El recuerdo de El segundo sexo de Simone de Beauvoir

En junio de 1999, al cumplirse cincuenta años de la primera edición de El segundo sexo publicado el 24 de mayo de 1949, en Buenos Aires, se organizó un homenaje para recuperar lecturas y recuerdos sobre Simone de Beauvoir y, a la vez, un rescate crítico de esta obra mayor.

El salón de fiesta fue la biblioteca anarquista José Ingenieros (popular pero no pública), en el histórico barrio de Villa Crespo, para ser más exactos, en la calle Juan Ramírez de Velasco 958. El éxito de esta actividad estaba asegurado gracias al prestigio de la filósofa francesa dentro de las filas feministas locales y además de gays y lesbianas.

Las propulsoras del agasajo fueron la Comisión por el Derecho al Aborto (CDA) junto al colectivo anarquista Mujeres Libres. Ambos frentes funcionaban como organizaciones autónomas, financiadas con el aporte de sus propias integrantes y con la estrecha e incondicional colaboración de los/as amigas comprometidas con dichas causas. Dentro de la CDA había unanimidad de criterio en considerar a El Segundo Sexo algo así como “el libro rojo de la nueva feminidad” y, al mismo tiempo, como lectura alentadora que cimentó a grupos inaugurales de los años setenta hasta ese presente. Por lo tanto, su gravitante influencia forjó a dos generaciones de activistas feministas, periodistas, escritoras e intelectuales. De las agrupaciones feministas abocadas a la lucha por el aborto legal, la CDA fue la de mayor permanencia en la vida pública, con un alto reconocimiento por parte de organismos sociales y políticos hacia su adalid indiscutida, Dora Coledesky. 

En efecto, a lo largo de una década, entre 1988 a 1999, la CDA acompañó el surgimiento de nuevos colectivos de jóvenes que asomaban a la conquista por la interrupción voluntaria del embarazo y contribuyó con propuestas argumentativas que provocaron las condiciones fácticas para el contexto futuro. Por otro lado, Mujeres Libres cumplía también diez años de trayectoria. Para ellas decir patriarcado era decir jerarquía, dominación, subordinación, genocidio, incesto, explotación y control del trabajo como de la reproducción y la sexualidad de las mujeres. Con una bandera lila, color emblemático de las feministas, con una A grande pintada en negro, ícono de las movidas ácratas, que de tan grande permitía salir de adentro de la vocal un cuerpo de mujer estirando los brazos a punto de romper cadenas, Mujeres Libres disfrutaba de su historia libertaria. Y hacía gala de su internacionalismo en México, Colombia, Venezuela, Francia y España. 

Una foto de Simone pesaba sobre las espaldas de las/os cinco panelistas: Emilio J. Corbiére, historiador, escritor y periodista socialista; Dora Coledesky; Lily Sosa de Newton, escritora, biógrafa y ensayista, conocida por el Diccionario biográfico de mujeres argentinas, en 1972; María Elena Oddone, mentora del Movimiento de Liberación Feminista (MLF) en 1970; Mirta Henault, obrera, ensayista y editora del primer libro feminista en nuestro país, en 1972, Las mujeres dicen basta y Raquel Disenfeld, referente indiscutible de Mujeres Libres, coordinadora de los “Talleres de Noviazgos Violentos” por la ONG Mujeres al Oeste y del Colectivo “Elsa Torres” por la legalización del aborto. 

Hubo adhesiones de todo tipo. Entre ellas, el Suplemento Las 12 del diario Página 12:“Por cinco generaciones de Castoras. Saludos las compañeras del suplemento”. Otra fue La Asamblea Permanente de Derechos Humanos (APDH) representada por Pampa Mercado: “Mi más profundo reconocimiento a Simone por su lucha constante en defensa de los derechos humanos, no sólo de las mujeres sino de todos los oprimidos del mundo”. Del mismo modo, la reconocida profesora de la Universidad de Berkeley, Francine Masiello, especialista en Literatura Hispanoamericana y Literaturas Comparadas, envió unas líneas de reconocimiento a esta actividad: “Es una excelente idea recordar una figura tan importante para las mujeres como fue Simone. No voy a estar en Buenos Aires, pero si estuviera seguro que iría a este acto organizado por dos agrupaciones tan relevantes”. Asimismo, la revista de Ciencias Sociales Periferia adhirió calurosamente a tal recordatorio: Elsegundo sexo es una de las obras fundamentales, por no decir la primera, del pensamiento liberador de nuestro siglo”. Mientras el grupo de mujeres Sin Moldes de Tandil, también se hizo presente:  “Las ideas emancipatorias de Simone tienen la más profunda vigencia y hay una urgente necesidad de ser llevadas adelante”. Por último, Madres de Plaza de Mayo- Línea Fundadora dieron su apoyo a dicha celebración “de la genial figura que fue Simone de Beauvoir como una activista infatigable en defensa de los derechos humanos. Esperamos que este homenaje sea un rotundo éxito”. Firmaban: Margarita Gropper, Nora Cortiñas y Carmen A. de Lapacó.

Tras las huellas de los testimonios

La apertura estuvo a cargo de Corbiére, personaje célebre por su estallante oratoria tanto en la Fundación Juan B. Justo como en la Asociación Argentina Antonio Gramsci. Su relato se centró en describir la coyuntura histórica a partir de la posguerra de la cual provenía este texto revolucionario. 

Luego, tomó la palabra Dora Coledesky para relatar la influencia meritoria de la obra entre las exiliadas latinoamericanas en Francia. Al respecto ella contaba: 

“Francia fue el país donde estuve exiliada desde 1978 hasta 1985. Cuando llegué estaba en su auge la lucha por la legalización del aborto que Simone había encabezado junto a otras feministas. Tenía todavía dificultades con la lengua, igualmente leí el primer tomo. A mí llegada a la Argentina leí La fuerza de las cosas que me enviaron de regalo desde París donde ella hacía unas precisiones sobre El segundo sexo. Anteriormente, yo no la conocía ni tampoco había leído su libro. Esto es explicable porque yo no era feminista. Estaba incorporada a la lucha revolucionaria desde muy joven, pero en los partidos llamados revolucionarios había verdaderos prejuicios con respecto al feminismo. Sin embargo, algunas compañeras que venían de grupos como el MAS y el MST en la post dictadura conocían algo de feminismo y discutían conmigo. Fue allí cuando junto con una de ellas empezamos a cuestionar en un grupo que formamos, el por qué cuando hablábamos las mujeres siempre se nos interrumpía no así cuando hablaban los hombres. Pero el descubrimiento del feminismo, de las reuniones de mujeres va a ser para mí en Francia, no solo por las francesas sino por la cantidad de mujeres latinoamericanas venidas de México, Perú, Colombia, Venezuela y Guatemala. Algunas exiliadas y otras venían a estudiar o a trabajar y se enfrentaban en las reuniones con aquellas del Cono Sur que preocupadas con la situación de las dictaduras militares poníamos el acento en la solidaridad política con Argentina, Chile, Bolivia y Uruguay. Aprendí mucho de ellas a pesar de que su suerte fue variada y muchas retrocedieron en la lucha. ¿Dónde mamaron estas compañeras el feminismo? Es difícil decirlo, yo creo que fue su propia experiencia unida la que hizo que captaran enseguida en Francia lo que significaba el feminismo. Formamos un grupo de latinoamericanas. Llegamos a ser 50 que nos reuníamos en un aula de la universidad de París de Jussieu. Éramos muy heterogéneas. Ahora viéndolo a la distancia me parece increíble y me pregunto ¿qué nos llevaba a reunirnos cada lunes? Evidentemente era una necesidad.”

Bajo el título Impresiones sobre el segundo sexo de Simone de Beauvoir le siguió Lily Sosa de Newton con la siguiente exposición: 

“Compré y leí El segundo sexo en 1965, cuando salió la edición de Siglo Veinte. Conocía la obra de Simone de Beauvoir como novelista y todo lo referente a su relación con Sartre y el existencialismo. Sabía que era una mujer de una inteligencia superior, aunque ideológicamente no compartiera algunos aspectos de su posición. Desde hacía tiempo era frecuentadora asidua y apasionada de cuanto se refería a las mujeres tanto históricas como modernas y buscaba las obras escritas por ellas. Manejaba bastante bibliografía porque entonces, 1965, estaba preparando mi libro Las argentinas de ayer a hoy, que apareció al año siguiente. Confieso que El segundo sexo me deslumbró pues nada de lo que había leído anteriormente me mostraba de manera tan precisa y contundente una realidad que todas intuíamos, sin tomar exacta conciencia de su peso. Muchos años antes, 1941, había entrado en contacto con la obra de Virginia Woolf  —Un cuarto propio y Tres guineas— notables ensayos sobre la situación real de las mujeres en su país. Fue entonces cuando empecé a pensar en algo que, en el mismo marco de análisis, sintetizase la trayectoria de las argentinas y sus esfuerzos para escapar del esquema patriarcal que regía sus vidas. Fue Simone de Beauvoir quien me brindó un enfoque histórico y filosófico válido para todos los países y épocas y su argumentación me mostró la posibilidad de comprender muchos puntos oscuros, fruto de alegatos retóricos que a nada conducían dada la confusión existente. Había que llegar a la raíz profunda, y eso fue lo que hizo El segundo sexo.  Se trataba de salir del entramado o por lo menos intentarlo, por eso, las mujeres lucharon a brazo partido durante siglos. Simone de Beauvoir no dejaba en su obra aspecto sin analizar, partiendo de la base de que mientras las mujeres fueran solo consideradas en función de objeto, de “el otro” no lograría ocupar el lugar que le correspondía, y que le era usurpado por el “primer sexo”. Su libro, original y sumamente completo, era, desde luego, para un público lector específico y, por ende, reducido. No recuerdo, en esos años, haberme enterado de la repercusión que pudo tener. En mi caso trabajaba sola, como un francotirador, y no pertenecía a ningún grupo que se interesase en el tema. Esto empezó bastante tiempo después, como sabemos, y alcanzado proporciones considerables, afortunadamente, divulgando el concepto de género y otros enfoques que ya dejaron de lado el encuadre existencialista de Beauvoir. Las entidades existentes, en aquel tiempo, numerosas, tenían otros intereses y este texto era centro de interés en círculos universitarios. Las asociaciones feministas se ocupaban preferentemente de literatura, educación e historia. Incluso, supongo que no conocían la obra de la francesa. Cuando salió mi libro, en 1966, llamó la atención, tan grande era el desconocimiento del mundo femenino del país. Para muchos fue un descubrimiento de nuestras mujeres, pero ignoro que hubiese repercusiones sobre la obra de Simone de Beauvoir, que a mí me había impresionado tanto. Creo que los estudios posteriores fueron muy influenciados por aquel libro, surgiendo a partir de ahí en otros países, otras teorías y especulaciones al respecto. Los antropólogos, psicoanalistas y sociólogos elaboraron nuevos andamiajes y surgirán otros en el futuro. Ojalá que no queden en la pura teoría. Lo importantes es afirmar con estricta justicia que El segundo sexo —un título genial— debe ser siempre reconocido como un hito esclarecedor en los estudios de las mujeres y en la aplicación práctica de algo que ya no se puede negar.”

Después le tocó el turno a María Elena Oddone, quien abrió diciendo “Mi gratitud es eterna” y a renglón seguido habló sobre esa sensación de sentirse retribuida: 

“Esta obra llegó a mis manos en el año 1962, fecha de la edición que yo poseo. Conocía de Simone de Beauvoir por sus novelas y su famosa relación con Sartre. En la década de los cincuenta yo vivía enclaustrada en una casa al cuidado de una familia numerosa, la única ventana al mundo eran los libros, la radio y los diarios. No pude saber si las mujeres de esa época tenían inquietudes intelectuales o de cualquier otro tenor. En el ambiente en el que yo vivía las mujeres como yo: amas de casa y madres de familia. Fue en esa época que se produce el boom de las mujeres en la universidad. Pero yo no me enteré. Mi pasión por la lectura no tenía temas determinados, sino que era difusa. Pero la condición subalterna de la mujer no me era indiferente debido a mi propia realidad. Nunca había escuchado la palabra feminismo, aunque ya conocía a las sufragistas de principio del siglo XX. Mi defensa de las mujeres en reuniones familiares causaba escándalo. Pero me faltaban argumentos para sostener esa defensa. El encierro en el que vivía por voluntad de un marido despótico y una familia religiosa había abonado el terreno mental para recibir el impacto de El segundo sexo. Fue el empleado de la librería donde compraba mis libros el que me ofreció la obra, porque conocía mi interés sobre el tema mujer. Sería un cataclismo beneficioso, claro está, pero no al primer momento. Fue un alumbramiento y al mismo tiempo una caída del pedestal en el que yo creía estar: mujer maravilla y diosa madre. Descubrí lo que en realidad era: una sirvienta que no tenía los elementos para saber quién era. Un ser inferior al servicio de todo y de todos. Soy fuerte y no le quito el cuerpo a la realidad, pero lo que leía superaba mi fortaleza. Pese a lo cual no dejaba el libro en todo el día y seguía leyendo con el pensamiento en todo momento. Desde entonces mi vida no fue lo que era. Soy una persona influenciable, pero el segundo sexo era importante porque allí estaba escrita mi realidad. Y además me la explicaba, me daba las respuestas a mis preguntas. A la vez, descubría algo que no sabía que poseía: poder. Pasaron muchos años para que la libertad de la mente se convirtiera en la libertad del existir como persona. Tuve que sortear millones de obstáculos, levantar la lápida de una educación castrante. El segundo sexo me dio el conocimiento y la fuerza para vencer todos los obstáculos, saber que estaba en el camino correcto y el poder de hacer mi propio destino. El precio es alto y lo pago todos los días. Y lo seguiré pagando hasta el fin de mis días. La libertad lo vale y eso se lo debo a Simone de Beauvoir.”

Mientras Mirta Henault fue la única integrante del panel que tuvo una impresión diferente al resto: 

“Entre 1955 o 56 me prestaron el segundo sexo. Supongo que habrá sido alguien de la izquierda. Así, llegó a mis manos. En ese entonces yo militaba en un grupo trotskista llamado Partido Obrero Revolucionario. En el grupo se debatía la revolución permanente, trotskismo versus stalinismo y sobre todo en el terreno político-gremial el entrismo en el peronismo como movimiento de masas. Esas eran las discusiones que se daban. No otras. Una vez como una actitud muy osada se planteó la represión sexual del proletariado. En realidad, tengo que confesar que Elsegundo sexo no me produjo el impacto que le produjo a mis compañeras. Igual armábamos reuniones para discutirlo. Yo me identificaba más con Virginia Woolf.  Incluso, no recuerdo haber escrito alguna reseña sobre la aparición de esta obra en el semanario Política Obrera del partido, de gran difusión en la clase trabajadora, en el cual yo era una colaboradora permanente. Eso me había fogueado con la pluma, no cabe duda. Además, había estudiado periodismo. Al segundo sexo tampoco los grandes diarios lo tuvieron en cuenta. En efecto, lo ignoraron porque el tema de la mujer no tenía relevancia alguna. Lo mismo pasó con la revista Sur, dirigida por Victoria Ocampo, por más que ella fuese feminista también lo omitió justamente por el compromiso que tenía Simone de Beauvoir con la izquierda. Aunque pasó desapercibido tanto para la militancia como para el periodismo, hay que reconocer que en aquellos años había una alta participación de las mujeres en los sindicatos y en los grupos de izquierda, por más que ninguna llegaba a la dirección. Por ejemplo, yo misma fui delegada del gremio metalúrgico y después del textil. Era oradora en asambleas y actos públicos. Si bien no había salido de Buenos Aires, me topé con un texto pionero de la psicoanalista y feminista marxista​ británica Juliet Mitchell, Women: The Longest Revolution (Las mujeres: la revolución más larga), de 1963. Este escrito clave del movimiento feminista europeo me dio la posibilidad de pensar la lucha de las mujeres por fuera del marxismo. Me cambió mi mirada ideológica y mi pensamiento político. Yo tenía muchas cuentas pendientes con las ideas revolucionarias y ella ponía el dedo en la llaga con sus duras críticas a la misoginia de las izquierdas. Precisamente, eso era lo que estaba buscando. En ese momento, me invitaron a integrar un grupo de estudio sobre imperialismo y países dependientes donde participaba el intelectual y economista Jorge Schvarzer. Él fue quien me acercó la obra de Mitchell. En la Argentina se recibían materiales, no demasiados, vinculados con la producción de los teóricos marxistas críticos del exterior. Schvarzer me dijo casi de manera profética: “Esto te puede interesar”. Así fue. Entonces yo me hice feminista, así a secas; de la noche a la mañana, pero sin olvidar las luchas contra la explotación social. Podría decir que me encontraba entre lo viejo y lo nuevo. Por supuesto, ya estaba preparada para ese cambio de paradigma. Fui fruto de esos nuevos vientos, no creo ser una excepción. Pertenezco a una generación que desafiaba la búsqueda de un mundo diferente que derribase los muros de las jerarquías y las desigualdades. En efecto, ese recorrido lo hicieron también muchas mujeres de izquierdas europeas y estadounidenses. Lo cierto fue que me despedí de todos mis compañeros del grupo y me volqué de lleno al nuevo activismo con mi entrada a la agrupación UFA, fundada en Buenos Aires, hacia 1970. “Hablan primero de la revolución, y luego de nuestros problemas. La mayor revolución que se está produciendo hoy no es en absoluto la del proletariado: es la de las mujeres”, sostenía Simone de Beauvoir dentro de su entorno. Por último, agradezco por haberme hecho recordar un periodo potente de mi vida, a partir de este homenaje al segundo sexo.

Le siguió Raquel Disenfeld quien comentó su experiencia personal después de haber leído el segundo sexo, siendo una adolescente. Azarosamente llegó a sus manos cuando una compañera de la secundaria se lo pasó como un paquete que se quiso sacar de encima. Esta biblia del feminismo fue obsequiada y agasajada por una concurrencia sumamente diversa, conforme a un espacio libertario como es la biblioteca anarquista José Ingenieros. Nadie faltó a la cita: Hebe Clementi, Elsa Mura, Nora Domínguez, Adriana Litwin, Alicia Moscardi, Martha Rosenberg, Mónica Tarducci, entre otras tantas feministas históricas. Meses más tarde, exactamente el 5 y 6 de agosto, la academia no quiso quedar al margen. Organizó las Jornadas de Homenaje a Simone de Beauvoir en el Cincuentenario del segundo sexo desde el Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género, Facultad de Filosofía y Letras, UBA, en el Museo Roca. Instituto de Investigaciones Históricas. Ambas ocasiones sirvieron para reconocer una deuda con Simone de Beauvoir.


*Este artículo integra un capítulo del libro El impacto del segundo sexo en el Río de la Plata, compilado por mí y por Mariana Smaldone, de pronta publicación por la editorial La Marea.