Belén López Peiró: “Escribir me ayudó a transitar la causa judicial”

“Donde no hago pie” es el segundo libro de la escritora argentina Belén López Peiró publicado por Editorial Lumen. Su obra es fundamental para los debates actuales de los feminismos, para entender la distancia entre la administración de justicia y las personas.
Esta conversación que reproducimos a continuación de manera parcial se dio en el marco de la presentación en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA en la que participaron la autora, la co-directora de LatFem, Florencia Alcaraz, y Carolina Spataro, coordinadora académica del Programa de Actualización en Comunicación, Géneros y Sexualidades (PACGES) de la UBA.

Aún con dos libros publicados entre 2018 y 2021, la denuncia de abuso sexual en la infancia de Belén López Peiró que estructura su obra todavía no llegó a juicio. La literatura se transformó, para ella, en una respuesta a su historia personal que abrió más rutas que el sistema judicial. En “Por qué volvías cada verano”, con la polifonía como herramienta, la escritora argentina relata los hechos, mientras que en “Donde no hago pie” aborda los obstáculos que se presentan en el camino de la administración de justicia con un estilo propio de las narrativas feministas de la época. Esta conversación sobre su formación, las experiencias y referentes que fueron claves en la producción de sus libros y la responsabilidad de comunicar desde los feminismos se dio en el marco de la presentación del segundo libro en UBA Sociales. “Escribir me ayuda a transitar y dudo haber podido transitar de esta manera una causa judicial que ya lleva bastantes años sin haber escrito”, dijo la autora en el diálogo.

Flor Alcaraz:—Este segundo libro, si bien es testimonial como el primero, da un paso más en el enfoque de investigación periodística y tiene un gesto que, para mí, es propio de las comunicadoras y/o periodistas feministas de poder ser un poco intérpretes, un poco traductoras para quienes nos leen o escuchan….en este caso del universo judicial.Te graduaste como Licenciada en Ciencias de la Comunicación acá en Sociales, me interesa saber…¿Qué herramientas te dio esa formación como comunicadora para escribir tus dos libros

Belén López Peiró: —Por ahí cuando estás cursando decís “¿Esto para qué me va a servir? ¿En qué momento de la vida lo voy a aplicar?”. Durante muchos años me lo pregunté….. sin tener una respuesta. Sin embargo, parece que las elecciones y la vida misma me pusieron ante distintas situaciones que, al escribir, te das cuenta que ni siquiera tenés que pensarlo. Por ejemplo, en el primer libro, Por qué volvías cada verano, la polifonía vino sin pedir permiso. O sea, llegó y arrasó con lo que yo tenía pensado. Directamente tuve la necesidad de ir por ahí, pero esa necesidad vino porque yo sabía que existía. Y la polifonía es uno de los grandes temas dentro de la carrera, ¿no? Cuando estaba escribiendo Por qué volvías dije “Wuow, es por acá” y empecé a buscar libros que fueran polifónicos. Recordaba a Manuel Puig, que también lo había leído en algún momento en la carrera. Me refugié también en Svetlana Alexiévich. Eso por un lado y, por el otro, creo que semiótica también fue una gran herramienta. Además recuerdo de los talleres todo lo que era el abordaje de la no ficción, como un género con una impronta local muy importante. Toda la asociación que hacemos al tema de la identidad de los derechos humanos. No por casualidad cuando me nombran la palabra identidad yo lo asocio directamente con el abuso sexual. Después también hubo otra materia muy importante para mí que la que daba Carolina (Spataro) en su momento. Más allá de la riqueza de los textos, todo el tema de los consumos vergonzantes que nos traía Caro nos hacía pensar. Y recuerdo que lo que para mí era vergonzante en el momento que empecé a escribir era el abuso. Me daba mucha vergüenza no sólo hablarlo, también escribirlo y lo matizaba, lo suavizaba, intentaba que no moleste. 

Todo lo que sucedió y sucede alrededor del lenguaje fue una gran herramienta adquirida en la carrera. Pensar qué pasa con las voces… Y creo que Donde no hago pie fue como un segundo momento donde por ahí aparecen mucho más las cuestiones y los géneros periodísticos, como son los perfiles, las crónicas de la infancia. Está asociado a lo literario y, sin dudas, a la crónica judicial. También los libros de no ficción, documentales, series que me inspiraron como para poder armar una trama policial-judicial pero donde, por primera vez, la víctima estuviera viva y pueda pensar y crear estrategias de forma colectiva, que es una forma de pensar la justicia de otra manera.

FA:—Escuchamos mucho que estamos ante un giro autobiográfico en la literatura, como feminista también hay una responsabilidad enorme en tu escritura y eso en este segundo libro se hace visible….

BLP: —Otro aporte de la carrera tiene que ver con que nos damos cuenta del poder de la comunicación, de la responsabilidad, de que usar una palabra no es lo mismo que usar otra, de la cantidad de interpretaciones. En Por qué volvías cada verano elegí no poner nombres. En Donde no hago pie elegí escribir para una lectora activa porque no digo cómo termina. El significado va a depender de la interpretación de quien lo lea. Pero más allá de eso, Por qué volvías es un poco más irresponsable porque era más chica y porque la realidad es que las voces ajenas eran más fuertes que la mía. Las voces que me rodeaban: la voz de la justicia, la institución familiar, las voces médicas… eran tan fuertes que yo siento que tenía muy poca voz. Tenía poco para decir dentro de todo ese murmullo. Y para mí un gran desafío en Donde no hago pie fue escribir en primera persona porque era la encargada de ser no solamente sujeto de investigación, sino también objeto y a la vez elegir las palabras para narrar algo que hasta el momento yo no entendía bien. Era ir a cada reunión, cada audiencia, cada entrevista; volver a mi casa y buscar. Era ir a la Asociación de juicios por jurados y buscar más info. Hice propia cada etapa de la investigación. Haciendo preguntas, pidiendo ayuda e investigando, googleando e informándome. Para mí elegir en primera persona con qué palabras y de qué manera decirlo se convierte en un hecho artístico. Ese fue para mí el principal desafío, porque no se trataba solamente de informar. Se trataba de escribir una novela donde no tenía que repetir la información. No tenía que ir rápido al hueso. Tenía que elegir las palabras adecuadas para que la persona que lo lea se sienta como yo cuando iba investigando. Siento que el trabajo de un libro es por ahí: tener tiempo como para poder amasar, para investigar, para probar, para ir y venir, darle muchas miradas. De verdad es un gran desafío. Más como feministas, porque sabemos que una palabra puede cambiar el sentido. Cuando publiqué  Por qué volvías cada verano, me sentía un poco responsable de promover el ir a la justicia. Y siento que necesitaba escribir Donde no hago pie para poder también contar eso. Creo que tiene que ver con esa responsabilidad en la que caemos y en la que decidimos pararnos, porque podríamos elegir otra cosa…

FA:—En el libro haces todo el camino que hacemos las periodistas feministas porque, en general, todo lo relacionado a la agenda que trabajamos no está en las formaciones académicas, entonces tenemos que hacer esa búsqueda personal, esa investigación y esa especie de traducción del lenguaje jurídico y sus términos. Vos lo hacés con tu propia historia…eso me parece tan fascinante como brutal…..

BLP: —Sí. Después de toda nuestra formación pensar que estamos preparadas ante estas situaciones y de pronto encontrarte con todo lo que tiene que transitar y vivir un montón de personas que denuncian violencia sexual y no teníamos información. Yo me sentía muy perdida. Quiero preguntarle a Caro, que ella formó parte de la comisión de comunicación que se formó, qué sintió en ese proceso….

Carolina Spataro: —Recuerdo lo mismo que señala Belén. Juicio por jurados para mí era algo muy parecido a una serie hollywoodense. No tenía ninguna referencia local ni tampoco sabía de qué se trataba. Un poco fuimos aprendiendo de la mano de Belén, en lo que pudimos aprender, que tampoco es todo porque es un tema absolutamente complejo y no tenemos esta formación. El sistema judicial es opaco más allá de los juicios por jurados que son novedosos para la Argentina. Yo celebro mucho de Belén que el libro es también como un manual, ¿no? Vemos cómo va cambiando el perfil del caso cuando se incorpora la nueva abogada… En el libro se aprenden muchas cosas y se aprende algo de un sistema tan opaco como el sistema judicial y, a la vez, en un redoblar esa complejidad con el juicio por jurados. Tengo el recuerdo de esa primera reunión que tuvimos en donde todas tomábamos nota, sobre todo las que no veníamos del mundo del derecho… haciendo mil preguntas que tal vez eran obvias. ¿Quién elige el jurado? ¿Cómo se conforma al jurado? Veamos cuánto tiempo delibera. Bueno, muchas cuestiones de las que no teníamos información. 

FA:—Claro, Belén pone a disposición en el libro su propia caja de herramientas. Por eso es mucho más que un libro testimonial que forma parte de este giro autobiográfico. Es un libro que es un instrumento político. Desde los feminismos decimos “si la justicia es machista, que la memoria es feminista” y vos marcaste dos hitos muy grandes en la historia, en la memoria feminista y en este tiempo no hubo ningún juicio. Eso no deja de sorprenderme….

BLP: —Recuerdo que ni bien publiqué Por qué volvías cada verano en abril de 2018, pasaron tres meses y la causa se elevó a juicio. Y tres meses después se solicitó el juicio por jurados; tres meses después se empiezan a cancelar audiencias y yo con un libro ya publicado habiendo hecho público algo que hasta ese momento era privado, me pasó que que me sentí igual de vulnerable que en 2014, cuando hice la denuncia sola. Y dije “bueno, hay algo de esto que tiene que cambiar. Hay algo que desde 2015 hasta ahora tengo que aprender que es lo colectivo, la forma de tejer redes”.

Escribir es registrar. Escribir para mí también tiene que ver con transformar. Escribir me ayuda a transitar y dudo haber podido transitar de esta manera una causa judicial que ya lleva bastantes años sin haber escrito y cómo los libros también me llevaron a tejer redes. El movimiento también fue fundamental en este caso. 

Aquí se puede ver la conversación completa

FA:—Además de la formación de la carrera, ¿Qué otras experiencias fueron clave al momento de escribir? Se nota una obsesión en la forma que va más allá del contenido. Te imagino trabajando la escritura con muchísima obsesión y dedicación.

BLP:—El taller de Gaby Cabezón fue clave para mí porque Gaby es pura ficción, es musicalidad y era lo que necesitaba: el cruce del género no ficción con el periodismo. La crónica y la literatura: ese híbrido donde creo que no hay una sola posibilidad. El desafío es apropiarnos del género y ver cómo lo llevamos a cabo. No hay una única fórmula, eso para mí es clave. Soy muy exigente, obsesiva conmigo misma, con los textos. Y siempre en los talleres digo lo mismo: hay que tener mucha paciencia, compromiso y rigurosidad. En mi caso me encantaría y desearía que todos los libros sean como Por qué volvías al momento de escribir porque tuve una conexión y una fuerza. Dije: “quiero dejar todo y solamente escribir”. Y escribía en el colectivo, escribía en las servilletas de los bares, en el celular…me aparecían voces, voces, voces, voces y un compromiso con responder a eso que me estaba llamando. Realmente sentí que tenía una responsabilidad primero conmigo misma y después con las demás. Con Donde no hago pie no me pasó lo mismo. Fue una escritura en paralelo a los hechos. Lo escribí al volver de la de las reuniones de la comisión, al volver de una charla con Luciana, mi abogada, al volver de San Nicolás, después de ver al abusador, lo escribí al volver de la de la Asociación de Juicios por Jurados. Lo escribí con dolor y por eso también necesité que aparezca el cuerpo, porque yo siento que el cuerpo era como el indicador. La disociación que sentía, y que había jugado en mi contra, la usé para escribir: a veces estábamos en una reunión y yo sentía que la del caso no era yo, no era protagonista . Tenía que pensar que el caso podía ser de cualquier otra persona y que yo igual estaría ahí. Porque si pensaba que era que yo la que figuraba ahí como víctima no sé si podría haber estado como estuve en esos momentos. 

La disociación entre cuerpo y mente es una huella clave del abuso sexual, de las violaciones en la infancia, que tiene que ver con sentir que hay un momento donde el cuerpo ya no es propio, es ajeno. El cuerpo ha sido durante cierta cantidad de tiempo expropiado y manoseado, usado sin consentimiento. Entonces, después de eso ya no hay deseo de permanecer en ese cuerpo. Parece como si fuese una cárcel en vez de un cuerpo habitable. Esa disociación a mí me recordó a la distancia necesaria para escribir la no ficción, que un poco lo hablan Sylvia Molloy o Vivian Gornick cuando dicen que cuando sos narradora y protagonista de los hechos hay que hacer un distanciamiento para saber qué narrar, cómo narrar, para elegir detalles… cómo son todas técnicas de la escritura autobiográfica. Por momentos esa distancia me permitió volcar todo en el papel, corregir quirúrgicamente, como si estuviera editando un texto ajeno. Ser precisa con las palabras y antes que nada permitirme probar fórmulas. En Donde no hago pie probé la crónica judicial, las crónicas de la infancia, los perfiles y, al mismo tiempo, poder incorporar lo contemporáneo porque no dejo de tener 29 años. Entonces aparecen las búsquedas en Google, los cuadros sinópticos y la incorporación de los Whatsapps. No hay por qué ser solemne a la hora de escribir. Yo escribo para que lo pueda leer cualquiera. Y para que cada persona que lo lea piense que esa búsqueda la pudo haber hecho ella. 

FA:——¿Qué autores leíste o tomaste como referentes? 

BLP: —Bueno, Emmanuel Carrere, como lectura obligada, Truman Capote, Tom Wolfe… A esos escritores varones les agradezco lo que hicieron pero yo necesitaba que sea una de nosotras que esté narrando esta historia. Y que sea protagonista también porque no es lo mismo. Por ejemplo, Laetitia o El fin de los hombres, de Ivan Jablonk a mí me sirvió muchísimo. De ahí ví los mapas y dije “esto me lo llevo”. En El adversario vi las cartas y eso también. En Foster Wallace, los cuadros sinópticos me abrieron una puerta. Pero es necesario que haya otras voces, que haya más voces, que la víctima deje de ser nombrada por otra persona. 

Lo que me llevó a un taller de escritura y sin siquiera pensar en que iba a escribir, pero sí sentir que había algo ahí que era nuevo y que lo quería para mí fue Beya. Le viste la cara a Dios de Gaby Cabezón Cámara, que es donde ella narra en primera persona lo que vive una víctima de trata. Cuando leí ese libro pensé que eso le había pasado a ella y cuando me abrió la puerta de su taller lo primero que le pregunté fue “¿cómo hiciste?” ¿Cómo lograste eso? Yo quiero eso”. Estaba maravillada. Hubo algo en ella que hizo también que yo piense que podía hacerlo. Y eso es importante. Le pregunté qué podía leer y me pasó todas autoras, mujeres, lesbianas, travestis, trans y vivas. Me dijo: “podés ir a escucharlas, podés ir a este taller”. Era sentir que algo se estaba creando y que yo podía hacerlo si quería. No era algo lejano, estaba a mi alcance. La escritura era una herramienta más para quien desee tomarla. Ahí, bueno, Selva Almada con Chicas muertas me conmovió muchísimo. Con el peso que tiene María Moreno dentro del género con sus crónicas. Después en relación al lenguaje Virgine Despentes con Teoría King Kong. Ahí fue la primera vez que yo leí un cuestionamiento en relación a la palabra víctima. Después de Svetlana Alexiévich, sin dudas, también. Las voces de Chernóbil especialmente, pero también La guerra no tiene rostro de mujer. Con Donde no hago pie me pasó que mayoría de los de los textos que buscaba o me recomendaban la mayoría eran autores norteamericanos varones, por el tema del largo recorrido que tienen los juicios por jurados en Estados Unidos. Y sino eran académicos, ¿entonces? Bueno, ahí sí se me complicó un poco más. 

Carolina Spataro: —Una pregunta con respecto a la recepción ¿A qué público llegaste con el libro que tal vez no te imaginabas? Y. ¿qué pasó con el libro afuera?

BLP:—La verdad que cuando publiqué Por qué volvías pensé que se iba a mover en círculos feministas y nada más. Y de a poco, a medida que pasaban los meses, llegó una entrevista de La Nación. Yo dije “bueno, fue porque había una periodista feminista ahí”. Y fueron apareciendo otras ventanas, después la BBC, hasta que de pronto llegó diciembre y pasó lo de Thelma Fardín….(N. de la E.la actriz que denunció a Juan Darthés por abuso sexual, contó que había leído el libro de Belén y fue uno de los disparadores para empujar su propia denuncia) Yo no estaba preparada en ningún sentido para eso. Y, a la vez, generó una demanda para la editorial, que es muy pequeña y tuvo que moverse para poder responder un poco a lo que estaba pasando. Antes que nada se federalizó. Lo primero que pasó fue que pronto aquello que se veía en la tele, que era por ahí lo que las entrevistas que le hacían a Thelma, hizo que de pronto empezara a llegar a muchos hogares en rincones del país totalmente inesperados para mí y familias de toda clase social. Y eso para mí fue loquísimo. Me acuerdo que le di a la mamá de una amiga el libro y ella me dijo que le costaba mucho leerlo por el lenguaje. Y mi decisión fue que no me importe un carajo y seguir adelante con ese lenguaje. Yo creía que eso iba a ser una traba. Y no importó: se seguía leyendo y circulaba en algunas esferas que me sorprendían: por ejemplo, cuando me cuentan que un fiscal la leyó o que un juez. O, por ejemplo, el otro día me llamaron de una escuela en un pueblo del norte de Cataluña y 50 alumnos de entre 13 y 15 años estaban ahí para hacer una charla recontra entusiasmados. El primer libro ya hizo su propio camino y no tengo nada que hacer ahí. No hay una barrera geográfica con la problemática del abuso sexual en la infancia e intrafamiliar. Es una problemática que no tiene fronteras, que no tiene clase social. Que te agarra y te encuentra en cualquier parte.Es una problemática que lamentablemente nos une porque es una común. Creo que por ese motivo tuvo esa recepción. Disfruto mucho presentarlo en las universidades pero más aún en las escuelas. Me conmueve porque siento que estoy dando una posibilidad para que alguien diga algo. Hubiese deseado con toda mi fuerza haber tenido una posibilidad de este tipo porque son como hilos que vas tirando para que alguien pueda tirar de alguno. Siento que dentro del feminismo a veces estamos mucho en el después, en qué hacemos con la justicia, cómo nos acompañamos…. Pero todavía hay mucho por hacer en el antes y eso es también es muy importante.¿Qué pasa más allá de la Ley de Educación Sexual Integral? ¿Qué más se puede hacer ahí? A mí en lo particular me conmueve mucho que sea una posibilidad de nombrar algo para que el día de mañana, si sucede algo, alguien pueda hablar. Es como acercar información.