Mientras las campañas de vacunación continúan, diversos equipos de investigación argentinos avanzan en la puesta a prueba de sus proyectos de vacunas para tener, en el próximo año, la posibilidad de contar con refuerzos de inmunización nacionales. Se trata de estrategias de diversa índole, que fueron posibles gracias al aprovechamiento de distintas disciplinas –desde la veterinaria a las inmunoterapias contra el cáncer- y a la articulación entre lo público y lo privado para que los conocimientos generados en el laboratorio lleguen finalmente a la sociedad. A continuación, LatFem repasa los desarrollos más avanzados.
ARVAC Cecilia Grierson (UNSAM)
El equipo de investigación del Instituto de Investigaciones Biotecnológicas (IIB, CONICET-UNSAM), dirigido por la investigadora Julian Cassataro, fue uno de los seleccionados a la convocatoria de proyectos Unidad Coronavirus, anunciada por el gobierno nacional a poco de establecer la cuarentena obligatoria en 2020. Su propuesta – la ARVAC Cecilia Grierson, en homenaje a la primera médica del país- tiene una plataforma similar a la de la vacuna contra la Hepatitis B y el VPH, basada en proteínas recombinantes.
“La vacuna –explicó Cassataro- utiliza una porción específica del virus purificada. Es una plataforma muy segura, ya utilizada en vacunas que se dan a recién nacidos o embarazadas”. Este tipo de plataformas es, además, segura para personas inmunodeprimidas. Por otro lado, se trata de un modelo más estable que otras vacunas, que puede producirse a bajo costo con materia prima nacionales y que no depende que condiciones especiales de refrigeración, lo que abarata también facilitaría su distribución.
Este año, el proyecto fue el primero en adquirir financiamiento a partir del llamado “Ensayos in vivo de vacunas argentinas COVID-19”, que la Agencia Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación (Agencia I+D+i) lanzó hace algunas semanas. Con ese subsidio, de 60 millones de pesos, el grupo de Cassataro podrá culminar la fase pre-clínica, que consta de evaluar la efectividad de la plataforma a partir de la exposición de los animales vacunados al virus.
Durante el proceso de ensayos, encontraron que la vacuna “induce una excelente respuesta de anticuerpos neutralizantes de las variantes que están circulando en nuestra región y, también respuesta, inmune celular T”, aspectos que hoy requerimientos clave para las vacunas contra COVID-19.
“Estamos muy contentos porque esta es la primera vez que algo que hicimos en el laboratorio de investigación paso a producirse a escala industrial en una planta como la del laboratorio Pablo Cassara con quienes estamos trabajando desde enero 2020”, dijo a LatFem la investigadora de CONICET. La experta también adelantó que las fases clínicas podrían comenzar “a principio del 2022”.
El equipo se completa con lxs doctores Diego Álvarez, Karina Pasquevich, Lorena Coria y Eliana Castro, y lxs becarixs Lucas Saposnik, Celeste Pueblas, Julieta Alcain y Laura Bruno.

UNLP y UBA
El segundo proyecto que recientemente recibió el financiamiento de la agencia es el encabezado por los investigadores Guillermo Docena y Omar Azzaroni, ambos de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de La Plata (GCEN-UNLP). Se trata de uno de los desarrollos más recientes que, además de un fragmento de proteína Spike, utiliza nanopartículas como “vehículo” y adyuvante, es decir, como una forma de “despertar” al sistema inmune.
“El año pasado y a raíz de la pandemia, veníamos trabajando en un método de detección de anticuerpos en colaboración con un equipo de la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA que nos proveía el antígeno RBD, la porción de la proteína spike que reconoce el receptor en las células propias. Cuando se supo que los pacientes desarrollaban anticuerpos contra esa proteína, tuvimos el impulso de usar el antígeno para proyectar una vacuna, que empezamos a diseñar en enero de este año y, en marzo, a probar en ratones”, contó a LatFem Docena.
El experto explicó que, antes de la pandemia, su equipo estudiaba el uso de nanopartículas para tratar enfermedades inflamatorias del tracto digestivo. En ese entonces, desarrollaban una vacuna mucosal, es decir, que pueda aplicarse por vía intranasal o sublingual. Para ese caso, las nanopartículas resultaban un vehículo eficaz, porque pueden llegar al destino indicado sin que el tracto digestivo o respiratorio las degrade.
En el camino, descubrieron que estos elementos diminutos eran más que un buen delivery. “Hallamos que, además, funcionan como coadyuvantes, lo que entonces era totalmente inesperado”, expresó el experto. Esa base les permitió presentar una estrategia novedosa contra el COVID-19. Ahora, el equipo evalúa cuál será el plan de vacunación que dispare de mejor manera la respuesta inmune y minimice las reacciones adversas en los ratones.
Fundación Instituto Leloir (FIL) y CONICET
La CoroVaxG.3 es la tercera estrategia vacunal recientemente financiada por la Agencia I+D+i para finalizar su fase preclínica. Similar a las de Sputnik V y Cansino, la vacuna utiliza un vector adenoviral para inducir una respuesta inmune efectiva contra las diversas variantes presentes en la región, pero su apuesta es lograrlo a partir de una única dosis.
El equipo de Osvaldo Podhajcer tiene una larga trayectoria en inmunoterapia contra el cáncer y, en particular, con el uso de determinados adenovirus para disparar esa respuesta del organismo. Con la premisa de contribuir con sus conocimientos a las necesidades sanitarias, decidieron reorientar ese conocimiento a una vacuna que lograra optimizar las tecnologías similares usadas hasta el momento.
“Cuando la OMS declaró el estado de pandemia en marzo, lo que empezamos a ver es que los adenovirus eran unas de las tecnologías principales que se estaban proponiendo para realizar las vacunas contra el coronavirus. Nosotros somos el laboratorio con más experiencia en adenovirus en Argentina, entonces, tenía mucho sentido hablar de las posibilidades de meternos en el ensayo de una vacuna”, recordó Sabrina Vinzón, una de las integrantes del equipo en el Laboratorio de Terapia Molecular y Celular (LTMC) y experta en desarrollos vacunales.
Hasta el momento, los resultados son promisorios: “La verdad es que la vacuna mostró niveles de inmunidad muy potente con una sola dosis aplicada, y esa respuesta inmune se mantenía estable por cinco meses. Eso es mucho para un estudio en ratones. Comparando esos resultados preclínicos con los de las vacunas que ya están circulando, los resultados fueron equivalentes o superiores”.
Como sus pares de otros laboratorios en carrera, el equipo busca concluir la fase preclínica con ensayos de efectividad, que se hacen de la mano de un laboratorio de bioseguridad del ANLIS-Malbrán y concluir, además, los estudios preclínicos de toxicidad y de dosis máxima tolerada, requeridos por el ANMAT para pasar a una fase clínica, de ensayos en humanos.
Estrategias desde todas las regiones
En Bariloche, el camino hacia la vacuna vino por el lado de la nanotecnología. El equipo del Grupo de Nanomedicina Veterinaria de la Estación Experimental Agropecuaria del INTA, liderado por Sebastián Pappalardo, trabaja junto a laboratorios Bagó en una nanovacuna, que se vale de liposomas dirigidos a las células dendríticas, aquellas que contribuyen a regular la respuesta inmune del organismo.
Desde la Universidad Católica de Córdoba, en tanto, un equipo liderado por el investigador de Conicet Hugo Luján trabaja en el desarrollo de una vacuna oral contra COVID-19. En colaboración con investigadores de la Universidad Federal de San Pablo, en Brasil, y Universidad de la Sorbona, en Francia, el equipo optó por una estrategia que despierta la respuesta inmune en el intestino delgado. Para eso, se valen de ciertas proteínas de un parásito intestinal que, como un vehículo blindado, transportan distintas moléculas del SARS-CoV-2 –incluida la famosa Spike en su superficie- que despiertan la generación de defensas, tanto de anticuerpos como de linfocitos T.
Por último, investigadores del CONICET en la Universidad del Litoral (UNL), en colaboración con los laboratorios Cellargen Biotech SRL y Biotecnofe SA, desarrollan una fórmula vacunal que se basa en proteínas recombinantes, reconocidas por su estabilidad, bioseguridad y bajo costo de producción.
Producir soberanía
La pandemia de COVID-19 trajo un doble desafío para el sistema científico tecnológico argentino, que comenzaba a reconstruirse tras un periodo de continuo desfinanciamiento. No solo se trató de vehiculizar los distintos saberes hacia posibles soluciones sanitarias, sino construir una articulación sin precedentes con la infraestructura productiva local.
Muchxs de lxs investigadorxs involucradxs en estos proyectos nunca habían experimentado la la posibilidad de que sus líneas de investigación se traduzcan a una aplicación concreta. “Es súper fuerte estar embarcada en este proyecto. Es la primera vez en mi carrera en la que me encuentro tan cerca de llegar con un producto a los pacientes, lo cual es una sensación súper buena, de poder en verdad ver que lo que hacemos puede llegar a tener tal impacto”, dijo Vinzón.
Por su parte, Docena agregó: “Asociarnos de esta manera nos permite complementar, generar mucho conocimiento, porque nosotros como laboratorios no estábamos preparados para la producción industrial, entonces estamos aprendiendo mucho del lado de ellos. La pandemia ayudó a potenciar las colaboraciones para aprovechar las capacidades de cada nodo”.
Al borde de comenzar con los ensayos clínicos, y de acercarnos así a tener refuerzos sanitarios propios para mantener la inmunidad de la población, el presidente de la Agencia Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación (Agencia I+D+i), Fernando Peirano, dijo: “Esto nos va a dejar una vacuna, aprendizajes, capacidades, un modelo de trabajo aplicable a otros aspectos del ámbito de la salud, relacionado al par problema-solución, que llegó para quedarse y que permite que las políticas públicas se vuelvan un catalizador”.