¡Ojalá me equivoque! Un panorama transfeminista de las artes III

“Ojalá me equivoque” es un panorama mensual de las artes visuales escrito por la pintora y música Fátima Pecci Carou. “Ojalá me equivoque” se concentra en los sucesos de coyuntura en el mundo de las artes visuales en Argentina y Latinoamérica y El Caribe, con el foco puesto en la producción de artistas mujeres, lesbianas, travestis, trans y no binaries. Bienvenides al panorama de junio de 2021, el mes aniversario del Ni Una Menos de 2015, cuando nos convertimos en la imagen de nuestra época.

¡Hola! ¿Cómo estás? 

Mientras escribo esta nueva entrega de “Ojalá me equivoque” pensaba en el aniversario del primer Ni Una Menos que se cumplió hace poquito, el 3 junio, un día bisagra para la militancia feminista. Recuerdo haber salido sola a la calle espontáneamente ese día, y encontrarme proyectada en otrxs, viéndome reflejada en la misma furia, tristeza, adrenalina y emoción de otrxs. Sentí —tiempo después—, haber sido parte de un día histórico, que daba comienzo a un nuevo punto de referencia temporal, y como todo hito, se iba construyendo con un aparato visual, sonoro, literario, conceptual y político propio. 

Esto me lleva a un recuerdo de mi época de estudiante de Bellas Artes. Solía escuchar a un importante pintor varón, muy reconocido, famoso por haber sido parte de un grupo de artistas rupturistas de los años sesenta que decía: “la crisis de nuestro tiempo se refleja en que carecemos de una imagen de época que nos represente”.  Y hoy pienso, ¡guau! cuánto de esto cambió desde aquella tarde del 2015. Nos convertimos en la imagen de nuestra época, con nuestros propios símbolos visuales, que incluyen la identificación con ciertos colores y formas geométricas como banderas, la utilización de una potente gráfica política autogestiva multiplicada, glitter, body painting, performances y cantitos pegadizos, intervenciones, pintadas en el espacio público y la lista sigue.

Nos convertimos en la imagen de nuestra época, con nuestros propios símbolos visuales.

Una idea viene a mi cabeza: la imagen siempre estuvo cerca del poder (basta con revisar cualquier período de la historia del arte). No es casual que la palabra “empoderadas” haya surgido de la mano con nuestra imagen de época. La pregunta es: ¿cuánto poder tiene nuestra imagen? ¿Estamos disputando el sentido de las imágenes poderosas? ¿Puede el lenguaje del arte convertirse en un instrumento de poder?

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Si miramos lo que estuvo ocurriendo con los monumentos públicos en Chile o en México, podemos advertir que algo de esto es posible. Allí, distintas organizaciones sociales feministas intervinieron con pintadas, afiches, pegatinas, banderas y máscaras los monumentos y grupos escultóricos que representan a próceres o iconos de la historia oficial.

El estallido social del 2019 se hizo escuchar a partir de la resignificación o rechazo de esos símbolos de poder. La antropóloga Sonia Montecino dice al respecto “el carácter carnavalesco (de esas intervenciones) entraña la ruptura con el orden. En ese contexto iconoclasta, el derribamiento de algunas estatuas para ciertos sectores sociales, representa imágenes de un poder que se rechaza o cuyo significado simplemente se desconoce. Los vencedores de las batallas, masacres, golpes de estado han establecido una memoria oficial (perpetuada en imágenes) y contra eso hoy hay una reacción. Son estatuas que no fueron decididas por las comunidades, sino por el gobierno central, que es la misma élite”. Mirá el registro que hizo la fotógrafa Celeste Rojas Mugica en su proyecto Inventario iconoclasta de la insurrección chilena.

Por otro lado, también están las Restauradoras con Glitter. Ellxs sostienen que “el patrimonio cultural es también la relación que mantiene la sociedad con estos monumentos”. Como dice el título de esta excelente nota: Las pintadas y graffitis también son nuestro patrimonio cultural.

Estatua del General Baquedano pintada de rojo por manifestantes en Chile

También en Chile, la Asamblea Coordinadora 8M realizó acciones relámpago en distintos puntos de la ciudad, renombrando plazas y monumentos con nombres de mujeres históricas o importantes para el movimiento “con el fin de poner nuestros nombres en una ciudad que no nos nombra, que no reconoce nuestro lugar en el espacio público”, según señalaron en sus redes sociales.

Acción de la Asamblea Coordinadora 8M

En México, organizaciones feministas denunciaron la alta tasa de femicidios tomando las instalaciones de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) en el Centro Histórico. Ver una oficina gubernamental con sus signos transformados en otra imagen es impactante. Lo mismo ocurre con las intervenciones pictóricas sobre el retrato del ex presidente y prócer nacional Francisco I Madero. Nuevo muralismo, contra muralismo, anti muralismo o la nueva pintura histórica, Franciso I Madero in drag, reutilizar es revolución, dicen en su Instagram las artistas Gala Berger y Natalia de la Rosa. 

Franciso I Madero in drag, reutilizar es revolución

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Quiero recomendarte ahora la muestra “Señora” de Josefina Labourt (Buenos Aires, 1985) con curaduría de Guadalupe Creche, exhibida en Galería Piedras (cita con turno). Jochi, como la conocemos en el medio, investiga sin miedo dos temas que incomodan: la exploración de materiales sórdidos y la vejez. Su obra ya tiene una paleta propia reconocible, como así también lo son sus jugadas texturas, que logra usando capas y capas de óleo, resina, huevo, pelos humanos, gasa, cartapesta, vellón siliconado. En paralelo, además de ser artista, se especializó como asistente gerontológica y le da un taller de arte a su abuela con Alzheimer. Este dato es muy importante, ya que sus conocimientos sobre gerontología son trasladados directamente a la materia. Sin mediar el pensamiento, o siendo la materia misma el pensamiento, como Jochi suele decir.

Sus pinturas/objetos/assamblages toman la forma de tetas caídas, pieles arrugadas y verdosas, superficies con surcos y marcas, rostros-máscaras que, a la manera de retratos funerarios romanos, nos recuerdan la cercanía con la muerte y la posibilidad que da la imagen de persistir en el tiempo. A través de la compleja superposición de capas de veladuras y chorreados, Jochi logra hacer aparecer paisajes que se dibujan en los retratos, quizás se trate de recuerdos sobre todas las experiencias vividas por esas señoras. 

La curadora se pregunta sobre la terminología de la palabra que da título a la muestra, asociada a cierta clase social y estado civil de una mujer. Pero también reflexiona sobre lo que nos empieza a pasar a las que estamos en el pasaje de los 30 a los 40, de los 40 a los 50 y así en adelante. Nuestro pelo se vuelve plateado y nos preguntamos ¿dónde nos encuentra paradas la vida? 

Esas expresiones que los filtros de Instagram se empeñan en borrar, Jochi insiste en sacarlas hacia afuera y hacerlas visibles. “In-vi-si-ble”, una palabra fragmentada que flota en letras góticas entre estudios de plantas del pie arrugados de la abuela de la artista, así parece susurrarlo.

“Señora” de Josefina Labourt

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Para ir cerrando este panorama, quiero presentarte a la artista visual y poeta guatemalteca Regina José Galindo (1974), quien a través de la performance logra producir experiencias artísticas extremas y controversiales. 

El contexto social y político de su país, atravesado por la violencia, la discriminación racial y de género, los abusos a los derechos humanos, las fuertes desigualdades endémicas, son el insumo para sus acciones. Su trabajo denuncia estos conflictos políticos y sociales locales pero pueden ser identificados como problemáticas globales de las sociedades actuales. Regina José Galindo ha sido la única artista latinoamericana premiada con un León de Oro en la Biennale de Venecia, en el 2005 a la mejor artista joven.

En 1999 realizó su primera acción Lo voy a gritar al viento”, en la que recitó poemas colgada del Arco del Edificio de Correos de la ciudad para denunciar las atrocidades del abuso político al que muchas mujeres se han visto sometidas en el Estado de Guatemala. Luego, los poemas eran arrojados a los transeúntes. Una acción poetica, arriesgada y valiente, por el riesgo que implica que en su país la puedan fusilar por ello, además del riesgo físico que implica estar suspendida al vacío.

Lo voy a gritar al viento (1999)

En 2003  realiza la obra «¿Quién puede borrar las huellas?», que consistió en una caminata de la Corte de Constitucionalidad hasta el Palacio Nacional de Guatemala, dejando en el recorrido huellas hechas con sangre humana, en memoria de las víctimas del conflicto armado en Guatemala y en rechazo a la candidatura presidencial del ex-militar, genocida y golpista Efraín Ríos Montt.

En 2005, mismo año en el que recibió el premio León de Oro en Venecia, desarrolló la performance «Golpes» en la que, desde un pequeño cubículo y fuera de la mirada de la gente, Regina se da 269 golpes, uno por cada mujer asesinada en su país desde el 1 de enero al 9 de junio de ese año. Los golpes se amplían por medio de micrófonos. El público no puede hacer nada, tan sólo escuchar.

Me quedo con una de sus frases que pueden resumir bien este número “Las imágenes pueden hacer tambalear el silencio”.

¡Hasta la próxima!

Fátima.