Mujeres indígenas: sostener la red de la vida

En un contexto donde la criminalización y la persecución son una realidad constante para las mujeres indígenas en Guatemala, su resistencia y liderazgo son cruciales para el futuro de sus comunidades. En esta nota, Victoria Alvarado, integrante de la Asociación de Cooperación para el Desarrollo Rural de Occidente (CDRO), comparte sus vivencias en Totonicapán y refleja cómo las mujeres indígenas, a pesar de las amenazas y violencias cotidianas, lideran transformaciones en sus comunidades, construyendo un futuro más justo para las próximas generaciones.

Foto de portada: Edward Rodwell Arrazola Gomar para We Effect.

Cada 5 de septiembre se conmemora el Día Internacional de las Mujeres Indígenas como homenaje a la guerrera indígena aymara Bartolina Sisa, que luchó contra la dominación colonial española en el siglo XVIII. A pesar del paso del tiempo, las comunidades indígenas insisten en que todavía hay poco para festejar. En un mundo donde el racismo y el machismo continúan estructurando el entramado social, ser mujer indígena significa enfrentar una red de opresiones que entrelaza la violencia patriarcal, la discriminación racial y el saqueo de los recursos naturales. 

Para ellas, la resistencia no es solo un concepto, es una lucha diaria contra la precarización de sus vidas y la subestimación de sus conocimientos y prácticas.  Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), más del 43% de las mujeres indígenas en Guatemala viven en condiciones de pobreza extrema, una cifra que refleja las múltiples desigualdades que enfrentan.

“Las mujeres somos las encargadas de los cuidados de las comunidades y los territorios”, sostiene Victoria Alvarado, integrante de la Asociación de Cooperación para el Desarrollo Rural de Occidente (CDRO) en Guatemala. Ella, que lleva más de treinta años de trabajo en Totonicapán y en el altiplano occidental, destaca cómo las mujeres indígenas juegan un rol clave en sus comunidades y subraya que este papel no es casual, sino el resultado de una historia de lucha y resistencia transmitida de generación en generación.

Foto: Edward Rodwell Arrazola Gomar para We Effect.

Como sucede en toda la región, las mujeres indígenas de Guatemala sostienen prácticas fundamentales para alimentar a la población. Sin embargo, según el informe Ellas alimentan al mundo, son quienes también tienen un acceso limitado a recursos básicos para la vida, y solo 4 de cada 10 tienen la tierra a su nombre, lo que hace que limita tanto su bienestar como sus aportes a la comunidad. 

Victoria insiste en visibilizar su lucha porque las mujeres indígenas no solo cuidan de sus familias, recuperan tradiciones y producen alimentos sanos, si no que también están al frente de iniciativas que buscan proteger sus territorios y mejorar la calidad de vida en sus comunidades en el actual contexto de crisis climática. “En CDRO trabajamos con estructuras comunitarias como parcialidades y comités de agua, donde las mujeres están involucradas en cada paso. Desde la reforestación hasta la educación ambiental, su aporte es fundamental”, explica Victoria. 

Las violencias racistas y machistas son barreras que las mujeres indígenas deben enfrentar diariamente en los diversos entornos que habitan. Victoria señala que, aunque muchas participan activamente en juntas directivas y otros espacios de toma de decisiones, su rol suele estar condicionado por normas que históricamente han sido patriarcales. “Sabemos que esto va a ser un proceso largo porque existen creencias profundamente arraigadas que dificultan la participación plena de las mujeres en estos espacios”, reflexiona. A través de la educación y la formación, CDRO ha implementado estrategias para acompañar a las mujeres y promover su real incorporación en puestos de liderazgo.

“En CDRO, hemos trabajado mucho en la sensibilización con las nuevas masculinidades para poder abrir espacios para las mujeres en las juntas directivas”, dice Victoria. Aunque la participación de las mujeres es visible, muchas veces se les asignan roles tradicionales. “Queremos que las mujeres tengan un protagonismo más fuerte en las estructuras y en los puestos de toma de decisión”, agrega.

Foto: Edward Rodwell Arrazola Gomar para We Effect.

Las tejedoras de la red

Guatemala sigue siendo un país donde la violencia y la criminalización son parte de la vida diaria para quienes defienden los derechos territoriales y la vida comunitaria. Las mujeres indígenas, en particular, son doblemente vulnerables, enfrentando no solo la violencia de género, sino también la represión estatal y las amenazas de actores armados y grupos vinculados al crimen organizado. Según un informe de Front Line Defenders, en el año 2023, Guatemala fue uno de los países más peligrosos para defensores y defensoras de derechos humanos, especialmente quienes trabajan en la defensa del territorio, la tierra y el medio ambiente.

Victoria Alvarado comparte un testimonio contundente sobre la situación en su comunidad: “La participación política de los pueblos indígenas ha sido históricamente limitada, y aunque hemos logrado algunos avances, la persecución y las amenazas continúan siendo una realidad”. En las recientes movilizaciones que sacudieron a Guatemala, luego de que el Ministerio Público iniciara una persecución penal contra el partido Movimiento Semilla, las mujeres estuvieron en la primera línea.

Foto: Edward Rodwell Arrazola Gomar para We Effect.

“Estuvimos en las marchas, sostuvimos los principales cortes y colaboramos de distintas maneras. Las amenazas llegaron rápidamente, tanto a nivel personal como a nuestras familias”, relata Victoria. Después de más de tres meses de manifestaciones por parte de los pueblos indígenas y de las organizaciones sociales y de derechos humanos en defensa de la democracia, Bernardo Arévalo, candidato de Movimiento Semilla, asumió la presidencia.

Para Victoria, la respuesta organizada de los pueblos es una demostración histórica contra la corrupción y la impunidad: “Lo que vimos en las manifestaciones de los 106 días fue una reafirmación de nuestra identidad. Esto evidencia que, unidos, podemos luchar por una transformación profunda de nuestra sociedad”. 

A pesar del cambio de gobierno y de la incorporación de liderazgos indígenas y populares en él, las estructuras de poder mantienen sus privilegios y la situación del país caribeño continúa siendo compleja. “Sabemos que esos cambios van a ser lentos porque las estructuras de poder están profundamente arraigadas”, asegura Victoria. “El Ministerio Público ha cobrado mayor fuerza y continúa persiguiendo a líderes y lideresas que defienden los derechos de sus comunidades”, denuncia la activista. Esta represión no solo afecta a quienes están al frente de las movilizaciones, sino también a las comunidades en su conjunto, que se ven obligadas a vivir en un estado constante de alerta y temor.

Sin embargo, las mujeres indígenas no solo resisten, también lideran procesos de organización comunitaria y fortalecen la identidad y la hermandad entre los pueblos. “La resistencia no es algo nuevo para nosotras. Aquí, muchas mujeres son productoras de hortalizas, maíz, frijoles y otras especies que ayudan a mantener las fuentes de agua. Su trabajo es clave para la sostenibilidad de nuestras comunidades y la red de la vida”, asegura Victoria.

Foto: Edward Rodwell Arrazola Gomar para We Effect.

La noción de “red de la vida” es central en la cosmovisión de las comunidades indígenas que preexisten a Guatemala como nación. “Nosotras aprendimos de nuestras abuelas que el cuidado del agua y del bosque es vital”, asegura Victoria. En Totonicapán, explica, las estructuras comunitarias, como los guardabosques y los comités de agua, “están a cargo de la conservación de todos los recursos naturales”. Para ella, el cuidado de la red de la vida trasciende las generaciones: “Todo lo que hacemos hoy, lo hacemos pensando en lo que vamos a heredar a nuestros hijos e hijas por eso todas las personas de la comunidad sostienen su servicio comunitario”, insiste. 

En un contexto donde la criminalización y la persecución son una realidad constante para las mujeres indígenas en Guatemala, su resistencia y liderazgo son cruciales para el futuro de sus comunidades. “Nuestro trabajo no es solo para nosotras mismas, sino para las futuras generaciones”, concluye Victoria. Su lucha, que va más allá del simple acto de resistir, es también una construcción activa de un futuro más justo e igualitario para quienes vendrán. Hoy las mujeres indígenas, sostienen el presente desde su amorosidad y persistencia para que en ese futuro deseado, ser indígena no signifique enfrentar las mismas violencias que ellas tuvieron que batallar.