A Presentación Cala le llegó un mensaje al grupo de WhatsApp de mujeres de la comunidad Abra Pampa, Jujuy, para anotarse al programa Producir y se lo pasó a Claudia Martínez Oviedo, ingeniera Zootecnicista, articuladora y jugadora de toda la cancha de la puna árida. A los 49 años Presentación Cala o “Prese”, como le dicen, está cumpliendo su último año como presidenta de la Comunidad aborigen de Santa Rosa en el Departamento Cochinoca, en la provincia de Jujuy, en donde empezó como tesorera. Prese y Claudia se conocieron “en el terreno” cuando Prese recién empezaba con su tropa de siete llamitas en 2008 a través de créditos de $2.000 que se otorgaban desde el Programa Social Agropecuario del Ministerio de Agricultura en el que trabajaba “La Inge”, como la llaman a Claudia Martínez Oviedo. Ahora Prese tiene una tropa de 100 llamitas porque es lo que le da el campo y también el cuero.
El Programa Producir, del Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad, está dirigido a crear y/o fortalecer proyectos productivos de todo el país, llevados adelante por organizaciones comunitarias en las que participen mujeres y personas del colectivo LGBTQI+ que atraviesen o hayan atravesado situaciones de violencia machista. Es una propuesta para fortalecer su autonomía económica. Además de apoyo económico (desde $496.800 hasta $1.512.000, dependiendo si las organizaciones tienen personería jurídica o no) las beneficiarias reciben apoyo técnico.
Producir se lanzó durante este año. La inscripción de la primera etapa finalizó el 11 de junio con más de 200 organizaciones que tienen el sí, como el proyecto de Presentación Cala.
“Producir nos beneficia mucho porque los fríos sí, son así, muy fuertes. Nos hace falta invernaderos para tener verdura fresca al día, para que podamos consumir”, suma Prese. La asignación de $1.300.000 para el proyecto “Transformar la realidad productiva y social de las mujeres Kollas, le permite a ella y a toda su comunidad acceder a cuatro invernaderos andinos de 5×7 metros que protegen de las heladas la producción de verduras que alimentan a más de 20 familias. La propuesta también incluye la mejora de siete corrales para el pastoreo de animales, proceso difícil para las mujeres andinas que caminan a campo abierto. El alambrado les permite un mejor manejo de los animales. “No vivimos en campo como se imaginan, acá hay que caminar por los cerros. Los alambrados nos hacen caminar menos”, explica Prese.
En la puna el sol asedia. Es extremadamente fuerte en verano y en invierno las temperaturas llegan a los 24° bajo cero. Pero no solo las condiciones climáticas son adversas. “Las comunidades también están alejadas de todo: de la conectividad, de medios de transporte, están completamente aisladas”, dice Inge y su señal lo evidencia: la comunicación con LatFem se entrecorta a cada rato.
“Además, avanzar con el proceso de construcción de invernaderos es esencial para las comunidades de la puna. Con la pandemia lo que se vió el año pasado es que al cerrar las jurisdicciones, estas comunidades no tenían la posibilidad de llegar a Abra Pampa -ciudad cabecera- para comprar verduras”, agrega Inge.
Ella es una gran técnica en el terreno: “Nosotras las técnicas de la Secretaría de Agricultura Familiar no tenemos fondos, pero sí el Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad. Es una forma de articulación, de unión, de trabajo en conjunto con las comunidades: desde el Ministerio tienen los fondos pero no la estructura territorial de la zona. Es una articulación perfecta”.
A 70 kilómetros de Abra Pampa, en la Comunidad Originaria de Pasajes, la realidad es similar. Soledad tiene 30 años y ya lleva dos mandatos como comunera. Cuenta que “se tarda hora y media en llegar por los caminos” y que “la gente se está volviendo a los campos por la situación económica”. El Programa Producir les otorgó un monto de $1.238.000 para realizar invernaderos y también para la compra de dos esquiladoras mecánicas.
Las mujeres de Pasajes cambiaron, así, tijeras por esquiladoras. La esquila, que comienza entre octubre y noviembre, es un proceso complicado porque actualmente se hace con tijeras, que son muy buenas, pero requieren de mucho esfuerzo. Una tecnología apropiada para la agricultura familiar les garantiza una mayor productividad. Además, “el calor seca. Se nos caen los animales y se nos mueren si no los esquilamos”, agrega Soledad, cubriéndose los ojos del sol, que le da de frente en el Punto Digital, otro programa del Gobierno Nacional que busca garantizar espacios de conectividad gratuitos y gracias al cual puede conectarse para la entrevista con LatFem.
La señal de Soledad también viene y se va mientras cuenta su historia por teléfono por videollamada. Se desconecta y vuelve a aparecer con una capelina que le permite estar más cómoda para charlar. Ahora construye una metáfora: “Hay que sacarse el sombrero por la Inge Claudia porque siempre ha estado en terreno y siempre nos ha ayudado bastante a nosotras con el armado y ejecución de proyectos”.
Una bloquera social para el circuito local andino
“Encontramos en este programa un impulso para pasar del debate a lo productivo, una forma de empezar a trabajar sobre la economía concreta de estas mujeres”, dice Constanza Santillán. Tiene 35 años y es técnica de la asociación civil Mirando Lejos en la ciudad de Esquel, en la provincia patagónica de Chubut.
“La bloquera social va a estar conformada por diez personas que están atravesando algún tipo de vulneración en la ciudad”, agrega Asunción Ayllapan. A los 32 años, “Asu” es coordinadora en territorio del proyecto de la bloquera.
Constanza y Asu se instalaron en Esquel desde el comienzo de la pandemia en 2020. La complicidad manifiesta en sus diálogos y risas es fruto de la experiencia sindical que compartieron en Buenos Aires y que ahora se expresa en Mirando Lejos, la asociación civil que formaron y que es esencial para articular políticas de Estado con la comunidad esquelense.
Una bloquera es una máquina de hacer bloques. Para la confección de bloques van a adquirir también cintas métricas, baldes de mezcla y una hormigonera eléctrica. La decisión de comprar una hormigonera eléctrica no responde solamente a la productividad sino también a una razón sociológica. “Una compañera advirtió que no sabía si se veía haciendo así con la mano (hace un gesto como si estuviese dando vuelta la manivela de la hormigonera), la idea es que ellas se sientan parte del proyecto, que se sientan cómodas”, dice Constanza. Y agrega: “Si armamos proyecto que no contiene a las compañeras que lo van a hacer, las máquinas van a quedar tiradas. Apostamos a la continuidad para que sea un sostén económico para ellas”.
¿Por qué una bloquera? Una de las razones específicas es mejorar la situación habitacional de los barrios Ceferino, Chanico y Bella Vista ubicados en la montaña. “Se trata de apuntar a las personas que necesitan terminar un pedacito de su pieza o mejorar la vereda”, explica Asu.
“Acá hay mujeres que han aprendido de albañilería por padre o abuelo, queremos potenciar ese oficio que está muy masculinizado, nosotras creemos que también podemos crear”, completó Constanza.
Además, buscan activar en la comarca andina. “Acá hay mujeres que han aprendido de albañilería por padre o abuelo, queremos potenciar ese oficio que está muy masculinizado, nosotras creemos que también podemos crear”, completó Constanza.
Ambas reconocen que más allá de romper estereotipos y de apuntar a mejorar la situación de los barrios, la idea es generar un circuito local. “El gasto de transporte encarece mucho el rubro de la construcción acá, por eso para nosotras es sumamente valioso articular con los comercios de la construcción, y ni hablar si nos ponemos a exportar a las localidades de la Comarca”, dice con entusiasmo Asu. Constanza se suma y agrega, entre risas: “podemos meter un Chile también”.
Bloques de calidad y cuentas claras. En lo que refiere a la recaudación, Asu cuenta que “va a haber un tercio destinado a la materia prima, otro tercio para gastos administrativos y el otro tercio es ganancia para las compañeras”.
La bloquera social es un puntapié para formar una cooperativa de mujeres y LGBTQI+ esquelense de 21 a 40 años que ya vienen trabajando en conjunto con roperos solidarios y una olla popular. De hecho, “pudimos armar la primera biblioteca con perspectiva de género en Esquel y la pudimos desarrollar a través del programa Articular. Eso nos permitirá realizar talleres de escritura, lectura y de expresión”, señaló Asu.
Constanza y Asu conocen las múltiples distancias entre la Ciudad de Buenos Aires y Esquel. “En Buenos Aires hay discusiones que están y acá hay discusiones que no empezaron. Esquel forma parte de una Comarca en donde las personas llegan a determinada edad y luego se van. Por eso la bloquera es también un modo de evitar que esta población LGBTQI+ migre rápidamente a Buenos Aires en búsqueda de oportunidad laboral o anonimato.
De la bloquera en la patagonia al centro de estética en el conurbano
“Lo que hacemos desde el Ministerio es fortalecer esas organizaciones con apoyo económico y técnico para que esas unidades económicas sean potenciadas. Por otro lado, buscamos fortalecer a organizaciones sociales que están siempre en el territorio y son red y sostén para las personas que están en situación de violencia de género”, explica a LatFem Julieta Bonilla, socióloga y coordinadora del Programa.

Las líneas de trabajo del programa son, por un lado, la promoción de nuevos proyectos productivos que incluyan a mujeres y LGBTQI+ que atraviesen o hayan atravesado situaciones de violencias de género y, por el otro, el fortalecimiento de proyectos productivos existentes. Una de las novedades es que no es exclusivo para organizaciones con personería jurídica, sino que también se pudieron presentar organizaciones que no la tengan porque muchas veces esa falta de formalidad se convierte en un obstáculo. De hecho, las organizaciones que no la tienen reciben acompañamiento del Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad para formalizar esta situación.
El equipo de trabajadoras del Programa está distribuido regionalmente: unas se ocupan de NOA y NEA, unas de Cuyo, unas de la Patagonia, unas de Centro Dos (Santa Fe, Córdoba y Entre Ríos) y unas Ciudad Autónoma de Buenos Aires y Provincia de Buenos Aires. Como en períodos de siembra, las trabajadoras del Producir se organizan para que el programa se esparza capilarmente por todo el país.
“Para mi este Programa es, en primer lugar, fortalecimiento para organizaciones que trabajan día a día, que tejen redes, es, por el otro, generar trabajo y, personalmente, es un desafío hermoso”, dice a LatFem Julieta Bonilla.
Los rubros son variados: hay quienes se dedican a la gastronomía, ofrecen servicios estéticos o productoras de bloqueras, entre otras cosas. “En la provincia de Buenos Aires hay un centro de estética que ofrece servicios de peluquería y belleza facial. También tenemos una bloquera en la Patagonia o trabajadoras rurales que tienen gallinas ponedoras”, enumera la coordinadora del Programa y los ojos se le encienden.

Estado, mujeres, producción y futuro
La economista Mariana Mazzucato, advierte en su libro El Estado Emprendedor: que “la mayoría de las innovaciones radicales y revolucionarias que han alimentado la dinámica del capitalismo- desde el ferrocarril hasta Internet y la nanotecnología y la farmacéutica modernas- parten de inversiones iniciales emprendedoras arriesgadas que se caracterizan por un uso intensivo de capital proporcionado por el Estado”. Esto es: la ampliación de las redes de Internet se debe más a la inversión estatal que a la del sector privado.
Las historias de Prese, Inge, Soledad, Constanza y Asu demuestran que sí: “los sueños necesitan financistas” y es necesario que sea el Estado quien siga poniéndose al hombro esta gran maquinaria de producir sueños. Más aún con los retrocesos que marcó la pandemia: según el Global Gender Gap Report (2021) que publica anualmente el Foro Económico Mundial, “otra generación de mujeres tendrá que seguir esperando a la paridad de género”. La crisis sanitaria retrasó 36 años más el cierre de las brechas de género, que se suman a los 99 años que ya marcaba el mismo reporte en 2020. Esto significa que faltarían 135 años. Por otra parte, CEPAL asegura que Latinoamérica retrocedió una década en términos de la participación económica de las mujeres. De acuerdo a datos recabados por la Dirección Nacional de Economía, Igualdad y Género del Ministerio de Economía de la Nación la brecha entre varones y mujeres menores de 30 años en la tasa de desempleo se cuadriplicó. Insistimos, no se puede dar respuesta en el camino de la recuperación económica en términos binarios: no es una cosa o la otra. Es el Estado y el privado, es un esfuerzo de todxs.