Nuestro orgullo serán abrazos

En Argentina, el 28 de junio no hay marcha del orgullo como en el resto del mundo, sino que se marcha en resistencia y pidiendo justicia por los transfemicidios, travesticidios y transhomicidios. “No hay carrozas con marcas y publicidades, sino una manada de lobas hambrientas que pedimos por nuestras hermanas muertas. No hay glitter, ni outfits, ni dragas”, escribe Marce Butierrez. Junto con nuestra compañera fotógrafa, Solange Avena, pusieron la mirada en los abrazos de la movilización y las historias que se cuentan a través de ese cruce de cuerpos. Crónica de una jornada ventosa y fría pero llena de abrazos orgullosos. 

No me encanta junio. Apenas empieza el mes todas las marcas se apropian de los colores del arco iris para vendernos simpatía con el colectivo LGBT. Y lo que me molesta aún más es que muchos compran ese mensaje como una señal de cuánto hemos avanzado en la lucha por nuestros derechos. Pagamos una rainbow cake de marca internacional a precio oro, pero miramos con asco a la marica que vende chipá afuera de la estación del tren. Con el paso del tiempo, ese poderoso espíritu de liberación sexual que alimentaba el desmadre de las maricas de Stonewall, terminó convertido en una miscelánea nostálgica que tiene más de mito que verdades. La inspiración del Mayo Francés, la influencia de los movimientos de desobediencia civil contra la guerra de Vietnam, la lucha contra el yugo colonizador británico y europeo sobre los países de África, todo ese clima de convulsión social, estudiantil y obrera estaba en el puño de Marsha, el día que se arrojó la primera piedra en Stonewall Inn. Hoy las maricas tienen los puños llenos de proteínas del gym y los culitos con botox. Y así se me pasa junio, mirando con desconfianza los supuestos progresos que con tanta fuerza promociona la narrativa del PRIDE®.

Sin embargo, ocurre la magia de encontrarnos. En Argentina, el 28 de junio no hay marcha del orgullo, sino que marchamos en resistencia y pidiendo justicia por los transfemicidios, travesticidios y transhomicidios. No hay carrozas con marcas y publicidades, sino una manada de lobas hambrientas que pedimos por nuestras hermanas muertas. No hay glitter, ni outfits, ni dragas. Sólo estamos las travestis con el caballo cansado volviendo a la calle para pedirle al Estado que nos diga ¿dónde está Tehuel, quién mató a Cintia Moreira y por qué Sofía Fernández apareció muerta en una comisaría de Derqui? No hay rainbow cake que nos saque el hambre sí nuestros gobiernos siguen negociando con el FMI, ni colores que tapen la crisis habitacional y le pongan freno a una economía que se come la carne de las niñeces. Y por todo eso, con toda esa bronca, marchamos.

Una media hora antes de la marcha ya están en la plaza los vendedores ambulantes con su parafernalia de colores, confundidos sin ton ni son. Un pañuelo contra el maltrato animal, una bandera trans, una pulsera con la cara de Norita Cortiñas y un prendedor a favor de las dos vidas. En ese cambalache se cuenta la historia de los últimos años. Una señora se acerca y pregunta “¿esa es la bandera asexual?”. El vendedor la mira desconcertada, no tiene idea. La señora le cuenta que su hija es asexual y que ella tampoco entiende por qué, pero quiere esa bandera. La lleva, son 100 pesos. De a poco se van apiñando algunas mariconas aquí y allá, junto al puesto de panchos. Unes pibes toman mate en el solcito de invierno, se miran fijo y se abrazan. El último rayito de sol de las 5 de la tarde los enciende como una braza. Elles no tienen emblemas, ni glitter, ni ropa carísima; pero están brillantes porque encontrarnos tiene esa gracia; la de iluminarnos entre nosotres. Los abrazos van replicándose de a poco, como chispazos en la mitad de una tarde ventosa y fría.

“Te presento a mi sobrina”, me dice Belén. La pibita está preciosa con una faldita corta de colegiala, un flequillo regio y medias can-can. Le pregunto a Belén que le gustaría decirle a las compañeras que ya no están. Se le nublan los ojos y me pide que no, que no le pida recordar porque la memoria le duele. Belén es parte de “Las históricas” del Tigre y tiene la piel dura pero el corazón blando. Les pido entonces que nos dejen sacarles una foto junto a la fuente de la plaza. Belen mira a su sobrina a los ojos y le dice algo, no sé qué, pero su sobrina la escucha y sonríe suavemente. Se abrazan fuerte y la pibita cierra los ojos y frunce los labios con emoción. Su tía, le está legando un futuro.

Como a la media hora de la convocatoria empiezan a llegar las banderas partidarias y encolumnarse. Las travas viejas están en las rejas de la pirámide de Plaza de Mayo tejiendo unas trenzas con los nombres de las compañeras que recuerdan y saben que no están. Muchas de ellas estuvieron muertas antes, las dieron por muertas, pero la lucha por la reparación volvió a reunirlas y se supieron vivas. Unas marionetas de Lohana acompañan el teje. La Susy está ahí y saluda a quienes pasan, La pato responde una entrevista. Desde el último año son un poco el centro de atención, la memoria viva. Las travuelas de la Plaza de Mayo. Del otro lado unas pendejitas desabrigadas pero monísimas posan para la foto sosteniendo unos carteles azules. Son las nenitas del Gondolin, todas apretadas en sus jeans y arregladas para la puteria, sostienen carteles que piden ternura, que piden llegar a viejas, que piden con urgencia. Sus carteles son azules como las paredes del hotel que les da abrigo.

Y cuanto más cerca estamos de empezar la marcha los abrazos se multiplican. Una viene y me dice que estoy más gordita, la otra me abraza por la espalda y me asusta. La veo a la Sher llegando a la plaza y se abraza con una amiga para la foto. Ella con su remera que dice “travesti abolicionista” y su amiga Sabri con el gorrito de La Cámpora. La marcha empieza a tener colores, pero colores políticos. Con acuerdos y diferencias este 28 de Junio la Marcha fue una sola y levantó las banderas contra las muertes de nuestres compañeres. Hubo de todos los partidos políticos, menos del PRO… porque se sabe que a ellos sólo les gusta venir cuando hay cámaras, glitter y globitos.

En el desborde que empieza a ser la plaza, la agarro a la Pato, histórica dirigenta de San Isidro y le pido hacerle un retrato. Se abraza a una marica regia, divina toda vestidita de rosadito y con chaleco de peluche. “Estamos a tono con la Casa Rosada” dicen las dos al unísono y se abrazan casi en la puerta, poco más no abrazan al policía que se hacía el desentendido ante la mariconería. “Yo debería estar en el balcón” me dice la Pato, y no me cabe duda. ¡Cuanto menos deberíamos marchar si una de nuestras viejas travas estuviera sentada en el sillón de Rivadavia!

“¡Yo no sabía que estabas viva!”, le grita la Sirena a otra trava con la que se vuelven a ver después de años. Ella y sus amigas vienen de Quilmes. Son bastante olvidadas las del sur porque siempre las que robaron cámaras eran las de Panamericana, Tigre y Palermo. Pero la zona sur estuvo y está llena de zonas de trabajo sexual donde la Sirena y otras millares de travas hicieron comunidad. Las cuatro amigas se encuentran, se abrazan y hablan hasta por los codos. Se dan piquitos, se chichonean, juegan como adolescentes aunque ya estén pintando canas. Ese abrazo podría durar horas, pero la columna arranca y hay que marchar.

“¿Y para qué marchan?”, preguntan siempre los fachos. Sin dudas creo que marchamos para encontrarnos, para abrazarnos. Más allá de la consigna, del orgullo, de la visibilidad, de las disputas y tensiones internas del colectivo, más allá de las controversias nos juntamos cada 28 de junio para abrazarnos. Habrá mariconas que se sientan en Starfucks a comer su rainbow cake, ni modo… que se atraganten. Pero nosotras las reas, las sucias, las feas, las travas, las viejas, las afeminadas, las punks, las zurdas, las trolas, las gordas, las negras, las del campo popular… Nosotras nos abrazamos en la plaza.