#EntevistaSelfie:“El término ‘persona trans’ permitió dejar de desnudarnos al decir nuestra identidad”

María Belén Correa fue la fundadora, junto a Claudia Pía Baudracco, de la Asociación de Travestis Argentinas, el grupo de personas T que desde 1993 se unió para buscar estrategias de supervivencia. Desde entonces su trabajo como activista se esparció en diferentes proyectos, como la RedLacTrans y el Archivo de la Memoria Trans, donde llevan digitalizadas 10 mil fotografías que ponen en valor la historia de su comunidad. En esta #EntrevistaSelfie habla de sus inicios, del uso de la palabra ‘trans’ como una forma de evitar la genitalización de la identidad, del trabajo sexual y el reclamo de una ley que renozca la violencia estatal sufrida en los años de los edictos policiales.

Si tuvieras que marcar un comienzo en tu vida como activista, ¿cuándo fue? 

—En aquel momento no sabía que lo que estaba haciendo era ser activista o militante, pero si tengo que poner un comienzo creo que fue en 1993, la noche de la fundación de ATA (Asociación de Travestis Argentinas, que hoy se llama ATTTA para sumar a la sigla Transexuales y Transgéneros). Estábamos festejando mi cumpleaños de 20 y se armó una verdadera asamblea. Yo no quería fiesta, porque no tenía gente para invitar, pero vivía con Pía (Claudia Pía Baudracco) que amaba las reuniones y trajo a sus conocidas. Éramos unas 12 y hubo dos que no llegaban y no llegaban: habían caído presas. Lo primero que hicimos fue armar un bolso para llevarles comida y para que pasaran la noche, estábamos acostumbradas porque era una situación que pasaba todos los días. Pero esa vez surgió la conversación de que teníamos que hacer algo para que las cosas cambien o irnos del país, como hacían muchas. Tres días después fue la Marcha del Orgullo y nos encontramos con César Cigliutti, Carlos Jáuregui y Marcelo Ferreyra y allá fuimos.

¿Por aquella época se hablaba de una comunidad LGBT o cada cual iba por su lado? 

El movimiento LGTB nace en 1996, después del Encuentro Nacional de Rosario. Antes de eso las lesbianas no se relacionaban con los gays, ni los gays con las travestis. Por otro lado, el discurso del “cuerpo equivocado” generaba que nosotras como travestis fuéramos los enfermos degenerados y las transexuales las pobres mujeres en el cuerpo encerrado. Por eso todos estábamos todos divididos, peleando por su cada uno por su lado. Encima tener una travesti cerca era problema, porque siempre te paraba la policía. Creo que ese fue el último legado que dejó Carlos Jáuregui, la unión. 

En 1994 junto a Kenny de Micheli y Ángela Vanni “la mamá de las travestis” llevando una carta al presidente Menem en Casa Rosada.

Y entre esas diferencias que marcás, ¿había más discriminaciones o empatías?

—Hoy le podemos llamar discriminación, pero en ese momento era un instinto de supervivencia. Si a un grupo de gays y lesbianas que ya estaban medio clandestino empezaban a entrar las travestis, caía la policía y se iba todo a la mierda. Esto era lo que pensaban muchos, que éramos problemáticas, y era una visión que tenía hasta el mismo Jáuregui, aunque después empezaron a notar que no éramos todas iguales, que había algunas con las cuáles se podía tratar. Muchos usaban la ironía y el doble sentido para referirse a nosotras en las reuniones de la calle Paraná, yo esperaba que dijeran todo lo que quisieran y después contestaba de la misma forma. Estaba muy dividido entre quienes nos querían y los que no, pero como los que nos bancaban eran los dueños de casa nadie nos podía echar.

“Las travestis repudiamos la violencia hacia las mujeres”. Belén y Lohana Berkins en 1998.

¿Con el paso de los años en qué se transformó ser una activista? ¿qué diferencias notás?

Antes la persona que se identificaba como activista estaba considerada por el resto de la comunidad como loca. Una loca que en primer lugar dejaba de trabajar porque al ser visible ya te quedabas sin las mismas oportunidades. En aquel momento no teníamos tiempo para estar fijándonos quién estaba al lado nuestro porque solamente teníamos para ver quién teníamos al frente: los únicos enemigos eran la policía y la justicia. Hoy veo que está todo muy sectorizado, hay grupos que no apoyan una ley ni van a una marcha solo porque la impulsa otro grupo. Desde los dos lados de la grieta hay personas contratadas por el Estado y no pueden hablar porque están comprometidas, lo mismo que muchos abogados que tienen comprometidas sus firmas y no pueden patrocinar nuestros casos. Tenemos que estar unidos porque necesitamos conseguir una reparación histórica para las trans mayores, creo que en eso debería estar enfocado el activismo.

En una Marcha del Orgullo en NUeva York personificando a Evita Perón.

¿Cuánto influyó el activismo en el devenir de tu identidad? ¿Desde la infancia supiste que eras una mujer trans?

—En mi infancia sabía que no era igual al resto, pero no tenía una imagen como para poder comparar y “decir soy esto o soy aquello”, además todavía no estaba el término de mujer trans.

¿Recordás cuándo fue la primera vez que oíste hablar de ‘personas trans’?

—En 2001 conocí en Nueva York a Sylvia Rivera, no sabía quién era pero empezamos a conversar en una reunión porque ella me hablaba en español. Cuando muere en el 2002 sale en las noticias y me doy cuenta porque en ese momento la gente del activismo la estaba redescubriendo y se la homenajeó mucho. Había una foto que circulaba, donde se la veía a Sylvia con un cartel que decía “Respect Trans People”. Trans era una palabra coloquial dentro de la comunidad, similar a lo que era la palabra “traviesa” en Argentina, que se usaba para publicar avisos en el rubro 59 del diario Clarín y que supieran que eras travesti, porque no se podía decir de forma directa. En Estados Unidos, o al menos en Nueva York donde yo estaba viviendo, la palabra trans no tenía traducción, se usaba trans woman, trans lady, trans girl o tranny como un código para poder vincularte con el cliente. A través de la RedLacTrans (Red Latinoamericana y del Caribe de Personas Trans) y de ATTTA empecé a difundir el término que había aprendido con la consigna de “poder dejar de desnudarnos”, porque si yo digo soy travesti, transexual o transgénero ya te estoy diciendo “tengo peluca”, “estoy operada”, “tengo concha” o “tengo pito”, ya que dependiendo mi clasificación te estoy diciendo cómo es mi cuerpo. ¿Por qué tengo que desnudarme apenas me estoy presentando? El término ‘persona trans’ permitió dejar de desnudarnos al decir nuestra identidad. Por otro lado en Centroamérica poner MT (mujeres trans) era mucho más aceptado que poner travesti, porque tenía una connotación totalmente negativa cuando tenías que ir por ejemplo al sistema de salud. El término MT también nos sirvió para visibilizarnos frente a la OMS y ONUSida y obtener fondos para nuestras problemáticas específicas, porque antes nos ponían como HSH o MSM (Hombres que tienen sexo con hombres, Men Sex Mens), así que fue parte de una estrategia.

Pueblo Jáuregui, Luján, 1981.

Volviendo a tus comienzos ¿tenías algún modelo a seguir? ¿Alguien quien dijeras ’quiero ser como tal’?

—En la infancia me encasillaban y me decían que era el maricón o el homosexual del pueblo, eso es lo máximo que yo podía llegar a identificar: sabía que no era algo común pero no tenía un referente como para decir “yo quiero ser como…”. Lo único que podía llegar a encontrar como referente cuando ya estaba en séptimo grado eran eran las entrevistas de 9 Diario que les hacían a las chicas de Panamericana, pero todo lo que decían no era una muy buena expectativa. Después estaban las revistas Flash, que hablaban de que en Brasil los hombres se colocan implantes para los carnavales. Al llegar a Capital Federal, ya con 17 años, conocí las distintas identidades. Antes para mí existían solamente los hombres gay, no sabía ni siquiera que había mujeres lesbianas. A partir de esa ignorancia fue que me identifiqué como una persona travesti, porque era el único término que había en ese tiempo para nombrarte. 

¿Preferís hablar de trabajo sexual, prostitución o explotación sexual?

—Para mí es trabajo sexual, yo soy reglamenterista. 

Y cuando llegaste a la Ciudad de Buenos Aires, ¿fue una elección o no te quedó otra?

—En mi caso lo busqué específicamente porque había muerto mi papá hacía poco y teníamos que tener una solvencia económica. Yo tenía 17 años cuando viajé de Luján a Capital Federal y me puse a buscar trabajo en lo que en ese momento eran cabarets de mujeres, pero cuando me preguntaban la edad y veían que era menor me decían que no. Un encargado que era gay y me habló de una agencia que acababa de abrir, fui y estuve casi un año y medio viviendo y trabajando en ese espacio, ahí dentro me construí como travesti, hice mi transición. Creo que el trabajo sexual depende de cuál es el status o la independencia, en mi caso mientras era menor no tenía elección, tenía que estar donde estaba y tenía que aceptar las reglas que aceptaba. Cuando ya era mayor y tenía una opción de poder elegir por supuesto que fue mucho mejor. A mí me hizo conocer gente, conocer a muchas chicas con las que hoy día todavía me relaciono. Y de negativo, creo cualquier trabajo es negativo si es algo que no tenés ganas de hacer. Hay trabajos que yo no haría, por ejemplo no sería sepulturera, no haría autopsias. En aquel momento de la agencia estaba cumpliendo un horario muy parecido a Mc Donalds o cualquier otro trabajo que te exigen 12 horas. La esclavización existe en todos lados, si vos lo permitís o no depende en qué posición estás para negociar. Como en ese momento yo lo que pensaba era en el dinero que ganaba y lo que cubría con eso, no lo pensaba del lado negativo. 

Otro de los proyectos donde estás ahora es el Archivo de la Memoria Trans. Si tuvieras que contarle a alguien que no lo conoce a qué se dedican ¿cómo lo resumirías?

El archivo nació desde unas cajas de Claudia Pía Baudracco, y de la costumbre que hay entre muchas de nosotras de guardar recuerdos como si fueran de la propia familia. Nosotras, como comunidad o como familia de trans, también tenemos esta característica de heredar fotografías. Después de estos años en los que fuimos creciendo, parte del trabajo del Archivo es recolectar colecciones, demostrarle a las compañeras que son coleccionistas, conservadoras, fotógrafas. Y dentro de ese trabajo tenemos un grupo de chicas que se profesionalizaron y hoy son archivistas, para la protección de este material. Diría que nuestro principal objetivo es cuidar, proteger y recolectar la memoria de las personas trans argentinas. 

Selfie con cámara analógica junto a su gran amiga Claudia Pía Baudracco, en la última Marcha del Orgullo que compartieron. 2011.