Elecciones legislativas en Argentina: lo que cruje es el presente

¿Al final del día obrará el milagro y los pesos se convertirán en los dólares que le faltan a las reservas nacionales? ¿Esta semana ya no habrá más crisis? ¿El triunfo del oficialismo traerá una calma extendida o sólo para los mercados? ¿Quiénes son las personas que están dejando de ir a votar? ¿Cuál fue la propuesta concreta de la oposición en medio de internas irresueltas? ¿Qué pasa cuando toda esa aritmética de poner el cuerpo y disociar el alma para sostener(nos) ya no alcanza? ¿Cómo organizar el recorrido hacia 2027? ¿Qué legitima este resultado? ¿Respalda las políticas de ajuste económico y su profundización? Tras las elecciones de medio término, hay más preguntas que certezas.

Foto de portada: Lu Prieto y Tadeo Bourbon

El clima acompañó la previa. Tormenta, renuncias, anuncios y especulaciones. Boleta única con candidatos fantasmas, aviones privados aterrizando desde el extranjero, narcodenuncias. Pero el domingo, llegó la calma. El sol diáfano que invita a ejercer el deber cívico del voto. La calma no duró nada y, aunque quizás sea la gran apuesta de esta elección, veremos cuánto gobierna.

Promediando las seis de la tarde del domingo los resultados llegaban al ritmo del dólar cripto que se movía siguiendo el paso de los anticipos por boca de urna. Los mercados encontraron la calma que exigían los días previos a la elección. Contra los pronósticos esperados y el ánimo alto que dejó la elección de septiembre en la provincia de Buenos Aires, el oficialismo se impuso en la sumatoria total de los votos a nivel nacional. El violeta  logró consolidarse con alrededor del 40 por ciento en el país con narrativa de apoyo electoral para mostrarle a Donald Trump que el presidente Javier Milei está haciendo bien la tarea. 

Ganaron por cansancio

Con avatares de todo tipo entre denuncias de corrupción y vinculaciones con el narcotráfico, lo que parece —a simple vista— es que el rumbo del gobierno fue respaldado. Lo que subyace, más allá de lo ideológico, es que primó la apuesta por conservar una frágil estabilidad vinculada al índice de inflación y el navegar del dólar entre sus andariveles de flotación. Aunque este sistema esté sostenido por míseras jubilaciones, pérdida de puestos de trabajo, recorte de pensiones a personas con discapacidad, ajustes en la salud pública que atiende a las infancias de todo el país, desfinanciamiento universitario, salarios congelados, represión a toda protesta, y una deuda infinita que hoy pareciera no importar demasiado. Porque la vida se juega en el acelere de una precarización cotidiana, en el día a día sujeto al dólar y a la inflación. 

El futuro sigue siendo una estación que queda demasiado lejos mientras los timberos del dólar cripto festejan que las urnas respaldan, a medio término, más transferencias de riqueza a los sectores más concentrados del país. El lunes a la mañana, en un breve recorrido por comercios de barrio porteño, el ánimo se medía en “vamos a estar mejor, ya bajó el dólar”, aunque en el futuro la única certeza sea más deuda a las próximas generaciones, cada vez más impagable. 

La población votante ya no quiere mirar atrás: la década ganada quedó lejos y algunxs ni la vivieron, no sienten esa nostalgia. Atrás está la pandemia, algo de lo que salir corriendo. No mirar atrás también es no volver al kirchnerismo. “Kirchnerismo nunca más”, se atrevió a impulsar como campaña el oficialismo y, dentro de ese 40 por ciento, hubo acuerdo. Una combinación de antiperonismo con el terror a que la granada estalle hoy si el tío Donald retiraba su apoyo. No mirar atrás, pero tampoco pensar demasiado en el futuro, porque lo que cruje es el presente en el crepitar de una crisis con sombras de default. O, al menos, así lo analizó el Financial Times mientras el secretario del Tesoro norteamericano, Scot Bessent, no paraba de comprar pesos y vender dólares para intervenir en el mercado de cambios argentino y así sostener el precio del dólar debajo del techo de la banda. Parafraseando el MAGA (Make America Great Again), slogan de campaña de Trump, el análisis del Financial Times arriesgó MADA, Make Argentina Default Again, algo así como hacer caer en default a Argentina de nuevo, mientras los campeones compran dólares baratos.  

El nivel de ausentismo es la tercera fuerza y es el más alto de estos últimos cuarenta años de democracia: solo se movilizó a votar el 67,9% del padrón electoral. Ausentismo y polarización, dos actores claves de todo este lío. 

¿Al final del día obrará el milagro y los pesos se convertirán en los dólares que le faltan a las reservas nacionales después de ser vendidos para contener las corridas y llegar más o menos bien a las elecciones? ¿Quién compre pesos recibirá dólares? ¿Esta semana ya no habrá más crisis? ¿Los resultados se pasarán a precios y mañana subirá la demanda en los supermercados? 

Lo más seguro es que las doñas, les docentes, jubilades, trabajadores formales y sobre todo informales —la mayoría—, tengamos que seguir yendo a empobrecernos, a calcular los pesos para la olla, a contener —en los espacios comunitarios— a los que tienen hambre. Y que el modelo, aunque tenga dólar fresco para llevarnos un rato más en bicicleta, en algún momento se caiga y se dé un porrazo. Esta película ya la vimos, parece decir el votante. Ya no hay enojo: hay cansancio. Lo único importante es salvar el día. Pero el futuro mira desafiante a cualquier signo que se considere opositor a este modelo, un desafío que va más allá de frenar a Milei y que deberá superar la calculadora electoral.

Credito: Cata Distéfano

Fin de fiesta

En el Congreso, La Libertad Avanza logró sumar en alianza con el PRO y la UCR 64 bancas y llegar a un total de 89 legisladores propios, mientras que Fuerza Patria retuvo el total y pudo sumar una diputada conservando así 99 bancas totales. Por su parte, el FIT alcanzó 4 bancas (una más que la UCR en vías de extinción) y se convirtió en la tercera fuerza de una áspera Ciudad de Buenos Aires, donde la mitad de la población rechaza toda forma de progresismo y de izquierdas. Con las estadísticas estalladas, los números indican que el nivel de ausentismo es la tercera fuerza y es el más alto de estos últimos cuarenta años de democracia: solo se movilizó a votar el 67,9% del padrón electoral. El ausentismo fue incluso más representativo que el armado de Provincias Unidas. Ausentismo y polarización, dos actores claves de todo este lío. 

¿Este triunfo del oficialismo traerá una calma extendida o sólo para los mercados? ¿El horizonte de crisis desaparece o se trata de una calma pasajera porque de fondo, el problema sigue existiendo? Entre los resultados que organizan el nuevo Congreso nacional a partir del 10 de diciembre próximo y el famoso mapa de Argentina pintado de violeta, ¿qué legitima este resultado cuando en carpeta hay, al menos, tres grandes reformas: previsional, impositiva y laboral? Antes, y con la actual conformación de la Cámara de Diputados, hay un encuentro clave por el presupuesto 2026, la inclusión de las leyes de emergencia pediátrica y de discapacidad. Si el gobierno no acepta negociar podría prorrogar un año más el presupuesto y manejarse a discreción. ¿Qué sucederá con la comisión que investiga la estafa de LIBRA y que involucra al entorno presidencial? Lo mismo con el escándalo de la ANDIS y los audios de Spagnuolo que tuvieron en vilo la previa electoral. 

¿Cómo organizar el recorrido hacia 2027? Tal vez, no pensando solo en las elecciones, en principio. 

Lo que vendrá

El dato más contundente de las legislativas 2025 no es resultadista, sino que se trata de quiénes ya no creen que valga la pena sufragar. Se registró uno de los niveles más bajos desde la vuelta a la democracia, incluso considerando las legislativas 2021 en plena pandemia. En un país de tradicional vocación sufragista, sobre todo desde la vuelta a la democracia, es un dato más que notorio. Quienes ya no encuentran satisfacción en la gestión ni en el rumbo actual de las cosas, tampoco ven un incentivo a futuro para participar. La pregunta a responder en los próximos días es: ¿quiénes son las personas que están dejando de ir a votar? ¿Qué legitima este resultado?

En esta línea, se abre también una lectura particular proyectando el acumulado nacional de cara a las presidenciales de 2027: parece que estamos en las puertas de una reconfiguración del sistema político que avanza hacia una polarización que reabsorbe a los terceros en disputa como una opción competitiva, dejando atrás el escenario de tercios que caracterizó el 2023. Las fuerzas que intentaron ubicarse por fuera de los bloques principales —especialmente desde los movimientos provinciales que buscaban disputarle cierta fuerza al gobierno— no lograron consolidar volumen electoral.

Ya no hay enojo: hay cansancio. Lo único importante es salvar el día. Pero el futuro mira desafiante a cualquier signo que se considere opositor a este modelo, un desafío que va más allá de frenar a Milei y que deberá superar la calculadora electoral.

El gobierno consiguió un resultado más holgado de lo esperado para la renovación de bancas: superó su núcleo duro de las PASO 2023 y con la incorporación de 64 diputadxs y 13 senadores propios —según el conteo provisorio— se aseguró una composición legislativa que le permite subirse el precio a la hora de negociar las leyes clave que pretende pasar en los próximos meses. Entre ellas, las discusiones sobre presupuesto, deuda externa y reforma laboral. En ambas cámaras, el oficialismo queda a pocos votos de la mayoría simple.

Aún así, queda la duda acerca de cómo funcionará la convivencia con el PRO, que parece seguir ganando asientos clave dentro del gabinete libertario. También se abre, para los próximos meses, el interrogante acerca de qué gobernabilidad se construirá con un Congreso más favorable, pero sin mayorías propias: ¿habrá nuevos pactos con el PRO, la UCR y Provincias Unidas? ¿Habrá acuerdos puntuales o se está gestando una nueva fuerza que sintetice —y potencie— todas las políticas de la crueldad? ¿Cuánto importa esto ante un Ejecutivo que pretende gobernar de espaldas del Congreso?

Crédito: Cata Distéfano

Dueños del miedo

Mientras tanto, el peronismo —en su conformación heterogénea— quedó como segunda fuerza, apenas reteniendo alrededor de un tercio del electorado, lo que equivale a su núcleo duro histórico. Ese dato sugiere que una parte importante de quienes desertaron de las urnas no encuentran hoy una propuesta opositora que los convoque o los entusiasme. En una campaña que pareció más enfocada en los errores del enemigo que en ofrecer un horizonte propio, el peronismo dejó el terreno libre para que —bien o mal— el oficialismo sea quien monopolice el centro de la campaña hablando de medidas. Con un Axel Kicillof menos predominante de lo esperado, aunque proyectándose para las presidenciales del 2027, y habiendo ganado solo en 8 de los 24 distritos del país, el peronismo muestra que el último clavo todavía no llegó, pero que una reformulación de sus estrategias resulta urgente y necesaria.

La consigna Frenar a Milei no alcanzó. La elección se concibió como un plebiscito, y el plebiscito propone un sí o un no. El sí habilita continuar con lo que hay; el no, frenarlo. Pero ¿cuál fue la propuesta concreta de la oposición en medio de internas irresueltas?

Tampoco funcionó el lema Patria sí, colonia no. La fuerza de la palabra “patria” no alcanzó a los corazones. En cambio, parece haber llegado con más solvencia la ilusión de apoyo de los Estados Unidos, el “plan platita” de ellos, que les permite sostener el dólar barato. Para colonia, los pibes ya están, no parece haber problema en serlo. 

Mientras la mayoría de los hogares no llegan a fin de mes o transita con dificultades para cubrir gastos básicos, se impone la pregunta:¿el resultado respalda las políticas de ajuste económico y su profundización? A la luz de la dinámica de las últimas semanas de campaña, les votantes parecen haber respondido más a una necesidad de estabilidad (mental) que a una adhesión ideológica. Ante la amenaza de lo que podía suceder el lunes posterior a las elecciones —una nueva corrida, una disparada del dólar, un escenario de caos—, los dos tercios del electorado que sí participaron eligieron priorizar cierta previsibilidad. El recuerdo aún fresco del turbulento verano de 2024 y de los meses de reacomodamiento económico pesó más que cualquier promesa de resistencia. El miedo al descontrol volvió a ordenar políticamente.

La elección de medio término es pinchar el budín en mitad de la cocción. Pero a estos comicios llegamos como a un ballotage. La campaña no solo se nacionalizó sino que también se internacionalizó. La ayuda —amenaza— de Trump fue escuchada y tal vez algo de la mísera estabilidad en la que nos encontramos —una estabilidad sostenida a fuerza de deuda, de entrega de tierras, de hambre y violencia— sea un bien no negociable. La cuestión es, diría un Humpty Dumpty argentino, ya no quién es el dueño de las palabras sino quién es el dueño del miedo y cómo lo distribuye. En Argentina, el monstruo que habita debajo de la cama se llama inflación. 

Con la pérdida en la provincia de Buenos Aires, el peronismo —como principal actor opositor— desaprovechó una oportunidad para redefinir liderazgos y reposicionarse como voz de los sectores más golpeados por las políticas oficiales. Hoy, un tercio del padrón elige no ejercer su derecho, y son justamente eses desencantades quienes pueden habilitar, o no, la posibilidad de construir una alternativa en 2027. Pero después de años de desgaste y deterioro del tejido social, ya no alcanza con discursos bienintencionados ni con críticas sesudamente argumentadas: lo que puede volver a convocar es la capacidad de incidir, de transformar materialmente la vida cotidiana, aunque sea en pequeñas victorias tangibles.

Tal vez, para los feminismos, les activistas y las organizaciones sociales, esta sea también una oportunidad: ocupar los lugares de referencia y contención que las estructuras partidarias ya no ofrecen. Volver a articular esperanza, dar (algunas) respuestas e imaginar nuevos futuros.

Muchas de esas personas —particularmente ese tercio que no fue a votar— hicieron de la desconfianza en las instituciones su nueva fe, reemplazando los partidos por un ídolo pagano mucho más cercano: el dólar quieto mientras nadie proponga nada. En contraposición, quienes todavía se sienten convocades a participar lo hacen habiendo tomado partido en un ordenamiento binario, tal vez peronismo-antiperonismo, quizás caos-estabilidad, pero seguramente internalizado bajo la dialéctica de civilización o barbarie que ningún actor de la política se arriesga a dejar ir.

El miedo al descontrol volvió a ordenar políticamente. En Argentina, el monstruo que habita debajo de la cama se llama inflación.

Quizás sea hora de ensayar una autocrítica en lugar de señalar culpables. En 2023, dependía de los feminismos frenar el avance de la derecha; después resultó que “nos habíamos pasado tres pueblos”. Después el foco se trasladó a les jóvenes, acusades de falta de politización, desconocimiento y otra serie de prejuicios. En los últimos días, algunes analistas vinculaban el posible avance del oficialismo en Buenos Aires a expensas del voto extranjero. Por alguna razón, los mariscales de la derrota siempre terminan siendo los grupos que no estamos en la mesa chica donde se toman las decisiones partidarias. 

Podemos escribir los versos más tristes esta noche, pero tenemos que saber que ahí, entre la desconfianza y el (poco) deseo, el día después de mañana tenemos que volver a hacernos las preguntas que nos lleven a donde queremos estar.

Crédito: Cata Distéfano

Más allá de los resultados, el domingo entraron en disputa de sentido la resiliencia y la resistencia de todo un pueblo. Algunes tenemos miedo, otres enojo, muches una mezcla oscilante de las dos, pero lo que seguro nos une es el cansancio antes que el espanto. El agotamiento de vivir haciendo cuentas, de tener que ser estrategas en todos los órdenes de la vida, de vivir desconfiando de quien tenemos al lado. Es un estado de alerta constante, un sabotaje a la salud mental permanente. Buscamos refugio en nuestras redes, en los pasatiempos, en desconectar, en reconectar, pero ¿qué pasa cuando toda esa aritmética de poner el cuerpo y disociar el alma para sostener(nos) ya no alcanza?  

Las esperanzas que podemos tener hoy son frágiles. Hay que cuidarlas. Quizás sea el momento de buscar un nuevo manifiesto, de confiar más en nuestros saberes —del archivo de la experiencia, de la historia—, de pensar colectivamente cómo abrir nuevas posibilidades en este presente tan hostil para construir nuevas realidades y proyectos de futuro.