Un manifiesto feminista por los derechos de las niñeces

Virginia Franganillo fue creadora y primera presidenta del Consejo de la Mujer, en 1992. Desde aquellos años, insiste y persiste con una certeza feminista: la feminización e infantilización de la pobreza está intimamente ligada a la falta de políticas públicas de cuidados. En este manifiesto, la socióloga propone un nuevo contrato social que ponga a los cuidados en el centro de la vida.

No es una novedad. La dictadura cívico-militar produjo una reestructuración de la economía y de la sociedad cuyos efectos persisten hasta hoy: deuda externa y pobreza creciente. Entre sus múltiples efectos, este escenario trajo nuevas formas de organización de las mujeres en los barrios, que se pusieron al frente de estrategias de supervivencia para paliar la retirada del Estado y la ruptura del aparato productivo. Las mujeres se organizaron para demandar por vivienda digna,  acceso al agua, guarderías y jardines maternales para sus hijxs. Con la recuperación democrática, se convirtieron en un nuevo actor para lo que significó la creación del “movimiento de mujeres”.

Desde uno de los primeros espacios construidos por ese movimiento, la Multisectorial de Buenos Aires, un colectivo inspirado en el feminismo, denunciábamos el trabajo invisible de los cuidados, exigíamos su politización y proponíamos el cumplimiento de dos legislaciones logradas en 1974: la Ley de Contrato de Trabajo y su articulado referido a la obligación de habilitar salas maternales y guarderías por parte de las empresas; y la Ley de Jardines Maternales Zonales como obligación del Estado de garantizar la provisión de estos servicios en la cercanía de los hogares. La lucha por estos jardines maternales fue bandera en los Encuentros de Mujeres de esa época. Los estudios comparativos sobre cuidados en la región dan cuenta del carácter pionero del movimiento feminista de la Argentina incluyendo en su agenda políticas de cuidado de las infancias. 

En estos tiempos de genealogías y memorias feministas, y a pesar de los importantísimos avances, reconocemos la deuda que persiste con aquella agenda iniciática de “a igual trabajo, igual salario” y “jardines maternales zonales”. En los últimos años, los feminismos han conquistado  derechos fundamentales como la ley de identidad de género, el matrimonio igualitario, la paridad y el derecho al aborto legal, seguro y gratuito, pero la agenda del cuidado y del trabajo —clave para la igualdad entre los géneros, la autonomía económica de las mujeres y la justicia social, y base de la reproducción social de la pobreza— sigue siendo una deuda en nuestro país.   En las últimas décadas se han consolidado transformaciones de época que han generado mayores necesidades de cuidados: el aumento de la expectativa de vida, la inclusión de las mujeres al mercado de trabajo, cambios en los modelos de familia, el aumento de las familias monoparentales encabezadas por mujeres, la crisis del Estado de bienestar, la pérdida del trabajo como gran ordenador social y la fragilidad de los sistemas de protección social.

La crítica feminista ha acompañado este proceso señalando la persistencia del núcleo duro de las desigualdades de género, que es la división sexual del trabajo, dando respuestas innovadoras como en los 90: “la ley del uso del tiempo” impulsada por las feministas del Partido Comunista italiano, que promovió la reorganización de los tiempos en las ciudades, adecuando los servicios públicos y privados a la doble jornada laboral y doméstica de las mujeres. En nuestro país y en la Ciudad de Buenos Aires hemos logramos incluir estas políticas en marcos institucionales, como la Ley del Plan de igualdad de oportunidades, Ley del Plan Estratégico de la ciudad y la encuesta del uso del tiempo.

El cuidado en el centro

Una visión novedosa de “los cuidados”, concepto acuñado en la academia feminista del Norte, los plantean como una cuestión del bienestar y de derechos sociales, donde el foco no está puesto sólo en la relación entre varones y mujeres, sino también en la organización social: las personas que requieren de cuidado y los actores y trabajadorxs que intervienen en la provisión o regulación del cuidado. Estas políticas hoy son el centro de los debates institucionales feministas liderados por  los organismos internacionales.

En nuestra región, los feminismos recogen estas políticas reescritas desde nuestras realidades, marcadas por las fuertes desigualdades sociales y de género que se viven en nuestros territorios latinoamericanos en un compromiso de los Estados, el Consenso de Quito de la Conferencia Regional de la Mujer de CEPAL en 2007.

Es a partir del Paro de Mujeres, Lesbianas, Travestis y Trans, que se realizó por primera vez en 2016 en Argentina, que esta agenda se instala con fuerza en la calle. Nosotras paramos en las fábricas, en los comedores, en las casas; trabajadoras somos todas. Nosotras movemos el mundo, ahora lo paramos. En esa jornada, mujeres y diversidades denunciaron  la doble y triple jornada de trabajo, y sus efectos en la feminización e infantilización de la pobreza. 

Con ese espaldarazo para la campaña electoral de 2019, desde el Partido Justicialista propusimos que se incluyera  Plataforma una agenda de políticas públicas de cuidado destinada a la primera infancia, adultos y adultas mayores y personas en situación de discapacidad, junto al reconocimiento de derechos para quienes cuidan, para los y las trabajadoras del cuidado de distintos sectores y en ámbitos como el  comunitario, bajo el lema “Pacto Social por los Cuidados”. Además, planteamos  como urgente y estratégica la ampliación de servicios públicos y la definición de una política nacional de cuidados y educación para la primera infancia. 

El gobierno nacional reconoció esta política desde el primer discurso del presidente Alberto Fernández  al inaugurar  su mandato y avanzó a través del Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidades en la construcción de una política integral de cuidados con perspectiva de género que se institucionalizó, primero, en la Interministerial de Cuidados y, luego, en el proyecto de ley Cuidar en Igualdad, que el mandatario envió recientemente al Parlamento. Este proyecto promueve la ampliación de servicios educativos y de cuidados comunitarios en la primera infancia en el contexto de políticas educativas y de desarrollo social. 

Como feministas, siguiendo una tradición histórica en defensa de la protección de la infancia, y en nuestra insistencia de que la maternidad es social y por ello debe ser asumida por todxs proponemos a los representantes públicos y a la sociedad argentina un nuevos contrato social, para el que los cuidados se convierten en una política central: ¡NUNCA MÁS INFANCIAS POBRES EN ARGENTINA!

Consultá el Manifiesto feminista por los derechos de las niñeces en este link.