Effy diseñó los cuentos, poesías y dibujos de este libro entre los 18 y los 21 años, momento en el que comenzó a hacer visible su transición de género. Cuando se quitó la vida, a los 25, dejó varios archivos ordenados en una carpeta de su computadora. Allí había distintas versiones de 9 y 36 donde fue trabajando en la edición, detalles de estilo y diferentes notas introductorias. Uno de los archivos tiene el nombre de “versión final”: esa es la versión que en 2020 se publica.
El libro cumple con la edición original que Effy dejó en ese archivo: un prólogo general, una guía de lectura alternativa para los 9 cuentos, una dedicatoria (A las mujeres que viven dentro de mí, y por fuera de mí. A mí, que no soy yo), una advertencia (Cuidado), un anexo, un epílogo a los relatos de 36 (Soy mi víctima y mi verdugo) y un orden de páginas. También respeta que los cuentos sean publicados junto con las poesías y sus dibujos. Solo fueron modificadas unas pocas erratas de tipeo y ortografía.
Me permito ahora una lectura personal que parte desde haberla conocido a Effy y trabajar en Que el mundo tiemble (Edulp, 2016), una compilación de sus programas de performance, fotos y dibujos.
En 9 y 36 hay un contrapunto de narrativas. Los 9 cuentos sobre mujeres imaginarias dan un prisma sobre las formas de habitar el ser y dialogan con la astrología y la teología (Effy había estudiado muchos textos bíblicos previo a su bar mitzvah). Tienen un poder que resuena en sus mensajes y si la palabra moraleja guarda una connotación rebajada, mejor pensarlos como una maquinaria de sentidos: sus mujeres están llenas de pulsión vital.
Los 36 escritos antes de decir adiós se despiden de a poco, se quiebran, y generan una sensación constante de encierro. ¿A qué le dice adiós Effy? ¿En qué tono lo dice? ¿Cuántas formas toma el dolor? ¿Qué es el amor y quién lo tiene? El poemario es polífónico y deja de lado las estructuras para sacar a flote 36 maneras de liberarse con el lenguaje.
Effy tenía una lista de libros leídos y libros por leer. Una lista muy larga. El juego de lectura que propone al comienzo -un guiño a Rayuela y a la numerología, su 9 es un puente fantástico a otros mundos- muestra una habilidad para decir varias cosas al mismo tiempo y seguir diciendo algo más, con cada otrx que la lea. Sus dibujos de trazo grueso pueden ser un gran recursero de tatuajes. Son precisos, algunos fatales y otros muy tiernos.
“El arte que hago o que trato de hacer es un arte espejo, nadie me va a ver a mí cuando estoy yo, se ve la persona que se acerca. Mi idea es que cuando te acerques a lo que yo hago, hagas un viaje interior hacia vos mismo, no hacía mí. No estoy pidiendo que entres o me apruebes, o me juzgues o me problematices a mí, estoy viendo que es lo que te pasa a vos con lo que te muestro”, dijo Effy en una entrevista para la revista Waska que se puede ver online. Esas palabras pueden funcionar como clave de lectura, libre de interpretaciones o deducciones fáciles entre sus textos y su biografía.
La publicación de este archivo que Effy dejó preparado es un aporte para que su imaginario siga vibrando. El deseo que tenía de que vieran la luz se manifestó varias veces en vida a su familia y que se concrete es una alegría personal: la alegría de saberla vigente (no importa cuando leas esto).