¡Ay, comadre!
Un pequeño trozo de espejo todo irregular, pegado con cemento a la pared de un baño, era la ventanita a través de la que Wendy y Paola miraban el rostro de las mujeres que deseaban ser. “Ay, comadre” suspira la Paola, mientras ambas en silencio rememoran ese tiempo pasado donde eran apenas un garabato de las mujeres que hoy son. “Jota, la verdad… no mames… antes…” dice Wendy al tiempo que se ahoga de pena y regocijo. Quedó atrás aquel tiempo en que con estropajo y alcohol improvisaban un mechero para poder cocinar unos huevos, que comían con el pan más masudo y así llenaban el hambre. Ya no tienen que comprarle a la señora Adelina la pedacera de tacos de vapor que sobraban al final de la noche, cuando ellas volvían de taconear. Aún así añoran ese sabor a queso, papa y tortilla que sobraban en la canasta por el que pagaban los últimos 20 pesos que tenían. Todo eso quedó en el pasado, pero aún así Wendy y Paola siempre regresan orgullosas a las callecitas colorinches de su querido León, Guanajuato.
Wendy Guevara y Paola Suarez son dos mujeres trans mexicanas que en 2017 alcanzaron insólitamente la popularidad gracias a un video que se volvió viral. Un simple video de menos de 1 minuto hizo para siempre la diferencia en las vidas de estas dos amigas. “Hola, nos vinimos a cotorrear con unos viejos y nos dejaron aquí en el cerro. Se fueron en el coche y nos dejaron. Estamos perdidas. Sí alguien ve este video, por favor busquenos”, dice Wendy, tras lo que Paola se deshace en carcajadas. “Sí ven este video es que ya estamos muertas” dice Paola. Al girar la cámara, entre risotadas, se ve un paisaje desolado junto a un charco de agua. “Estamos perdidas ¿Conocen este lugar?”, dice Paola, mientras de fondo ambas hacen jocosamente un eco con voz bien gruesa y masculina que repite “estamos perdidas, perdidas, perdidas…”. Este ocurrente video, donde ambas se toman a risa el haber sido abandonadas muy lejos de la ciudad se volvió rápidamente viral por la simpatía y ocurrencia de las muchachas. Aún en esa incertidumbre, habiéndose quedado a oscuras en el cerro, Wendy y Paola se reían de la desgracia sin saber que ese minuto de video que enviaron a sus amigas se volvería el pasaporte a la fama.
Ese mismo año fueron premiadas en los MTV miaw como mejor video viral y así iniciaron una carrera explosiva en redes sociales. Hoy, Wendy es la estrella revelación de uno de los programas más vistos de México y es una de las primeras mujeres trans en alcanzar tanta popularidad entre el pueblo mexicano. Hace unos meses ingresó a La Casa de Los Famosos, una suerte de Gran Hermano con celebrities, junto a otros populares actores, deportistas, influencers y modelos ya consagrados en la TV. Wendy parecía una apuesta de corto plazo dentro del programa, pero su simpatía, ocurrencia, naturalidad y espíritu de barrio se ganaron el corazón de la teleaudiencia. Más allá de los resultados (que muchos sospechan están arreglados por la televisora) sus amigas siempre cantan afuera de las galas: “Wendy, carona, ya eres ganadora”. Y es que la presencia de esta mujer trans en el prime time televisivo, la amistad que trenzó con los demás participantes del reality, el fervor despertado en el público y su shippeo con uno de los participantes ha puesto ante los ojos de la machista sociedad mexicana una nueva mirada sobre las personas trans, sus experiencias y sus capacidades.
Echar desmadre
Las Perdidas son un clan en redes que se originó a partir del video viral protagonizado por Wendy y Paola. Luego del furor, ellas comenzaron a subir videos a sus redes sociales, especialmente en el formato de vivos a través de Facebook. Sin embargo, Wendy permaneció en León mientras Paola se radicó en la Ciudad de México. Esa separación de Las Perdidas originales trajo a la escena a Kimberly, otra amiga de Wendy que la acompañaba durante los vivos. Progresivamente se incorporaron a la crew otras chicas trans que eventualmente echaban desmadre con Wendy y Paola. Los vivos de las perdidas tienen una premisa simple: es una ventana abierta a la vida cotidiana de un grupo de chicas trans que disfrutan de hablar abiertamente sobre sexo, comerse sus taquitos y arreglarse para salir al antro. Las seguidoras de Las Perdidas hacen preguntas de diversa índole que las chicas responden con sarcasmo, ingenio y simpatía. A veces las trollean, a veces les hacen bromas pesadas sobre su aspecto, pero ellas responden con un contraataque mordaz. “Wendy, ahora que te vas a operar pídele al cirujano cinco pesos de pescuezo”, le escribe una de sus seguidoras durante un live, a lo que Wendy responde entre risas: “No, puta. Así me voy a quedar sin cuello, ni modo. ¡Me vale puro chorizo!”.
Esta actitud desenfadada y bromista le ha valido a Wendy varias críticas. Para un sector de la comunidad trans, en especial la que participa más activamente de los debates feministas, la Wendy no se da a respetar y hace el payasito para las personas cis que la siguen y disfrutan viendolas ponerse en ridículo. Para otras, Wendy es la representante de muchas chicas trans de las clases obreras que no tienen la opción de “pasar” como mujeres y que por lo tanto habitan esa contradicción con humor, con desenfreno y con desmadre. Y es que ciertamente, la posibilidad de pasar por mujeres y reproducir el estereotipo de la mujer blanca, profesional, bien portada y honrada no es algo que Wendy y Las Perdidas tengan como aspiración o posibilidad.
Para las domesticadas conciencias de la clase media la actitud desacartonada de Wendy y Las Perdidas puede parecer pintoresca, pero para ellas es un modo de vida. Don Kulick y Charles Klein han investigado sobre el escándalo en las comunidades de travestis brasileñas, señalando que muchas veces el escándalo es una forma de romper con lo cotidiano y abrir nuevas instancias de negociación entre las personas trans y la comunidad cis. Para Las Perdidas, echar desmadre es el equivalente a hacer escándalo, y ese desmadre les permite habilitar un nuevo lenguaje, una pausa en las normas sociales durante la cual ellas y el público que las rodea son parte de un mismo momento de descontrol, irreverencia y exotismo. Del mismo modo que nuestras travestis argentinas encontraban en el carnaval un arco de inflexión de la norma social, Las Perdidas hacen del desmadre su territorio, donde les está habilitado reír, bromear, decir verdades y pasar por mujeres aunque tengan el pescuezo corto o la cara ancha. Habituadas a ser el centro de atención, a convocar las miradas de sus vecinos y a ser el tema del cotorreo del barrio, Wendy y sus amigas acaparan esa atención para montar un show donde se exhiben y exhiben las hipocresías, fantasías y deseos que rondan sobre las vidas trans.
Resulta y resalta
Durante su reciente participación en La Casa de los Famosos, Wendy ha liderado cada semana la trama. Los eventos, disputas, tensiones y competencias la tuvieron directa o indirectamente como protagonista. Pero sumado a ello, Wendy a condimentado su participación con un pequeño y espontáneo segmento semanal al que tituló “Resulta y resalta” donde ella resume los conflictos de la semana dentro de la casa, entrevista a los concursantes y los pone a discutir aquellos temas que generan tensión, pero todo ello desde una clave cómica. Hábil dominatrix del desmadre, la Wendy pone a todos en la casa a bailar a su ritmo y sazona los conflictos con un poquito de su picor. Eso la llevó a ser la ganadora de esta última edición y conquistar la empatía de un público mexicano mayormente machista y transfóbico.
El formato intimista de La Casa de los Famosos funciona como un guante en manos de Wendy. Para muchos de los demás famosos y famosas fue difícil adaptarse a las cámaras transmitiendo durante 24 horas todas las miserias de los participantes. Acostumbrados y acostumbradas a estar en un set de filmación y presentar ante el público una edición parcial de sus personalidades, para algunos de ellos y ellas La Casa los hizo verse falsos, impostados. A otros la exposición los superó y quedaron al desnudo como el rey Midas. Pero para Wendy, cuya popularidad se debe a los lives de Facebook, el formato fue una extensión natural de sus habituales desmadres. No fue difícil para ella mostrarse natural, desenfadada, despeinada, vestida con las fachas de una simple persona más, totalmente a contrapelo de la sobreactuada “naturalidad” con la que sus compañeros de casa despiertan peinados, maquillados y vestidos para las cámaras. Wendy, a priori la más “artificial” de las mujeres, fue durante los meses que duró el programa un ejemplo de naturalidad, espontaneidad y simpleza… como dicen los mexas: la wendy es de barrio.
Durante su participación Wendy logró hacerse valer como mujer, pero sin insistir en su condición de tal. La exhibición permanente de su vida y su cotidianeidad fue la forma a través de la cual los mexicanos se dieron cuenta que Wendy es una mujer, una mujer trans pero mujer al fin. De hecho al inicio del programa Poncho de Nigris, uno de los favoritos para ganar el reality entró en tensión con ella al tratarla varias veces en masculino, algo que enojó a los espectadores que incluso organizaron acciones en redes para eliminarlo del reality en la primera gala de nominaciones. Wendy, sin embargo, se lo tomó en broma. En una de las primeras galas, debieron enfrentar un desafío semanal en el que debían elegir entre dos opciones: una era dormir juntos en una cama matrimonial durante una semana. De Nigris, visiblemente nervioso por la posibilidad de dormir en la misma cama con Wendy se aventó un chiste a modo de explicación: “es que los dos tenemos erección” a lo que Wendy le respondió “Si, y a mi se me nota más”. Permanentemente se ocupó de callar bocas y comentarios sin dejar de asumir su realidad, su corporalidad y hablando sin tapujos de lo que implica la vivencia de una trans. En otra ocasión, la actríz Bárbara Torres, ante el temor de quedar eliminada, le dice a otra de las participantes “te vas a quedar sóla como mujer acá adentro”. Estos comentarios desataron el enojo de los demás participantes que fueron a preguntarle porqué se expresó de ese modo, siendo que Wendy aún estaba en competencia. A lo que la actríz respondió: “la única mujer entera, sí” seguido de un brutal abucheo. Wendy, impávida, la observaba decir semejantes barbaridades con gesto desencajado. Curiosamente, fueron De Nigris y los demás compañeros varones quienes ubicaron a Bárbara Torres asegurándole que Wendy es una mujer y que de ganar, sería una mujer quien ganaría el concurso.
No soy una mujer
Wendy ha sido bien insistente en otras declaraciones en remarcar que ella no se considera a sí misma como una mujer, señalando desde la espontaneidad de su discurso una posición política respecto al género. En diversos podcasts y conversaciones, Wendy señaló que ella no se considera una mujer igual a las demás mujeres “biológicas”. Siempre ha remarcado que en su trato cotidiano con la familia o con los chavos del barrio, a veces la tratan en femenino y otras en masculino, lo cual no le genera molestia. De alguna forma, Wendy sintetiza en su discurso la existencia de un mundo de las clases populares en donde el género no representa en sí un problema y donde ella es aceptada tal y como es, sin la necesidad de impostar o pasar por una chica. En sus en vivos, de hecho se puede ver como entre Las Perdidas se tratan a veces en masculino, de jotos o maricones, burlándose de toda norma social sobre lo femenino. Su video viral, donde Paola y Wendy bromean sobre el tono grueso de sus voces, es de hecho la expresión más clara de cómo se perciben habitando la contradicción de ser mujeres “a medias”.
Y esto no le sale gratis a Wendy, quien ha recibido extensas críticas desde el movimiento trans:
“Siempre me han atacado muchas chicas, y más chicas que están en esto de ‘los colectivos’ ¿se dice? De la comunidad y todo… Siempre me han atacado porqué yo siempre he dicho que no me considero una mujer. Yo siempre he dicho que yo soy una chica transexual, y para mi una mujer es la mujer biológica que puede dar un bebé. Entonces me dicen: ¿y las que no pueden dar? No, no pueden dar, pendeja. Pero tienen su órgano reproductor femenino y todo por dentro. Yo digo, a mi me deben de respetar mi decisión sí yo no me creo una mujer 100% y me gusta ser afeminada y tener pito y tener bubis, es mi pedo y es mi rollo y deben de aceptarme como yo quiero. Entonces muchas me han atacado y me han dicho ‘ay, no es que das un ejemplo’… No, yo no doy un ejemplo de nadie, yo no soy el kinder de la maestra Lupita, yo no estoy educando a nadie. Yo hago mi contenido, y nada más echo desmadre y enseñó mi vida”.
Con estas y otras expresiones similares Wendy propone una mirada crítica sobre lo trans y denuncia veladamente la existencia de una transnormatividad impuesta por los “colectivos” y agrupaciones políticas que pretenden unificar la complejidad de la vivencia trans en un único formato narrativo. La mirada de Wendy es criticada porque va contra los intereses del proyecto transfeminista, en absoluta vigencia actualmente, que reconoce opresiones comunes entre las mujeres trans y las mujeres cis, pero que a veces peca de “invisibilizar” particularidades. Este debate candente, que las feministas radicales trans excluyentes han llevado a un extremo de violencia y discriminación, no deja de ser un tema espinudo al que se debería observar con más cuidado. Y sobre todo desde una mirada desde la clase y la experiencia material, algo que Wendy y Las Perdidas ponen sobre la mesa de discusión en diversas ocasiones. Siempre relatan que ellas son de barrio y que muchas veces los hombres las saludan “como cholos”, con un apretón de manos. Otros les llaman por sus nombres de varón y eso no les molesta, porque lo entienden dentro del contexto de una relación social de muchos años y que a pesar de ello no se traduce en violencia, maltrato o discriminación. Por el contrario hasta suelen ser admiradas y defendidas por su barrio, quienes pueden bromear al interior del grupo social, pero las hacen respetar hacia el afuera como verdaderas mujeres.
Las acusaciones a Wendy de estar despolitizada, de dar a la comunidad una mal ejemplo, de hacerle el juego y la comedia a los heterosexuales para tener aceptación y demás críticas, sólo dan cuenta de otra mirada radical. Wendy no exige que las demás personas piensen como ella, simplemente cuenta su vivencia y deja en claro que existen otras formas de ser trans y otras formas de agenciarse en los espacios peri-urbanos y las clases populares donde los discursos progresistas no hacen mella y son leídos más bien como punitivos. Esta discusión no es para nada ajena a la realidad de otras mujeres trans. En Argentina hemos sido testigos muchas veces de señalamientos de este tipo hacia mujeres trans comediantes como Lizzy Tagliani a quien se le acusa de hacer una burla de sí misma para ganarse el respeto de las personas cis. O en el caso contrario las acusaciones contra Flor de la V de haber “perdido el sentido del humor” cuando dejó de hacer chistes sobre su sexualidad y empezó a exigir ser tratada como mujer y madre. Lo cierto es que la palabra que nace de las voces trans es siempre cuestionada si transgrede o si complace. Diga lo que diga, la voz trans parece siempre estar errada y eso sucede porque incluso dentro de los espacios feministas y transfeministas, la voz de las mujeres cis sobre lo que debe y no debe ser una mujer es la hegemónica.
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Aún es difícil saber cómo impactará este triunfo de Wendy en la vida cotidiana de las personas trans. Pero sin duda esta historia de vida propone una nueva mirada, una nueva perspectiva sobre el tema a una audiencia tradicionalmente machista. No debemos olvidar que México es uno de los países de Latinoamérica con mayores tasas de asesinatos y violencia contra la comunidad trans y las mujeres cis, y que esta incursión de Wendy en la televisión es sólo un oasis en un desierto de politicas públicas. Pero al menos existe una nueva representación en los medios que escapa de la ridiculización y ofrece alternativas. Ya sabemos bien que a veces esa pequeña luz iridiscente de la TV nos permite soñar y encontrar las palabras para nombrar nuestro sentir. Quizás en algunos años haya una nueva generación de Wendys que sigan siendo las garantes del siempre necesario desmadre. Y a los y las heterosexuales les tocará soportar… ¡y ni modérrimo!