Podríamos ser amigas de Mare Sheehan. No seas tan impulsiva, Mare, no podés decir esas cosas a tu ex delante de todes, no da. Mare, tomate un café, desarchivá esa causa y empezá desde cero. Respirá hondo, Mare. Y es que Kate Winslet le presta el cuerpo a Mare y le da su sutil pero desbordante talento actoral, cómo no amarla con su empeño histórico por no ser un lugar común hegemónico, por ser una working class heroin. Podríamos ser amigas de Mare porque está en las malas y las amigas te salvan. Es lo que pensamos a lo largo de los primeros episodios de Mare of Easttown.
Pero en algún momento la luz que irradia Kate no alcanza a distraernos y, caramba, tampoco es posible escribir a Brad Ingelsby, el guionista, para pedirle explicaciones. Llevamos años de series policiales, de suspenso, con o sin protagonistas mujeres, no necesitamos que episodio tras episodio cambie el sospechoso. Tiene tantos giros narrativos alrededor de eso, que termina dando lo mismo. Hola, malhumor. Mare, si no querés peinarte, te apoyo amiga. Creo que Craig Zobel, el director, pensó que darte tosquedad te da un aura implacable, parecés Sarah Linden, de The Killing, pero en su caso era más creíble. Imposible no pensar en Catherine Cawood, de Happy Valley, la mejor de todas.
La serie tiene varios elementos complicados. Uno de los sospechosos es un cura, llegado al pueblo luego de un traslado. Como sabemos, los sacerdotes acusados de abuso sexual suelen eludir las responsabilidades penales en cualquier parte del planeta. La fórmula es viaje e impunidad. Así llega este cura a Easttown, oculta su cv y se vincula con jóvenes. Sin embargo, en los casos bajo investigación en este pueblo, el cura no tiene nada que ver. Por eso termina recibiendo disculpas y puede pararse en el púlpito a sermonear sobre cómo ser une buen cristiane. No importa si la Iglesia le dio un pasaporte a la impunidad antes, ahora es parte de la comunidad, su viaje terminó. Nadie le pide explicaciones, él tampoco las da. Lo único más o menos claro es que en general el mundo adulto es abusivo o violento o desaprensivo o está tan fracturado por dentro que no está ahí para ser un buen modelo de conducta. Además, todes se conocen, les cuesta mucho cortarse el mambo entre elles, gana la condescendencia.
Pero bueno, también somos amigas de Mare, ¿no? Pobre Mare, tiene el álbum lleno de catástrofes personales, además de las que suma en el trabajo. Cuando le planta evidencia a su nuera para quedarse con su nieto e impedirle ejercer su maternidad, empezamos a notar lo mal que está esta chica. Una amiga que le diga. Hasta ese momento Mare era complicada, con un mal carácter que podría justificarse, pero no la creíamos capaz de cruzar la línea de la corrupción. La suspenden. Bien por su jefe. Porque después de todo, Mare es policía, es investigadora. Su vocación es bastante sospechosa: tiene una vocación edípica, no tanto un apego por la ley y el orden. Su carrera es una continuidad de la de su padre, podría haberse dedicado a cualquier otra cosa. Pero es policía y plantar evidencia incriminatoria está mal.
Ahora, llegada la serie a sus últimos episodios, la pregunta que surge es ¿era necesario? Vimos la dualidad ética de Mare, vimos a su jefe suspenderla y perdonarla sin siquiera dar explicaciones, la vimos poner un poco de orden en su vida, enfrentarse a su fragilidad para salir un poco mejor, ¿era necesario enviar a un niño al reformatorio? Ahí es cuando finalmente, Mare, no podemos bancar más esta amistad. ¿En nombre de qué enviás a un niño a detención? ¿De los escrúpulos?, ¿de la ley que violaste para tu beneficio personal hace dos domingos? Esa arbitrariedad policial no te la robo, examiga. Se terminó la distracción de la serie, su propuesta de una policía humana, amiga de la comunidad acaba de desvanecerse como los globos del cumpleaños de ayer. Nunca con la yuta que planta evidencia, que detiene por capricho, que encarcela niñes. Gracias, Kate, por la advertencia.