Agua. Mucha agua. Una catarata. Aparece escrito Una mujer fantástica en letras rosas. Dos símbolos del denominado “universo femenino”: la mujer y el color rosa. El siguiente plano es el de un cuerpo desnudo recostado dentro de un spa: no se ve bien, no se ve nada. Está borroso. Mientras tanto comienzan a leerse los nombres de todxs los que participan en el film pero ya no en letras rosas sino con las distintas tonalidades de la bandera multicolor LGBTIQ.
Daniela Vega, actriz y cantante lírica chilena, se pone en la piel de Marina Vidal también cantante y camarera que pierde a su pareja Orlando –interpretado por Francisco Reyes– el día de su cumpleaños y luego de haberle regalado un viaje a las Cataratas del Iguazú. No sólo el canto une a Daniela y a Marina: ambas son mujeres trans. En 104 minutos se contará la historia de cómo Marina vivirá este duelo totalmente impregnado por la discriminación y la violencia de una sociedad transfodiante que reprime los cuerpos, las identidades diversas que no encajan en los parámetros establecidos por las instituciones cis-heteropatriarcales. ¿Cómo sigue la vida de Marina sin Orlando?
Lxs médicxs, la policía, la familia son agentes de socialización conservadores que discriminan y construyen relatos sobre la perversión y los pecados que no hacen más que ejercer violencia sobre Marina. A partir de allí, la protagonista se enfrentará al duelo por la muerte del ser amado pero también al sufrimiento por la pérdida de su zona segura. El estudio “Una mirada a la diversidad sexual en Nicaragua” (2010) expone que “las mujeres trans son la identidad más vulnerable, las que viven mayores niveles de discriminación y violencia, tanto por salirse de las normas de género como por el machismo que implica asumirse públicamente como mujeres”. Entonces, ¿por qué la insistencia de contar historias de personajes fuertes? ¿Por qué no mostrar sus vulnerabilidades? Juanita, una chica trans nicaragüense, sostiene que “reconocernos como vulnerables es un derecho” y, al ser entrevistada por June Fernández (periodista y feminista española), agrega que la sociedad no logra aún entender cómo un hombre puede “querer ser mujer”, con la desventaja que eso conlleva. En parte por eso Marina se refugiará en la noche que enseña y cura heridas, en la música y en el baile, en interiores cálidos, en casas amigas.
Una mujer fantástica pone de manifiesto la relevancia que adquieren los espacios. El público acompaña a Marina por estos altibajos de manera circular: Marina empieza y termina arriba de un escenario. Pero, del escenario de la cena-show al escenario del teatro, recorre –o, más bien, padece– espacios donde se la oculta, espacios considerados inferiores o indecentes: el spa, el callejón, el túnel del cementerio y el estacionamiento del shopping. La sociedad quiere ocultarla pero Marina nació para estar en la superficie, para mostrarse, no le teme al qué dirán o sí, pero, ella no siente culpa ni vergüenza de ser lo que es: una mujer trans. Es importante poner el foco en el sustantivo del título de la película y no en el adjetivo: Marina es una mujer que no debería ser vista como una persona extraordinaria, como alguien irreal. No quiere límites. No quiere que le tengan miedo y tampoco quiere que le tengan lástima. Quiere que la dejen vivir. Marina quiere bailar aunque el mundo construido se le venga abajo, aunque no haya viento a favor. Marina quiere cantar adentro del auto y en los escenarios. Marina quiere que la dejen llorar. Marina quiere fluir, como la lluvia o como el agua de una fuente. Marina es una catarata pero no de las que imposibilitan ver y devuelven imágenes borrosas y difusas sino de las cataratas de agua que primero se escuchan a lo lejos por lo espectacular y que, luego, son naturalmente magnificas. De cerca hay que poder escuchar (y ver) más allá.
Junto a las imágenes del comienzo, que son las Cataratas del Iguazú, se escucha una melodía muy particular que volverá a aparecer a lo largo del film. Es decir, tanto el agua y la música se mimetizan, ambas son Marina. Este leitmotiv será clave para entender la personalidad acuática de Marina que, no debemos olvidar lo particular de su nombre relacionado sin dudas con el mundo marino y también con el cuerpo naval de las fuerzas armadas, se denomina marina a la flota de barcos de guerra de un Estado cuyos tripulantes son marinos. A Marina alguien le dice, a modo de consejo, “Soldado que huye sirve para otra guerra”. Pero Marina está harta de huir, ella quiere fluir. Marina practica boxeo pero no es fuerte ni poderosa. Si al analizar películas sobre mujeres nos centramos en la fortaleza de estos cuerpos estamos, de alguna manera, naturalizando y/o romantizando la opresión que vivimos y, a su vez, legitimando que de todos modos podemos vivir así. Hay que rescatar no su fortaleza sino la debilidad e inhumanidad de una sociedad que no deja ser libres a los cuerpos ingobernables. Hay que poner el foco en los cuerpos conservadores, en aquellos que sostienen que lo que se sale de las reglas establecidas es monstruoso, que le temen a lo que no entienden. ¿Qué clase de sociedad estamos construyendo? La sociedad patriarcal, binaria, machista, misógina y transodiante construye relatos de normalidad que no son más que discursos de represión, opresión y violencia.
Decía el escritor chileno Pedro Lemebel en un acto político durante la dictadura de Pinochet: “cómo cuesta encontrar el amor en estas condiciones / usted no sabe qué es cargar con esta lepra/ la gente guarda las distancias / la gente comprende y dice: es marica pero escribe bien / es marica pero es buen amigo/ yo no soy buena onda/ yo acepto al mundo sin pedirle esa buena onda pero igual todos se ríen/ tengo cicatrices de risas en la espalda”. Son las instituciones, los agentes socializadores quienes no aceptan que Marina sea mujer. La presidenta Michelle Bachelet declara que el cine de Lelio es indispensable para sostener “conversaciones necesarias sobre lo que somos”. En el país trasandino, el proyecto de Ley de Identidad de Género que se discute hace más de cinco años debe ser tratado en el Senado antes del 11 de marzo, día de la asunción del presidente electo Sebastián Piñera quien está en contra del proyecto. Marzo es también el mes donde Daniela Vega se convirtió en la primera trans de la historia en formar parte de las presentadoras de los premios Oscars.
En el país trasandino, el proyecto de Ley de Identidad de Género que se discute hace más de cinco años debe ser tratado en el Senado antes del 11 de marzo, día de la asunción del presidente electo Sebastián Piñera quien está en contra del proyecto. Marzo es también el mes donde Daniela Vega se convirtió en la primera trans de la historia en formar parte de las presentadoras de los premios Oscars.
La representación trans en el cine
Una mujer fantástica, a diferencia de otras películas sobre identidades trans, no es una historia de transición sino de cómo una situación contada hasta el hartazgo en el cine -la muerte de un ser querido- revela algo totalmente distinto cuando hay discriminación y transodio. Y, lo más importante, es que Marina es interpretada por Daniela Vega, una actriz trans. Es ya inconcebible que la industria no tenga un lugar para actrices y actores trans para contar historias sobre personajes trans. Muchas veces la industria opta por actores cis que interpretan a personas trans. Esa manera de narrar las historias no hace más que sumar a la sociedad transodiante. El cine construye discursos y al seleccionar a actores “para que hagan de” le quita espacio a actores que no necesitan “hacer de”. Las personas trans ya han cruzado las fronteras construidas por la sociedad asignadas a los géneros. No necesitamos disfraces que invisibilizan a los cuerpos e identidades trans.
La película de Sebastián Lelio juega con los prejuicios del espectador. Cada escena es un ejercicio de empatía, de reconocimiento del otro y de uno mismo. Es un repensar sobre nuestras actitudes, nuestro lenguaje, nuestras vivencias, una toma de conciencia sobre cuestiones cotidianas que las personas cisgénero ni siquiera nos detenemos a analizar. El film es una gran toma de conciencia sobre nuestras falencias como sociedad. Nos falta respeto y libertad. Faltan actrices y actores trans, faltan films dirigidos por trans, faltan críticos y críticas de cine trans, faltan programadores y programadoras y jurados trans en los festivales de cine. Las personas y sus historias existen y están. Es la sociedad misógina y transodiante quien no está queriendo ver(lxs).
Una mujer fantástica ha cosechado diversos premios alrededor del mundo como mejor guión en el Festival de Berlín, mejor largometraje en los Teddy Awards, el Goya a mejor película iberoamericana, mejor largometraje en los Premios Fénix (México) y como mejor película internacional en los Independent Spirit Awards. Además, la película pudo verse en noviembre del 2017 en el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata dentro de la competencia latinoamericana donde obtuvo el premio RECAM a la “Mejor Obra Cinematográfica del MERCOSUR”.