“Nosotras y nosotros, el pueblo de Chile, conformado por diversas naciones, nos otorgamos libremente esta Constitución, acordada en un proceso participativo, paritario y democrático”. Ese era el preámbulo de la nueva propuesta de Constitución que este domingo 4 de septiembre fue rechazada en Chile con un aplastante 61,87% a través de una elección popular.
Con el llamado Plebiscito de Salida, cuya finalidad era aprobar o rechazar una nueva Carta Magna, se cierra en el país un círculo de elecciones trascendentales en su historia contemporánea y se abre un escenario impreciso y una interrogante sobre si es posible que continúe y cómo un proceso constituyente.
El proceso empezó en 2020, con un Plebiscito de Entrada, donde el 78% de los chilenos y chilenas decidieron en una votación histórica que querían reescribir la Constitución de la Dictadura -que identifican como uno de los bastiones de su descontento social-, exactamente un año después de las manifestaciones más multitudinarias de su historia. Por votación popular se eligieron luego 155 miembros de la Convención Constitucional, un Órgano paritario único en el mundo, en su mayoría formado por independientes vinculados a las nuevas izquierdas, muchos de ellos sin pasado político, que durante un año escribieron una nueva propuesta aglutinando temas como los derechos sociales universales, la inclusión de pueblos originarios, la igualdad de género y el desarrollo sustentable.
Con la propuesta escrita y publicada, y a diferencia de elecciones anteriores -como la destinada a elegir a los miembros de la Convención con una papeleta de casi un metro-, esta elección fue de voto obligatorio y las opciones simples: Apruebo o Rechazo. El jueves previo al plebiscito al menos 500 mil personas salieron a las calles de Santiago para festejar el cierre de la campaña del Apruebo, imágenes que recordaron a las concentraciones masivas de los últimos años que iniciaron este proceso político, y que sin embargo contrastaron con las principales encuestas que para ese día, y con sus porcentajes de indecisos, marcaban un éxito de la opción Rechazo; según Cadem, 46%, según Panel Ciudadano, 49%.
En ninguna de las últimas elecciones -que incluyen las Presidenciales que hicieron de Gabriel Boric el mandatario más joven y votado de la historia- estuvo nunca todo dicho en Chile. La crisis de legitimidad en la política tradicional marca el proceso que empezó con el estallido social. Las encuestas y sus análisis han fracasado varias veces en explicar y predecir el comportamiento electoral.
Desde que la Convención Constitucional -que tampoco estuvo exenta de varias polémicas internas- finalizó sus funciones y entregó la nueva propuesta en julio de este año, la campaña a favor del Rechazo fue intensa e incluso referentes de la izquierda partidaria que gobernó durante los 30 años de la post dictadura se plegaron en esa opción.
Para darse una idea con los referentes políticos de los últimos años: ni el ex presidente socialista Ricardo Lagos, que en su mesa de votación dijo que este “ha terminado siendo un proceso donde apruebo y rechazo son muy equivalentes”, ni el ex presidente de la derecha Sebastián Piñera, que llamó a dejar de lado la “cultura de la cancelación”, quisieron hacer pública su opción de preferencia. El ex presidente Eduardo Frei se pronunció por la opción Rechazo, y Michelle Bachelet fue la única ex mandataria que se volcó públicamente por la opción Apruebo. Bachelet incluso apareció por sorpresa el último día de la franja electoral: “Se dicen muchas cosas, se dice que les van a quitar las casas, pero todo eso no es cierto”, dijo en un corto video que se transformó en un pick de la campaña.
Es verdad que la especulación con información falsa, la que francamente define nuestra contemporaneidad, definió también los meses previos al Plebiscito. Se difundieron insistentemente, metódicamente, no solo en redes sociales como era previsible, sino también en televisión y en el monopolio de medios tradicionales, desde artículos falsos de la Constitución, hasta lisérgicos futuros apocalípticos: el fin de la propiedad privada, la cancelación del himno nacional, entre los ejemplos más extravagantes. Eso es verdad, pero no es suficiente para interpretar las cifras. Nuevamente, nada, ni las encuestas, vaticinaron un resultado tan radical, que en este caso no habla en absoluto de un país polarizado: solo 6 de las 346 comunas votaron a favor del Apruebo a la nueva Constitución. Contrasta con el Plebiscito de Entrada, donde, en cambio, solo 5 comunas votaron por el Rechazo a la posibilidad de reescribirla.
La actual Constitución chilena, la que seguirá vigente por tiempo indefinido, fue escrita en 1980 durante la dictadura militar de Augusto Pinochet Ugarte y es el sostén que blinda un modelo neoliberal agresivo basado en la privatización, el endeudamiento y la acumulación de riquezas, contra el que los chilenos protestaron desde el 2019 sin agenda, sin líderes políticos, sin convocatoria. El acceso a la educación y salud universal, el fin del sistema de pensiones privado, la reivindicación de los pueblos originarios, la regulación de la concentración de riqueza extrema y de explotación de recursos naturales, la perspectiva feminista son solo algunas de las demandas que se aglutinaron para cambiarla.
Para tener en cuenta: en la elección de Convencionales, la derecha no logró el tercio necesario para tomar decisiones relevantes, la izquierda partidaria tampoco consiguió una votación alentadora. Las reglas son otras, las preocupaciones idem. Serán necesarios nuevos análisis con herramientas diferentes y con reflexiones internas más radicales y autocríticas que desentrañen estos resultados.
Terminado el referendum, Gabriel Boric se comprometió a “construir en conjunto con el congreso y la sociedad civil un nuevo itinerario constituyente que nos entregue un texto que, recogiendo los aprendizajes del proceso, logre interpretar a una amplia mayoría ciudadana”. Hoy, hasta la derecha más recalcitrante se ha inclinado a la posibilidad de reescribir una Constitución, pero otra, con otras características. Cuáles son, cómo y en qué circunstancias se hará, si se hace, quedará por verse. Se anticipa un camino largo y Boric, por su parte, llamó a una reunión este lunes en La Moneda con los presidentes de ambas cámaras y con otras autoridades de la república para avanzar en esa dirección: “Como Presidente de la República recojo con mucha humildad este mensaje y lo hago propio, y es que hay que escuchar la voz del pueblo, no solo este día, sino de todo lo acontecido en estos últimos años intensos que hemos vivido. No olvidemos por qué llegamos hasta aquí, ese malestar sigue latente y no podemos ignorarlo. También, quienes hemos sido históricamente partidarios de este proceso de transformación, debemos ser autocríticos sobre lo obrado. Los chilenos y chilenas han exigido una nueva oportunidad para encontrarnos y debemos estar a la altura de este llamado”.