Otra vez sopa de caño: redes, desinformación y justicia feminista

Un crítico de arte argentino fue repudiado publicamente por “su práctica bloguera violenta, misógina y transfóbica”. Luego de la presión social, la institución que había recientemente premiado un trabajo suyo, decidió retirar el premio. El acontecimiento es una oportunidad para pensar el funcionamiento de las redes sociales, la circulación de discursos de odio y la relación de los feminismos con el poder y la justicia.

0 Rodrigo Cañete saca un libro sobre historia del arte argentino. Rodrigo Cañete gana un concurso del International Center for the Arts of the Americas (ICAA), radicado en Houston, Texas, Estados Unidos. El premio es prestigioso. La asamblea permanente de trabajadoras del arte Nosotras Proponemos y otras organizaciones de críticxs y curadorxs de la Argentina emiten diversos comunicados en Internet en repudio del premio a Cañete y “su práctica bloguera violenta, misógina y transfóbica”. En redes sociales comienza una campaña de crítica al crítico y otra denunciando la cultura de la cancelación. En dos días el ICAA retira el premio.

1 Rodrigo Cañete es un bloguero y crítico de arte. En el blog practica, según sus palabras, una crítica a las instituciones culturales que representan los más rancio de la sociedad. Según las nuestras: critica a personas que le caen mal en el ámbito de la cultura y en especial las artes visuales y la farándula. Sus críticas se basan en el cuerpo, la identidad y las prácticas culturales o de consumo de sus objetos de estudio. Love Art Not People lleva 10 años en la blogósfera, es un sobreviviente, una pieza del museo vivo de Internet. Cañete no migró su contenido a redes sociales o a otras plataformas digitales acordes con los cambios tecnológicos y subjetivos asociados. Así es preciso leerlo: Cañete escribe desde 2011, con tecnología de 2005 y lenguaje del siglo XX. Sin embargo hay algo del nuevo siglo en él. Cañete es un troll sin máscara ni call center.

2 Durante la última década se produjo una expansión exponencial de la crítica cultural y social basada en el género. La intolerancia hacia las violencias con base en el género y la sexualidad se volvió norma escrita y no escrita. El feminismo ganó espacios territoriales e institucionales, extendió su área de influencia, se constituyó como un actor político de peso y expuso su heterogeneidad. Nadie podría dar una versión justa, aceptada por todxs lxs feministxs, de lo que el feminismo es. Feminismos hay muchos y nadie puede hablar en nombre de ellos. La relación de los feminismos con el poder y con la política es rica, es vieja y lleva miles de palabras escritas, en el último lustro en la Argentina, especialmente, el Estado ha generado instancias desde donde proyectar políticas feministas. Sin que esté muy claro qué significa eso. Los feminismos ganaron poder, ¿cómo lo hicimos? Llenamos las calles con banderas lo suficientemente convincentes como para que no puedan ser negadas por las mayorías. Hicimos esto sostenidamente durante siglos, y desde 2015 con una intensidad que todos los movimientos sociales admiran. Les feministas comenzamos a hablar la lengua del poder y de la verdad. Hay que ser valiente o loco para discutirnos. Pero ni bien creés que estás discutiendo el feminismo hay dentro mismo del feminismo alguien que ya discutió esto. El feminismo en el Estado, por ejemplo. Somos tantas las, les, los feministas que nos esparcimos en todos los ámbitos, también en el campo del arte. 

3 Una sociología de la protesta podría recuperar las transformaciones en los modos del activismo, el libro de Marcela Fuentes Activismos tecnopolíticos ensaya reflexiones sobre las adaptaciones de los activismos a la era digital en los últimos 20 años. Si en los 80 se organizaban acciones callejeras mediante llamadas, folletos y boca a boca, hoy el activismo se realiza mediante y en la comunicación digital. El activismo actualizó sus repertorios en Internet —en algunos casos los limitó a Internet—, y quedó atrapado en sus lógicas comunicacionales y en las modulaciones de la subjetividad que propone ese medio. Internet no es una herramienta pura y neutra, ninguna técnica lo es. El auge del discurso, la práctica y el activismo feminista se forjó junto al crecimiento del tráfico en Internet y la expansión asquerosa y brutral de los gigantes de las telecomunicaciones gobernando el pulso de nuestras navegaciones. Hoy el activismo es en Internet y con los modos de Internet, especialmente en tiempos de aislamiento social, imposibilitadas las protestas y manifestaciones presenciales y callejeras. Por cierto, este es un tipo de activismo completamente tolerable, mientras la militancia territorial y en organizaciones políticas es asociada a valores negativos: la corrupción, el ventajismo, la violencia.

4 Las redes sociales son el espacio de tráfico de mensajes en Internet por excelencia. La gran mayoría del contenido compartido en las redes sociales es copia, son millones de terminales compartiendo contenido producido por un porcentaje ínfimo de usuarios. La lógica de la campaña por redes y el hashtag se utiliza para vender pañales, mopas, libros o políticas públicas. Like or dislike, sí o no, pulgares arriba o abajo. Amo/no amo. Un mapa de posibilidades bipolar, que encaja y que retroalimenta sistemas y culturas políticas cimentados en el binarismo y la oposición. A la grieta la hizo, también, Twitter. Y a Twitter qué bien le viene toda grieta. El feminismo, tendencia mundial, rápidamente encontró su escuadra detractora. 

5 No nos callamos más es una frase que resume la olla presión destapada en 2017. Marina Mariasch describió ese año como el del giro denunciante. Denuncias de acoso, denuncias de abuso, denuncias de maltratos. Mujeres denunciando varones. Víctimas denunciando victimarios. Un nuevo par binario solapado en las redes sociales. No nos callamos más fue tan pregnante como estrategia colectiva (no consensuada por nadie de forma organizada) que marcó un nuevo escenario político donde las víctimas pasaban a tener por primera vez algo de poder. Por poder queremos decir: legitimidad, credibilidad, sus palabras hablan la lengua de la verdad. Apenas dos años antes Ni Una Menos había movido la tierra hasta hacernos imaginar que todas somos en algún grado víctimas de alguna violencia patriarcal, una ley de 2009 las enumera. Toda vez que denunciamos tomamos un poco del poder que se nos fue negado cuando nos pasaron por arriba. Pero a la vez otro movimiento también se produce: llegamos feministas a espacios de relativo poder, principalmente al Estado, digo relativo porque solo un fantasioso delirado podría creer que una feminista en el poder es una feminista con poder. El asunto es: una vez ahí, con la voz legitimada, las leyes escritas, las plazas llenas ¿qué hacemos? Nos nos callamos mas: denunciamos, señalamos, repudiamos. De la protesta social, herramienta favorita de cualquier movimiento emancipatorio, como son los feminismos, a la denuncia individualizada hay un trecho en el que la acción va desprendiéndose de proyecto político. La “imaginación política” para no reproducir una política machirula se menciona en panfletos virtuales, la “política feminista” se presenta como un romance con nosotras mismas, una verdad atesorada en los úteros, pero nadie sabe bien qué es y con qué se come. La justicia feminista, otra quimera ¿qué quiere decir una reforma judicial feminista? No sabemos pero qué bonito suena. Lo que quiero decir es que feminismos y poder es un par en construcción. Que la unidad de los feminismos siempre implica una unidad fallada, fallida, porque quienes entran en la unidad siempre ceden algo en el camino y que las diferencias no resueltas pasan en buena medida por los conceptos de poder y de justicia. Por ejemplo, como pregunta Tamar Pich: ¿Pensamos en términos de víctimas a tutelar o desigualdades a combatir?

6 A Cañete le sacaron el premio y habló de cancelación, un término que nos llega también vía Estados Unidos y que supone que en la exposición pública de las acciones o discursos de una persona señaladas negativamente hay injusticia. La cancelación también plantea el problema de que se vulnera a una persona (su intimidad, su honor, su fama) en nombre de valores del progresismo. Una malla conceptual se tejió rapidísimo y ahora la lectura automática es que la hegemonía del feminismo es moralista, cancelatoria y victimizante. No nos cansemos de decirlo: ese es un modo de la justicia feminista que nadie consensuó, es una práctica facilona muy tentadora en redes sociales y que representa una pequeña parte de la trama de los feminismos. Una reciente cancelación: Foucault cancelado por la acusación pública de pedofilia. Otra: el psicólogo de Harvard Steven Pinker cancelado por fomentar el racismo. Cancelar es quitar el apoyo, dejar de recomendar, cortar vínculos. Cancelar es muy sencillo en el mundo digital, te dejo de seguir. No es en cambio sencillo cancelar un legado, una obra o un pensamiento. El asunto es que hoy, con el feminismo a secas instituido como lugar de enunciación poderoso (un poder que no se constata ni en el Estado ni en las instituciones ni en las casas ni en las calles), una acusación o un repudio con argumentos apoyados en premisas feministas puede acabar en cancelación rápidamente. En las redes no hay gobierno visible, tirás una piedra y comienza a moverse sola, emitir un comunicado en redes es abrir una puerta a lo desconocido, nadie puede adivinar muy bien qué pasará. O sí: ante las denuncias feministas una administración de justicia express y flotante se manifiesta de forma binaria e inapelable. Sí/no a Pez. Sí/no a Prietto. Sí/no a Maradona. Dentro de los feminismos también se dirimen así las diferencias: sí/no a Jimena Barón por apoyar a las trabajadoras sexuales; sí/no a las personas trans dentro del movimiento; sí/no a las indígenas en el centro; sí/no a entrar al Estado, etc. Se cancela con furia y sentimiento, como trolls. Como Cañete cancela, pero con una diferencia.

7 La adicción al escándalo (ver Indignación total. Lo que nuestra adicción al escándalo dice de nosotros, de Laurent de Sutter). “Incomodar y ‘violentar la forma’ es la única manera de generar algo nuevo”, piensa Cañete y lo dice en una entrevista reciente. Como experto en estética él asegura que la ruptura en las formas es la única manera que tiene alguien como él de dejar una marca. Su desbocada crítica, impertinente y lastimosa, tendría un sentido ulterior, un fin que redime de los dolores que podrían causar su “violentar la forma” con “ese tono de francotirador permanente” (así lo describe en una nota). En varias entrevistas y en su blog mismo Cañete declara unas ciertas intenciones antisistema. Cañete también es un activista: denuncia el racismo, el capitalismo, el machismo y el abuso de poder de lo que llama “la mafia del amor”, que vendría a ser un grupo de artistas, gestores y trabajadores del arte que a él no le caen bien y lograron cierta hegemonía en el campo. Cañete persigue justicia, que lo haga violentando es una estrategia de comunicación política. ¿Pero qué violencia tan dolorosa puede ejercer un simple blog en 2021? Una que en el milenio pasado nadie señalaba, cuando la violencia política iba por otros andariveles. A fines de la dictadura se desarrolló un tipo de periodismo político y cultural satírico, burlón, hasta un poco chabacano y tololo. Era humor, crítica social y desenfadado uso de la libertad de expresión en un contexto en el que los movimientos LGBTIQ y feministas no tenían el poder para decir no que tienen ahora, digamos que todo lo contrario, eran las mismas feministas, tortas y maricas las que producían esos contenidos que hoy quizás leeríamos como violentos. En 1984 la revista Cerdos & Peces fue denunciada por apología del delito por publicar una nota no condenatoria de la pedofilia. Eran otros tiempos, alguien podía pensar en publicar algo así, alguien leerlo y alguien decidir absolver a los acusados. Ese tipo de narrativas pantagruélicas, propias de sociedades asfixiadas, con rígidos controles morales, eran un escandalete para la pacatería. Pero corrió mucha awita bajo el puente, señor. La Cerdos & Peces es un buen ejemplo de algo que nunca más pudo hacerse, la comparación le va a gustar a Cañete, amigo de Levinas, Symns y Calamaro: el número de despedida recientemente publicado no tiene casi rastros de la inmundicia de otros tiempos.

Hoy el escandalete se esconde en cuevas en Taringa y los reductos para fascistas declarados, a veces salpica en Twitter de la mano de los trolls pagos e impagos, desde QAnon Shaman, hasta los kkkkk kretina, los que violentan políticas y periodistas por ser feministas mandando fotos de violaciones, los que insultan como si por cada insulto les saliera una bitcoin de la boca, los Santiago Cuneo o Baby Etchecopar. Petardistas, chismosos, mentirosos. Trump; Bolsonaro. Hay que insertar acá el problema de la desinformación que generan campañas sucias como parte de la misma estrategia: violentar la forma. Es decir, el escándalo ya cambió de bando, ¿La rebeldía se volvió de derecha?, pregunta el libro que paradójicamente el mismo Cañete publicitó en su blog.

El libro de Pablo Stefanoni que mencionamos tiene un subtítulo extenso y elocuente: “Cómo el antiprogresismo y la anticorrección política están construyendo un nuevo sentido común (y por qué la izquierda debería tomarlos en serio)”. Tomar en serio al antiprogresismo, ¿y si es justamente eso lo que hace Nosotras Proponemos?¿Y si es justamente por tomarse en serio a sí mismas y al problema de la rebeldía de derecha que se repudian los discursos de odio de Cañete antes de que sean legitimados? También hay que ser muy valientes, estar organizadas y estar convencidas para levantar el dedo y avisar: no queremos esto, esto es injusto. 

9 La pregunta por qué se hace luego de ser conscientes de la ofensa es el tema de Ellas hablan, de Miriam Toews. En una comunidad menonita en la que las mujeres eran violadas por la noche por los hombres de la comunidad esas mismas mujeres deciden qué hacer con los acusados. Las opciones son: irse, quedarse y resistir o no hacer nada. Todo el libro transcribe la asamblea donde discuten estas posibilidades. El contexto es muy diferente, pero bien vendría debatir nuestras posibilidades: por ejemplo: ¿son posibles otras estrategias de protesta que no repliquen la lógica persecutoria del repudio y la denuncia en las redes sociales que todo lo polarizan?

En busca de salir de la cueva del doble pensamiento único, nuevamente hay que mencionar la paradoja que aparece en torno al silencio: No callar más para callar a otres. ¿La ruptura del silencio puede superar la instancia de silenciar a los que nos quieren calladas?. La pregunta es qué hace un feminismo (un transfeminismo interseccional no punitivista), o un movimiento de izquierda cuando tiene poder, ¿reproduce una lógica de buenos y malos, este y oeste (tan actual en las noticias de los grupos corporativos que apoyan a Juntos por el Cambio aunque la ex presidenta haya intentado romperla diciendo que tan filosoviética como la venden iba a Disney en las vacaciones), penes y conchas, víctimas y victimarios? ¿Ahora que sí nos ven vamos a hacer lo mismo que ellos?

10 La crítica feminista es crítica cultural, dice Nelly Richard, operar en el campo del discurso social proponiendo debates y argumentos puede ser un desafío en el timeline de las redes, donde la indignación es combustible y el negocio que más paga es conseguir nuestras emociones. O puede ser una muy mala idea cuando la ofensa es torpe, descarnada, impune y para colmo felicitada, pero sigue siendo un ejercicio que hay que hacer.