Está todo oscuro y solo brillan las estrellas. Sin miedo, al centro del escenario del Teatro Colón está La Reina de la Noche, interpretada por Rayen Quitral. Solo una soprano con una prodigiosa voz y con dominio de la coloratura (la capacidad de ejecutar sucesiones de notas rápidas dentro del registro vocal de soprano, en un estilo ornamentado) como ella podría alcanzar esos elevados agudos sin perder fuerza.
Rayén Quitral era el nombre artístico de María Georgina Quitral Espinoza, una destacada soprano mapuche-pikunche que nació en 1916 en Iloca, a 300 kilómetros al sur de Santiago, Chile. Hija de padre mapuche y madre campesina, siempre estuvo orgullosa de sus raíces indígenas y en sus presentaciones acostumbraba usar ropa y joyas mapuche. Su nombre podría ser traducido como la flor de fuego.
Así como Yma Sumac, soprano peruana conocida como la “princesa inca”, Rayen Quitral fue nombrada numerosas veces como la “princesa araucana” de la música lírica. Aunque algunos acusan que fue una jugada publicitaria, en la actualidad son cada vez más quienes la reconocen como mapuche-pikunche y que se identifican con su canto y valentía de reconocerse orgullosamente como mujer indígena durante el siglo XX.
Desde niña, su habilidad vocal sorprendió a quienes la escucharon. Cuando falleció su padre, debió desempeñarse como trabajadora doméstica para subsistir con su familia. Junto a su hermana Elsa, solía cantar en el Hotel Iloca, un lugar de gran prestigio en su época, para entretener y deleitar a los pasajeros que allí se hospedaban. Cuando tenía quince años tuvo un hijo, el cual fue entregado a una mujer de clase alta, y poco más se sabe sobre eso.
Con 16 años, se mudó con su madre a la capital chilena, donde trabajó como empleada doméstica hasta que un empresario teatral la escuchó detrás de una puerta y decidió apoyarla. Poco después, comenzó a estudiar con la destacada maestra de canto Emma Washter Ortíz, quien la instruyó en la música docta. Luego, en 1935, ingresó al Conservatorio de Música.

Se presentó públicamente por primera vez en el Teatro Club de Señoras en marzo de 1937 y, meses después, el 31 de mayo de 1937, debutó en el Teatro Central de Santiago en sus tradicionales conciertos de los lunes y agotó las entradas. Los grandes elogios por su voz fueron seguidos por giras en distintas ciudades de Chile.
Al año siguiente, en 1938, interpretó el himno nacional de Chile, junto al tenor mexicano Juan Arvizu, en la inauguración del Estadio Nacional. Esta presentación fue muy celebrada por el público porque la “alondra mágica” cantó a capella y sin micrófono. Una vez más, su extraordinaria voz cautivó a quienes la escuchaban.
Durante 1939 y 1941, Rayen viajó constantemente entre Chile y Argentina. En Buenos Aires realizó conciertos, grabó sus primeros discos y se desempeñó como cantante en Radio Belgrano, donde permaneció por varios años. En la ciudad porteña conoció a Erich Kleiber, director de orquesta austríaco nacionalizado argentino, y fue invitada a interpretar el personaje de la Reina de la Noche en La Flauta Mágica. El 12 de septiembre de 1941 debutó en el Teatro Colón, en la que sería la primera de cinco recordadas funciones, en un rol que le cambiaría la vida para siempre. Entonces, su carrera realmente agarró vuelo.

Fue tal el éxito que al volver a Chile protagonizó en 1942 la ópera Lucia de Lammermoor en el Teatro Municipal de Santiago y, un año después, interpretó el rol de Gilda en Rigoletto. Pasó los siguientes años viajando por Latinoamérica, Estados Unidos y Europa. Hasta audicionó en el Metropolitan Opera House de Nueva York gracias al apoyo del pianista chileno Claudio Arrau, donde fue considerada una voz extraordinaria pero con poca disciplina.
En 1949 comenzó a presentarse en teatros de Francia, Italia y otros países europeos. El 4 de enero de 1951 se presentó en el Covent Garden de Londres, nuevamente como la Reina de la Noche. En Inglaterra cantó en un concierto en el Palacio Buckingham, donde fue aplaudida por la realeza británica.
En 1956 obtuvo una beca para perfeccionarse en Hamburgo, financiada por el gobierno alemán, donde vivió por tres años. La prensa chilena de ese entonces publicó notas señalando que Rayen debió vender empanadas para poder financiar su vida allá (otros dicen que era por la compra de un piano). Este sería el comienzo de sus problemas financieros y de salud, por lo que volvió a Chile de forma definitiva en 1960.
En 1967, Rayen Quitral se despidió de los escenarios y dedicó sus últimos años a la dirección coral y la enseñanza del canto en escuelas. Finalmente fallece el 20 de octubre de 1979. En noviembre de 2016 se cumplieron 100 años desde su nacimiento y, a pesar de haber sido una de las cantantes líricas más importantes de la historia nacional ese día fue silencioso.
Soy una chispa de fuego
que del bosque en los abrojos
abro mis pétalos rojos
en el nocturno sosiego.