“Siempre pensé que se necesitan a otrxs para escribir.” Es una premisa y también el eje de la charla que tenemos con Malén Denis, por videollamada, Nueva York – Buenos Aires. Compartimos el imaginario de una generación nacida a finales de los 80s y, quizás por eso agradecemos que ya no se necesiten tarjetas de teléfono para llamarnos. Empezamos, entonces, por ahí, por esa idea de la que no se escribe a solas, se escribe para compartir y en una especie de comunidad.
—En tu prólogo aparece una idea central sobre la escritura, donde no se da una voz propia si no es acompañada de lxs que escuchan, leen, enseñan o aprenden. ¿De qué manera en este libro se reflejan esas voces de tus colegas, amigxs y lectorxs?
Desde el principio de mi carrera quien me incentivó y me contactó con Nulú Bonsai para empezar a editar fue una amiga. Dentro de Nulú, Grau Hert, fue la persona que tomó la idea de Con una remera de Sonic Youth y me enseñó, por primera vez, cuál es la potencia de un libro. Yo ahí empecé a entender lo que era “hacer obra” directamente haciendo obra, con otrxs. La conexión con los demás está muy presente para mí. Ya sea por la tarea de hacer un libro, que implica trabajar con editores, editoras, ilustradores, diseñadores, otrxs artistas. O también en ese otro lugar, con un fin más abstracto y subjetivo que aparece en la poesía que es el conectar con lxs otrxs. Hay una idea en Isla de metal que me ronda hace mucho… Se trata de mi tendencia al aislamiento. Puedo sentirme sola adentro mío, sola dentro de mis traumas y siempre para quebrar esa idea de soledad tuve que sacar una línea afuera o abrir un espejo, una ventana al exterior y decir: “No, no, no, no soy sola. Esto que me pasa, en el momento en que lo comunico, toca a alguien. Ese alguien puede devolverme otra idea. Nadie está solx.”
Yo empecé a escribir así, al final del colegio secundario. Quería esa conexión con un otrx. Y la primera suerte de poemas que escribí, empezó en un cuaderno que llevábamos con mi amigo Mateo Renzulli. Era una escritura que compartíamos en quinto año del secundario y ahí ya está esa segunda persona. Está muy presente y viene de esa especie de cuento, de fogón, de esa situación en la que contás lo que te está pasando. Ese otrx te puede devolver su visión. También es fundante el momento de las lecturas. Ir a escuchar a otrxs leer poesía. Esa es una instancia de conexión, de aprender de lxs demás.
Hay muchas citas a otrxs artistas, músicxs. Son elementos que gustaba traer, hacía sistema. Me di cuenta de esto en el trabajo con Flavia y Afri, yo pensaba que la obra era mucho más deforme, pero al releer con ellas pude ver sentidos nuevos, recomponer esas citas y referencias.
Tuve la oportunidad de desarrollar una voz cuando no tenía el objetivo de ser escritora ni artista. Fue un sueño que no sabía que tenía pero se hizo realidad, a pesar de mí.
Esto, por ejemplo, creo que está en el último poema de Con una remera de Sonic Youth, que es un libro muy fragmentario, con mucho ruido. Ahí, la última frase es como un haiku deforme.
Y ahora que podés decir todo lo que querías decir, Malén, no decís nada.
Editando un primer libro es que yo me doy cuenta de que no hay muchos límites en torno a lo que podía hacer. Hay una infinidad de cosas que se pueden dar en el espacio del libro. Eso me generó una sensación de responsabilidad y el segundo libro fue distinto. De alguna forma, me lo empecé a tomar más en serio. No porque el primero me lo haya tomado a chiste. Pero no tenía idea de que iba a tener una carrera en esto. Era algo que veía desde otra perspectiva. No pensaba que eso iba a desembocar en esta posibilidad que me dan los libros, que es algo muy apasionante para mí, esta posibilidad de conectar.
—¿Y cómo aparece la idea de reunir 10 años de escritura? ¿Por qué alguien que sigue escribiendo lanza un libro como este?
La mayor parte de mis libros ya publicados salieron en editoriales independientes en las que yo creo muchísimo y hacen al color y la riqueza del mundo editorial argentino contemporáneo. Tuve el privilegio de trabajar con editoriales que recién empezaban y justamente por eso, por estar en un inicio y tener una línea muy joven, abierta, elástica, por fuera de las exigencias, pude hacer literalmente lo que quise. Pero eso tiene sus limitaciones. Algunos se terminaron agotando y no se pudieron reimprimir y con la crisis constante que hay con el dólar y el papel, esos libros que fueron un trabajo muy rico, después quedaron perdidos. Irrecuperables también. Hay editoriales como Ludwig que no publica más. Y pensamos en la necesidad de reconocer ese trabajo, esa forma de hacer, no solo para mí misma. Sino para poder darle contención a ese mar de poemas. Todos mis editores están en los agradecimientos. Y cada uno de los respectivos libros están citados, con sus editoriales. Se intentó mantener los libros, que se leyeran de la manera más fiel posible a la edición original. Hay una sensación en este libro de mucho agradecimiento.
Afri Aspeleiter y Flavia Calise acompañaron a Malén Denis en esta edición de esta obra reunida. Afri fue quien me dijo que era un libro para “salir del antro”, dejar de leer en lugares de nicho, de culto, empezar a llevar los poemas al sol.
Flavia editó, releyó y comenta sobre este trabajo conjunto:
“Leyendo a nuestras amigas y mentoras, podemos sentirnos menos solas en lo que creamos que es nuestro espacio íntimo y ahí entra lo vincular, la salud, la frustración que a veces, y más que nada al principio, tiene escribir solo. Porque es nuestro modo de comunicarnos con el mundo exterior. Con pocas herramientas y con la llegada menos masiva que tenía la poesía contemporánea. Por la exposición y por el modo de distribuir y de cuidar el trabajo propio. En lo personal, creo que ya venìa dado ese contacto con la intimidad.Siempre fue un tema presente en mi obra y en la de Malén también. Por eso también me fue tan importante leerla a ella.
Con Malén teníamos una relación poética desde el año 2014. Por encontrarnos en lecturas, por coincidir en alguna publicación… Con los años, el haber trabajado con la misma editorial (Concreto), nos fue uniendo desde otro lugar y con más experiencia y habiendo atravesado distintos cambios y procesos más bien vitales. El trabajo de edición para Isla de metal, fue un encuentro fantástico desde lo personal y lo laboral. Es divertido editar un libro con una autora como Malén, por tener experiencias en común, por su talento y por su obra.”
—Editar bajo otras reglas, firmar un contrato, formalizar los procesos que nos llevan a escribir y seguir escribiendo. ¿Qué implica para vos, qué proyectás sobre tu literatura?
Creo que la mayor parte de mi vida como escritora se dió en el bar, en el antro, en marcos poco regulados, con mucha precarización. Eso daba mucha libertad pero yo nunca cobré regalías por mis libros anteriores. Y las presentaciones eran en lugares divinos pero que probablemente ni estaban habilitados. Me acuerdo siempre de lecturas en el Rodney hermosas, lecturas en casi cualquier lado porque realmente leíamos en todos lados. Leer en esos lugares te hace todo terreno. Es increíble leer con un montón de audiencias distintas.
Este libro no niega esa forma anterior, hace su homenaje al antro pero se permite decir “estamos en otra etapa”. Yo también dejé de tomar alcohol y ya no estoy tirada en el Abasto tomando vino. Tengo miles de recuerdos maravillosos, pero tengo otra edad. En esos poemas, por ejemplo, en Brillante, aparecía el lado B de esa poesía que yo escribía, es un libro más preciosista, puntilloso, con una cita de Robert Frost, en contraste total con la cita de mi primer libro, que venía de Sonic Youth. Aunque los elementos que aparecen están muy seleccionados, ese mundo es el que venía más de la noche, de la precariedad de ese estado tambaleante en el que me encontraba en mi época de consumo. Aparecían personajes, líneas, ideas brillantes y espectaculares pero de las que tenía que volver a tientas. Los recuerdos eran cortados y todo ese transitar era un periplo hasta encontrar la imagen que tenía que ver con lo que había perdido en la noche. Llegaba al poema un poco a ciegas. Ahora me sucede otro estado mental frente a la escritura, con la claridad del día, con la honestidad de la sobriedad. Y eso trajo estos marcos más regulados. Elegí también para esta poesía otro tipo de editorial, Concreto trabaja de otra manera y eso a mí me hace sentir más profesionalizada. Es una combinación de factores, pero nada podría haber pasado sin esos antros.
—Tu poesía parece poder leerse más completa, con más sentidos en el contexto argentino, parece también hablarle a unx lectorx de cierta edad, con determinados consumos culturales, ¿Sigue siendo importante en tu escritura el circuito literario argentino? ¿Creés que hay todavía ecos y resonancias entre este libro, que se edita en nuestro país, con la literatura que se produce y se lee en Argentina?
Sí, esto es completamente así, aunque yo tengo agente literario en España y publiqué Litio en España. Algunas cosas allá hacen eco y otras, no. Y seguro hay cosas que tendrán incluso más peso en otros países pero a mí no hay nada que me resuene tanto como el arte argentino. No solo la literatura, digo arte en su sentido más amplio, cabal. Desde lo más popular hasta lo más de nicho, yo soy una persona que tiene una fibra sensible con todo lo que es argentino. Hay un marco de referencia, un ida y vuelta, casi de espejo, con lxs artistas argentinxs que me interpelan, una especie de encantamiento. Y no me interesa salir de ahí. Yo no tengo la idea de que necesite ser más reconocida, ni que necesite más fama, ni tampoco se me ocurre que vaya a hacer mucho dinero con esto. Creo que solo tiene sentido querer ser más famosa y más reconocida si pensás que eventualmente eso te puede dar dinero. Pero yo no tengo tensión con este tema, sé que lo que más me interesa es seguir teniendo libertad, ¡en todos los ámbitos! Para seguir ejerciendo esa libertad y desatar mi voz plena, tengo que estar desatada de las exigencias de lo que está de moda, de lo que es el mercado editorial más grande, internacional, mainstream. Y para poder ingresar a Estados Unidos y tener una carrera y hacer plata, probablemente me tendría que dedicar a escribir un best seller de autoayuda. No lo descarto… (se ríe). Pero igual puede leerse que tengo referencias de películas de Hollywood, creo que eso no es un marco internacional sino algo más generacional. Quisiera ser grande, El mago de Oz, Alicia en el país de las maravillas… Eso viene más de haber sido alternativa a principios del año 2000 en Argentina. No con el marco de cómo me inserto en el mundo. Es un recorte particular de la historia en el que yo me ubico en el 2000 en los recitales de determinadas bandas, nos poníamos un parche del Principito por Nekro… Son referencias de cómo lxs argentinxs íbamos copiando o parasitando ciertos mundos, tiene que ver con esas tribus de los que formé parte. Siempre vuelvo a la argentinidad de ese modo. El arte independiente viene a responder a esas referencias de forma muy política, muy fuerte, especialmente en los momentos de crisis como una especie de resistencia. Para mí, lo alternativo de principios del 2000 fue un refugio en un mundo que se nos estaba cayendo a pedazos. Todo lo que hago es mucho más político y habla de lo económico, incluso más de lo que yo misma me propongo. Y yo hago homenaje a eso: “todx niñx sensible que haya sido alternx en el 2000 entenderá de lo que estoy hablando”.
—¿Esta faceta política y económica cómo sigue ahora en tu obra, viviendo en Nueva York, con otro contexto y ecosistema de artistas alrededor?
En Isla de metal aparece totalmente. Nueva York no es lo que pensaba y hablo de eso, de terminar viviendo en una isla. El imaginario de “isla” no es este: es la isla del Caribe, una isla donde hay palmeras, sol… Yo vivo en otra isla, una isla de metal, que está regida por la búsqueda de dinero. ¡El lugar más caro del fucking mundo! Y me fue un lugar muy interesante para seguir pensando mi argentinidad. Nunca vine con la idea de despojarme de lo argentino, sino con ganas de seguir encontrándome desde afuera de Argentina, pero esa referencia siempre está. Es un ejercicio de reflexión. No siento que haya un camino correcto en publicar fuera de Argentina, creo que yo también voy a querer volver.
Cuando se cierra la pantalla de la videollamada, vuelvo a abrir el libro, la isla, releo su prólogo. Le escribo a otra de las poetas que Malén menciona como amiga, mentora de su obra, inspiración, Marina Mariasch. Me queda como un eco, resonando, un párrafo de aquello que Marina me cuenta:
“La conocí en lo brillante de sus primeros versos. “Es precisamente lo excesivo/ el brillo” lo que nos une y encanta. Nos pintamos la piel de dorado, le escribí en la pierna y le dimos besos a las estatuas. En el litio se encuentra un equilibrio inestable, esa luminosidad que es pura irrealidad. Su isla es un estilo de vida donde la lucidez atrae y fulgura, donde Malén busca y encuentra. Es de metal. Pero de un metal blando.”