“Tuve que parir con barbijo”, cuenta Maru Ambort. Tiene 31 años y su parto fue en el Hospital Heller de la ciudad de Neuquén. Mientras las parteras le pedían que pujara, ella intentaba algo aún más básico: poder respirar sin que se le corriera el tapabocas. Una enfermera la vigilaba de cerca. Parecía como si temiera compartir el aire sin el blindaje de la tela que hoy marca nuestras fronteras personales. Desde que supo que estaba embarazada empezó a planificar con dedicación cómo iba a ser convertirse en madre. Viajó a su ciudad natal para poder estar cerca de su propia madre y recibir sus cuidados. Hacía 12 años que no vivía en Neuquén pero su deseo era parir allí. Con 26 semanas de gestación, arribó a territorio patagónico. Antón, su pareja y padre de la criatura, estaba en España. La pandemia por el coronavirus la obligó a protagonizar un guión inesperado y alejado al plan que había tramado en su cabeza. Maru tuvo que decidir el nombre de su hija por videollamada porque Antón no pudo volver a la Argentina cuando las fronteras se cerraron. Eligieron llamarla Maitén, una beba que pesó tres kilos al nacer y tiene el nombre mapuche de un árbol cordillerano. Todavía no tiene dos meses y apenas vio a su papá a través de una pantalla.
El barbijo y la limitación de visitas en sanatorios y hospitales son un detalle que pintan los nuevos escenarios de los nacimientos en tiempos de crisis sanitaria. También hay, lastimosamente, vulneraciones de derechos que continúan y hasta se agravan: la violencia obstétrica preexistente al coronavirus aumentó, según las organizaciones que monitorean que se respeten los derechos de las personas embarazadas y recién nacidas.
La historia de Maru completa aquello que perfilan los números. Su parto no fue lo que esperaba, más allá del contexto inevitable. “Desde un principio me sentí apurada por el personal del hospital. Hacía más de un mes que no tenía controles del embarazo por la pandemia, y nunca me habían hecho un tacto. Cuando me revisaron, ni siquiera me avisaron que me iban a hacer uno”, relata a LATFEM.
Maru llegó el 5 de abril al Hospital Heller con la dilatación completa. Pasó directo a la sala de partos y en menos de una hora su beba estaba tomando la teta. No tuvo mayores complicaciones pero no pudo esquivar prácticas que persisten: al momento de parir le pusieron “un suerito para ayudarte” y le realizaron una episiotomía, a pesar de que ella dijo que no quería que la cortaran. Este procedimiento antes era parte de la rutina de los alumbramientos. Es una incisión que se hace entre la abertura vaginal y el ano. Maru tenía escrito su plan de parto pero no pudo presentarlo porque los controles se suspendieron el último mes debido al Covid-19. En ese texto especificaba que prefería los puntos después de un desgarro a los puntos hechos por un corte en el músculo del perineo.
Mientras la cosían, con las manos en su vulva, las parteras comentaban que la aguja “no cosía bien” y tarareaban una canción de los Rolling Stones. “Me sentía expuesta y sola. Cuando terminaron no pude más que abrazarme a la partera que me vino a consolar porque yo no podía parar de llorar. Supongo que era la vorágine de sensaciones que me estaba atravesando, pero esa escena no era lo que me había imaginado como un parto en el que me sintiera contenida, protagonista”, recuerda.
El nacimiento de Felipe estaba planificado para fines de abril. Ivana tiene 38 años y ya había tenido a Sofía seis años atrás. Ella vive en Lanús pero, durante el embarazo, se atendió en la Clínica Trinidad Palermo. La última consulta presencial con el obstetra fue en la semana 34. Después, el acompañamiento siguió por Whatsapp. “Iba por mi parto vaginal después de cesárea y me había informado muchísimo, pero no podía creer que me tocara vivirlo en medio de una pandemia. Eras surrealista”, cuenta a LATFEM.
A diferencia de muchos de los relatos que llegan a las organizaciones en donde cuentan que les impidieron el acompañamiento colocando al virus como excusa, Ivana pudo estar con su marido todo el tiempo. Ese era uno de sus grandes temores impuesto por el contexto. Lo más difícil para ella fue no poder ver a Sofía durante la internación ya que las visitas a los hospitales y clínicas están suspendidas. Felipe llegó a un mundo donde los encuentros son a través de videollamadas. Así lo conocieron la mayoría de familiares y amigues de Ivana y su compañero. El mundo de Felipe será su mamá, papá y hermana hasta que termine la cuarentena. Sus abueles lo conocieron a través de un vidrio.
Carmela nació el 9 de abril, diez días antes de la fecha programada, y cuando conoció el mundo que iba a habitar no lloró. Su mamá, Sofía Grosso, llegó al Hospital Austral a las 11.30 de la mañana acompañada por su novio, Ramiro, después de una noche de contracciones. Siguieron el protocolo que ya le habían informado: entrar por la guardia, donde le tomaron la temperatura y responderían las preguntas necesarias para descartar el virus global. Pasaron esa primera posta y luego Sofía tuvo que esperar dos horas más hasta lograr la dilatación necesaria para parir. Carmela no lloró porque sus pulsaciones no eran óptimas y necesitó asistencia de oxígeno. “Me sentí muy contenida por el equipo del hospital y los días posteriores ahí mismo fueron súper. Las chicas de neo, pediatras, enfermeras, todos muy atentos, amables, humanos”, cuenta Sofía a LATFEM. Ella celebra haber tenido una buena experiencia y por eso quería hacerla pública.
Un parto respetado
Hasta el 24 de mayo se conmemora, a nivel global, la Semana Mundial del Parto Respetado, una iniciativa que nació en 2004 como propuesta de la Asociación Francesa por el Parto Respetado (AFA). Este año tiene como lema “Mi decisión debe ser respetada”. Argentina es uno de los pocos países del mundo que tiene una normativa específica para proteger y respetar el parto y el nacimiento: la Ley 25.929 de Parto Humanizado, sancionada y promulgada en 2004 y finalmente reglamentada en 2015. Se trata de una norma que pone en relieve los derechos de toda persona gestante a la información, al trato digno, respetuoso e individual. Establece, además, la libertad de elección respecto de la persona que la acompañará durante los controles prenatales, el trabajo de parto, el parto y el posparto. La Ley de Parto Humanizado significó un límite legal a la violencia obstétrica, tipificada por otra norma, la 26.485 sobre la prevención, sanción y erradicación de la violencia contra las mujeres.
La violencia obstétrica puede sintetizarse en todas aquellas prácticas médicas que impiden a la mujer tomar sus propias decisiones en el momento del embarazo y del parto. Desde no brindar información sobre la medicación o los procesos a los que es sometida la mujer, no respetar sus pautas o costumbres culturales, acelerar el parto artificialmente o llevarla a cesárea, en los casos en que se pueda evitar, impedirle estar acompañada en cualquiera de los momentos del parto, hasta separarla de su bebé luego del nacimiento, entre otras.
El 15 de abril el Ministerio de Salud de la Nación dio a conocer un documento de Recomendaciones para la atención de embarazadas y recién nacidos en contexto de pandemia. Sin embargo, no existe ninguna resolución oficial sobre el parto respetado en este marco.
La Maternidad Estela de Carlotto funciona desde 2013 en Trujui, un barrio del partido de Moreno, al oeste del conurbano. Es un espacio que se construyó en la vereda de enfrente del paradigma médico hegemónico. Los partos se hacen en salas amplias que incluyen aromaterapia, música, instrumentos musicales, pelotas gigantes, telas de colores y la familia de la persona embarazada o quien elija. Hasta los empleados de seguridad son distintos a aquellos de los hospitales tradicionales: se los llama “cuidadores hospitalarios”. En estas semanas de crisis epidemiológica continuaron trabajando con la misma modalidad aunque la rutina cambió. En los consultorios externos solo reciben a las usuarias que van a hacer consultas, tuvieron que suspender los talleres de preparación integral para la maternidad, la distancia social es un mandato para quienes circulan en el edificio o esperan a ser atendidas y se montó un TRIAGE afuera de la Maternidad.
En el caso de los nacimientos, las embarazadas y sus acompañantes el TRIAGE es la primera posta que deben sortear. Desde el 20 de marzo hubo sólo dos situaciones en las que las mujeres tuvieron que parir solas. Un caso en el que calificaba como caso sospechoso y otro en el que el acompañante tenía fiebre.
“Acá se mantuvieron las políticas de asistencia de parto respetado porque el contexto no constituye un obstáculo en sí mismo”, dice a LATFEM María Florencia Lanfranchi, una de las parteras de la Maternidad Carlotto. Al comienzo sólo se encontraron con que no tenían suficientes equipos de protección personal (barbijos, camisolines, guantes) para lxs acompañantes. Pudieron sortear ese obstáculo inicial.
“Este mes tuvimos el doble de nacimientos que en mayo de 2019. El pico de la asistencia de partos fue importante. Y esto se debe a varios factores. Entre ellos que muchos profesionales de obra social dejaron de atender las consultas previas al parto”, señala la Licenciada obstétrica.
A nivel estatal, además de reforzarse la Línea Salud Sexual (0800-222-3444) del Ministerio de Salud de la Nación, el teléfono 144 también es una vía de atención para consultas y pedidos de ayuda sobre violencia obstétrica. A su vez la Comisión Nacional Coordinadora de Acciones para la Elaboración de Sanciones de Violencia de Género (CONSAVIG) recibe denuncias en el correo consavig@jus.gov.ar y brinda asesoramiento en la línea 0800-122-5878.
#QueremosParirSegurasYAcompañadas
Julieta Saulo es presidenta de Las Casildas y coordinadora del OVO, el Observatorio que llegó a la conclusión que la violencia obstétrica aumentó desde el aislamiento obligatorio. La encuesta continúa abierta para poder seguir registrando experiencias de gestar y parir en cuarentena. “El puntapié de este relevamiento fue la infinidad de mensajes que nos llegaron a nuestras redes sociales y a nuestro correo electrónico que referían haberse quedado sin asistencia tanto en el sistema público como en el privado”, dice a LATFEM
Además de contar con los datos de la encuesta, armaron con celeridad una red de contención que brinda información a las personas gestantes y al servicio de quienes se han quedado sin asistencia. Está conformada por parteras que realizan guardias telefónicas. Los horarios pueden chequearse en sus redes sociales o en el correo info@lascasildas.com.ar
Las organizaciones de la sociedad civil siguen activas y alertas frente a este nuevo panorama. Matria es una Red Comunitaria en Salud que surgió en el otoño de 2019 tras observar durante años desigualdades e incumplimientos en el campo de los derechos sexuales y reproductivos. Desde el comienzo de la pandemia también vienen monitoreando distintas situaciones de violencia obstétrica. Pusieron a disposición, por medio de las redes sociales, teléfonos y correo electrónico para responder consultas vinculadas a la población de mujeres embarazadas, puérperas y lactantes prioritariamente a fin de evitar consultas en guardias hospitalarias innecesarias.
Entre las problemáticas compiladas en las consultas destacaron la suspensión de turnos de control de embarazos de bajo y alto riesgo, la suspensión de análisis clínicos y estudios ecográficos, temor y reclamos por el impedimento a parir acompañadas, rechazo a la atención o atención incompleta en guardias hospitalarias; aumento de cesáreas innecesarias, reprogramación de cesáreas, falta de información sobre cómo llegar a una consulta o guardia y problemas económicos para acceder a las mismas, falta de información sobre instituciones donde dirigirse para guardia, vacunación, anticoncepción y medicación.
En definitiva, desde Matria, a partir de las consultas que les llegan, también identifican un aumento de la violencia obstétrica tanto en guardias hospitalarias como en los partos. Y, a su vez, observan una mayor cantidad de consultas sobre cómo parir domiciliariamente sin atención profesional.
En Argentina, los partos planificados en domicilio representan el 1% de los nacimientos. Sin embargo, en los últimos meses a raíz del aislamiento social obligatorio la demanda de este modelo asistencial se ha triplicado.
El coronavirus no puede ser excusa que haga retroceder los logros conquistados en materia de derechos para quienes gestan. Es posible -y debería ser siempre así-tener un parto respetado aún en estos tiempos. Los derechos de las personas embarazadas y recién nacidas no entraron en cuarentena.