El sábado 20 de febrero en Casa Brandon, el emblemático centro cultural activista LGBTI de la Ciudad de Buenos Aires, montó un escenario en la puerta y el público acompañó ocupando las sillas que estaban en la calle para la presentación de “9 cuentos sobre mujeres imaginarias y 36 escritos antes de decir adiós” de Effy Beth. Tomaron los micrófonos Dori, mamá de Effy y docente de ESI del Joaquín V González; y Matías Máximo, escritor y periodista. Es, también, quien compiló y editó la obra de la activista luego de su muerte. La artista trans Mabel, conocida como la “Venus Abortera”, sumó una performance sobre la obra de Effy, personaje inspirador de su propio recorrido queer, judío, artístico y corporal.
“Acá la conocí a Effy, por eso me emociona mucho que estemos aquí presentando su libro”, dijo Matías al comienzo y contó cómo había sido ese encuentro de hace 10 años. Effy caminó hasta su mesa y le ofreció sexo oral. Matías aceptó y eligió un turno de 15 minutos. Effy llevó de la mano hasta un cuartito, lo sentó en una silla y le hizo abrir las piernas: “Me conectó unos auriculares, puso play arrodillada y se metió el reproductor de mp3 en la boca. Empecé a escuchar audios de mujeres violentadas, eran muy fuertes”. Mientras Matías se incomodaba Effy lo miraba fijo y le metía la cabeza entre las piernas. Al terminar el audio, 15 eternos minutos, Effy le pidió que no contase nada para no arruinar la sorpresa de la perfomance.

Matías, como muchxs, quedó maravillado con la energía, apuesta y arte de Effy y desde ese momento nunca se alejó de ella. Luego de su suicidio en el 2014, él fue quién armó y diseñó el primer libro que habla sobre ella Que el mundo tiemble. Cuerpo y performance en la obra de Effy Beth publicado en 2016. El nuevo libro “9 y 36” fue un hallazgo: Matías y Dory lo encontraron en la computadora de Effy listo para ser publicado. Con clave numérica de lectura, con dibujos alocados, en orden, y hasta contenía la dedicatoria: “A las mujeres que viven dentro de mí, y por fuera de mí. A mí, que no soy yo”.
9 cuentos sobre mujeres imaginarias
Una vez alguien le dijo “nunca vas a ser mujer”, pero Effy podía ser una, o miles a la vez, y aún más que eso. “Fue una época muy dura para ella cuando escribió estos cuentos”, relató su mamá frente al público, y contó que había salido de una internación psiquiátrica en la que entró por intento de suicidio. La mujeres imaginarias de estos cuentos es donde Effy pone todo de sí para retratar distintas maneras de expresión del ser en dialogo con la astrología y teología propia del judaísmo. Effy además de haber leído todo Kafka a sus 14 años, vivió en Israel y estudió muchos textos bíblicos. “Effy se conocía lo suficiente como para animarse a escribir todo esto. Se encerraba horas y horas. Tenía una cabeza muy compleja, yo no siempre podía seguirla. Las nueve mujeres que relata en los cuentos para ella podían ser una sola”, explicó Dory. Y agregó: “Yo tuve la suerte de tenerla 25 años de mi vida”.
Dice Effy en este libro: “¿Cuál es la lógica? En un pasillo estoy yo, siendo yo, y estoy con ellas; todas personificadas sin dejar de ser totalmente ellas. Entonces comencé a entender que disfrazarse, a veces, significa no taparse con otras ropas, sino, más bien, desnudar un poco el alma… Y aceptar la derrota”. Sobre este texto Mabel hizo una performance en esta presentación: Se sacó uno a uno sus muchos vestidos, se quitó pelucas y cantó una canción Mientras caminaba dejaba secretos al público: se acercó a un chico de primera fila y le dijo al oído: “Esto no es un disfraz”.
“Me interpela por cómo vinculaba la obra artística con su cuerpo y con vida personal. Lo lleva a un punto que no se sabe qué es obra y qué es vida”, dijo Mabel, La Venus, sobre Effy, que también atrapó con su despliegue al público de Casa Brandon. “Ella me ayudó a poder pensarme fuera del manual. Disfrazarse no significa ponerse ropa sino desnudarse un poco más con el alma. Al mostrarme más diversa, también me muestro mas yo”, contó Mabel.
¿Quién fue Elizabeth Mía Chorubczyck? Ella se definía como artista conceptual, performática y feminista queer. Pero se puede definir a Effy mucho más por lo que hizo: estudió cine, artes, guión, escribió y pintó. Pero su especialidad eran las performances disruptivas que incomodaban a lo corriente. Luchó dejando su cuerpo por la libre identidad junto a las reconocidas Lohana Berkins, Merle Wayar, Diana Sacayan y Susy Shock. Participó en su primera marcha por el orgullo en el 2010 y en su última donde trascendió con su remera que decía: “No existen dos géneros, existe sólo uno: ¡el de cada cual!”. Como una guerrera logró su DNI y la operación de reasignación genital. La misma no fue reconocida por su obra social OSDE, a quién le ganó más tarde el reintegro sentando precedentes históricos. A Effy le gustaba el arte y la intervención pública y privada: para un Día Mundial de la Lucha contra el Sida ella juntó personas HIV positivo en la Plaza de Mayo vestidas con una remera que los identificaba como enfermos. La perfo consistía en que esas personas ofrecían mate a quienes pasaban por las calles dejando en evidencia la discriminación. Para ella el arte era acción transformadora.
Escritos para decir adiós
Los 36 escritos para decir adiós que componen este libro son una despedida lenta. Desde un encierro sin escape de sí misma, Effy escribe para liberarse de todo, incluso del lenguaje. Una polifonía de escritos sobre el amor y el dolor desde dónde ella dice adiós para asegurarse de no ser olvidada jamás. “Ella creía en el arte como espejo. Buscaba que quien leyera su obra se identificara y encontrase su lugar”, explicó a los espectadores su mamá Dory al hablar de este nuevo libro.
Effy era alguien que buscaba trascender en cada acto, y transformar con cada palabra. Su pelea era contra el transodio y contra todo lo establecido sobre lo binario. Effy sí pudo celebrar y llorar la aprobación de la ley de Identidad de Género en el 2012, aún así fue víctima del vacío legal que dejaba su nombre, Elizabeth con una M en el pasaporte y una F en el DNI. “A mí ella me enseñó mucho. Con ella entendí que el arte cura. Ella con su arte se permitió curar lo que necesitaba. Hoy me gustaría que todas las que estén como ella, la puedan pasar mejor de cómo ella lo pasó”, dijo su mamá al final de la presentación.
No hay dudas de que Effy puso su cuerpo para crear con artivismo. Abrió caminos, posó estereotipos y los acorraló para luego liberarlos y liberarse. Inauguró por sus años de vida mucho de lo que hoy se puede cosechar desde el movimiento feminista y LGBTI argentino. En ella, en su historia, en su cuerpo, en su muerte, también en este libro sigue liberando aún más a todxs.