Cada tanto, con una periodicidad que es preocupante, tenemos al menos una violación grupal en Uruguay. Sucede en medio de la temporada de verano y quizás, por esa razón, se vuelve un caso de atención mediática. Un abuso patriarcal que pone en duda a la víctima y que activa reacciones. Entre los más recordados está el video grabado en el camping de Santa Teresa en 2014, difundido masivamente por Whatsapp, donde se terminó cuestionando por qué ella había hecho la denuncia por difundir el video “sin su consentimiento” si “no se veía que la estuviera pasando mal”. Otra historia, de las más recientes, fue la violación grupal en un camping de Valizas el 1 de enero de 2019, donde los tres varones acusados fueron absueltos.
Esta vez, el alerta se encendió en la capital: una mujer va a un bar céntrico, conoce a un hombre, se van a tener sexo y, al rato, al menos otros tres hombres ingresan a la habitación y la violan. Ella llama al teléfono que circula cuando aparece la pregunta sobre a dónde comunicarse ante una situación de violencia de género (0800-4141), la policía acude, la encuentran en estado de shock, la trasladan a un centro de salud, el personal médico constata la violación, la policía vuelve al departamento, detienen a tres hombres: dos adultos y un adolescente, se queda trabajando en el lugar la Policía Científica, los hombres adultos se niegan a dar muestras de ADN, quedan emplazados, la fiscal del caso habla de la necesidad de contener a la víctima, de esperar sus tiempos para que declare, de las estrategias para obtener las pruebas. Esta vez, el camino que había que recorrer para cercar la impunidad, funciona. Sin embargo, no alcanza. No es suficinte porque, otra vez, gran parte de la cobertura mediática en medios masivos pone el foco en las decisiones que ella tomó, en cómo debería haber ido vestida, en qué consumos puede o no tener una mujer. Otra vez aparece la varita mágica del consentimiento que nos encorseta en si dijimos “sí” o “no”.
Esta vez, las indignaciones se multiplican en redes sociales. Rápidamente se desnaturaliza que comunicadores en radio y televisión den consejos de cómo evitar ser violadas o o relativicen el hecho al titular que fue una “presunta violación”. Referentas feministas, comunicadoras, politólogas, militantes de distintas áreas se manifiestan y activan un grupo de Whatsapp para “encontrarnos”, para mostrarle a la víctima que no está sola. El martes hubo una primera reunión por zoom, donde participaron 210 mujeres de todo Uruguay; el miércoles 185, y el jueves, que ya la reunión era más operativa, unas 120. Así acordaron una proclama y este viernes 28 habrá movilizaciones en todo el país “contra la cultura de la violación”.
“Creo que tiene que ver mucho la pandemia: hace mucho tiempo que las feministas dejamos de tomar la calle y eso nos hace sentir más solas. Esta convocatoria espontánea nos hizo sentirnos un poquito más juntas. Basta que una feminista esté en problemas para que nuestra red invisible se haga automáticamente visible. Ayer, unas compañeras de un colectivo feminista de Bella Unión [en Artigas, al norte del país], nos contaban sobre un caso de violación y que esta instancia de juntarse con mujeres de otros departamentos, verse las caras, de permitirse llorar, de estar juntas, les alivianó el corazón. Y no nos conocemos personalmente, no somos amigas, muchas no militan políticamente, hay mucha vecina de barrio, y esta instacia fue un boca a boca para saber que no estoy sola y nos encontramos y lloramos juntas y nos indignamos juntas por esta cultura de la violación tan arraigada en nuestro país”, dijo Soledad Yerle, vocera de la Movilización Nacional Mujeres y Disidencias Feministas Autoconvocadas a LatFem.
Andrea Tuana, reconocida activista que trabaja desde la Asociación El Paso en la defensa de los derechos de niñas, niños y adolescentes, entiende que el impulso que las generaciones más jóvenes han dado a los feminismos en la región (y en este país) “es una fuerza arrolladora que cuestiona todo, que no tolera ni siquiera muchas prácticas que algunas feministas teníamos más incorporadas, y permite ampliar las bases del feminismo”.
“Creo que esa fuerza de la revolución de las hijas le dio una masividad a las prácticas feministas”, agrega. Para Tuana, esto se vio reflejado, por ejemplo, en las denuncias digitales de acoso y abuso sexual, mediante hashtags o cuentas específicas para denunciar como #VaronesCarnaval. “Los testimonios de episodios de violencia a través de redes sociales se diseminaron y es lo que ha permitido que hoy, tan rápidamente, feministas autoconvocadas de todo el país lográramos unirnos en distintos lados del país, repudiar en redes sociales, armar una proclama conjunta e interpelar a los varones para que también se pronuncien sobre estos hechos”.
La marea feminista latinoamericana en la que Uruguay está inserto, fortalecido e inspirado por el movimiento Ni Una Menos, pero también con toques y experiencias locales como las Alertas Feministas (concentración en plazas ante la difusión de un nuevo femicidio), pareciera agitarse con maremotos cada vez más grandes ante determinados hechos que cobran alcance mediático. El periodismo feminista uruguayo ha hecho (y hace) mucho para instalar una agenda que problematice el ejercicio de los derechos conquistados. Y si tendrá importancia el periodismo, que parte de la motivación de la concentración de hoy va dirigida a los medios de comunicación (masivos, hegemónicos) que siguen responsabilizando a la víctima y construyendo mensajes con un léxico más cercano al parte policial o al oficio judicial que al de un cable de agencia.
“La reacción social potente que surgió tiene que ver con que se trata de un hecho aberrante, una violación grupal es una experiencia muy cercana a la muerte, que además deja muchos traumas –analiza Tuana-. También es una reacción motivada por el manejo de los medios, que hablan de ‘presunción’… la Fiscalía puede hablar en estos términos, pero los medios están cometiendo una afrenta a los derechos de la mujer. Y ante la cantidad de hechos de violencia sexual que existen en Uruguay, conocer este caso fue decir ‘estamos hartas de que la cultura de la violación se siga reproduciendo’, con comentarios que siguen cuestionando la vida sexual de una persona, la ropa, etcétera”.
La fiscal Sylvia Lovesio, a cargo de la investigación en este caso, detalló a BBC Mundo que en Uruguay hay solo tres fiscalías de delitos sexuales y cada una tiene entre 800 y mil investigaciones, frente a Delitos Económicos que recibe menos denuncias y cuenta con cuatro fiscalías, o delitos de flagrancia que tiene 16 fiscalías especializadas. “Los delitos sexuales que han crecido tanto [que] deberían tener otra gestión a nivel de políticas públicas, tener más recursos”, dijo.
Faltan recursos en el Poder Judicial, así como falta la implementación “cabal” de la Ley integral contra la violencia de género (19.580), que incluye entre las 14 formas de violencia machista a la mediática y la simbólica. Muy poco se ha invertido de presupuesto nacional para aplicar esta ley, pero en lo que compete a la violencia que puede ejercerse desde los medios ni siquiera se ha reglamentado cómo analizar, procesar, juzgar, reparar estos actos.
En la proclama se insta a los medios a “revisar sus prácticas” y “brindar un relato más honesto y justo, que busque narrar la realidad sin violencia hacia las víctimas y sin gestos de encubrimiento. Nos merecemos otras formas de informar que no destripen nuestra intimidad”. El documento también recuerda algo importante: la necesidad de contar con Educación Sexual Integral desde la primera infancia “para conocer y cuidar nuestros cuerpos, así como respetar los cuerpos de las demás personas”. La ley existe, pero si no se aplica “es letra muerta”, afirma Yerle.
“Desde el gobierno seguimos escuchando que estos son casos aislados, vinculados a patologías y no a una cultura de la violación muy arraigada en el país”, continuó Tuana haciendo referencia a los dichos del Presidente Luis Lacalle Pou, que condenó el caso pero sostuvo que “estos actos que no son propios del ser humano ni son propios en este caso del género masculino”. Por eso la proclama le recuerda al mandatario que los violadores “son hijos sanos del patriarcado”.
Sin embargo Tuana es optimista respecto a lo que vendrá: “Estamos ante un proceso sobre el que no hay vuelta atrás y cada vez va a ser más poderoso. Estoy segura que esta reacción social se va a sostener”.
Por momentos pareciera que estos rebrotes de organización se piensan como un encontrarnos desde cero, pero enseguida late una memoria feminista que se activa también. El desafío: sostener en el tiempo estos tejes, estas resistencias, y la necesidad de pensar nuevas estrategias que multipliquen redes sororas y formas de respuesta más creativas, más antipunitivas, más colectivas. Seguir buceando en la búsqueda de lenguajes, formas y performances propias para saltar el laberinto de indignación-reacción en el que nos podemos ver encerradas.