Coti López es fotógrafa y dueña de una enorme sensibilidad. Su libro Chusma podría llamarse Amiga, porque el acercamiento a las personas retratadas consigue miradas generosas y desnudas, como si el dispositivo fotográfico se hubiera disuelto para abrirse a una pura horizontalidad.
“Todo chusma en una plaza sabe / que el único mesías radica en el pueblo” y Coti busca en las miradas que le devuelven la revelación de esa verdad. El único mesías es el pueblo y cada contacto visual es prueba de la inmanencia de la divinidad popular. Miradas que afirman ser y potencia, deseo y seguridad, identidad y afecto.
La fotografía trabaja con materiales sensibles y combinados, el tiempo y la luz, todo lo que siempre fluye y se escapa. El trabajo de Coti es una pregunta contemporánea por la memoria, en donde la subjetividad representada se convierte en su expresión. A través de los elementos de la fotografía captura instantes de verdad. Eso y no las imágenes del espectáculo conforman la memoria del heroísmo popular. Pibitos que venden en la calle tesoros para alegrar el día, pibas con piercing como lunares y cuerpos que parecen seguros entre amigas, muchachas con trajes típicos del altiplano listas para que las faldas ondeen al ritmo de la festividad, marcha del orgullo con femineidades y cuerpos queer como Gracias modernas. Lo que pasa en las calles no se refleja en el mundo de las instituciones, por eso memoria e historia difícilmente se crucen. Y por eso, este libro es un testimonio para atesorar.
El método de Coti López está en una frase de Clarice Lispector que recoge Chusma: “cuando veo a una persona que nunca vi, y tengo algún tiempo para observarla, me encarno en ella y así doy un gran paso para conocerla”. De ahí a la comprensión de sus motivos y de su devenir, hay un instante. La invitación es a una mirada piadosa y detenida, suave y no juzgadora. Porque Coti mira personas, donde los discursos odiosos ven gentuza, y levanta el guante del orgullo chusma, en donde el pueblo es artífice de su propia memoria.