Tamires Sampaio: “el tiempo de la reivindicación no es el tiempo de la política pública”

Tamires Sampaio es abogada y magíster en derecho político y económico, y coordina el Programa Nacional de Seguridad Pública Ciudadana, el Pronasci, en el tercer mandato de Lula da Silva en Brasil. Con 30 años, Tamires es también asesora especial del Ministro de la Justicia y Seguridad Pública, donde intenta imprimir la perspectiva del feminismo interseccional a cada una de sus acciones. En esta entrevista nos cuenta el desafío de ser mujer, negra, joven, nacida en la periferia de São Paulo, y ocupar hoy un lugar en el gobierno federal en Brasil. Esta conversación forma parte de “Institucionalizadas: cuando los feminismos se vuelven parte del Estado”, una investigación transnacional de LatFem sobre Argentina, Uruguay, Chile y Brasil con apoyo de FESminismos, proyecto regional de la Fundación Friedrich Ebert (FES).

Texto en portugués

—¿Te considerás feminista? 

—Sí, me considero feminista. Soy hija de una militante del movimiento de mujeres negras. Crecí con ella en encuentros y seminarios de mujeres negras en Brasil. Más allá del feminismo, los debates de género aquí suelen abarcar la importancia del recorte de clase y raza. Creo que el movimiento feminista en Brasil, especialmente en los últimos años, ha ganado mucha fuerza. Yo misma crecí con mi mamá en una perspectiva de formación más tradicional, con las promotoras legales populares en São Paulo, en esos encuentros de mujeres negras. Pero hoy vemos cómo esa discusión sobre el feminismo está en todas las edades, espacios, se organiza de distintas formas, en distintos colectivos que pueden ser verticales, horizontales, que se proponen a hacer una discusión general o más bien enfocada. Creo que las redes sociales incluso tienen un rol importante en ello, y algunas políticas públicas de los gobiernos progresistas tienen un papel en ese proceso. 

Los debates de género aquí suelen abarcar la importancia del recorte de clase y raza.

Mi madre hizo el curso de formación de promotoras legales populares, hay fotos mías ahí dibujando mientras ella cursaba. Ella participó de encuentros de mujeres negras en Belo Horizonte y São Paulo, acompañó reuniones de la Unión de Mujeres y otras del movimiento negro, pero no llegó a organizarse. Quien se terminó organizando fui yo, porque me afilié a un partido.

—¿Cómo fue tu ingreso en una organización del movimiento negro?

—Fue a partir de mi entrada en la universidad. Ingresé en la Universidad Presbiteriana Mackenzie gracias al ProUni (el Programa Universidad Para Todos es un programa de inclusión educativo generado por el primer gobierno de Luiz Inacio Lula da Silva). Gané una beca del 100% y cursé la carrera de Derecho en esa facultad. Ahí tuve contacto con el movimiento estudiantil universitario: discutíamos sobre el enfrentamiento al racismo en la universidad, sobre el combate a las opresiones y violencias de género y raza, y armamos un colectivo de izquierda en una universidad que es históricamente conservadora. A partir de esa organización del movimiento estudiantil, fui participando de otros espacios que me llevaron a conocer personas de la juventud del Partido de los Trabajadores (PT), del movimiento negro de la Coordinación Nacional de Entidades Negras (Conen), que integro. Me afilié al PT en 2012, me organicé en la Conen, comencé en ese proceso de militancia y ahí no solo como Tamires, hija de Rose –mi madre–, sino también como Tamires activista, lider estudiantil, del movimiento negro.

Foto: Fabio Rodrigues-Pozzebom/ Agência Brasil

—Ya pensando en cómo traducir ese repertorio y la vivencia de la militancia hacia dentro del Estado, ¿qué características tiene una política feminista dentro del Estado?

—Yo creo que el movimiento feminista, en especial el interseccional, aporta un abordaje de entendimiento sobre cómo los conflictos de género son estructurales y están relacionados a una dinámica de opresión que involucra género, raza y clase. La perspectiva feminista que yo creo y sigo es el feminismo negro e interseccional, que tiene ese abordaje amplio.

En la producción de política pública esto es importante para entender quién es el público objetivo. No sirve armar algo como el Programa Nacional de Seguridad Pública Ciudadana (Pronasci) —programa que coordino hoy en el Ministerio de Justicia y Seguridad Pública—, sin entender cuál es el blanco hoy de la violencia en Brasil. Quiénes son esas personas, dónde viven, cuál es su género, raza, edad. La perspectiva feminista interseccional, para mí, como funcionaria, aporta una visión amplia sobre qué es la política pública, cuál es el público objetivo, sus distintas realidades y qué debemos hacer nosotros como gestores o funcionarios, para efectivamente alcanzar a esa personas específicas, a ese grupo social específico, que es mayormente victimizado.

Cuando pensamos en una política de seguridad en Brasil, donde más de 40 mil personas mueren por año, de las cuales 80% son negras, 90% son hombres y 60% son jóvenes —pero hay un crecimiento de la violencia contra las mujeres en ese escenario, en especial contras las mujeres negras—, necesitamos entender dónde viven, en qué regiones, estados, municipios, y cómo logramos, desde el gobierno federal, construir una política de inducción. Este es nuestro papel, e involucra hacer que, de hecho, las políticas alcancen a esas personas.

—La seguridad parece ser un tema cooptado por sectores conservadores, lo que tiende a llevar también la opinión pública por ese lado. ¿Qué representa tener una mujer negra coordinando a un programa como el Pronasci? ¿Qué puede traer en términos de políticas públicas y en términos de percepción sobre qué significa la seguridad en la sociedad?

—Para mí fue muy loco. Además de mujer negra, soy joven, y siempre hay una discusión sobre la experiencia necesaria para estar en este espacio. Pero más allá de ser joven, tengo formación de grado, una maestría en el campo, investigaciones, fui Secretaria Adjunta de Seguridad Pública de Diadema, un municipio que tiene una historia en la producción de política pública preventiva. Hay también una dinámica que es: somos llevados a creer que la seguridad pública es solo un tema de policía, vinculado a la represión, y no lo es. La seguridad tiene que ser una política transversal de acceso a la educación, cultura, vivienda, empleo, movilidad, urbanismo. Todo esto está relacionado con la seguridad pública.

Foto: Fabio Rodrigues-Pozzebom/ Agência Brasil

Soy una mujer negra, joven, de la periferia de São Paulo y parte del movimiento social, pero a la vez soy graduada en Derecho, magíster en derecho económico, investigo sobre seguridad hace más de diez años. Así, en el proceso de la política pública y en la coordinación de un programa de seguridad pública y ciudadanía como es el caso del Pronasci, consigo traer la visión del movimiento de reivindicación, incluso como parte del blanco de ese proceso de violencia y, al mismo tiempo, traigo una visión más técnica, de investigación y gestión que es necesario trabajar en conjunto para construir una política que sea efectiva.

Es un desafío muy grande. Se me suelen decir “¡Ay, qué chiquita!”

Es un desafío muy grande. Se me suelen decir “¡Ay, qué chica!”. Pero, al mismo tiempo, aquí en el Ministerio, el ministro Flavio Dino (Ministro de Justicia y Seguridad Pública) es una persona que me respeta mucho y siempre me concede ese espacio de producción, construcción, incluso de visibilidad. Eso también rompe algunos prejuicios, porque cuando tenés un ministro que te empodera en el espacio que estás, quiebra cualquier tipo de prejuicio o de descrédito. Eso se rompe cuando una figura de poder en ese espacio también te da poder para construir política; te empodera en tu posición de coordinación.

—En relación a esa perspectiva interseccional y feminista, ¿qué obstáculos concretos se presentan en la gestión pública? ¿Hay embates, cuáles son los desafíos?

—Hay un entendimiento muy grande sobre la noción interseccional de la seguridad y de la construcción de políticas transversales y de los grupos objetivos. La creación del Ministerio de la Igualdad Racial, el Ministerio de las Mujeres, el Ministerio de los Pueblos Indígenas, la Secretaría Nacional de la Juventud; todo esto visibiliza a esos públicos de política pública. Hay una gran comprensión en el ámbito del gobierno federal cuando intentamos construir recortes sobre quienes efectivamente queremos alcanzar.

Foto: Fabio Rodrigues-Pozzebom/ Agência Brasil

No me acuerdo de ningún conflicto con el enfoque en la población negra y en las mujeres cuando pensamos en política pública de seguridad, o con un recorte de la juventud negra cuando pensamos en la prevención de violencia para la juventud. Creo que en el ámbito del gobierno federal hay una conciencia general sobre esos recortes. En el ámbito de la sociedad es un desafío más grande, dado el proceso histórico del Brasil de las violencias generalizadas, del racismo estructural y del machismo.

—¿Cómo es el vinculo con el movimiento feminista negro de base? Hay espacios de convergencia, articulación, espacios de encuentro, ¿hay tensiones? ¿Cómo es tu experiencia en ese sentido?

—Hay tensiones, claro, porque estamos en una cartera de seguridad, y seguridad es un tema que, en Brasil, es muy difícil. Deberíamos estar hablando de protección a la vida, pero, en la práctica, hablamos sobre muertes generalizadas de un grupo bien específico. Entonces, siempre hay tensión con los movimientos sociales, creo que es sano que la haya. Porque es necesario que se exija al gobierno, mientras su papel es hacer un proceso de escucha y búsqueda de cómo podemos responder.

Siempre hay tensión con los movimientos sociales, creo que es sano que la haya.

Una cuestión es que Brasil es una república federativa: existe la unión de los estados y municipios, y cada uno tiene una competencia en relación a esas políticas de seguridad. El Estado tiene la principal competencia cuando consideramos la actuación de las policías militares y civiles. En el caso del Ministerio de Justicia y Seguridad Pública del gobierno federal, trabajamos como inductor de políticas. A veces se hace un poco difícil que el movimiento social entienda que no interferimos directamente en la actuación de una ciudad o de un estado específico. Pero también estamos para escuchar, hablar y pensar modos de atender a las demandas que se nos presentan.

¿Existen instancias de intercambio con los movimientos?

—Hacemos consejos, reuniones y conferencias municipales. Ya hicimos este año acá en el ministerio. Siempre que el ministerio es accionado por los movimientos, tenemos reuniones incluso con la presencia del ministro. Hicimos algunos encuentros con colectivos en los territorios como São Paulo, Rio de Janeiro, Bahia…

—¿Cómo es la relación con otras feministas dentro del Estado? ¿Están organizadas, hay un espacio propio de discusión o de apoyo?

—Ya hubo un encuentro de jóvenes gestoras o funcionarias del gobierno federal. En ese encuentro hablamos sobre armar un foro para un proceso de intercambio permanente de jóvenes funcionarias, pero al mismo tiempo la gestión nos consume. Para instituir tal espacio hace falta que alguien se dedique a ello mientras la gestión en su conjunto nos consume el tiempo. El Ministerio de las Mujeres siempre construye un espacio de formulación, pero en el ámbito de pensar las políticas públicas que están siendo pensadas para las mujeres. Diría que no hay una forma organizada, pero hubo intentos piloto de diálogo.

—No existe entonces una agenda común.

—Sé que ya hubo experiencias, encuentros, pero nada estructurado para ello.

—Sin embargo, sí existe una convergencia sobre la perspectiva interseccional en todas las áreas de gobierno.

—Sí. No sin razón eso está destacado en el programa que tengo a cargo. Tenemos cinco ejes prioritarios. El primero es el enfrentamiento de la violencia contra la mujer, el quinto es el enfrentamiento al racismo estructural y todos los crímenes de ahí derivados. Esto está como directriz de actuación de nuestros trabajos.

Foto: Fabio Rodrigues-Pozzebom/ Agência Brasil

—¿Cuál fue la mayor sorpresa, positiva o negativa, desde que ocupás un cargo en el Poder Ejecutivo en relación a la posibilidad de avanzar en políticas públicas feministas?

—La sorpresa creo que fue la invitación en sí misma. El Pronasci fue el principal programa de seguridad pública durante el segundo gobierno Lula (2007-2011). Yo estaba en el gobierno de transición, fui relatora sobre el Pronasci, hice un análisis sobre el programa, los puntos positivos y negativos, etcétera, pero como comenté: soy joven, tengo experiencia de un año y medio en gestión municipal, y aunque investigo seguridad hace más de diez años, investigar es una cosa y llevarlo a la práctica es otra. Por todo eso, me imaginé que serían otras las personas que ocuparían este espacio. La invitación llegó como una sorpresa muy grande para mí.

Al mismo tiempo, la oportunidad de ser quien soy, venir de donde vengo, con la experiencia de militancia que tuve, para mí es un desafío de vida. La discusión de seguridad y ciudadanía es, para mí, una discusión de vida. La principal lucha del movimiento negro hoy es contra el genocidio. Pensarlo como genocidio es pensar, básicamente, en cómo podemos construir una política de seguridad que esté vinculada a la defensa de la vida, de la población negra, a la garantía de derechos en una perspectiva transversal, y no en una perspectiva de violencia. Es un tema que voy a tratar siempre: lo inicié en el grado y voy a terminar mi vida dando esa discusión, y espero que vengan respuestas concretas en relación a eso.

Tener la oportunidad de coordinar un programa de seguridad ciudadana que piensa la transversalidad e induce una discusión con los estados y municipios, que provoca otras áreas de la explanada de los Ministerios para tener esa perspectiva transversal pensando en la seguridad pública, para mi es un sueño. Es una experiencia muy buena, especialmente por ser un programa que ya fue implementado, que tiene una marca, una expectativa: las personas ya lo conocen, se involucran y quieren ayudar, quieren llevarlo a los territorios.

—Interesante esta interlocución en los territorios, ¿ha sido enriquecedor para vos en ese sentido, ver el problema desde un lugar nuevo?

—Por supuesto. Es incluso gracioso: antes estabas exigiendo y ahora estás del lado del que tiene que dar las respuestas [risas]. Pero es divertido, también. Es pedagógico estar en esta posición.

—¿En qué sentido es pedagógico, cómo podrías describirlo?

—Cuando somos de la sociedad civil y estamos en una posición de reclamo, no entendemos cómo la gestión pública funciona, cuáles son los procesos para el diseño y la implementación de una política pública, cómo funciona esa articulación con el gobierno. En este lado del balcón, descubrís que no es así, que querés algo de repente y que esté listo el día siguiente. Hay toda una burocracia del Estado y pasos que necesitan ser tomados, discusiones, la consultoría jurídica, las áreas, las notas técnicas, el presupuesto, el diseño, el direccionamiento: todo eso que hace que las cosas no sean así tan simples. En ese sentido, creo que es pedagógico. El tiempo de la reivindicación no es el tiempo de la producción de la política pública. Ahí percibís las críticas que son hechas y qué direccionamiento puede ser dado.

El tiempo de la reivindicación no es el tiempo de la producción de la política pública.

—¿Crees que esta perspectiva puede cambiar también tu forma de reclamar al Estado, teniendo ahora esa experiencia de vida?

—Cambia la forma de pensar la política. Mientras era investigadora de seguridad pública yo tenía una visión que cambió cuando empecé a trabajar con seguridad en el municipio de Diadema y que cambió más aún ahora con esta experiencia. Una cosa es pensar con base en la lectura y otra es pensar un tema, una política, una reivindicación con base en las dinámicas de cómo el Estado funciona, de cómo la producción de la política pública funciona. Incluso el contacto con los agentes de seguridad. Cambié mucho mi percepción de la seguridad pública después de las experiencias de gestión que tuve y estoy teniendo ahora.

—¿Qué planes tenías para implementar en el Estado durante la militancia y cómo eso cambió ahora estando en el Estado?

Yo no tenía plan como militante, lo que tenía era una reivindicación. Quería el fin del genocidio, el fin de la violencia. Eso no es un plan por sí solo. Ya en la política, y en mi investigación sobre seguridad ciudadana en la carrera de grado, me focalicé en que la seguridad sea vista como garantía de derechos de manera transversal. Eso es una idea. Ya en la gestión, el asunto es cómo eso se transforma en práctica. Una gestión nacional involucra, en ese sentido, el acompañamiento de los indicadores de violencia en el país, seleccionar los territorios más violentos, identificar quienes son violentados, cuáles son los principales desafíos en relación a esos grupos, no solo en el ámbito de la seguridad, pero en varias áreas: educación, salud, empleo, vivienda, asistencia social. De ahí, se parte a una articulación sobre cuáles políticas pueden alcanzar a esos territorios que son más vulnerables, y se hace un proceso de articulación y formación con las fuerzas de seguridad. Ahí ves cómo puede el gobierno federal hacer en articulación con gobiernos estaduales y municipales, cómo la política puede ser implementada para eso. Es otra llave.

—En los últimos años, con los avances de las extremas derechas, surgieron discursos peyorativos sobre el feminismo que tienden a situar las demandas feministas como una agenda menor o menos importante. ¿Qué opinás sobre eso?

Creo que quien se niega a hacer una discusión que tenga como base recortes de género, raza, clase, edad, está negando una discusión con base en la realidad. Brasil es un país con más de 200 millones de habitantes que viven en algún lugar, tienen un género, una raza, hacen parte de una clase social, tienen una edad. Todo ello tiene una consecuencia en el modo en que se vive, cómo se tiene acceso a una política pública, si tiene oportunidades o no. Entonces, hacer ese recorte es básico para la producción de política pública, para quien quiere ser un funcionario que efectivamente atienda a las necesidades de la población brasilera. Quien se niega o cree que esto es menor no está dando una discusión con base en la realidad.

“Institucionalizadas: cuando los feminismos se vuelven parte del Estado” es una investigación especial transnacional de LATFEM sobre Argentina, Uruguay, Chile y Brasil con apoyo de FESminismos, proyecto regional de la Fundación Friedrich Ebert (FES).