Feli Colina: “Mi generación entiende la importancia del trabajo en comunidad”

Feli Colina nació en la ciudad de Salta, en el noroeste argentino. A sus 19 años viajó a Buenos Aires para dedicarse a la música. Sus primeros escenarios porteños fueron los vagones y estaciones del subte B, donde se formó como artista. En 2019 ganó un concurso que le permitió grabar su segundo álbum conceptual “Feroza” en el mítico estudio Abbey Road en Londres. Además participa como corista en las bandas Conociendo Rusia y Francisca y los Exploradores. Una charla e invitación a conocer a una de las personalidades más destacadas del nuevo rock argentino.

¿A qué te dedicabas cuando viajaste a Buenos Aires?

—Estaba en Salta haciendo coros en una banda y paralelamente empezaba a componer mis primeros temas, pero mandatos sociales y familiares me llevaron a estudiar Derecho. Un día me vine al cumple de “La Popa”, mi mejor amiga que estaba en Buenos Aires, y me quedé, no volví más. Nunca conté esto: pero el novio que tuve en ese momento me re empujó también para que deje la carrera. Se lo agradecemos. Me preocupaba por los parciales y me decía: “¡Pero si ya estás haciendo música!”, porque ya había empezado a intentar hacer mi primer disco. Trabajé en un estudio de abogados, a los poquitos meses me echaron y tenía que seguir subsistiendo. Unos amigxs trabajaban en el subte y empecé a cantar ahí. Entonces toda mi vida comenzó a estar entera atravesada por la música, ya no era un solo espacio. Era todo.

¿Cómo fue tu experiencia de tocar en el subte? 

—Hermosa, posta. Da miedo, da vértigo y cansa, agota. No te das cuenta cuánto exigís tu voz, tu cuerpo y después tiene sus consecuencias no estar tan atenta a eso, pero es hermosa, Mai. ¿Cuánta gente me habré cruzado por día? Si iba tres horas y me cambiaba de vagón cada cinco minutos. Miles y miles de personas. Y de esas miles el 70 por ciento me daba una palabra de aliento: “Qué lindo lo que hacés, seguí adelante, te va ir bien”, buenos deseos. Imaginate lo que es recibir dos mil “Te va ir bien” por día ¡Te inyecta mucha energía! Además de aprender lo que es captar la atención de alguien que no está dispuestx a dártela de entrada. Cantar y tocar tanto tiempo por día, tener un peso escénico: una escuela en todo sentido. Es muy importante para esta carrera que tenés que hacer tantos saltos de fe tener gente que te diga: “Está todo bien, seguí” ¡Y tantas por día! Fue la mejor decisión de mi vida. 

Y mientras tanto, ¿Qué deseabas que te suceda?

—Ese norte, esa visión se mantiene hasta el día de hoy: es que la mayor cantidad de gente escuche mi música y pueda compartirla, poder viajar con mis canciones, hacer shows, desplegar lo que tengo en mi imaginación, tener la estructura y el público para poder hacerlo. Vivir de cantar mis canciones por el mundo, esa era la esperanza y sigue siéndolo. Al subte siempre lo tomé como una parte del camino. Fue una decisión por necesidad en aquel momento. Pero una vez que tomé esa decisión sabía que era una instancia, que tenía que buscar la forma de trabajar con la música para que mi energía esté ahí. Y en ese momento lo que podía hacer era eso porque no me pagaban lo suficiente como para que ir a cantar a un bar sea mi medio de vida. Esa visión se mantiene ¡Quiero seguir haciendo canciones, discos, compartir!

Y ahí llega tu primer disco “Amores Gatos” en la misma época...

—Ese disco lo había comenzado en Salta y después de estar unos meses en el subte y con la decisión tomada de dejar Derecho quise terminar ese disco. Y para eso hice por un lado una página de estilo financiamiento colectivo (crowdfunding) , eso fue parte de lo que me financió poder hacer mi primer disco y la plata del subte obviamente. Por suerte podía no solo podía pagar mi alquiler, comer, vivir, sino que también juntar plata para poder terminar el disco y presentarlo. Estuvo hermosa la presentación: alquilé una casa en Balvanera, un escenario, luces, mi hermana cocinó, unos tíos me mandaron una caja de vinos, una amiga me diseñó las invitaciones. 

¿Cómo eran tus días ese entonces? 

—Seguía en el subte, y paralelamente armé mi banda y empecé a buscar fechas. Era difícil también. El baterista de mi primera banda (sigo tocando con él pero en Conociendo Rusia) me presentó el mundillo de esta nueva generación de artistas. Al poco tiempo, Gonzalo Aloras me llama para presentar su disco “Digital” y fui corista de esa banda. Luego lo conozco al Ruso (Mateo Sujatovich de Conociendo Rusia) y empiezo a cantar con él, mientras tanto yo armaba y desarmaba bandas mías, haciendo una búsqueda de lo que quería hacer. Después de conocer a Fran de Francisca y los Exploradores, empiezo a cantar con ellxs y ¡encuentro mi banda!

En 2019 editás tu segundo disco “Feroza” de una forma soñada

—Fue una locura. A finales de 2018 un amigo me dice: “Anotate en este concurso”, me anoto sin esperanza de nada y quedamos seleccionados para la semifinal, tocamos con otras 15 bandas. Ganamos la semifinal y a los diez días estábamos en Londres grabando el disco. Una semana increíble en la que grabé en Abbey Road un estudio que es un museo, que tiene su fantasma, su mística, técnicamente es increíble, es cómodo, tiene historia, lo vivimos, lo paseamos, estuvimos de fiesta porque nos tocó en Navidad ¡De todo! De las semanas más hermosas de mi vida.

Esta generación es muy unida, me recuerda lo que sucedía entre las bandas durante los comienzos del rock argentino...

—Creo que también es una generación de seres humanos, más allá de la música. La juventud en general está con la cabeza más abierta, está entendiendo la importancia de la comunidad, cómo crear un puente te hace más grande. Pienso que durante una época en el rock nacional había mucho ego y los hacía poner a la defensiva, muy contraídos. Mi cabeza y la tuya pueden hacer mucho más de lo que puede hacer mi cabeza sola. Que vos crezcas me va hacer crecer a mí y creo que eso se aplica a todo. Creo que es una generación que está creando ese valor humano: de cómo todxs juntxs somos mejores que todxs por separado. Es un valor que esta generación está retomando: creo que el auge feminista, de repente todas despertando: “¡¿Por qué nos estamos bancando esta pelotudez?!” Y dejar de ser cómplices de un sistema que no nos beneficia y como juntas somos una fuerza MUY grande. El poder de unirse, es mucho más grande que el poder individual. Y cuando tanta gente está de acuerdo en algo se convierte en una ola inevitable y te hace pensar. 

Foto: Prensa

¿Cómo vivís vos el feminismo en lo personal?

—En mi experiencia, el feminismo me abrió los ojos a muchas cosas. Y me dio mucho sentido de comunidad, incluso con mis propias mujeres. Decir: “Che, todas somos vulnerables frente a esta situación” te saca trabas vinculares. Además el feminismo me hizo cambiar el punto de vista por ejemplo de la madre y todas las cosas que una le exige. Todo lo que no es una madre patriarcal modelo es una mala madre y el eterno trauma y la eterna crítica a la madre no perfecta. Cuando mi padre está lejos de ser el padre modelo y así y todo uno lo comprende desde otro lugar. Llevar el feminismo a mis vínculos que ya no tienen que ver con pareja o con amigos, con mi propia familia. Valorar todo lo que hizo mi mamá por mí y no exigir tanto ¿¡Tan alta la vara le vas a poner!? A mí muchas veces me preguntaron si yo era feminista ¡Y a mí feminista me parece un honor tran grande! Todavía soy estudiante, siento que no me recibí, es mi camino pero no es mi título, lo sigo estudiando. El feminismo es una buena puerta para cuestionarte muchas cosas y a quererte más. Creo que desde que hay feminismo hay más amor propio.