El 8 de marzo tiene sus raíces en las luchas obreras feministas, anarquistas y socialistas del siglo XIX y principios del XX, cuando las trabajadoras textiles de Nueva York se organizaron para protestar contra las condiciones inhumanas en las que trabajaban. La fecha recuerda a las 129 obreras que fallecieron en 1857 por un incendio en la fábrica Cotton mientras se encontraban realizando una huelga para el reconocimiento de sus derechos: exigían mejores condiciones laborales, jornadas más cortas y el derecho al voto.
En homenaje a esta lucha obrera, cada año se conmemora el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, una jornada de lucha a lo largo y ancho del mundo. En América Latina y el Caribe, este día es muy especial ya que visibiliza la potencia y organización del movimiento feminista en región y pone en el centro del debate público a todas las desigualdades que aún distancian a las mujeres y disidencias de los varones en todos los ámbitos de la vida social.
Y no se trata de una mera consigna. Esta desigualdad se puede medir: según el informe “Panorama Social de América Latina y el Caribe”, presentado por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) en 2023, en la región persisten las brechas de género históricas en los mercados laborales. Mientras que la tasa de participación laboral masculina fue de 74,5%, la femenina alcanzó tan solo el 51,9%, una diferencia que supera los 20 puntos. En ese mismo informe se destaca, además, que las mujeres tienen mayores tasas de desocupación, del 8,6% frente a un 5,8% de la tasa de desocupación masculina.
Uno de los principales obstáculos para lograr la igualdad laboral se relaciona con el trabajo de cuidados sostenido, mayoritariamente, por mujeres, niñas y disidencias. Ellas dedican más del triple de tiempo al trabajo doméstico y de cuidados no remunerado en relación a los varones. Esta desigualdad, como explican desde We Effect, “limita en la generación de ingresos, acceso a propiedad, tierra y ahorro, el estudio, la recreación, la salud y la inclusión en los sistemas formales de protección social”. Así como también “limita su participación política y organizativa”.
La carga de tareas de cuidados, así como la precariedad e informalidad laboral, se profundizan considerablemente en los territorios rurales. Según el informe “Ellas alimentan al mundo”, realizado por LATFEM en conjunto con We Effect, aunque el 70% de las mujeres campesinas e indígenas de la región tienen acceso a la tierra para producir alimentos, tan sólo el 30% tiene título sobre la misma. Si bien ellas alimentan al mundo, son quienes sufren más el hambre y tienen menos autonomía para decidir sobre lo que producen, lo que se traduce en menor autonomía económica, según destaca el informe.
Además, América Latina y el Caribe sigue siendo la región más peligrosa para las defensoras de los derechos humanos y el medioambiente. Muchas de ellas, también campesinas e indígenas, son amenazadas y perseguidas por defender nuestra casa común: la biodiversidad y los territorios que toda la población humana habita. Son ellas quienes asumen un rol clave frente a la actual crisis climática asegurando, entre otras cosas, la Soberanía Alimentaria en sus comunidades y la protección de los bienes comunes.
Si bien sus trabajos son esenciales para el sostenimiento de nuestras vidas, sus experiencias e historias —no casualmente— son invisibilizadas, precarizadas y negadas. Y es que las mujeres campesinas, cocineras comunitarias, trabajadoras domésticas y de cuidados son quienes están ensayando, de forma cotidiana, experiencias colectivas y comunitarias que ponen en discusión, y desde las bases, el modelo impuesto por el capitalismo, el patriarcado y el extractivismo para proponer un modelo que ponga la vida —y una vida digna— en el centro.
Desde sembrar y cultivar los alimentos que nutren a los pueblos, hasta garantizar los cuidados de toda la comunidad, las trabajadoras rurales y comunitarias desafían las desigualdades y construyen un mundo más justo, amoroso e igualitario. En esta serie de entrevistas, LATFEM se acercó a las experiencias de organizaciones y cooperativas de mujeres de El Salvador, Honduras y Bolivia. Son ellas, las guardianas de la vida y el futuro, quienes nos muestran el camino hacia un presente más solidario.
El Salvador: “Juntas contra las violencias, el fraude y la persecución política”
La Asociación Agropecuaria de Mujeres Produciendo en la Tierra (AMSATI) es una organización de El Salvador que trabaja por el desarrollo integral de las mujeres rurales. Durante las últimas semanas, se encuentran realizando reuniones y espacios de coordinación y planificación en el marco de un nuevo 8M: “En articulación con la RedFem y el Foro Nacional de Salud, impulsamos acciones encaminadas a la defensa de derechos de las mujeres y niñas rurales”, señaló la presidenta de la Asociación, Maria Elva González.
El régimen antiderechos de Nayib Bukele atenta directamente contra la vida de las mujeres y disidencias. Son las primeras en ser violentadas y limitadas en sus derechos así como también son las más afectadas por la crisis económica al garantizar las tareas de cuidados y alimentación de sus comunidades. En ese contexto, este Día Internacional de las Mujeres Trabajadoras cobra mayor relevancia: “Marchamos el 8 de marzo con el objetivo de visibilizar las luchas de las mujeres como lo son la violencia, el fraude electoral y la persecución política”, destacó González.
Para las mujeres trabajadoras rurales de El Salvador nucleadas en AMSATI, “las mujeres son las más afectadas en cualquier crisis, especialmente la crisis recae en el sacrificio de las mujeres del área rural y en las que realizan las tareas del cuidado, ya que existe una mayor exclusión, explotación e invisibilización del quehacer de las mujeres rurales”. Por ese motivo, uno de los desafíos más importantes en el actual momento político es que “los gobiernos asuman la voluntad política para el cumplimiento de las leyes así como la identificación de necesidades y asignación de presupuestos para su implementación”, remarcaron.
De esta manera, Gonzáles señaló la importancia de realizar un “diálogo solidario y sororo entre las mujeres de distintas tierras, cuerpos y cosmovisiones como propone el feminismo comunitario, no entendido como una teoría sino como una acción política, como una mirada y una propuesta contrahegemónica en cualquier parte del mundo, en cualquier tiempo de la historia”. Luego de espacios de encuentro y articulación, para las mujeres rurales, este 8M en El Salvador tiene mucha potencia: “Es un espacio colectivo para escuchar las diversas voces y crear un entorno cada vez más enlazado, unido, fortalecido para cambiar de raíz todo lo que deba ser cambiado por un mundo sin explotación, racismo ni violencia”.
Honduras: “Salario justo, trabajo digno”
La Red de Trabajadoras Domésticas de Honduras, es una articulación de organizaciones y trabajadoras de diferentes barrios populares del país centroamericano. Desde su trinchera, no sólo exigen el reconocimiento de los derechos laborales, sino también destacan la dignidad del trabajo doméstico como trabajo y, como tal, que sea pagado, valorado y reconocido como cualquier otro trabajo.
Para este 8M, explica Eda Luna integrante de la Red, “se logró una propuesta colectiva que arropa la lucha de todas las mujeres de Honduras, es una autoconvocatoria en la que cada una se sumó desde su realidad ya sea rural o urbana, colocando en el centro nuestra vida”. En esta nueva convocatoria, desde la articulación de mujeres domésticas, explicaron que destacaron la importancia de “unificar, defender y visibilizar el derecho al trabajo”.
Desde esta experiencia, las trabajadoras domésticas de Honduras sostienen que es importante “seguir concientizando a los patronos, patronas, tomadores de decisión que lo que hacemos es un trabajo que no solo aporta a la economía del país o del mundo, sino que también sostiene la vida”. “¿Qué pasaría si paramos las mujeres que cuidamos?”, se preguntan en asamblea. Para ellas, la respuesta sólo puede ser una: “El mundo sería un caos”, se responden mientras imaginan escenarios posibles, “niños sin ir a la escuela, no habría comida, todo esto representaría una pérdida millonaria para las grandes empresas”. “Ya que nuestro trabajo sostiene el capitalismo”, manifestó Luna.
Por ese motivo, para las mujeres que realizan trabajos de cuidados todos los días es importante colocarlos en el centro como un trabajo pero también, y sobre todo, como un derecho: “Algo que se nos ha negado históricamente a nosotras, las trabajadoras domésticas y de cuidados en Honduras, es no contar con una ley que garantice nuestros derechos como trabajadoras”, destacó la dirigente. Como cada 8M, la lucha de las mujeres trabajadoras domésticas se encuentran y organizan junto a todas las luchas de los feminismos: “El desafío de hoy es lograr la unidad entre todas las luchas, estamos buscando los puntos de conexión para fortalecernos”.
Bolivia: “Cuidar a las que cuidan”
Desde el corazón del departamento de Pando, Bolivia, en plena selva amazónica, la Asociación de Mujeres Vivanderas de Las Delicias se organiza para sostener y defenderse de manera colectiva contra la informalidad del trabajo y la precarización de la vida. Como vendedoras y trabajadoras domésticas se reúnen para incentivar para que más mujeres de su comunidad puedan afrontar la vida cotidiana.
Su presidenta, Alma Rosa Lijeron Ruíz, explica en un nuevo 8M que se proponen “incentivar a las mujeres para que puedan salir adelante, como organización pedimos a las autoridades que haya más capacitaciones de género, queremos casas de acogida y propuestas para que las mujeres puedan salir de las situaciones de violencia”. En Bolivia, explica Lijeron Ruíz, “las mujeres mueren por feminicidios todos los días y esto se debe a la falta de oportunidades, no pueden dejar sus casa porque no consiguen trabajo, por ejemplo”.
Para las mujeres vivanderas de Pando, el Día Internacional de las Mujeres es un día para reflexionar sobre las violencias cotidianas pero también, y sobre todo, para visibilizar “todos los avances conseguidos, seguir exigiendo cambios y celebrar los actos de valor y decisión de las mujeres comunes que han desempeñado una función clave en nuestra historia”, explicó Lijeron Ruíz, para quien el 8 de marzo es un día de conmemoración de “las mujeres guerreras y mujeres valientes que lucharon por los derechos que tenemos hoy”.
A pesar de los derechos conquistados, las mujeres vivanderas saben que existen todavía muchos desafíos para lograr una igualdad plena entre mujeres y varones, pero también entre las mujeres que realizan los trabajos de cuidados y quienes las contratan: “Tenemos por un lado, el desafío de la corresponsabilidad en cada pareja en cada familia. Esto es muy importante, tenemos que compartir los trabajos de cuidado porque no todo en la vida de la mujer tiene que ser cuidar el hogar, a los niños y la familia”. Por otro lado, explicó la activista, “somos también quienes realizamos las tareas de cuidados de manera informal y sin derechos”. En ese sentido, destacó la importancia del autocuidado, “nosotras mismas tenemos que cuidarnos para mantenernos fuertes y con buena salud porque, si no nos cuidamos nosotras ¿quién lo hará?”.
“Las mujeres de nuestra comunidad cuidan a nuestros hijos, los visten, les hacen la comida, lavan la ropa, planchan y, además, les guían y enseñan los valores”, señaló la presidenta de la organización. “Pero no sólo eso -agregó- también son quienes realizan las tareas de cuidados en el trabajo, sin ellas las infancias y los abuelitos se enfermarían”. Al hacer estas tareas desde pequeñas, explica Lijeron Ruíz, “las mujeres no tenemos las mismas oportunidades que los varones para estudiar, trabajar mejor y dedicarse a lo que una quiera, ya sea estar en una organización o llegar a ser funcionaria, terminan siendo trabajos que asumen los varones”.
Para enfrentar la situación de desigualdad que tienen las mujeres frente a los varones, la respuesta fue encontrarse y organizarse: “Las mujeres nos estamos construyendo como sujetos políticos, desde nuestras propias trayectorias en un espacio amplio para la diversidad y la pluralidad”, aseguró. Desde la organización, se proponen “combinar de manera creativa el hacer cotidiano con el despliegue de la imaginación que tenemos como mujeres, queremos generar nuevo giro a la utopía por eso realizamos charlas y actividades que amplíen los debates”.