La madrugada del 29 de enero de 2015 Victoria Aguirre llegó con su hija Selene de dos años y cinco meses en brazos a la guardia del Hospital Samic de Oberá, la segunda ciudad más grande de Misiones, ubicada casi a cien kilómetros de Posadas. Ella no lo sabía, pero la beba ya estaba muerta. La autopsia determinó “politraumatismo de cráneo”. La nena llevaba marcas antiguas de la violencia machista en su cuerpo: moretones y hematomas de los golpes que le propiciaba Rolando Emilio Lovera, la pareja de Victoria. A pesar de que se trató de un femicidio vinculado, Victoria está presa desde que murió su hija y enfrenta un juicio que la puede llevar a la cárcel de por vida. Está acusada de no evitar que mataran a su hija. La carátula es “Homicidio agravado por el vínculo” carátula y el encuadre jurídico “omisión impropia”, lo que prevé una pena de prisión perpetua. Mientras, Lovera está acusado por “homicidio simple”, que estipula una pena de 25 años. La historia de Victoria se volvió una causa nacional y desde el movimiento de mujeres, lesbianas, travestis y trans de la Argentina se exige cada vez con más fuerza: libertad y absolución para Victoria. El martes convocan a una audiencia pública a las 17 hs. en el Congreso de la nación para visibilizar el reclamo.
El juicio, que empezó el último día de junio, ante el Tribunal Penal N° 1 de Oberá, se suspendió después de la tercera audiencia “hasta nuevo aviso” porque el tribunal fue rechazado por parcialidad por el abogado defensor de la joven, Roberto Bondar. Su pedido ahora debe ser analizado por la Cámara Comercial ya que no hay Cámara Penal en Oberá.
Victoria está acusada de ser una mala madre, una madre que no impidió que mataran a su hija, no hizo lo suficiente para evitarlo. Esa mirada moral que no tiene en cuenta el contexto de violencia doméstica que sufrían ella y su hija quedó reflejada en cada una de las escenas del debate oral. La joven, que hoy tiene 24 años, fue sometida a un interrogatorio por parte de la fiscal Stella Maris Salguero de Alarcón. “¿No pudiste romper el vidrio para escaparte si estabas secuestrada?”, le planteó. “¿No pudiste pedirle ayuda a la médica de guardia y avisarle que tu concubino las estaba maltratando?”, le preguntó. La fiscal insistió en su responsabilidad en el crimen, a pesar de que los golpes no salieron de los puños de la chica y que ambas convivían en una atmósfera de violencia: “Yo entiendo, estabas nerviosa, tu hija estaba enferma… Pero se trataba de tu hija…”, le dijo. Lovera estuvo presente durante este interrogatorio, lo que le permitió desmarcarse de cada uno de los dichos de la joven.
En el expediente hay múltiples pruebas que demuestran el marco de violencia doméstica y la falta de responsabilidad de Victoria en la muerte de su hija. El Observatorio de Prácticas del Sistema Penal, de la Asociación Pensamiento Penal (APP), se presentó como Amicus Curiae en el caso y señaló: “donde el juzgador sin perspectiva de género encuentra una actitud pasiva, en una mujer víctima de violencia doméstica esa conducta será supervivencia”. APP reclamó que el caso sea juzgado con perspectiva de género “porque la muerte tuvo lugar en un contexto de violencia doméstica en el cual la madre y la niña se encontraban sumisas”. El Consejo Nacional de las Mujeres (CNM), órgano del gobierno nacional, también se presentó como amicus curiae.
Victoria es una sobreviviente de la violencia machista: psicológica, física y sexual. Ella y su ex pareja se conocieron a mediados de 2014. Victoria ya era mamá de Selene, una beba que tenía un retraso madurativo y epilepsia. En ese entonces tenía 21 años y cursaba el tercer año de Magisterio. Lovera trabajaba como sereno en un depósito. Después de seis meses de haberse conocido, juntos alquilaron una casa en Oberá. La convivencia duró 28 días. El maltrato fue in crescendo hasta sersometidas a un aislamiento que empezó con la familia yterminó en el encierro absoluto: el hombre la obligaba a pasar las noches en el galpón del arenero donde trabajaba. Victoria y la beba dormían en el piso encerradas. Él les prohibía ir al baño para que no quedara registro en las cámaras de seguridad del lugar que iba cada noche con ellas a trabajar y las encerraba.
Cuando el padre de Victoria le mandaba mensajes de texto a su celular, era Lovera quien contestaba por ella. Los ocho días previos a la muerte de Selene, la joven y su hija estuvieron en cautiverio y bajo la amenaza del asesinato de la beba. Lovera las amenazaba con un arma de fuego y un cuchillo.
“Él nos tuvo secuestradas e incomunicadas porque llegó a romperme el celular. Él abusó de mí”, contó Victoria en una entrevista a un medio local. La última vez que la golpeó, Lovera le pidió a Victoria que mintiera, que había tenido una convulsión, que se cayó. Cuando llegó la policía al Hospital, Lovera ya no estaba ahí.
Desde que empezó el juicio, Victoria Aguirre está detenida en la comisaría 2° de Oberá. La mayor parte de los dos años y medio que lleva presa estuvo en la Unidad Penitenciaria N° 5, cerca de la capital.
La historia de Victoria se repite en otras mujeres judicializadas: una trama común que solo mira con la lupa de la moral a las madres y no busca las huellas previas de la violencia machista que vivían estas mujeres antes de que sus hijas murieran. Sin ir más allá de los límites de la provincia de Misiones, puede rastrearse la historia de María Ovando. Estuvo un año y siete meses detenida en una cárcel misionera acusada de abandono de persona agravado por el vínculo, tras la muerte por desnutrición de su hija Carolina de tres años. En 2012 el Tribunal Penal N°1 de El Dorado, Misiones, decidió absolverla.
Así como las tramas de violencias son similares, también se replica la solidaridad entre mujeres que se activa desde los feminismos para revertir estas causas injustas. En Buenos Aires, Yanina González y Celina Benitez son ejemplos de casos similares. Las dos vieron morir a sus bebas de dos años, Lulú y Milagros, en manos de sus parejas, varones agresivos que las maltrataban a ambas. Yanina y Celina fueron acusadas por la misma fiscal: Carolina Carballido Calatayud, titular de la Fiscalía Especializada en Violencia de Género del Partido de Pilar, por “abandono de persona”. En Córdoba, Dayana Gorosito tiene una causa similar: la imputaron y encerraron por no evitar que su pareja, un varón violento, asesinara a su bebé. El acompañamiento de movimiento de mujeres, lesbianas, travestis y trans logró revertir sus causas injustas. Tanto Yanina como Celina están en libertad rearmando las piezas de su vida desordenada por el encierro arbitrario. Dayana ahora espera el juicio en su contra libertad. En Misiones Victoria quiere “recuperar la vida que ese tipo me robó”.