Nuestro trabajo sostiene tu vida: la historia de la Red de Trabajadoras Domésticas de Honduras

En Honduras, la Red de Trabajadoras Domésticas se levanta como un faro de lucha y esperanza para miles de mujeres que realizan tareas de cuidados y trabajo doméstico remunerado, un sector históricamente precarizado y poco valorado. Eda Luna, coordinadora técnica de la Red, comparte las experiencias y desafíos de la primera cooperativa de trabajadoras del hogar remuneradas de Centroamérica.

“Aquí, en Honduras, el contexto para nosotras es desafiante”, dice Eda Luna, coordinadora técnica de la Red de Trabajadoras Domésticas, la primera cooperativa de trabajadoras del hogar remuneradas de Centroamérica, una organización que surgió a finales de 2014 para hacerle frente a la explotación laboral y vulneración de derechos que enfrentan históricamente las trabajadoras del sector. 

Según datos de la OIT, el 95% de las trabajadoras domésticas en el país no cuenta con un contrato formal, lo que las deja en una situación de extrema vulnerabilidad. “Nosotras tenemos la claridad de lo que nos afecta y cómo nos afecta. Sabemos que cada decisión que se toma en este país impacta de forma desigual en la vida de las mujeres que hacemos trabajo doméstico remunerado y cuidados”, asegura Eda en diálogo con LATFEM. Para ella, las instituciones que deberían garantizar sus derechos muchas veces son las que permiten los abusos y las violencias de parte de los empleadores.

En este contexto, una de las principales apuestas de la Red ha sido la ratificación por parte del Estado hondureño del Convenio 189 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que establece estándares para el trabajo decente en el sector doméstico. Entre ellos, el Convenio fija la obligación de un contrato laboral, el respeto de la jornada de trabajo, el derecho a la seguridad social y prestaciones por maternidad, el reconocimiento de la edad mínima para trabajar, un ambiente libre de violencias y acceso a la justicia y a la sindicalización. Eda asegura que este convenio y la ley del trabajo doméstico remunerado son herramientas fundamentales para transformar el Código del Trabajo en Honduras, que hoy no reconoce a las trabajadoras del hogar ni regula la actividad.

La desigualdad es evidente: las trabajadoras domésticas suelen hacer jornadas extendidas sin compensación adecuada y con salarios significativamente menores que en otros sectores. “La falta de acceso a la seguridad social y la inexistencia de contratos formales nos deja en una situación de total vulnerabilidad”, asegura la coordinadora técnica de la Red.  Para ella, si bien su trabajo es una labor vital e imprescindible es, también, el más discriminado. “Sabemos que cada decisión que se toma en este país impacta en la población, pero de manera particular en la vida de las mujeres que hacemos trabajo doméstico remunerado y cuidados”, subraya Eda.

La falta de derechos laborales se complementa, además, con la fuerte estigmatización que existe sobre esta labor, lo que complejiza aún más su reconocimiento como trabajo digno. “No se nos reconoce como trabajadoras con derechos. Somos mujeres empobrecidas, viviendo en barrios marcados por la violencia y se crea un estigma sobre quiénes somos”, dice Eda.

“No se nos reconoce como trabajadoras con derechos. Somos mujeres empobrecidas, viviendo en barrios marcados por la violencia y se crea un estigma sobre quiénes somos”

Según el informe de la Comisión Interamericana de Mujeres (CIM), el 13.8% de la población económicamente activa de mujeres en América Latina se dedica al trabajo doméstico. Sin embargo, estas trabajadoras suelen ser las más vulnerables: muchas de ellas son indígenas, afrodescendientes o migrantes y, en gran parte de los casos, no tienen acceso a servicios básicos como la seguridad social.

Si nuestra vida no vale, produzcan sin nosotras

A pesar de que este trabajo sostiene la vida cotidiana y contribuye al desarrollo económico de los países, las trabajadoras domésticas no reciben el reconocimiento ni la remuneración justa que merecen. “Ni siquiera yo me reconocía como trabajadora doméstica”, reconoce Eda. “Decíamos que éramos amas de casa, sin darnos cuenta de que realizábamos un trabajo esencial para otras familias. De a poco, fuimos organizándonos y formándonos, y vimos la importancia que tenía nuestro trabajo”, agrega.

Para las integrantes de la Red, el COVID-19 puso de manifiesto la importancia del trabajo doméstico y de cuidados, pero también evidenció la falta de acceso a derechos básicos como la salud. “Quedó claro que las trabajadoras domésticas realizan un doble papel de cuidado en sus hogares y en los de sus empleadores, sin reconocimiento de sus derechos”, asegura Eda. 

Eda recuerda cómo durante la pandemia muchas trabajadoras domésticas fueron despedidas sin indemnización después de muchos años de servicio. “Tuvimos compañeras que, después de 45 años de trabajar para una sola familia, fueron despedidas sin ningún tipo de indemnización”, cuenta Eda y agrega: “Muchas de ellas ahora están con enfermedades ocupacionales y nadie se hace cargo de su salud”.

La falta de reconocimiento y la discriminación son barreras históricas para las trabajadoras domésticas. “Muchas compañeras no se reconocen como trabajadoras con derechos y eso es lo que nosotras queremos cambiar: que se reconozcan, que se empoderen, que exijan sus derechos”, dice Eva y destaca la centralidad que tiene para ellas la organización política y la formación en derechos que impulsan desde la Red.

“Muchas compañeras no se reconocen como trabajadoras con derechos y eso es lo que nosotras queremos cambiar: que se reconozcan, que se empoderen, que exijan sus derechos”

Cooperativismo y formación feminista: el pilar del poder colectivo

Una de las estrategias de la Red es la formación política y el reconocimiento de sus integrantes. “Creamos la primera escuela de formación política feminista, intercambiando saberes, construyendo poderes, donde abordamos la construcción social de la mujer, derechos humanos y laborales, y el trabajo doméstico desde una perspectiva interseccional”, explica Eda. Desde su experiencia, la formación es clave para que las trabajadoras domésticas se reconozcan como sujetas de derechos y puedan exigir su cumplimiento.

La Red también impulsa la educación popular desde el abordaje feminista, brindando certificaciones en diversas áreas del trabajo doméstico. “Es como decir: nosotras estamos certificadas, contamos con estas habilidades, aunque no hayamos ido a una escuela”, señala Eda. “Tenemos educación y, por ende, así debe ser nuestro pago”.

En este contexto, el cooperativismo se presenta como una herramienta poderosa para enfrentar las desigualdades y promover la justicia social. La Red ha impulsado una iniciativa de cuidados remunerados a través del modelo cooperativo. “El cooperativismo no solo es una forma de generar empleo digno y justo, sino también de establecer una relación laboral formal entre patrón y trabajadora”, dice Eda. La cooperativa busca no solo ser una empresa generadora de trabajo, sino también brindar seguridad y protección de las trabajadoras que la integran.

El cooperativismo les ha enseñado que la organización colectiva y la autogestión son claves para enfrentar las desigualdades y construir una vida digna para todas las personas. “Para nosotras, el cooperativismo significa avanzar en el reconocimiento de los derechos laborales y humanos de las trabajadoras domésticas afirma Eda es una forma de saldar una deuda histórica con las mujeres que han realizado este trabajo sin derechos”.

Para la Red, el cooperativismo significa mucho más que una nueva forma de organización: “No solo nos embarcamos en un modelo cooperativista, sino que reivindicamos el trabajo doméstico remunerado y contribuimos a esta deuda histórica que tienen con nosotras”, explica su coordinadora técnica. “Promovemos la justicia y la igualdad, y buscamos transformar la percepción social sobre el trabajo doméstico, demostrando su valor y su contribución al bienestar colectivo”, concluyó.

“El cooperativismo es una forma de saldar una deuda histórica con las mujeres que han realizado este trabajo sin derechos”

A pesar de los avances logrados por la organización, los desafíos son muchos. La falta de contratos formales, el acceso limitado a la educación y la salud, y la discriminación siguen siendo problemas graves. Sin embargo, la Red de Trabajadoras Domésticas de Honduras continúa su lucha, fortalecida por la solidaridad y el compromiso de sus integrantes como asegura Eda: “No nos quedamos en la queja; buscamos estrategias para empoderarnos y exigir nuestros derechos”.

En un contexto hostil donde el trabajo doméstico, fundamental para la vida social, es desvalorizado y precarizado, la organización de las trabajadoras se vuelve imprescindible. Hoy la Red de Trabajadoras Domésticas de Honduras es un ejemplo de resistencia y esperanza para todas las mujeres trabajadoras domésticas de la región y más allá.