Postales mundialistas: los últimos bailes

En esta tercera entrega, Anuka Fuks se concentra en las jugadoras que se despiden de sus selecciones en esta copa del mundo. La argentina Estefanía Banini, la brasileña Marta Vieira da Silva y la estadounidense Megan Rapinoe: cada una con su estilo, su trayectoria y sus propias potencialidades para achicar la brecha que se abre entre el fútbol femenino y el masculino. Se retiran del Mundial tres jugadoras que marcarán, sin dudas, la historia de la disciplina. Las ilustraciones de esta postal son de Ro Fuks.

Las canciones de despedida suelen hablar sobre y desde el amor romántico, una persona que deja a otra, una persona que es dejada, hablan de silencio, de pausa, de distancia, de recuerdos, de no olvidarse, de corazones rotos, de la espera, del posible regreso alguna vez quizás. Esta lista de canciones es un ejemplo y puede funcionar como banda sonora de la postal. Pero no hablaremos de parejas a las que un océano, una ruptura amorosa o un avión las separa, las aleja, les hace decir chau. Acá hablaremos de las jugadoras que se despiden de sus selecciones. 

La última gambeta

“Quisiera no decir adiós. Pero debo marcharme. No llores, por favor no llores…” Si Gilda, a través de la inteligencia artificial, fue la voz de aliento de la selección argentina antes de que comenzara el mundial. También será la voz que se escuche ahora cuando se cierra el telón. 

Con los ojos colorados e hinchados, Estefanía Banini canta el himno en el Waikato Stadium, de cara a la tribuna argentina. Con los ojos colorados e hinchados, Estefanía Banini salta los carteles de publicidad del campo de juego y revolea sus dos botines a la platea. Con los ojos colorados e hinchados, en la zona mixta y frente a los micrófonos del periodismo presente, Estefanía Banini dice: “Estoy orgullosa del camino que recorrí con la celeste y blanca. Me toca irme pero me voy tranquila. Hay chicas con mucho talento”. En el medio de las tres escenas, Argentina perdió contra Suecia por 2 a 0, no pudo con la épica aunque salió a buscar el partido y en el primer tiempo logró contener a una de las potencias del fútbol femenino. La Albiceleste quedó última en su grupo y se vuelve a casa sin el objetivo que se había propuesto: conseguir una victoria mundialista. Frente a 23 mil personas, y con los ojos colorados e hinchados, después de dejar algunas tantas gambetas desparramadas y algunos otros remates desde lejos al arco, Estefanía Banini se despide. Lo dice y lo repite a la insistencia de la pregunta. No, no habrá otro mundial para la crack mendocina. 

“Es una jugadora increíble. Es mucho más de lo que ustedes piensan. Tengo admiración”, dice Germán Portanova, el técnico de la selección después del partido contra Suecia. 

Se va, a sus 33 años, la que se puso la mano detrás de la oreja para exigir mejores condiciones en la disciplina en Chile 2018, la que llevó la cinta de capitana en el Mundial de Francia 2019, la que pidió ser reconocida con su nombre y no llamada la messi mendocina, la que exigió un cambio de identidad del equipo y fue echada por el ex técnico. La que mil días después volvió a vestir la camiseta celeste y blanca, la que dejó la 10 y se puso la 22, la que gambeteó a las italianas en la primera fecha en Nueva Zelanda, la elegida por la FIFA como una de las mejores jugadoras del año pasado, la que se coronó campeona con el Atlético Madrid, la que fue la única piba futbolista en el club Cementista de Mendoza durante diez años, la que dejó su ciudad natal y su país para jugar a la pelota, la que dijo que sueña con retirarse en el fútbol argentino, la que siempre habla de las generaciones de nenas que podrán elegir ser futbolistas, se va. Al menos, se va de las citas mundialistas pero nos deja sus magias para mirar – como esta fiesta de amagues frente a Brasil en la Copa América 2014 – y disfrutar una y otra vez. 

A última dança

“Não tem desespero não / Você me ensinou milhões de coisas / Tenho um sonho em minhas mãos / Amanhã será um novo dia” canta Caetano Veloso y habla de poesia, de la alegría, del futuro de saudade. >No hay concepto o palabra en español para traducir saudade. Tampoco hay concepto o palabra para traducir o definir a Marta, la jugadora histórica de Brasil.

“Hay que llorar al principio para sonreir al final”, dice Marta Vieira da Silva hace cuatro años, con lágrimas en los ojos, la camiseta verdeamarelha transpirada y una sonrisa que se dibuja en los labios rojos furiosos. Está en el medio del campo de juego y Brasil acaba de ser eliminada de la Copa del Mundo de Francia 2019. “Y eso se los digo a las niñas que juegan futbol, no va a haber una Formiga para siempre, no va a haber una Marta para siempre. El fútbol femenino depende de ustedes”, dice acercándose a la cámara y mirando fijo el lente. 

Dos Riachos es un pueblo de diez mil habitantes ubicado en Alagoas, al noreste de Brasil. Ahí, en un barrio de casas de zinc, a dos mil kilómetros de Río de Janeiro, nació Marta. Esos dos mil kilómetros los desanduvo en un micro durante tres días a sus catorce años y con un bolsito, cuando decidió ir a probarse al Vasco Da Gama. Ella ya sabía que el fútbol sería su vida, lo sabía desde muy chica, desde que se escapaba de sus hermanos para poder jugar a la pelota con otros chicos en la calle. Lo supo cuando Julio de Freitas, el entrenador del Centro Sportivo Alagoano, un equipo de varones en el que jugó, le dijo que después de Pelé era el mayor talento que había visto. 

La diez de Brasil sale al campo de juego del estadio de Melbourne entre las once titulares. Sonríe. La selección brasileña debe ganarle a Jamaica para pasar a octavos. Pero el equipo de Pía Sundhage no puede con las centroamericanas y empata en cero. Cuando la árbitra da el pitazo final, Marta ya se muerde los labios, mira a la tribuna y recibe los aplausos del público. Levanta las manos. Es su sexta y última Copa del Mundo. Quizás mientras mira a la tribuna esté recordando aquella vez primera vez a los 17 años  en Estados Unidos 2003 cuando marcó tres goles en su partido debut. Ahora, ostenta el récord de mayor goleadora -tanto en fútbol femenino como masculino- con 17 tantos en mundiales Y es la única que convirtió tantos en cinco ediciones. 

Sí, parece que ese tal Freitas tenía razón. Marta fue elegida seis veces como mejor jugadora del mundo por la FIFA. Es la goleadora histórica de su selección con 119 tantos en 181 partidos.Es la única futbolista mujer que tiene un homenaje en el Maracaná. La tribuna canta: “Yo no vi jugar a Pelé pero vi jugar a Marta”. Y desde adentro del campo, la futbolista dice que su sueño es ganar un mundial o la medalla dorada en los Juegos Olímpicos, algo que Brasil todavía no consiguió a pesar de tener su vitrina repleta de trofeos de la Copa América. 

“¿Cómo iba a saber que podía jugar en la selección brasilera si no tenía referentes? Ustedes no mostraban el fútbol femenino”, dice Marta emocionada en la conferencia de prensa antes del partido contra Jamaica. Durante su carrera fue referente de la lucha por la igualdad de condiciones y derechos laborales.  A sus 37 años, a rainha, como la llaman en Brasil se retira bailando. Bailando de verdad, con coreografía y todo. “Voy a sentir mucha saudade pero seguiré en ustedes, en su memoria, juntas como siempre. Gracias por estos momentos maravillosos”, dice Marta en uno de los almuerzos de la selección brasilera y sus compañeras la aplauden. Comienza así a despedirse. 

The power of good bye

“No hay poder más grande / que el poder del adiós”, canta Madonna en esta canción y qué mejor que un ícono del pop para despedir a un ícono del fútbol femenino estadounidense.


Sesenta minutos lleva el partido entre Estados Unidos y Países Bajos. Las selecciones disputan la final de la Copa del Mundo de Francia 2019. La capitana de norteamérica acomoda la pelota en el punto del penal. Patea rasante al palo derecho. Megan Rapinoe acaba de hacer el primer gol que le dará un nuevo trofeo a su selección. Abre los brazos y sonríe orgullosa frente a las tribunas. Aquella imagen, que se vuelve foto, se volverá ícono de la reivindicación de la lucha de la estadounidense por equiparar las condiciones del fútbol femenino a las del masculino. 

Fue a partir de aquel torneo, en el que Rapinoe se volvió una figura mediática. No sólo por su reconocimiento como mejor jugadora del mundial, por el bicampeonato de su equipo nacional, por su Balón de Oro, si no justamente por sus reivindicaciones fuera de la cancha: la lucha por los derechos LGBT, su repudio a la violencia policial y al racismo. Sin embargo, son posturas que la jugadora ya venía sosteniendo y explicitando. En septiembre de 2016 y como jugadora del Ol Reign, apoyó su rodilla en el césped como gesto de protesta social y eso la llevó a ser advertida por la organización del fútbol de su país. “Tiene que honrar la bandera de pie”, le dijeron. “Soy gay y sé lo que significa mirar la bandera y no sentirte respaldada”, respondió. 

“Gracias, pero no gracias. No voy a ir a la fucking Casa Blanca”, había dicho en una entrevista antes de ganar la copa en Francia 2019. “Soy un gran fanático de la selección estadounidense y del futbol femenino, ¡pero Megan debería primero ganar antes de hablar! ¡Termina el trabajo!”, tuiteó Trump en respuesta. La selección fue y consiguió el título y no fue a la residencia presidencial. 

Con 38 años, Megan Rapinoe espera la señal de su entrenadora para saltar al campo de juego en el partido contra Portugal. En cuatro años, Rapinoe pasó de ser titular indiscutida y capitana a esperar su turno en el banco de suplentes. Entra, finalmente, en el segundo tiempo. Estados Unidos no logra sacar ventaja frente a la selección debutante pero igualmente pasa a octavos. Antes de irse al vestuario, Rapinoe consuela a una jugadora portuguesa que llora por su eliminación. 

La futbolista que nació en la ciudad de Redding, sobre el río Sacramento y sorteó durísimas lesiones a través de su carrera, se despedirá de su selección cuando termine su participación en el Mundial. Se quedará en su haber con dos Copas del Mundo, un oro en Juegos Olímpicos, un Balón de Oro y el cariño de la gente. 

Ahora sí, podemos despedirnos hasta la próxima entrega.