En los próximos días, después de casi nueve meses de aislamiento y de cambios en la cotidianeidad, una promesa de cierre viene de la mano de las vacunas. Sputnik V, la plataforma vacunal producida por el Instituto de Investigaciones Gamaleya en Rusia, será la primera en desembarcar en el territorio argentino con un suministro de 20 millones de dosis para los primeros meses del 2021. Recursos con los que se buscará inmunizar a quienes están más expuestxs frente al virus, como profesionales de salud, y bajar la tasa de mortalidad. Una comitiva encabezada por la secretaria de Acceso a la Salud, Carla Vizzotti, viajó a Moscú para acelerar las tratativas para que las primeras dosis lleguen al país antes de fin de año.
La promesa, sin embargo, tambalea ante la circulación de mensajes contradictorios sobre el testeo de las vacunas y, particularmente, sobre su seguridad en adultos mayores, poniendo en peligro una cuestión fundamental para lograr la mitigación del Covid-19: la confianza y colaboración futura de la sociedad en el proceso.
¿Cómo es la carrera hacia la aprobación?
Actualmente, todas las vacunas con las que Argentina acordó la compra de dosis se encuentran en Fase III, una etapa de ensayos clínicos a gran escala en la que se prueba la seguridad de las plataformas vacunales y su capacidad de generar inmunidad ante el SARS-CoV-2, lo que se conoce como prueba de eficacia.
Tanto la vacuna Sputnik V como las del laboratorio estadounidense Pfizer y su socio alemán BioNTech, y la vacuna de la farmaceútica Moderna demostraron, a principios de noviembre, una eficacia superior al 90%. Es decir, que de cada 100 voluntarixs que enfermaron, 90 habían recibido el placebo y sólo 10 la vacuna. En el caso de la vacuna de AstraZeneca y de la Universidad de Oxford, la eficacia solo alcanzó un 70%, por lo que, luego de esos resultados, se reiniciaron los ensayos de Fase III combinando esta formulación con la del laboratorio Gamaleya.
En cada caso, la formación de los grupos de voluntarixs tuvo distintas características o se dio por estadios separados, concentrando el mayor volumen de pruebas en personas de 18 a 60 años. No obstante, los testeos en personas de edad avanzada, uno de los principales blancos de las vacunas para disminuir la tasa de mortalidad, también tuvieron lugar.
“Las fases III de vacunas como las de Pfizer, AstraZeneca, Moderna y Sputnik V introdujeron individuos mayores de edad, y en todos los participantes hubo producción de anticuerpos, que es lo que determina la capacidad de generar inmunogenicidad”, dijo a LatFem la Directora Científica del Instituto ANLIS-Malbrán, Claudia Perandones. Y agregó que, por si fuera poco, “en el caso particular de AstraZeneca, se pudo corroborar que, en la Fase II de ensayos clínicos, la respuesta de los individuos de 60 a 85 años fue extremadamente buena, con una inmunogenicidad que superaba el 90%”.
A propósito de los dichos que el presidente de Rusia, Vladimir Putin, expresó sobre por qué todavía no se había aplicado la vacuna, la bióloga molecular Belén Almejun, una de las investigadoras de CONICET integrantes de Ciencia Anti Fake News, explicó a LatFem: “El estudio en Fase III de Sputnik V involucra 40.000 voluntarios de diferentes rangos etarios. Ya han sido analizados el grupo de 18 a 60 años, pero aún no el de 60 años en adelante, si bien el estudio ya ha concluido con éxito. Los resultados de los estudios en mayores de 60 recién van a estar analizados para el 30 de diciembre. Solo por la espera de esos resultados es que todavía no se la está aplicando a gente mayor, pero todavía no hay ningún índice que nos lleve a creer que no habría que dárselas cuando lleguen en enero y febrero”.
Una batalla contrarreloj
La razón por la que se busca comenzar el proceso vacunatorio cuanto antes es poder brindar protección a las personas más vulnerables ante una posible segunda ola de contagios que, se supone, tendrá lugar cuando el verano termine. En el caso de Argentina y tantos de otros países, la única manera de lograrlo fue anticipando el abastecimiento de distintas formulaciones vacunales aún a riesgo de que todavía no se sepa si las alternativas en vista sean finalmente aprobadas para su uso.
Es por eso que en agosto empresarios del sector farmacéutico generaron un acuerdo con el laboratorio AstraZeneca para producir el principio activo de su plataforma en Argentina, de la cual el gobierno adquirirá un lote de 23 millones de dosis para el año próximo, una vez que pase por los estudios de certificación. También, por medio del programa COVAX de la OMS, en el que ya se invirtieron 30 millones de dólares, el Estado se aseguró el suministro de 9 millones de dosis que podrían llegar a partir de marzo.
Sin embargo, celeridad y seguridad son cuestiones paralelas. Lo que determina que una vacuna pueda finalmente ser utilizada es la evaluación que hacen los entes de control de su país de origen y, en el caso argentino, de la ANMAT. Un proceso por el que pasarán todas las plataformas, sin excepción.
Además, una vez que comience la aplicación masiva, se iniciará también la vigilancia epidemiológica de las personas vacunadas para registrar, si los hubiera, aquellos efectos adversos que puedan no haberse detectado en las primeras pruebas. Este es un procedimiento que tiene lugar ante cada nuevo tratamiento biomédico.
En condiciones normales, el desarrollo, puesta a punto y evaluación de una vacuna para una enfermedad de tal impacto es un proceso que requieren de la participación de decenas de miles de personas y que se realiza en periodos mucho más extensos de tiempo.
Sin embargo, en pleno auge de una pandemia sin precedentes, esos tiempos se acortaron, ya que la probabilidad de que los y las voluntarixs se expongan al patógeno fue mucho más alta que en otros casos, permitiendo acelerar la etapa de evaluación de la eficacia y hasta superponer el seguimiento de distintas fases clínicas.
Por otro lado, otra “ventaja” del contexto es que, por la alta circulación del virus, el testeo se llegó a realizar en distintas poblaciones del mundo, con lo que se pudo observar las respuestas de diversos grupos étnicos con diferencias genéticas y ambientales. De esa manera, también se anticipa, al menos en parte, cómo será la recepción de las vacunas en distintas regiones.

De cara a la campaña
Según Claudia Perandones el transcurso de la pandemia demostró, ya en los primeros meses, que produce cuadros más graves y mayor tasa de mortalidad en pacientes con comorbilidades, tales como hipertensión arterial, diabetes insulino dependiente, enfermedad pulmonar crónica y obesidad, y en pacientes de edad avanzada.
Por ese motivo, el objetivo de la vacunación es, antes que nada, reducir la cantidad de decesos por el virus. “Teniendo en cuenta la evolución clínica, la morbilidad y la mortalidad observada, es que globalmente se estableció una categoría de prioridades para la vacunación, donde se encuentran los individuos de edad avanzada en primera instancia, los profesionales de la salud en segunda instancia, y luego los individuos con comorbilidades o factores de riesgo”, detalló la experta.
Sin embargo, para comenzar la aplicación a gran escala, Almejun señaló que inicialmente se tiene en cuenta cómo respondieron los grupos etarios a los ensayos. “La campaña de vacunación –explica la especialista- va a estar determinada por el veredicto de la ANMAT: al margen de que el objetivo es vacunar a los grupos de riesgo, lo cierto es que primero se estudia si fue significativa la prueba en adultos mayores. En ese caso, se comienza con el personal de salud y los docentes, que son personas en contacto con muchísima gente y eso permitiría cortar cierta transmisión”.
¿Con las vacunas se termina la pandemia?
En principio, no. Las vacunas serán un aporte central para disminuir la cantidad de casos graves y fallecimientos por la infección con el virus, pero no frenará su circulación viral si no se mantienen las medidas de higiene y distancia adquiridas a lo largo del año.
“Ahora y en los próximos meses seguirá siendo central el mantenimiento de los cuidados: Si no bajamos la curva de contagios, llegar a otoño/invierno con esta cantidad de casos puede ser explosivo”, advirtió Almejun.
En esa línea, Perandones sumó que no hay que dejarse llevar por el descenso de la curva de casos que se viene experimentando desde fines de octubre: “Si bien la circulación viral aparenta disminuir cuando las temperaturas son cálidas, si eso no se acompaña con el sostenimiento de las medidas de distanciamiento y uso de protección, lo estacional es anecdótico: pueden ocurrir fenómenos de alta transmisibilidad igual. No se puede bajar la guardia, hay que continuar con los testeos y la búsqueda de contactos estrechos”.
De hecho, esta semana, tanto en CABA como en la provincia de Buenos Aires, la tendencia al descenso se dio vuelta. “Este jueves tuvimos un ascenso bastante importante en comparación al mismo día de la semana pasada. Es algo que nos preocupa porque tenemos por delante las fiestas y las vacaciones, que son momentos en los que suele producirse cierto relajamiento de los cuidados”, dijo Leticia Ceriani, subsecretaria de Gestión de la Información, Educación Permanente y Fiscalización del ministerio de Salud bonaerense.
En simultáneo, la funcionaria alertó sobre un aumento en los llamados al servicio de información sanitaria 148, que tiende a traducirse en casos positivos confirmados al cabo de pocos días.
Mientras tanto las negociaciones por el acopio de alternativas vacunales continúa su curso, desde la provincia de Buenos Aires ya se preparan para administrar la porción de estos recursos que, en distintas instancias, buscará cubrir a una población blanco de alrededor de 12 millones de personas, de las cuales seis millones integran el grupo prioritario.
“Estamos pensando en una campaña que se inicie, tal vez, antes de fin de año (N.d.R: en función del posible arribo temprano de la vacuna Sputnik V), priorizando, sobre todo, a los trabajadores de la salud. Cuando llegue la mayor cantidad de dosis a mediados de enero, empezaremos con todos los grupos de riesgo: mayores de 60 años, mayores de 18 con comorbilidades, docentes, auxiliares y policías, en un esquema bien territorial”, continuó Ceriani.
El desafío es múltiple. En principio, por el vasto esfuerzo logístico y de recursos humanos para asegurar el acceso a todo el país. En segundo lugar, porque se desconoce la fecha de arribo de las próximas dotaciones de vacunas, en un contexto en el que el virus seguirá en circulación.
Y, por último, porque casi todas las opciones vacunales en danza requieren el suministro de dos dosis para producir inmunidad, con lo que el compromiso de cada individuo se tiene que asegurar para lograr un blindaje comunitario. “La vacunación –concluyó Almejun- es, antes que nada, un acto solidario. Si yo me vacuno, protejo a una persona que tal vez la pase mal y que a su vez no se pueda aplicar la vacuna. La verdadera salida es el compromiso colectivo”.