Foto de portada: Prensa COP26.
Miryam Vargas Teutle, comunicadora indígena Nahua y defensora de los derechos humanos, lleva más de una década trabajando desde las comunidades para visibilizar las luchas por el territorio en México. Nacida en Cholula, Puebla, es integrante del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra y el Agua en Morelos, Puebla y Tlaxcala (FPDTA-MPT), una organización que ha resistido el avance del megaproyecto energético Proyecto Integral Morelos. Desde su experiencia, Miryam narra cómo la represión estatal, la violencia patriarcal y el extractivismo se entrelazan en una realidad que pone en riesgo la vida de quienes defienden sus cuerpos y territorios.
“Para mí la comunicación ha sido una herramienta, un puente, para enunciar desde nuestro ser comunitario”, sostiene Miryam cuando habla de su trayectoria como comunicadora. Desde 2008, ha utilizado su profesión para construir ese puente entre las pequeñas comunidades y las grandes ciudades, visibilizando la defensa del territorio y los derechos humanos en los estados de Puebla, Morelos y Tlaxcala. “Empecé realizando entrevistas y reportajes sobre la vida comunitaria. Posteriormente, me fui enfocando cada vez más en procesos de defensa del territorio, de la vida comunitaria y de la participación y autodeterminación comunitaria”, cuenta.
Para ella, la lucha no se limita a lo local, sino que implica un diálogo constante entre las comunidades rurales y los sectores urbanos, entre lo nacional y lo internacional. Miryam señala la importancia de “que lo que escribimos y producimos en las comunidades sea también de ida y vuelta, no solo para el entorno local, sino también hacia un entorno más amplio e internacional”. Pero la lucha socioambiental no es solo responsabilidad de las comunidades indígenas sino de toda la sociedad y, por eso, Miryam insiste en que es importante construir esa responsabilidad colectiva a la hora de comunicar los impactos de la crisis climática.
“Si yo cuido el agua en el pueblo y tú en la ciudad la tiras, pues no sirve de nada mi cuidado. Es parte de esa práctica de responsabilidad dialógica en la que estamos todas”, asegura. Para ella, la división entre el campo y la ciudad es una creación del modelo extractivista y, por eso, sostiene que hay que romper este binarismo. “Vamos dándonos cuenta y entendiendo que el territorio y el cuidado no solo existen en lugares rurales o indígenas, sino que el territorio está en todos lados, el agua está en todos lados, el aire recorre todo el mundo”.
La violencia estatal y la lucha por la tierra
El Proyecto Integral Morelos ha sido una amenaza constante para las comunidades indígenas de la zona desde su creación. Incluye la construcción de un gasoducto y dos termoeléctricas que atraviesan tierras comunales en Puebla, Morelos y Tlaxcala. La resistencia de las comunidades a este proyecto tuvo como respuesta una represión constante hacia los y las defensoras, que incluyó el asesinato en 2019 de Samir Flores Soberanes, compañero de lucha de Miryam, y marcó uno de los momentos más trágicos para el Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra y el Agua.
Miryam también ha sido objeto de persecución. En abril de 2022, sufrió dos allanamientos en su domicilio, en Puebla, como represalia por su trabajo en la defensa de la tierra y su labor como locutora en la Radio Comunitaria Cholollan. Antes de los allanamientos, desconocidos le robaron las bombas de agua, retiraron las protecciones de su hogar y dejaron un cuchillo como forma de amenaza de muerte hacia ella.
Las agresiones contra Miryam se han intensificado por su cobertura de los impactos que los megaproyectos tienen sobre el derecho al agua, la tierra y la seguridad de las comunidades en la región. En ese contexto, mientras investigaba sobre el Proyecto Integral Morelos, fue intimidada por la Guardia Nacional cuando documentaba los efectos del socavón en Puebla. Para ella, ser parte de una comunidad indígena hoy es un riesgo ya que, desde su mirada, el desarrollo económico necesariamente se piensa a costa de los territorios. A pesar de las amenazas y la falta de protección del Estado, Miryam continúa en pie de lucha.
El reciente caso de represión en San Gregorio Atlapulco, Xochimilco, donde activistas fueron detenidos y amenazados por exigir el cese de la criminalización de la defensora Hortensia Telésforo, es un eco de lo que Miryam y su comunidad enfrentan desde hace más de una década. “Nos hemos mal acostumbrado a las violencias, a la posibilidad de que te allanen o persigan por el simple hecho de defender la vida”, expresa.
El 5 de septiembre, en San Gregorio Atlapulco, policías de la Ciudad de México, junto con las Fiscalías de Investigación Territoriales de Tlalpan y Xochimilco, reprimieron violentamente a activistas y periodistas que protestaban contra la criminalización de Hortensia Telésforo, defensora de derechos y autoridad tradicional de la comunidad. La violencia incluyó el robo de celulares y cámaras fotográficas, además de detenciones arbitrarias de integrantes de comunidades indígenas y defensoras del territorio. Estos eventos, orquestados por funcionarios locales y grupos de choque, reflejaron el uso del aparato estatal para silenciar las luchas por la autonomía y la autodeterminación de los pueblos indígenas en México.
México: uno de los países más peligrosos para defender el territorio
En el marco global de la violencia contra personas defensoras, México sigue siendo uno de los países más peligrosos para quienes luchan por la tierra y el territorio. Así lo denunció el informe 2023 de Global Witness, para quienes México fue el cuarto país más letal para personas defensoras, con 18 asesinatos registrados, de los cuales más del 70% correspondían a personas indígenas. Aunque la cifra de asesinatos descendió en comparación con 2022, cuando se reportaron 31 muertes, la violencia sigue siendo alarmante. Además de los asesinatos, se documentaron múltiples desapariciones forzadas, una forma de violencia cruel y tristemente habitual para el país.
El informe destaca que el 43 % de las personas asesinadas en 2023 eran indígenas y un 12% eran mujeres, lo que refleja la doble vulnerabilidad que enfrentan las defensoras indígenas. La mayoría de los ataques ocurrieron en los estados de Jalisco, Colima y Michoacán, éste último concentrando ocho de los asesinatos. Más del 40 % de estos crímenes están directamente relacionados con la oposición a proyectos mineros. La persistente falta de justicia y la impunidad para quienes perpetran estos crímenes agravan la situación para personas como Miryam, que enfrentan la violencia del Estado y de actores privados.
La resistencia en el basurero: una victoria colectiva
A pesar de la violencia y los desafíos constantes, la lucha de las comunidades indígenas en México demuestra que las acciones colectivas pueden detener el avance del extractivismo. El caso de resistencia al relleno sanitario en Puebla, donde comunidades urbanas y rurales se unieron, es un triunfo que demuestra el poder de la organización comunitaria. “Frente al basurero no hay una comunidad, ni alrededor, solo un fraccionamiento que es uno de los directamente perjudicados, pero en general respondimos quienes entendemos al territorio de manera más amplia e integral”, explica Miryam.
La lucha unió a pueblos y fraccionamientos contra el relleno sanitario que amenazaba su calidad de vida. “Los pueblos que fueron al campamento de resistencia no están a 10 minutos, ni a 15. Quedan a media hora, 40 minutos o hasta una hora de distancia del relleno sanitario, donde llegaba su basura”, relata Miryam, destacando cómo la lejanía con dicho territorio no impidió que las comunidades se organizaran para defenderlo. Durante cinco meses, mantuvieron un campamento de resistencia, con turnos organizados entre colectivos urbanos y rurales. Este nivel de coordinación fue clave para lograr la victoria, frenando el avance de un proyecto que ponía en peligro el bienestar de las comunidades.
Por su parte, las comunicadoras comunitarias también diseñaron una estrategia articulada para acompañar la denuncia: “Nosotras lo estuvimos documentando constantemente, haciendo campañas de difusión y convocatoria. La participación de los medios comunitarios fue muy importante, aliándose con medios urbanos con la misma perspectiva. Nos coordinamos para tener un mismo discurso sobre la problemática”, señala Miryam, subrayando el rol fundamental que jugaron los medios comunitarios para visibilizar y articular la resistencia. Esta victoria colectiva no solo frenó un proyecto extractivo, sino que también fortaleció la confianza en la capacidad de los movimientos sociales para defender el territorio.
Para Miryam, la comunicación comunitaria no es solo una herramienta de visibilización, sino una forma de resistencia frente a la narrativa impuesta por los medios masivos. “La comunicación comunitaria que realizamos acá es ese puente para seguir conquistando nuestros derechos como comunidades indígenas”, afirma, señalando que los medios masivos muchas veces están alineados con los intereses corporativos que impulsan los megaproyectos extractivistas.En luchas como la de Atenco contra la construcción del aeropuerto de Texcoco, o la resistencia contra el relleno sanitario en Puebla, los medios comunitarios desempeñaron un papel crucial al coordinar campañas conjuntas y articular discursos de resistencia. “Empezamos a generar campañas conjuntas, con el mismo mensaje, aunque con enfoques distintos según el público. Hubo mucha visibilización, y un rechazo fuerte contra los medios masivos que atacaron directamente a las comunidades, lo que fortaleció la confianza en nosotras”, explica Miryam.
Contra la repatriarcalización de los cuerpos y los territorios
En el marco del mes de las luchas campesinas, Miryam reflexiona sobre los desafíos de ser una lideresa indígena en espacios históricamente masculinizados. Aunque los movimientos sociales en defensa del territorio deberían integrar la participación de las mujeres y disidencias, la realidad es que muchas veces los colectivos replican las mismas dinámicas. “Vivimos en contextos de violencia y masculinizados. Esto nos ha llevado a mucha pérdida de mujeres en estos espacios, y también a un detrimento de las posibilidades de vida digna para muchas de nosotras en los territorios”, afirma.Esta observación no es aislada, sino que refleja cómo, incluso en los movimientos de resistencia, las mujeres indígenas deben seguir luchando por conquistar espacios que, en teoría, deberían ser suyos. “Estamos en un sistema patriarcal, que intenta repatriarcalizar todos los espacios donde estamos intentando hacer algo distinto desde lo femenino, desde el cuidado de la vida”, comenta en referencia a cómo, además de enfrentar la violencia estatal, las mujeres deben luchar por ocupar espacios dentro de sus propios movimientos.
Por ese motivo, y como comunicadora comunitaria, Miryam insiste en visibilizar las experiencias de las mujeres y disidencias organizadas en sus territorios. Lo hace sin perder el correlato histórico y las luchas que éste implica. “Hablamos de no romantizar el hecho de que, como mujeres, estemos en estos lugares. Hay una historia dura, y esto nos implica a todas. Tanto a las que estamos en las comunidades, en la primera línea, como a las que estamos en las ciudades”, manifiesta la activista.
Las elecciones, el nuevo gobierno y los límites de la autonomía
El contexto político de México, marcado por las recientes elecciones presidenciales que dieron por ganadora a la ex Jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum Pardo del partido oficialista Morena, genera contradicción en los territorios. Aunque por primera vez una mujer podría llegar a la presidencia, el escepticismo predomina entre las defensoras del territorio. “Estamos en una lucha constante, sabemos que hay límites”, expresa Miryam al referirse a los cambios estructurales que el país necesita, pero que no llegan.
El gobierno de Andrés Manuel López Obrador continuó impulsando políticas que favorecen el extractivismo y la explotación de los bienes comunes. “Aunque hemos vivido varias experiencias con gobiernos que se definen como progresistas, cada vez es más claro que esos espacios de poder no necesariamente implican una transformación profunda”, comenta con decepción. Para Miryam, la llegada de una mujer al poder no necesariamente implica un cambio real si su política sigue favoreciendo a los intereses corporativos por sobre las comunidades.
En este contexto, la criminalización de las defensoras del territorio, como Hortensia Telésforo en San Gregorio Atlapulco, y la represión de los movimientos sociales son síntomas de un sistema que sigue priorizando el extractivismo y la represión en búsqueda del tan anunciado desarrollo. “Nos preocupa que, bajo este nuevo gobierno, aunque se hable de feminismo o progreso, en la práctica siga el mismo modelo extractivista que solo beneficia a unos pocos”, concluye Miryam.
A pesar de la represión, las amenazas y los constantes intentos por silenciarla, Miryam Vargas mantiene su convicción firme en la defensa del territorio y la vida comunitaria. “No se trata de que estamos en esta condición y ahí queremos quedarnos. Estamos en una lucha constante por la autonomía, por nuestros derechos como pueblos y como mujeres. Esta lucha es de ida y vuelta, y si bien el camino es difícil, tenemos la fuerza colectiva para seguir adelante”, reflexiona. Para Miryam, la autonomía no es solo un ideal, sino una construcción diaria que se teje desde el diálogo, la resistencia y la reivindicación de los derechos de las comunidades, donde la comunicación ocupa un lugar central.