Orgullo
Magda Alejandra Choque Vilca nació el 25 de noviembre de 1962 en La Quiaca, Jujuy, cerca del límite con Bolivia. Es descendiente de vigésimo-primera generación del cacique Viltipoco: un líder indígena del pueblo omaguaca que comandó la guerra de resistencia contra la invasión del imperio español en 1594. “Aprendí de mi papá a no habilitar la discriminación. Yo tengo mucho orgullo de mi casa y de mi legado. Cuando en el colegio me llamaban ‘coya’, mi papá me explicaba que me estaban diciendo diosa, reina, que me estaban diciendo ñusta”.
Su nombre, casi como si hubiera sido signada, refleja la interculturalidad por la que trabaja y también su área específica de investigación: Magda Alejandra es un nombre europeo, Choque en aymara es “papa semilla” y Vilca –se pronuncia ‘Wilca’– viene del quechua y quiere decir “piedra sagrada”. Hoy se la conoce como la “Reina de las Papas Andinas” por el trabajo que realiza para conservar la biodiversidad y reivindicar la identidad argentina andina desde su profesión: la ingeniería agrónoma. “Para muchos, yo soy una piedra en el zapato” dice Magda.

Saber campesino y saber científico en diálogo
Estudió en la Universidad Nacional de Jujuy y se recibió de ingeniera agrónoma en 1991. Su interés por las papas nace de su abuela Alejandrina quien, a través de la cocina, compartió con ella su legado originario y su legado afro.
Una de sus comidas favoritas es el Papa Huayco, que su abuela le preparaba con papa Tuni Morada –una papa que recién cosechada es muy cremosa–, con queso, cebolla y tomate. Mientras estudiaba en la ciudad, le costaba muchísimo encontrarla. Efectivamente, la papa Tuni Morada estaba desapareciendo. Y con ella, otras variedades de papas, como muchos cultivos andinos. “En ese momento en la universidad regía el modelo agroexportador, se hablaba sólo de kilos por hectárea, y mencionar la biodiversidad y las papas andinas era como hablar de los ovnis”, cuenta.
En la Argentina hay 62 variedades de papas documentadas en el banco de germoplasma en el INTA, el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria. En el mundo, hay más de 5000 variedades silvestres y cultivadas, la mayoría en los Andes. Esto contrasta con lo que vemos en muchas verdulerías de ciudad, donde sólo podemos elegir entre papa lavada o con tierra. Lo que se consume dinamiza la biodiversidad y el mercado local: “Somos soberanos cuando elegimos qué poner a la mesa. Cuando se pierde una variedad se pierde también un saber ancestral de uso y de consumo, sus propiedades medicinales, culinarias y alimenticias”, explica Magda.
No se puede elegir aquello que no se conoce, así que una de las primeras tarea que encaró Magda, recién salida de la facultad, fue hacer un muestrario: trabajó con agricultorxs y recolectó muestras de distintas variedades, las puso en bolsitas, las etiquetó y siete veces sacó fotos para el registro. No salió ninguna. En esa época no había cámaras digitales y las fotos se velaban, salían a la mitad, salían feas. El click lo hizo en una conversación con su padre, hijo de agricultores. “¿Le has pedido permiso a las papas?”, le preguntó. Y es que en el campo no hay objetos de estudio sino seres vivos: las montañas, el agua, los animales, las plantas. El trabajo de Magda tiene que ver con su tradición, con sus creencias y con su identidad.
Ciencia en territorio
Su otra abuela, Rosalía, una vez le preguntó “Usted que es ingeniera, digamé ¿el año que viene va a ser llovedor?”. Ante el desconcierto de su nieta le explicó como, desde siempre, los agricultores observan dónde hace su nido un pájaro local. Si lo hace a la orilla del río, va a ser un año seco, si lo hace más arriba va a ser un año con lluvias. De eso se trata poder estudiar los fenómenos de forma integrada: no mirar el átomo solamente, sino al átomo en su circunstancia. “La pasión no descalifica el ser y el hacer; yo no me siento menos ingeniera por leer las nubes como me enseñó un productor de Caspalá ni por clasificar las semillas como me enseñó la abuela Rosalía. Al contrario, esos saberes me complementan”.
A la forma de creación de conocimiento académico le falta una mirada más integral. Magda explica que la ciencia, desde su concepción histórica, nace puesta al servicio de la comunidad, pero que potenciada por la forma de evaluación en la carrera científica, pierde su razón de ser, pierde la mirada del bien común, de la mirada del otro. “Si yo hago 80 trabajos con la comunidad o doy 80 cursos a campesinos tiene menos valor para el puntaje científico que si publico dos papers en una revista internacional”. Esto hace que la ciencia se encripte, sea endogámica, se mire el ombligo. En parte por esto Magda se alejó de las instituciones científicas y se dedica a hacer ciencia desde el territorio.
“Es importante generar espacios de diálogos de saberes integrados”, dice. Por eso trabajó con el gobierno, con las comunidades indígenas, con agricultores y con cooperativas de trabajo para fundar en 2009 en Tumbaya, un pueblo de menos de 500 habitantes de Jujuy, la Escuela de Cocinas Regionales, donde se dicta la Tecnicatura Superior en Cocinas Regionales y Cultura Alimentaria. Es la primera tecnicatura en cocina regional de Argentina y de Latinoamérica, pública y gratuita. “Los alumnos no solo aprenden a cocinar sino sobre biodiversidad, historia de la alimentación, antropología del gusto, francés, química y marketing. Trabajamos para que se sientan orgullosos de traer su saber y el saber de su casa, de sus abuelos. Conjugamos el saber empírico ancestral con el científico”. Magda se desempeñó varios años como directora de la carrera y pudo ver egresar a más de diez promociones. En muchos casos, son los primeros graduados de la familia.
“El campo mira a la ciudad y la ciudad mira al hemisferio norte. Tanto hemos erosionado nuestra autoestima, que hasta nuestra lengua y nuestros modismos son descalificados. ¿Qué es la identidad? ¿Es como yo soy o como me ven los demás? Tenemos la deuda de reconocernos, valorar nuestro territorio, lo que somos y lo que tenemos. América morena es inmensamente rica, el desafío es poner en valor todos nuestros recursos. Que podamos elegir quedarnos, que no tengamos que irnos. Pero que nos quedemos con equidad: con opciones, con conectividad y con recursos”. Ese es el mensaje de Magda. Y por eso la homenajeamos hoy: porque creemos que la ciencia también debe aprender a valorar la diversidad.
* Científicas de Acá es un proyecto colaborativo y solidario para narrar y visibilizar la historia de las mujeres en la ciencia argentina. Cada entrega corresponde a un capítulo del libro ilustrado, que se publicará en marzo de 2021. Mientras tanto, pueden seguirnos en Instagram, Twitter y Facebook.