La suerte está de nuestro lado

Poeta, astróloga, periodista, narradora, psicóloga: Paula Jiménez España es “un montón de cosas a la vez”. En esta entrevista habla de su último libro La Suerte, editado por Caleta Olivia, donde se constelan sus años de estudio de distintas mancias, el esoterismo y los arquetipos del Tarot.

La charla empieza con una pregunta simple: “¿cómo te presento?” Y ella ríe. “Yo soy un montón de cosas: poeta, astróloga, periodista, narradora, psicóloga, a mí también me cuesta definirme”. Todas esas cosas que Paula Jiménez España es, son las que entran en juego en su último libro, La Suerte, editado por Caleta Olivia, donde se constelan sus años de estudio de distintas mancias, el esoterismo y los arquetipos del Tarot. Una especie de conjuro para rearmar el mundo de los arcanos a través de la poesía.

La Suerte está dedicado íntegramente al misterio y es un libro-oráculo, sus versos tienen un ritmo, un idioma de latidos que, como dice Jiménez España, parecen venir del corazón de la Tierra. Cada poema está dedicado a una carta, dándole nuevos sentidos a los triunfos. Aunque el Tarot es una clave de lectura que atraviesa todo el texto, en realidad, la apuesta va mucho más allá. El feminismo, el rescate de saberes ancestrales y la reconstrucción de un imaginario arquetípico, convierten a las palabras en acciones y a La Suerte en un posible manifiesto para las nuevas hechiceras de la poesía contemporánea.

—¿Cómo surgió este libro? ¿Qué vínculos tenías cuando empezaste a escribirlo con el Tarot y con la magia?

—En el principio estuvo la Astrología. Pero una amiga un día me hizo una carta y algo cambió. La diferencia fue que ella había estudiado en Casa XI y me gustó su manera de leer mis energías. Terminó la lectura y ese mismo día me inscribí en esa escuela. Fue impensado. Un impulso que cambió mi vida completamente. Pude entender muchas contradicciones mías y de les otres a partir de ese conocimiento. Tuve una especie de aceptación e incorporación de la contradicción. Y como buena virginiana que soy, saberme parte de un sistema mayor ¡me alivió la culpa!

Y, con respecto al libro, se fue haciendo desde 2017. El primer poema fue La Emperatriz, que apareció de una manera muy mágica porque iba en el colectivo y tuve la sensación de que “me bajaban” los versos, me fluían, fue una experiencia particular. Los iba grabando porque no podía escribir y con el paso posterior al papel no hubo tanta distancia, fue poco lo que cambié. Yo ya leía el Tarot desde hacía unos años y en ese momento estaba muy impregnada de los arcanos, releyendo a Sallie Nichols. Son saberes que a veces siento tan intensamente que me produce de verdad una suerte de somnolencia meterme con ellos. Hay mucha información en el Tarot y en la astrología y la cabeza necesita estar en alfa para recibir ese caudal simbólico. 

—¿Cómo creés que fuiste armando ese puente entre el lenguaje del Tarot y el lenguaje poético?

—Hay algo del misterio del lenguaje poético y del Tarot que en mí se unen. No sé si es así para todo el mundo. Este libro surgió en un momento de pasiones, de pasiones dolorosas. Y, aunque después no fue así, se armó en ese marco. Tardé cuatro años en terminar de escribirlo. Descarté muchísimos arcanos. Algunos directamente no me permitieron entrar para escribir un poema. En el proceso de corrección posterior intervino más la cabeza, el criterio, escuchar las opiniones de mis amigxs y las personas a las que se lo daba a leer. 

Tanto el Tarot como la poesía son dos lenguajes simbólicos. Ambos van a recoger arquetipos. La escritura “tira la red” en ese mar y saca sus perlas y sus peces; la poesía se hace, se configura, a medida que se la escribe y que se la lee, hay algo que nunca se termina de decir. En el Tarot tampoco, ¿no? “Deja tu poema abierto, siempre acudirá una trompeta”, decía Arnaldo Calveyra. En definitiva, son dos lenguajes no cerrados que permiten esa manera de relación con lo sagrado, con lo que toca al espíritu. Y el espíritu es abierto. Y es bello. Poesía y tarot parten del mismo lugar en mí. Yo los siento saliendo de una misma matriz, en la que me reconozco.

Junto con Mercedes Araujo, en el 2020, cuando recién había comenzado la pandemia tuvimos la idea de empezar a dar un taller sobre esta alianza de saberes. Estuvimos varios meses leyendo y trazando la relación de los distintos arcanos con poéticas que nos parecían representativas. Se dio una charla esotérica, filosófica, literaria que finalmente es el marco que tiene este curso de un año y medio que terminará en diciembre. Se hace muy visible cómo cierta poesía encarna determinadas energías y cómo se puede ver la influencia de los arcanos en la escritura. Los arcanos son poesía. Son su instrumento, la expresan. Alcanza con ver las imágenes del Marsellés para notarlo. Que es, además, mi mazo preferido.

Maga

Yo sé leer la arena

el grano que discute con la nada

en tu cabeza, el símbolo

que intentás descifrar por la mañana

al volver de tus sueños.

Y sobre el margen

derecho del papel leo la letra,

el género contando sus jinetes

de fuego por seis noches

sin luna

hasta hacerse la luz.

Yo extraje del silencio una amatista,

el violeta perlado de la música

que guardan las palabras

y el eslabón

perdido en el poema salió de la galera

y desató la imagen, la metáfora.

No hubo nunca más

un sello original, una semilla

fue un sembradío mezclado desde entonces,

un toque de varita para que el rayo sea

y sean también el aire, el hueso humano,

el perro, el oleaje, las hormigas.

No preguntes porqué, yo digo

—En los títulos de algunos poemas del libro decidiste cambiar el género y el número de algunos arcanos, comparándolos con los mazos tradicionales. Decís “Maga”, “La Ermitaña” o “Las lunas”, en una operación del lenguaje que decide otra cosa. ¿Qué nos podés contar de esa operación del lenguaje?

—No pude siempre, fíjate que El Loco, por ejemplo, sigue siendo El Loco. Hay algunos arcanos que abren otras connotaciones indeseables. En ese caso “La Loca”, no habría ni podido pensarlo, tampoco con El diablo. Pero me preguntaba, ¿por qué “El Mago” tiene que tener ese género? Tampoco le podía poner “La Magia” porque hay alguien que encarna esta magia en el Tarot. En ese caso, decidí ponerle “Maga” –a riesgo de que se interpusiera Cortázar en la memoria de les lectores- porque hay una primera persona y es el arcano donde más estoy yo como creadora, en el sentido de que planteo una poética y me posiciono como autora del libro. Y como humana que escribe, que inicia por la fuerza del deseo. En realidad, es un ars poética.

Y, en el caso del plural de “Las lunas”, lo decidí porque justamente ese arquetipo encierra eso: la cosa cambiante, las diferentes fases. La Luna no es una. Es varias y ahí está la perplejidad que produce su cualidad cambiante, no estática. ¡Está viva! Escribí varios poemas sobre la luna que descarté.

En el libro, también hay poemas que están tensionados en el binario que todavía domina en la cultura: El Emperador y La Emperatriz, El Papa y La Papisa. Pero no se oponen, simplemente existen, se relacionan.

—En este plan, de seguir repensando los géneros, ¿por qué este acercamiento es en mayor parte de mujeres y disidencias, y no hay tantos varones-cis llegando al esoterismo, a la magia, al Tarot, a la astrología…?

—No tengo una respuesta única, pero intuyo que esto tiene relación con el hecho de permitirnos o no una cierta desestructuración perceptiva. Y, además, el “varón-blanco-cis” como sostén del sistema siempre va a obtener más privilegios de las estructuras y las instituciones. En ese sentido, va a pensarlo dos veces antes de apostar a saberes no legitimados o incluso deslegitimados por el paradigma que lo pone en su centro. Claro que cuando uno de ellos hace negocio con una actividad tradicionalmente desestimada se convierte en el referente del que sí no se puede dudar y además la dota, de pronto, de un halo de importancia. Como pasó con la cocina. Las mujeres solemos ser quienes pasamos más tiempo en las cocinas, pero las corporaciones televisivas ponen a “Los chefs” que muestran signo de su conocimiento nato con sus grandes sombreros…  Es la historia de siempre: estamos produciendo un movimiento vivo, de base, que después seguramente se terminará absorbiendo por el sistema y hegemonizando, porque esa angurria es el corazón de los poderes corporativos, lo que los define. Por otro lado, si pensamos la afinidad entre las disidencias y el esoterismo, sí creo que de este lado, del lado de la magia y la poesía, quedamos quienes hemos cultivado una sensibilidad más fina gestada en la experiencia de la exclusión y de la vulnerabilidad. La resistencia nos lanzó a la maravilla. O mejor dicho, nos devolvió a ella. Esa maravilla nos estaba esperando desde la ancestralidad diezmada. Lo entendí una vez que tomé ayahuasca y sentí nostalgia de algo que no había conocido y sin embargo sí conocía, una memoria comunal. Esa melancolía del amor a la tierra me duró varios años, reaparecía cada vez que escuchaba un ícaro, o instrumentos de viento o percusión o visitaba la montaña. Me dediqué a viajar bastante por Latinoamérica en los años que siguieron.  

—¿Qué vínculo actual ves entre este arquetipo de la bruja, que tiene una relación histórica, pero hoy aparece más fuerte que nunca el rescate de esa figura? 

—Sí, aparece en esta frase que se repite mucho… “Somos las nietas de las brujas que no pudiste quemar”. Hay un poder enorme ahí, que si el poder materialista, criminal, mundano, no puede absorber, lo que hace es censurarlo y estigmatizarlo. Se ha perseguido mucho a la intuición porque su alcance es profundo. Me parece que el feminismo conecta con ella porque es nuestra manera de cambiar este estado de situación. Sucede en un campo sutil y empático. Creo que no es casual que la persecución haya pasado y, a veces, siga pasando por ahí justamente. Que se siga, por ejemplo, usando la expresión “cacería de brujas” para metaforizar la estigmatización de quienes van a contratrama del poder, como dice María Lugones.

Es un poder maravilloso el del Tarot que, sin embargo, nos expone a quienes lo practicamos, a no ser tomadas en serio. Eso es obra del miedo inconsciente a la cancelación. La otra manera de atacar al Tarot es la banalización, dejarlo en el plano de lo pintoresco, convertirlo en un número más de una fiesta, hacer programas de televisión o apariciones excéntricas y bizarras. Las mancias, muchas veces, se ven como un conocimiento no validado porque no tienen nada que ver con la pura racionalidad. La intuición y la sensibilidad pueden ser muy peligrosas para el establishment que no nos deja terminar de levantar cabeza. Es difícil atravesar esta época llena de trampas. Y de atravesar esta época dependerá todo. Falta que los feminismos hagan su vuelo final por encima de los privilegios y las tentaciones que aparecen en el camino, poniéndonos verdaderamente en la piel de las personas que resisten día a día las más diversas opresiones. Y que saquemos de nuestros cuerpos el horror que hemos mamado, que todavía se aloja en nuestras células, no sólo el de la violencia explícita, sino también de la ilusión, la mentira, el narcisismo en el que nos sumen, a conveniencia, los monstruosos intereses que comandan el mundo. Los parásitos y los apropiadores nos hacen creer que nos cuidan y lo que ocurre es que nos estamos deformando. Generar rutinas y prácticas sin su permiso o retroceder y eclosionar como especie.

—¿Por qué creés que hay sectores dentro y fuera del feminismo que siguen rechazando estas prácticas?

—Si hay un feminismo que rechaza estas prácticas, no es justamente el feminismo del terreno. Es uno más intelectual y teórico. Igual esto no quiere decir que no haya téoricas que puedan ser magas. Pero centrarnos solamente en el brillo discursivo es oponernos a lo que sucede en el corazón de la Tierra, que es de donde sacan el saber las machis, las magas, las chamanas. Podemos ser feministas de ambos lados, pero no podemos negar ese saber. A veces me parece que cierto feminismo ha deconstruido mucho, pero deconstruir la filiación con la modernidad capitalista no es tan fácil y en cierto modo sigue siendo intocable. Podemos pensar en que la experiencia simbólica se atraviesa, quieras o no. Estoy segura de que hasta las feministas teóricas más duras han tenido sueños que al despertar sintieron como una experiencia mágica. Es un encuentro con otro plano de consciencia, un viaje a otro lado, un viaje cotidiano. Y a veces pareciera que se terminaran olvidando… 

Ese material simbólico no solo nos importa a las brujas, fue clave para el psicoanálisis, para muchas corrientes del arte… 

—Claro, cuando tocamos este tema lo relaciono con la experiencia de Jung, cuando se fue de la IPA –Asociación Psicoanalítica Internacional-. Freud lo echa de la IPA por una famosa pelea en relación a la libido. Freud decía que la libido era sexual y Jung sostenía que la libido era más que sexual. Y se arma un despelote… Jung queda muy mal. Y está muchos años sin aparecer pero vuelve con un nuevo marco teórico. Y en ese marco teórico incluye a la magia. Quiero decir con esto que se puede analizar lo simbólico desde lo teórico y no descartar lo mágico. Sumar algo más a lo teórico que eso que está “en los libros”. Jung de alguna forma termina diciendo que el psicoanálisis es una moda y que prefiere adherir y estudiar esos saberes trascendentales de la historia. Hay muchos de esos saberes que son ninguneados, el I Ching, la astrología… El Tarot no es tan milenario, pero sufre esto mismo. Son contactos con lenguajes que no pasan por la lógica y el entendimiento consciente. 

—¿Por qué creés que ahora resurgen estos saberes y hay una mayor cantidad de consultas de Tarot, de astrología y un “boom” en redes sociales, como si ocuparan un lugar que fueron dejando vacantes ciertos espacios de la fe más tradicional?

—Es un momento de crisis y hay un antes y un después: la gran desilusión respecto de las garantías que nos ofrecía el sistema capitalista, materialista. El consumismo no ha dado respuestas y al espíritu lo dejó desguarecido. Y estamos buscando lo que el materialismo no pudo ofrecernos por ningún lado. Algo pasó en los últimos años con la fe. Neptuno entró en Piscis, astrológicamente hay una profundización de la conexión entre todo lo que existe a nivel de la información. Se profundiza la intuición, la percepción, la resonancia colectiva. Estamos yendo hacia el silencio. O a vibraciones cualitativamente iguales al silencio, la música, la poesía, el amor. Y aún más será así a partir de la cuadratura Júpiter Neptuno que implicará un incremento pronunciado de esa energía espiritual. Pero Neptuno también simboliza el engaño, el espejismo, porque es desborde y abstracción. Por eso me da miedo, porque es posible que este incremento haga que estos mismos lenguajes terminen siendo definitivamente utilizados por el Poder que los ve crecer. Siempre puede estar el enemigo adentro. Por esto digo que es una época llena de trampas y se impone estar atentxs.