidense Sunisa Lee, con la de bronce. Es la cuarta final de la gimnasia artística femenina en los Juegos Olímpicos París 2024.  Nemour tiene la bandera argelina, pero su historia muestra que nació en Francia. Como su mamá. Eligió representar a Argelia, la tierra de su padre, por un conflicto con la federación de su —ahora ex— país y le dio a África su primera medalla dorada en la disciplina. Tiene 17 años. Al país organizador algunos de sus habitantes le dicen que así —con esas reglas— no.

Unos días antes de que Nemour mordiera la medalla de oro y fuera vitoreada desde las tribunas, habían sido los representantes de la delegación de Argelia quienes recordaron también parte de la historia en pleno río Sena. Durante el desfile de apertura, arrojaron flores al agua, en homenaje a sus compatriotas que murieron baleados o ahogados en una sangrienta represión policial cuando protestaban pacíficamente por la independencia de su país. Fue en la “Masacre de París”, en 1961, cuando la guerra por la independencia de Argelia estaba llegando a su fin.

Crédito: Juegos Olímpicos de París 2024

Libertad

¿Quiénes podían habitar París durante los Juegos? No cualquiera.

Es lunes 15 de abril, son las 6 de la mañana en el este de París, todavía faltan más de tres meses para el inicio de los Juegos Olímpicos, pero 150 migrantes saben que la cita deportiva es el motivo de la crueldad que están viviendo. Bajo el puente Charles de Gaulle, donde duermen dentro de carpas, amanecen en este día frío con una noticia: tienen que dejar la ciudad. Son refugiados de Sudán, Eritrea, Afganistán. El Estado los empuja. Distintas organizaciones no gubernamentales como Médicos del Mundo y Utopía 56 denuncian limpieza social: los extranjeros, los adictos, las trabajadoras sexuales, marginados una vez más, no pueden verse en el espacio público.  

Es que París esperaba 15 millones de turistas y sabía eso que, ya con el evento en marcha, ocurrió: se volvió el centro de las miradas del mundo. Intentó, con esa “limpieza” de migrantes, tapar su propia miseria. Las mismas ONG sostienen que más de 12500 personas fueron desalojadas de las calles. 

Cuando los Juegos Olímpicos comenzaron, la zona estaba despojada. Había vallas y piedras enormes que evitaban que nadie se metiera debajo del puente. Así, ese 26 de julio, París pareció una fiesta.

Crédito: Juegos Olímpicos de París 2024

El río Sena fue el escenario de la que muches denominaron la mejor ceremonia inaugural de todos los tiempos. Quizá por la gran puesta en escena, quizás por el nivel artístico, quizá por su reivindicación de la diversidad sexogénerica y su apuesta a lo queer en algunos pasajes como en la representación de La última cena. Quizás por los efectos que tuvo en sectores de  la derecha que rápidamente se levantaron de la silla para gritar su rabia. Hasta la Conferencia Episcopal Francesa denunció “escenas de burla y escarnio del cristianismo”. Es que la representación no estaba basada en dioses cristianos, sino en Sequana, diosa galo-romana de la curación y en Dionisio, dios griego del vino y del éxtasis, y también un dios mortal pero divino, civilizado y salvaje… y extranjero. La idea de la apertura, contestaron los organizadores, era mostrar la diversidad de Francia. Vaya paradoja.

Igualdad

Durante la larga ceremonia de apertura y mientras suena el himno nacional, se descubren, una a una, diez estatuas de mujeres de la historia francesa. Entre ellas: Olympe de Gouges,  autora de la Declaración Universal de los Derechos de la Mujer; Alice Milliat, jugadora de hockey y una de las responsable de que las mujeres puedan participar en los Juegos Olímpicos; Simone de Beauvoir, una de las figuras más representativas del feminismo en el siglo XX; Simone Veil, sobreviviente de Auschwitz e impulsora de la despenalización del aborto. 

Estos Juegos quedarán en la historia, entre otras cuestiones, por tratarse de los primeros con paridad. Participaron esta vez la misma cantidad de deportistas en las ramas masculina y femenina, 5250. En Atenas 1986, la representación de las mujeres fue cero y en París 1900, apenas del 2,2%, con 22 participantes en la rama femenina.

Sin embargo, los debates se amplían porque algunas libertades fueron restringidas. A las deportistas francesas musulmanas, por ejemplo, les prohibieron el uso del hiyab para competir. “¿Cómo van a ser los Juegos de la igualdad cuando las musulmanas son excluidas?”, se preguntaron desde Amnistía Internacional. Y afirmaron que la decisión ponía de manifiesto la “discriminatoria hipocresía de las autoridades francesas y la cobarde debilidad del Comité Olímpico Internacional”. En un comunicado publicado expresaron: “Evidencia la discriminación racista y de género que sustenta el acceso al deporte en Francia”, agregaron.

Las preguntas se trasladaron a otros temas también: ¿acaso la estructura de los Juegos Olímpicos contiene a todas las identidades? ¿Qué pasa con les deportistas que rompen esta estructura? ¿Es un orgullo hablar de paridad pero binaria?

Para esta 33ª edición, el Comité Olímpico Internacional (COI) delegó la admisión de personas trans. Esta vez, fueron las federaciones mundiales de cada deporte las que establecieron sus propios criterios de elegibilidad, a diferencia de las ediciones anteriores donde el COI fijaba la misma regla para todas las disciplinas (test cromosómico hasta 1996 y test hormonal, hasta Tokio 2020).

En París 2024, participaron Quinn y Nikki Hiltz, futbolista canadiense e integrante del equipo de atletismo en 1500 metros estadounidense respectivamente, que se reconocen como atletas no binarios. Sin embargo,  la nadadora estadounidense Lia Thomas quedó eliminada automáticamente porque la Federación Internacional de Natación determinó que ninguna mujer trans que haya hecho su transición después de la pubertad podría competir. Lo mismo decidió la Federación de Ciclismo. Suena complejo encontrar personas que hayan transicionado antes de la pubertad, cuando todavía en muchos países no están garantizados sus derechos. 

Discriminación. Exclusión. Y también odio. Estos Juegos Olímpicos tuvieron distintos ingredientes en la licuadora. El desprecio empezó a salir como pus cuando la italiana Angela Carini abandonó su pelea después de un derechazo de la argelina Imane Khelif, quien, ganó la medalla de oro en la categoría welter. Y lo hizo legítimamente. La boxeadora, de 25 años, fue señalada por los medios del mundo como una identidad trans y comenzó a recibir mensajes transodiantes.

Crédito: Juegos Olímpicos de París 2024

Khelif es una mujer cis que tiene niveles altos de testosterona. Tuvo participaciones sin mucho éxito en los mundiales de 2018 y 2019, y en Tokio 2020 llegó a los cuartos de final. En el mundial 2023 ganó sus primeros cuatro combates, pero fue descalificada por la Federación Internacional de Boxeo (IBA), antes de competir en la final. Se basaron en un test hormonal para excluirla. El COI la habilitó esta vez por un conflicto con la entidad.

En sus redes sociales, la deportista argelina fue clara: “Les dejo un mensaje a todos los pueblos del mundo. Les pido que respeten, que se abstengan de intimidar a los atletas porque eso tiene efectos masivos. Puede destruir a la gente, puede matar los pensamientos de una persona”. Su abogado ya anunció que la boxeadora presentará una denuncia por ciberacoso.

Hasta el presidente Javier Milei, desde un silloncito en Argentina, osó mover los dedos para twittear su aversión y su transodio. El mandatario estuvo presente en la apertura de los Juegos Olímpicos junto a su hermana, sin nada de vergüenza en el poco apoyo que le da al deporte, tras el cierre del Ministerio, el desfinanciamiento a muchos de los programas no solo sociales sino de alto rendimiento. Es que la política deportiva de Milei parece tener sólo un interés: el avance de las Sociedades Anónimas Deportivas.

En efecto, los Juegos Olímpicos de la paridad fueron muy desiguales para nuestro país. En Argentina, de los 136 deportistas que viajaron, 33 fueron mujeres. Fue la participación femenina más baja desde Barcelona 1992, según un trabajo del portal Chequeado.

En el boxeo, el mismo odio que recibió Khelif circuló sobre la taiwanesa Lin Yu Ting, medalla de oro en peso pluma, despreciada por la IBA por los mismos motivos. Algunas de sus rivales hicieron el signo de la X en su cara, después de perder con ella. Un gesto que hizo referencia a los cromosomas femeninos, poniendo en duda su género.

Caster Semenya, la atleta sudafricana que todavía está en litigio con su entidad peleando por el derecho a competir, hace un tiempo hizo una pregunta que sigue vigente: “¿Quién decide, cuando se acabaron los géneros binarios, quién es mujer?”.

Fraternidad

París y sus Juegos Olímpicos quedarán en la historia y habrá una escena que no podrá faltar en los recuerdos. Entre las postales para la eternidad estará la imagen del podio de la gimnasia artística. El lunes 5 de agosto, la brasileña Rebeca Andrade logra, por segunda vez en su carrera, una medalla de oro, esta vez nada más y nada menos que en la final de suelo, ahí donde el poderío es de Estados Unidos. La nacida en Guarulhos, San Pablo, comenzó su carrera deportiva gracias a un programa social estatal que se dictaba muy cerca de su casa. Cuando esa tarde en el Bercy Arena, Andrade sube al podio para recibir los aplausos de la gente y su medalla dorada, las estadounidenses Simone Biles y Jordan Chiles, plata y bronce, respectivamente, se inclinan en una reverencia para alabar a la nueva ganadora.

Crédito: Archivo Jordan Chiles

La postal constituyó algo así como un “women power”, 56 años después del puño en alto de los estadounidenses Tommy Smith y John Carlos, medalla de oro y de bronce en los Juegos de México 1968. Si aquella vez fue un gesto de protesta por los derechos civiles de los negros, contra el racismo, la segregación y la violencia, esta vez fue de celebración. “Demostramos el poder negro”, dijo Andrade tras la consagración. Fue el primer podio de gimnastas negras en un deporte blanco en la historia de unos Juegos Olímpicos.

Los videos mostraron los detalles de la cocina del gesto. Chiles se lo propuso a Biles con una mirada. Simone asintió y soltó una sonrisa pícara. Una complicidad de infancia, de fila de escuela, de exhibición de niñas que se hizo realidad. Las tres sonrientes le mostraron a un mundo que todo el tiempo busca poner rótulos que no hay reinas, ni princesas, ni monarcas: son rivales y no enemigas. Competidoras que se admiran. En medio de tanto odio, un poco de amor.