#25N: con los cuidados y la vida en el centro

En el marco del Día Internacional de la Eliminación de las Violencias Contra las Mujeres, ponemos la lupa en los cuidados para pensar cómo el reparto desigual de esas tareas genera y reproduce violencias estructurales, principalmente entre mujeres campesinas e indígenas. Según datos de la CEPAL más de la mitad de las mujeres de Centroamérica dejan de trabajar por asumir responsabilidades de cuidados y familiares. Por eso, desde We Effect en conjunto con otras organizaciones internacionales impulsan una Plataforma Centroamericana hacia la Sociedad de los Cuidados.

Cada 25 de noviembre, en homenaje a las hermanas Mirabal, se conmemora el Día Internacional de la Eliminación de las Violencias Contra las Mujeres. Minerva, Patria y María Teresa Mirabal, conocidas como Las Mariposas, se opusieron a la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo en República Dominicana, que se extendió entre 1930 y 1961 y fue una de las más sangrientas de la historia latinoamericana. El femicidio político de las Mirabal, el 25 de noviembre de 1960, constituyó un crimen de Estado.

En 1981, en el primer Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe, los feminismos declararon el 25 de noviembre como un día para denunciar todas las violencias machistas. Pero también, como nos señalaron los feminismos nacidos de los “márgenes” —como el ecofeminismo, los feminismos comunitarios, populares y decoloniales—, las violencias no se reproducen de igual manera en todos los cuerpos-territorios sino que existe una imbricación de las violencias. 

Es así que la situación de violencia estructural patriarcal que atraviesan gran parte de las mujeres y diversidades en el mundo, no se puede analizar sin pensar en las diferentes desigualdades que las atraviesan. En ese contexto, las mujeres de la región y, en particular las de Centroamérica, además de padecer las violencias machistas, sostienen la vida de sus comunidades y entornos sociales. Mujeres que asumen largas jornadas de trabajos y responsabilidades no reconocidas institucionalmente, lo que muchas veces les impide acceder a trabajos formales, siendo doblemente violentadas y precarizadas.

Tejiendo una sociedad de los cuidados

Para construir sociedades más igualitarias y libres de violencias, We Effect junto a diferentes organizaciones y organismos de cooperación internacional impulsan la “Plataforma Centroamericana hacia la Sociedad de los Cuidados”. Una iniciativa acompañada por ONU Mujeres, la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (OACNUDH), Oxfam, Diakonia, Justicia Alimentaria, CARE, Amsati, Sector de Mujeres entre otras para promover sistemas integrales de cuidados en Centroamérica. Una subregión donde menos avances existen en torno a la agenda de cuidados y donde tampoco se cuentan con datos de investigación y evidencias que puedan colaborar a su reconocimiento.

Además de poner los cuidados en el centro y de considerarlos un derecho, la plataforma tiene un eje puesto en la incidencia en políticas públicas con el objetivo de avanzar en la creación de políticas de cuidados así como también de un marco jurídico que contribuya al resguardo de las leyes de protección social. Para la coordinadora por Centroamérica de We Effect, Damaris Ruiz, esta plataforma también puede colaborar para que “los Estados puedan contar con los conocimientos, ya que de la falta de conocimiento resulta el abordaje”.

Como explican en su informe, el trabajo de cuidados —ese mismo que sostiene la vida social— ha sido históricamente marginalizado por las instituciones y la academia y ese desigual reparto del trabajo de cuidados reproduce las violencias y desigualdades contra las mujeres. Para Ruíz los números hablan por sí solos: “Según la CEPAL más de la mitad de las mujeres de Centroamérica dejan de trabajar por asumir responsabilidades de cuidados y familiares”. Según la activista, “estos datos oscilan entre el 55 y el 66% en la región”.

Además de evidenciar la desigual distribución de las responsabilidades de cuidados que existe entre varones y mujeres, estos números “exponen que los Estados han trasladado estas responsabilidades al seno de los hogares en donde las mujeres son las responsables para garantizar los trabajos de cuidados”, señaló Ruiz. Para ella, esta situación potencia la brecha de desigualdad y tiene una relación directa con su participación en el mercado laboral.

Según el informe de la Plataforma, explica Ruiz, “las mujeres utilizan aproximadamente 5.5 horas para la realización de las tareas mientras que los hombres solamente están dedicando 2.6 horas al día”. A su vez, agregó que las mujeres mayores de 65 años que reciben pensión por retiro son una minoría. Como ejemplo, la coordinadora de We Effect Centroamérica agregó que mientras en Honduras las mujeres mayores pensionadas representan el 8% o en Guatemala es 10%, en países como Uruguay estos datos oscilan entre 81%. Estos datos, para Ruiz, evidencian que Centroamérica es una “subregión en donde existe una crisis fundamental en cuanto a un tema que es absolutamente central para la vida de las mujeres”.

La plataforma tiene, a su vez, una lupa puesta en las mujeres indígenas y campesinas: “Queremos que se reconozca y se valore el papel de ellas en la sostenibilidad ambiental y el bienestar comunitario”, afirmó Ruíz. En ese sentido, aseguró que “es necesario que se garantice el acceso a recursos y servicios que puedan aliviar su carga de trabajo”. La activista explicó que son las mujeres las que “han sido más empobrecidas y las que han amortiguado los efectos de todas las crisis que vivimos ya sea económica, sanitaria, climática”.  Así mismo, denunció que son también ellas quienes “menos atención han tenido”.

Cuidar en tiempos de crisis

Según datos de la OMS, se estima que, en todo el mundo, dos de cada tres mujeres han sufrido algún tipo de violencia en su vida por el simple hecho de ser mujeres. Estas violencias, para las trabajadoras, campesinas y activistas se profundizan en el actual contexto de crisis social, económica y climática donde la precarización laboral y la expansión del modelo extractivista tienen un claro sesgo machista. Como sostiene la Vía Campesina, mientras que los principales recursos económicos están destinados a las grandes inversiones agrícolas del agro-hidro-minero negocio, los desalojos violentos, los feminicidios y la criminalización continúan con total impunidad y los Estados de la región no parecen estar tomando cartas en el asunto.

En el actual contexto de crisis climática, la relación entre los trabajos de cuidados y el rol de las mujeres campesinas e indígenas es ineludible: “Implica, necesariamente, un aumento de la carga de trabajo de las mujeres que son las que se colocan siempre en primera línea”, sostuvo la coordinadora de We Effect Centroamérica. En ese contexto, las mujeres indígenas y campesinas tienen que recorrer distancias mayores para asegurar el agua y conseguir leña, dos recursos indispensables para el sostenimiento de la vida cotidiana.

En ese marco, desde el Movimiento Agroecológico de América Latina y el Caribe (MAELA), el rol de las mujeres campesinas e indígenas frente a la crisis climática hoy es central para pensar su real mitigación. Por eso, diseñar políticas públicas y estrategias que acompañen a quienes ponen la vida en el centro, como proponen desde la Plataforma Centroamericana hacia la Sociedad de los Cuidados, resulta indispensable para el actual contexto.

MAELA está conformado por organizaciones que promueven el buen vivir a través de la agroecología, la soberanía alimentaria, el cuidado de las semillas, la biodiversidad y las semillas. Para Gisela Illescas, integrante de MAELA México, “las mujeres rurales son un sector predominante a la hora de pensar en los sistemas alimentarios: somos las mujeres desde los territorios las guardianas de las semillas pero también de la cocina tradicional, de los saberes de salud y la sanación del cuerpo territorio”.

Desde la experiencia de Maela en la región, sostienen que existen muchas desigualdades en torno a los cuidados en los territorios rurales: “las jornadas de trabajo que asumen las mujeres rurales son mayores, en sus cuerpos sostienen la vida campesina”, explicó Illescas. Por ese motivo, para la activista, es muy importante la organización y el encuentro: “Hemos visto cómo aún con todo ese sistema capitalista, patriarcal y colonialista que nos oprime, la identidad campesina mantiene la alegría y la sanación en el centro”.Pensar en los cuidados desde los territorios implica pensar en la doble y triple tarea que las mujeres asumen para sostener la vida de sus comunidades pero, también, de sus territorios: “El vínculo de las mujeres y la conservación de las semillas, su protagonismo en la soberanía alimentaria promueve el cuidado de su cuerpo-territorio y del territorio extendido de los pueblos”, explicó la activista. En ese marco, para Illescas, a través de la soberanía alimentaria “se pone de manifiesto la importancia que tienen las tareas de cuidados asumidas por las mujeres”. Y agregó: “Hay un vínculo especial que se teje para poder sostener la vida y un elemento importante para sostenerla es la alimentación”.

“Las y los campesinos enfriamos el planeta”, aseguró Illescas. Para la activista, frente a la crisis climática, el movimiento campesino tiene mucho para decirnos: “Las y los campesinos ponen en práctica muchísimas experiencias comunitarias desde conservar las semillas, generar mercados de trueque, construir espacios de reciprocidad y cooperación a través de la economía social y solidaria, tener espacios de diálogos y de saberes e iniciativas de producción de alimentos agroecológicos”.

Todas estas prácticas que defienden los territorios defienden también, necesariamente, la vida de sus comunidades configurando nuevos entramados sociales: “Con las prácticas campesinas además de reconocer las desigualdades también nos conectamos con la vida”, aseguró Illescas. Desde su experiencia sostiene que a través de las relaciones solidarias y cooperativas “florece el amor, los afectos y la amorosidad del compromiso social; se multiplica la unidad de lo comunitario, de lo sutil, de lo cotidiano, de los alimentos, de los fogones, espacios donde las mujeres tienen un lugar central”.

El círculo de los cuidados

Poner los cuidados en el centro es la forma más amorosa de reconocer las trayectorias y gestos cotidianos que las mujeres y disidencias realizan. Poner los cuidados en el centro es reconocer las tareas y habilitar nuevos tiempos. Por ese motivo, desde Maela, encontraron una manera de problematizar la desigualdad en las tareas de cuidados desde el encuentro.

“Una experiencia concreta que estamos fortaleciendo durante el último año ha sido el vínculo entre la agroecología, la salud y la espiritualidad como formas sutiles que nos permiten encontrarnos”, explicó Gisela Illescas desde México.  “Con los círculos para la salud emocional de las mujeres construimos un espacio para hablar y para dialogar; para contener y sanar en las comunidades rurales”, agregó.Las mujeres rurales, como explicamos previamente, asumen diferentes tareas y trabajos que desgastan de manera cotidiana. La creación de espacios de cuidados para las cuidadoras propuesto por Maela es una manera de acompañar políticamente ese proceso. “Es difícil que las mujeres se reúnan y tengan un espacio para hacerlo”, aseguró la activista.

Para Illescas, “los círculos propuestos por Maela han sido un elemento importante”. Desde su experiencia, explicó que les ha permitido “mantenernos en nuestro centro, hermanarnos, generar confianza entre nosotras, visibilizar las formas amorosas de reconstrucción del tejido social y fortalecer nuestra nuestra identidad campesina, e indígena”. A través del encuentro, señaló, “ponemos el tema de los cuidados y el autocuidado al centro de nuestra propia vida” para que “el derecho al descanso y a la relajación sean parte de la transformación”.