Triple lesbicidio en Barracas: no dejarnos morir en soledad

A un mes de la masacre lesboodiante de Barracas, las redes lésbicas transformaron la tristeza en acciones concretas. Estefanía Santoro escribe sobre el acompañamiento, el cuidado y la resistencia lésbica que se teje entrelazando fragilidades.

Fotos: Gala Abramovich

Hace un mes, Justo Fernando Barrientos atacó a sus vecinas Pamela y Roxana en la pensión de un hotel familiar donde vivían, en el barrio porteño de Barracas. Las prendió fuego por lesbianas. En esa habitación también estaban Andrea y Sofía, otra pareja de lesbianas amigas. Barrientos hostigaba a Pamela y a Roxana desde hacía tiempo y había llegado a amenazarlas de muerte la navidad pasada. Finalmente lo hizo. Abrió la puerta de la habitación donde vivían las cuatro lesbianas, arrojó un explosivo casero y las prendió fuego. Las prendió fuego por lesbianas. Un crimen brutal que no cubrieron, hasta días más tarde y apenas, ni los medios gráficos ni los canales de noticias, ¿por qué? porque se trataba de lesbianas y pobres.

Hacía un tiempo que ellas habían formado su propia comunidad, hacían familia por fuera de los lazos sanguíneos. Donde podían, como podían, en una pequeña habitación de una pensión, hacinadas, producto de la precariedad, la falta de acceso a una vivienda digna y con la pobreza a cuestas. Pamela falleció a las pocas horas, Roxana tres días después y Andrea agonizó durante seis días hasta que su cuerpo no soportó más. Sofía, que es la única sobreviviente, está evolucionando bien y se encuentra acompañada por un equipo de salud y una red de activistas y organizaciones.

El pasado 3 de junio mientras los feminismos se manifestaban en distintos territorios a nueve años del primer Ni Una Menos, el juez Edmundo Rabionne del Juzgado Criminal y Correccional Nro. 14 a cargo de la causa, procesó a Barrientos por “homicidio doblemente agravado”, sin tener en cuenta el móvil de crimen de odio y las amenazas que ya había perpetuado contra la pareja de lesbianas.

Romper el cerco heterosexual

Frente a la exclusión, la discriminación, la expulsión social y parental, las identidades LGBTIQNB+ tienen una larga trayectoria en la creación de otras formas de familia por fuera del modelo tradicional y heterosexual establecido. Una familia que se elige y se erige cuando se sienten extranjerxs en su propio territorio. En su libro La fiesta de las amigas, la escritora Mana Muscarsel Isla sostiene: “Las lesbianas tenemos hermosos ejemplos de cuando estas redes son fuertes, de cómo no nos dejamos morir en soledad, ni pasar frío, ni ir a la cárcel, de cómo nos cuidamos con nuestras ex novias, amigas, amantes y compañeras de militancia, de la resistencia que tejemos entrelazando nuestras fragilidades.”

A partir de la masacre lesboodiante, las redes lésbicas supieron transformar la tristeza en acciones concretas: acompañar a Sofía, visibilizar el hecho frente al silencio mediático, denunciar los discursos de odio que legitiman la violencia, exigir justicia y también la implementación de políticas públicas para que no vuelva a pasar.

El mismo lunes 6 de mayo, y dejando de lado las diferencias políticas, se armó un grupo de Whatsapp al que se sumaron lesbianes de todo el país. Esa misma noche se convocó a una reunión virtual donde surgieron las primeras acciones a realizar, como la intervención colectiva que se llevó a cabo en la Feria del Libro de Buenos Aires, luego de la presentación del libro de poesía Transbianismo, cuerpo y mutilación de Sabrina Bölke, la militante de H.I.J.O.S secuestrada y abusada en marzo pasado en su casa. Activistas lesbianas y trans, caminaron por los pasillos de la feria expresando su repudio frente a los discursos homodiantes de Nicolás Márquez, quien ese mismo día presentó el libro biográfico sobre su amigo, el presidente Javier Milei. Así surgió el grupo Lesbianes Autoconvocades por Barracas, un espacio federal, plurinacional, intergeneracional e interseccional, organizado desde la urgencia y el dolor, pero también desde la rabia y la certeza de sabernos unides para advertirle a la sociedad que no vamos a tolerar que se fomente el odio en nombre de la libertad.

Foto: Gala Abramovich

En el libro (h)amor de amigas, la periodista vasca Andrea Momoitio retoma un análisis de campo de la antropóloga Kath Weston a partir del que reflexiona: “¿Puede que esa defensa de las nuestras tenga mucho que ver con el miedo a la pérdida? En un contexto de evidente lesbofobia, aunque la situación ha mejorado considerablemente, el avance de los discursos de odio también es indiscutible, a veces solo nos tenemos a nosotras. A esas que sabes que no dirían dónde estás escondida cuando vienen los malos, esas que te acompañan al médico y al súper; las que conocen todas las miserias de tu familia de origen, las que nombran a tu terapeuta por su nombre y están ahí siempre que son capaces de sostenerte”. 

Desde el grupo Lesbianes Autoconvocades se logró romper el cerco mediático, se organizaron concentraciones, marchas y se recolectó dinero que será destinado para que Sofía pueda acceder a condiciones de vida digna. Un grupo que, además, intenta mover alguna fibra restante de ese tejido social roto, una invitación a accionar, enojarse, empatizar frente a la crueldad y exigir justicia por Pamela, Roxana y Andrea. No en el sentido meramente punitivo, sino en una justicia restaurativa, que ponga el foco de atención en las necesidades de la única sobreviviente, que genere memoria por nuestras muertas, que reconozca que los discursos de odio del gobierno – que los medios reproducen – legitiman la violencia dentro de la sociedad. 

“Las lesbianas tenemos hermosos ejemplos de cuando estas redes son fuertes, de cómo no nos dejamos morir en soledad, ni pasar frío, ni ir a la cárcel, de cómo nos cuidamos con nuestras ex novias, amigas, amantes y compañeras de militancia, de la resistencia que tejemos entrelazando nuestras fragilidades”.

Ese grupo hace lo que debería hacer el Estado. Son alrededor de 700 personas, distribuidas en distintos chats, con tareas específicas. Hay activistas, profesionales de la salud, abogadxs, periodistas, docentes. Una red lésbica horizontal que se fue tejiendo de manera espontánea y que demanda tiempo, energía y cuerpos disponibles. Durante los primeros días, el grupo lanzó una campaña de comunicación que rápidamente levantaron los medios autogestivos y transfeministas, fue así como lograron romper el cerco mediático. 

Romper los parámetros de lo posible

Durante años las lesbianas no pudieron nombrarse, los medios de comunicación, la televisión y los programas de ficción se encargaron de ocultarlas o estigmatizarlas. Siempre tuvieron mala reputación: solitarias, conflictivas, invisibles, histéricas y en el clóset. Así fueron, fuimos retratadas. 

Algunas lesbianas son más que “mujeres que aman a otras mujeres”, las atraviesa la militancia, el transfeminismo, leyeron a Wittig, se convirtieron en fugitivas de su “propia clase” (mujer) y cuestionan un sistema que las limita, hostiga y discrimina. Sin embargo, las existencias lésbicas no se agotan en un paradigma escrito desde occidente que no contempla las formas de opresión que viven las lesbianas sudakas en los barrios, porque no es lo mismo ser una torta, chonga, negra y pobre del conurbano que ser una lesbiana blanca, de clase media, con estudios universitarios. Es por esas misma formas de opresión que esta no es la primera vez ni la última que las lesbianas se organizan. “Tocan a una y nos tocan a todas”, lo dijeron muchas veces y siempre hubo respuesta. Mantienen viva la memoria de la Pepa Gaitán, asesinada en marzo del 2010 por el padrastro de su novia, exigieron la absolución de Higui, criminalizada por sobrevivir a una violación correctiva, también lo hicieron por Marian Gómez, condenada por besar a su compañera y están acompañando a Pierina Nochetti, criminalizada injustamente, acusada de pintar en una pared y siguen preguntando en cada espacio público “¿Dónde está Tehuel?”, el joven trans que desapareció el 11 de marzo del 2021 cuando salió de su casa por una propuesta de trabajo.

Foto: Gala Abramovich

Lesbianes, transtortas, transbianas andan en manada, las sostienen las amistades tortilleras. Lesbiana como identidad, como forma de ver el mundo, deseando uno más libre y justo. “Usar lesbiana para nombrar el motivo del atentado no es hacer de este crimen un asunto de lesbianas, es hacer justicia con un nombre que fue saqueado de existencia vital. Es reparar una historia de invisibilidad, soledad y violencia. Cuatro historias no contadas. Es reconocer que la comunidad de lesbianas y lesbianes y toda la comunidad disidente sufrió una herida, una pérdida, una más, y que precisamos rituales de duelo, de justicia, de sensibilidad”, publicó la escritora val flores en su blog, el texto le llegó a la escritora española Brigitte Vasallo y lo compartió en sus redes. 

Foto: Gala Abramovich

En la misma semana en la que ocurrió la masacre lesboodiante, cuando ni los medios locales hablaban de ello, el hecho se internacionalizó. Una vez más las redes lésbicas trascendieron fronteras. Compañeras lesbianas de Bolivia, Colombia, Italia, España, Alemania, entre otros países, se manifestaron para visibilizar el ataque. Incluso, el jueves 16 de mayo la Red de Organizaciones de Lesbiana y Mujeres Bisexuales de Latinoamérica y El Caribe (LESLAC) organizó un panel titulado “Lesbicidio y responsabilidades del Estado argentino” del que participaron activistas LGBTIQNB+ de más de 10 países, con el objetivo de acompañar y visibilizar el caso en el mundo y pensar estrategias jurídicas que puede ofrecer el Sistema Interamericano de Derechos Humanos.

“Usar lesbiana para nombrar el motivo del atentado no es hacer de este crimen un asunto de lesbianas, es hacer justicia con un nombre que fue saqueado de existencia vital. Es reparar una historia de invisibilidad, soledad y violencia”.

“Hay algo de temor en quienes odian nuestras identidades, sobre todo, nuestras formas de vida que disputan órdenes institucionalizados por el matrimonio entre el capitalismo y el patriarcado que impone para determinados cuerpos, que deben entrar en la categoría mujer o varón, unos trabajos y unas formas de explotación. Eso, para muchas personas ordena sus vidas y expectativas. Cuando nosotres nos corremos de esa norma y decimos, no somos mujeres, ni varones, somos lesbianas, no binaries, maricas o trans, se desestabiliza ese orden y esa desestabilización es capaz de disputarle poder también al capitalismo por los modos en que trabajamos, nos amamos, cojemos, hacemos vinculos y comunidad. Eso es lo que se odia: que alguien pueda romper los parámetros de lo posible. Ese es un horizonte revolucionario y tenemos que apropiárnoslo”, dijo Marta Dillon durante la actividad en Casa Brandon para recaudar fondos para Sofía, el pasado viernes 17 de mayo.

A un mes de la masacre,  las redes lésbicas construyen trincheras en medio de un campo de batalla. Son lesbianas y lesbianes inventando otros mundos posibles, donde respirar sin sentir asfixia.