La unidad básica feminista

La 2da asamblea de cara al 8M tiene resonancias dentro y fuera de los feminismos. 1500 mujeres, lesbianas, trans y travestis unidas contra el patriarcado y el neoliberalismo. ¿Alguien dijo unidad? Unidad básica feminista.

“Pines creativos, pines conscientes”, canta un vendedor. Ya hay merchandising alrededor del predio. No es un estadio de futbol aunque el ancho pasillo surcado por el tránsito de cientos de personas nos recuerde a tales casi antagónicos rituales. ¿Cómo llegamos a esto? Más de 1000 feministas de todo el arco opositor al (ceo)machismo que representa Cambiemos, albergadas en una unidad inédita, inteligente, rabiosa y dispuesta a todo, se reúnen por segunda vez para coordinar el Paro Internacional de mujeres, trans, lesbianas y travestis con el objetivo de fijar las consignas generales de esta edición de la huelga más organizada del mundo, la más violeta y compacta. “Contra los femicidios y travesticidios, contra la violencia sexual y económica, contra el Estado represivo. Contra el ajuste. Contra la reforma previsional y la reforma laboral. Por el aborto legal, seguro y gratuito”, son las tres consignas generales que surgieron del debate de más de 100 oradoras desarrollado el viernes 2 y el viernes 9 en la Mutual Sentimiento de Chacarita, en Buenos Aires.

 

Nos Paramos todxs a la vez

Si hay una idea que ha logrado imponerse desde el primer NiUnaMenos en 2015 —una llamada masiva a frenar los femicidios—, es aquella que pone en relación las violencias físicas hacia mujeres y cuerpos feminizados con las violencias económicas. Vincular el golpe en el espacio doméstico con las condiciones materiales de existencia, es decir con la política económica y financiera de una determinada región, país, ciudad, es clave para comprender qué hacíamos las feministas el viernes a la tardenoche. La conciencia radical de los feminismos populares de que la crisis económica afecta mayoritariamente a las mujeres, de que la pobreza es femenina, es la explicación para la confluencia disparatada de fuerzas políticas que en otros contextos estarían enfrentadas.

Las primeras intervenciones, por fuera de la lista de oradoras porque se trata de situaciones de excepcionalidad a las que urge dar espacio, fueron de mujeres del Ballet Nacional, recientemente cerrado. Luego expusieron trabajadoras despedidas del Hospital Posadas. Después compañeras de Ferrobaires, donde hay 1500 despedidxs. Más tarde habló Gisela, que fue despedida de Ferrocarriles Argentinos por faltar mucho de forma injustificada. ¿Por qué faltaba tanto Gisela? Porque es víctima de violencia, como lo son Talita y Paula, de la Villa 21-24 de Zavaleta, que también organizan en su barrio a las mujeres en asamblea para parar todo el 8M.

“No nos quedamos quietas, esta asamblea estuvo con las trabajadoras de PepsiCo, viajó a El Bolsón en el peor momento de persecusión a las comunidades mapuche y fue a Jujuy a pedir que no haya ni una presa política más”, dijo la legisladora porteña por el Frente de Izquierda Myriam Bregman, quien acompaña los procesos asamblearios convocados por el colectivo NiUnaMenos desde los primeros momentos. Bregman instó a las centrales sindicales a permitir a lxs trabajadorxs plegarse a la medida de fuerza “por Ni Una Menos, por el aborto y la separación de la Iglesia del Estado”. Cuando la diputada estaba terminando su exposición y mencionaba el (reconocido) compromiso de la banca con la lucha, la activista trans Lara Bertolini la increpó desde un desnivel formado por un pequeño escenario: “Estás ocupando una banca, hacé algo por los travesticidios”. La también diputada Mónica Macha habló de la necesidad de legalizar el aborto y de “conquistar los derechos que todavía faltan”.

Compañeras de Anahí Benítez, la chica asesinada en agosto del 2017, leyeron un documento donde insisten en el pedido de verdad y justicia. Intervenciones donde el dolor y la impotencia colman el espacio fueron intercaladas con diatribas antipapales: “No existe un papa bueno. Es como un comisario, no existe un comisario bueno. Es como un rey, no existe un rey bueno”, de la compañera del Polo Obrero, o “el papa es un cuadro político capitalista y patriarcal”, por parte de la activista Nina Brugo.

Lxs oradores se sucedieron sin pausa durante más de tres horas. Una oyente despistada se llevaría a su casa las palabras que más resonaron, como en un loop no de disco rayado sino de palabras que funcionan como mamushka: que el patriarcado (que va a caer) es capitalista es racista es liberal es extractivista es blanco es hetero es biologicista es genocida es desmemoriado antiderechos clasista antipopular clerical y que en cambio el feminismo (que ya venció) es el que arranca derechos en las calles, el que se organiza en todos lados, el que incluye diferencias en un mismo espacio, el internacional, el popular, el polimorfo, inclusivo, combativo, libertario, indígena, migrante, negro, discapacitado, trans y colectivo. Pero sobretodo esa oyente o vidente desprevenida se llevaría a su casa una palabra que resonó toda la semana: la palabra “unidad”.

 

La unidad feminista

La semana pasada decíamos que lo que define a esta convergencia de feminismos es el sistema político de la democracia directa, y que “por fuera de las derechas neoliberales y conservadoras, sectores sociales y políticos de los más diversos conforman esta ola que en la Argentina ya casi nadie se atreve a ignorar”. Bueno, se atrevieron.

Llegamos a la asamblea con una foto pegada en la retina, la de la proclamada unidad del PJ. Cinco varones. Las redes sociales se pronunciaron de forma brutal: ¡no hay ninguna mujer! ¿No hay mujeres referentas para incorporar? ¿Nada tienen para aprender de los procesos del movimiento de mujeres? “¡Más que Pejota, Pijota!”, se escuchó en la colmena zumbadora que fue la asamblea.

Lo que los feminismos populares lograron en los últimos años es enlazar luchas. La composición variopinta de la asamblea es una foto de esa diversidad política: juntas y confundidas, sí, pero unidas. La amalgama de fuerzas políticas antipatriarcales que se desprende de la comprensión cabal de que el patriarcado no es nada sin el racismo, el clasismo, la heteronormatividad, el biologicismo, el capacitismo, y que opera retroalimentado con un sistema político democrático constituido sobre la base de especulación empresarial, financiera y marketinera, es la característica predominante de este momento movimientista. Todas juntas, como chanchas. Este potencial político del feminismo latinoamericano es inocultable, cada acción política que convoca es contundente aunque, hay que decirlo, sea ninguneado por las los actores políticos tradicionales (y machistas).

Una de las representantes del colectivo NiUnaMenos, Florencia Minici, hizo referencia a la foto que mencionábamos: “Con respecto a la unidad política, no pueden seguir desconociendo al feminismo, el movimiento de mujeres travestis y trans le hizo dos paros a Macri”, dijo con fervor. En el mismo sentido apuntó Nadia, de Descamisados: “Nuestro movimiento, el feminismo, es el mejor ejemplo de unidad”, dijo y resultó ovacionada. “Estas prácticas nacieron revolviendo una olla”, dijo en su intervención Raquel Vivanco, de Mumalá. “Le hicimos el primer paro a Macri, es imposible que en una asamblea de hombres haya el respeto y la escucha que logramos acá”, agregó para volver a poner en contraposición la unidad construida, viviente y vibrante del movimiento feminista con la unidad declarada en los diarios del PJ.

Magdalena, de la Secretaria de las Mujeres y la Diversidad de CTEP, también hizo referencia a la unidad, a la de las centrales obreras: “Vemos la unidad de los trabajadores en la televisión pero nosotras no estamos. Nuestros ovarios están acá, traigan los huevos para el paro nacional”, dijo cuando ya la luz se estaba retirando. El aplauso fue cerrado y aun así silenciado por los gritos de aprobación.

El diagnóstico general de la asamblea fue rotundo: el gobierno busca ajuste y el ajuste empieza la liquidación por los derechos de las mujeres, en especial de las mujeres pobres, que cada día somos más. Las llamadas Reforma Previsional y Laboral se instalan sin ahorrar sangre. Y frente al evidente plan de la Alianza Cambiemos, la necesaria unidad opositora, siempre chueca, no puede obviar la insistencia y el programa de la unidad de los feminismos para frenar en las calles y de forma organizada las recetas de empobrecimiento y feminización de la pobreza. Las feministas llegaron a un grado de convencimiento incisivo respecto a su rol en la unificación de las fuerzas sociales de trabajadores y ponen el acento en las economías populares, en los trabajos nunca llamados así, los informales, los que no están legislados, los invisibles, los que hacen las mujeres en sus casas, y que representan el 20% del PBI del país.

Como todo esto las feministas organizadas lo saben es que se reúnen para convocar al Paro internacional en su versión local. Las alianzas con los más de 50 países que se suman a la medida son consecuencia de la omnipresencia de un sistema patriarcal que funciona como suelo de inequidad en todo el mundo. Sin embargo, el internacionalismo no oculta las realidades regionales y locales.

Frente al escenario de rigor neoliberal en la región y de represión, ajuste y endeudamiento en el país, gobernado por una alianza que muestra algunos signos de desesperación, la unidad estratégica se impone como urgente. El movimiento feminista ha sabido leer este panorama, ya que construye sobre la base de una “confianza que desborda y desconoce las lógicas facciosas entre dirigentes sindicales, entre los partidos políticos y agrupaciones con formas de construcción tradicionales y por tanto, patriarcales”, como relata el documento redactado por el Colectivo NiUnaMenos.

 

Y al que no le gusta el desborde

“Que el paro desborde al sindicalismo, que sean 24 horas de desobediencia al patriarcado”, propuso NiUnaMenos. La iniciativa tuvo una rápida adhesión pero resta aún definir en la próxima asamblea las modalidades del paro. Dependerá, por supuesto, del acompañamiento que brinden las centrales obreras. En tanto el “paro de mujeres” se autodefine como antiliberal, este paro rompe los moldes del género para permitir el ingreso de todos los otros géneros que se sienten convocados por el rechazo a las políticas de ajuste. Así, el “paro de mujeres” si bien parte de consignas de la agenda de los feminismos, se extiende hasta empalmarse con las demandas de otros movimientos sociales. El paro del 8M es un paro con todas las letras, no es un paro simbólico, se para contra las patronales, contra los gobiernos, contra todas las formas de poder y dominación que vuelven precarias las existencias de las identidades y sujetxs políticxs no tocados por la vara mágica del privilegio: ser varón, blanco, joven adulto, con dinero, con instrucción, flaco, heterosexual, sin discapacidades, urbano, etc.

Otra modalidad de paro que se propuso es la utilización durante el 8 de marzo del color violeta como vestimenta identificatoria (propuesta presentada por las sindicalistas de la Corriente federal de trabajadores). Se propuso un ruidazo y también se presentó la iniciativa de remitir una carta pública al Gobierno para que quite las vallas de la Plaza de Mayo y permita desarrollar allí el cierre de la movilización, porque por supuesto el 8M terminará con una larga caravana desde el Congreso hacia Plaza de Mayo. En la movilización homóloga del año pasado marcharon 500.000 personas, sólo en la Ciudad de Buenos Aires.

El año pasado también, bajo el nombre “Respuestas políticas a reclamos políticos”, la asamblea del 8M elevó una carta a las principales centrales sindicales donde “pedimos que se incluya la agenda del movimiento de mujeres en las negociaciones paritarias y los conflictos sindicales y sociales” y “exigimos que las centrales sindicales llamen al paro de mujeres que está convocado internacionalmente y garanticen el derecho a huelga y los modos de organización que se dan en cada lugar de trabajo para consolidar esta medida”. La adhesión de las centrales fue relativa, recordamos que en 2017 hubo una escalada de movilizaciones el 6, 7 y 8 de marzo que culminaron con una razzia en los alrededores de la Plaza de Mayo luego de que terminara el acto de cierre del “Paro de mujeres”.

Este año la asamblea no pide permiso a los sindicatos, se apuesta a que no sea una decisión institucional la que permita o no el paro sino que el paro se ejerza como derecho desde las bases, en todos los espacios vitales y, como propuso Raquel Vivanco, de Mumalá, “las interlocutoras de este paro tienen que ser las organizaciones que pusieron el cuerpo en la calle en diciembre”. Desde Las Rojas, en cambio, propusieron “exigirles a las centrales que llamen al paro”, es decir repetir la estrategia del 2017.

 

Más motivos para parar

“El destino ideológico del movimiento feminista no va a quedar de la mano de ninguna genitalidad, no tenemos pelos en la lengua para denunciar a Patricia Bullrich, a María Eugenia Vidal”, expresó Romina Pereyra del Partido Comunista y Furia Trava. En el mismo sentido, no-biologicista, se expresó Alma Fernández, que emocionada agradeció “el amor que sienten por las travas en este espacio”, pidió trabajo para las travas (incluida ella misma) y justicia por el travesticidio de Diana Sacayán.

Tanto Nina Brugo como Celeste Mac Dougall, de la Campaña por el Aborto Legal, Seguro y Gratuito, expresaron la necesidad de que el reclamo sea prioritario en este paro, convocaron para un pañuelazo el 19/02 a las 12 hs frente al Congreso y propusieron que la bandera de la Campaña encabece la marcha.

Otra de las consignas que desde variados espacios políticos se propuso es la libertad a todxs lxs presxs políticos, especialmente el pedido por Milagro Sala y las mujeres tupaqueras presas. Desde el espacio de la Marcha de Mujeres Originarias, María propuso incorporar el genocidio y femicidio que el Estado lleva adelante contra las mujeres indígenas. Hubo reclamos por la creación de fiscalías de género, el vaciamiento del programa “Ellas hacen”, se mencionó a Carolina Stanley, Patricia Bullrich, María Eugenia Vidal (alguien bromeó que estaba anotada en la lista), se denunció la desigualdad que sufrimos las mujeres y cuerpos disidentes en el espacio público atiborrado de macho-autos, se reclamó la incorporación de las mujeres wichi, el Síndrome de Alienación Parental (que separa a lxs niñxs de sus madres), el genocidio social de travestis, la situación de despedidxs del Hospital Posadas, la separación de la Iglesia del Estado, se mencionó a Ahed Tamimi (la joven de 16 años arrestada por el ejército de Israel), se bregó por un feminismo antiespecista, afro, migrante, se contaron 30.000 planes sociales que fueron dados de baja, se cantó aso aso aso, se viene un parazo, que somos plaga y estamos en todas partes, que en Argentina hay 12 millones de casos de abuso sexual infantil, se recordó que el 7 de marzo es el día de la visibilidad lésbica y con la luz de un celular que hacía de luz cenital, se leyeron los puntos que las coordinadoras de la asamblea (representantes de varias organizaciones) creyeron representativas:

  • Contra los femicidios y travesticidios, contra la violencia sexual y económica, contra el Estado represivo.
  • Contra el ajuste. Contra la reforma previsional y la reforma laboral.
  • Por el aborto legal, seguro y gratuito.

La calma que había flotado en el viejo galpón de Chacarita se quebró de súbito con una discusión que recuerda las asambleas del 2017 y que es hoy la quintaesencia de la grieta del feminismo. Julia, miembra del Círculo de Amigas Feministas, sentada junto a Alika Kinan, referente del abolicionismo de la prostitución, irrumpió con un tono alto de voz para reclamar que entre esas consignas debería estar la consideración de la prostitución como violencia. Ya era de noche, muchas pasaron tres horas paradas con calor, con sed, con la cabeza pesada por tanta escucha, y la asamblea perdió entonces su carácter unitario. “¡Las putas también somos trabajadoras!”, se escuchó, entre las asistentes había varias trabajadoras sexuales nucleadas en Ammar, asiduas participantes de los procesos orgánicos del feminismo. “¡Siempre con las putas, nunca con la yuta!”, empezó a cantar la mitad de la asamblea, mientras otras se quejaban de que las abolicionistas no respetaran la decisión de la asamblea de tomar como base el documento del año pasado, en donde aparecía el trabajo sexual considerado un trabajo, la explotación sexual como violencia y la trata con fines de explotación sexual como delito aberrante que viven millones de mujeres. Desde la coordinación se llamó a recuperar el espíritu de unidad de la asamblea: “La discusión es parte de la asamblea, también”, gritó una chica. “Acá la batalla es contra la yuta, ¿nos estamos peleando entre nosotras?”, replicó una desde otro vértice de la ronda de mil lados.

Las consignas quedaron expuestas, el próximo viernes se vuelve a reunir la unidad básica feminista para seguir debatiendo las consignas, el documento (¡unificado!) y la modalidad de paro. Se viene otro Paro, imparable, con la sospecha de que detrás de todo gran paro de mujeres, hay un gran paro general.