Vivo más feliz en la tormenta

“Vivo más feliz en la tormenta. Cartas de Rosa Luxemburgo a amigas y compañeras” es una selección, traducción y presentación de Sofía Ruiz y Lisa Buhl; prologado por Esther Díaz. En Argentina fue publicado por la editorial Rara Avis, con el apoyo de la fundación Rosa Luxemburgo, Cono Sur. Compartimos dos de esos intercambios epistolares entre Rosa y Clara Zetkin.

A Clara Zetkin  

Wronke e[n] P[osen], 13 de abril de 1917

¡Mi queridísima Klara! 

Miles de gracias por el precioso envío de flores para Pascuas. Me pude armar aquí toda una mesita de flores y me siento como una reina. La canasta llegó justo el sábado a la mañana, antes de la fiesta. 

Pero no recibí ninguna cartita tuya; lo menciono solo “por control”, dado que vos también te quejaste de nuevos dolores frente a la señorita J[acob], mientras que yo te escribí dos veces en marzo, aunque solamente postales, porque supuse que llegarían con más seguridad a tus manos que una carta cerrada. También me dijo la señorita J[acob] que estás constantemente preocupada por mí. Sin ningún motivo, queridísima. Ahora estoy muy bien. Sin embargo, en los últimos dos meses mi tensión nerviosa me dio mucho trabajo, igual que hace un año en la calle Barnim, pero ahora ya estoy repuesta del todo y espero poder trabajar pronto con regularidad. Las noticias de Rusia y la primavera también promueven esta sensación de frescura y ánimo. Los sucesos rusos son de un alcance enorme, incalculable, y veo aquello que pasó allá hasta ahora solo como una pequeña obertura. Allá las cosas tienen que volcarse a lo grandioso, está en la naturaleza del asunto. Y un eco en todo el mundo es inevitable.

La primavera, sin embargo, viene muy titubeante. Acá en mi jardincito todavía no se ve nada verde. Pero ya revisé los brotes en todos los arbustos y espero un maravilloso florecer. Incluye: ¡dos árboles jóvenes de arce blanco, un gran álamo blanco, una “acacia” (o lo que llaman así, en realidad: robinia), dos arbolitos de castaño, dos cerezos decorativos (como los de ustedes a la entrada del jardín con las hojas rojas como la sangre), varios arbustos decorativos de grosella (la ribes, que florece amarilla), varias bolitas de nieve y un cornejo rojo que tiene flores blancas y frutos azules, algunos ligustros, dos avellanos, además, abundantes lilas! Todos florecerán hermosamente uno tras otro, y estoy esperando sin impaciencia, porque ya me están deleitando los brotes. De pájaros, se agregaron a mis carboneros y mirlos: pinzón, chamariz, herrerillos y pajaritas de las nieves. El pinzón viene todas las mañanas a las 7 y llama en la ventana pidiendo comida, está completamente domesticado. Pero no me mandes más alimento para los pájaros, queridísima. Estos pícaros no quisieron saber nada de granos, ni siquiera en invierno, siempre querían comer nada más que la avena de Knorr, fiambre y budín, otras cosas las dejan de lado, y yo, claro está, tengo que ponerles afuera lo que solicitan. 

Ahora nos entraron muchos ratoncitos de campo a la cárcel, porque afuera está todo mojado. Uno me hizo un agujero grande en un vestido de seda en el ropero; me temo que la tintura de la seda era tóxica, porque anteayer lamentablemente encontré un ratón muerto; y eso que le dejé torta, pero se ve que la seda no le sentó bien; no es mi culpa, pero me duele mucho encontrar el hermoso animalito en forma de cadáver. 

Le escribiste a la señorita J[acob] que se había muerto mi gata preferida de las de tu casa, ¡¿se tratará de Mohrle?! Sería terrible. ¿Cómo puede ser que los gatitos se mueran de esta manera? Estaba tan bien cuidada. ¿Y ahora no tienen ninguna? Mi Mimi siempre está bastante bien. Tengo muchas ganas de hacerla traer hasta acá, pero temo que el viaje en tren sea una agitación demasiado grande. Sabés cómo trato de evitar cada agitación suya desde que tuvo el ataque en el campo aquella vez. 

La señorita J[acob] me consiguió el otro día una reposera y una silla de mimbre, y tengo permiso para estar todo el día al aire libre, solo que todavía hay poco sol y demasiado viento, pero al menos camino dos o tres horas diarias al aire libre. 

Escribime exactamente cómo estás. Ya te mandé a decir que vuelvo a pedir Die Gleichheit. Primero me había suscripto, y como llegó dos veces, no renové la suscripción, y ahora no recibo ninguna. (En cambio, dos ejemplares del Vorwärts, ¡cuando ya uno me produce náuseas…!). Hannes ahora está en su casa y cuento con que te verá y luego me dará sus impresiones, aunque sea por carta. Para Costia te mandé un librito el otro día, porque pensé que a través tuyo lo recibiría seguro. Probablemente también te haya visitado la esposa de Karl, que ahora está en Stuttgart. Estuvo con los nervios por el suelo. Pero también hace todo con tanta imprudencia, ahora debería estar en un sanatorio para curarse finalmente, en cambio, se queda durante semanas en el hotel de Stuttgart, lo que de ninguna manera puede sentarle bien. ¡En caso de que siga allá, animala a partir!

Hochzeitsreise [La luna de miel] de De Coster es mucho más flojo, obviamente, que Tyll  Ullenspiegel, pero te estoy muy agradecida por haber podido conocerlo. ¿Tal vez leíste rápidamente el Broodcoorens que le envié a Costia? Es una cosa maravillosa. 

Ahora, confirmame rápidamente la recepción de esta carta y contame en detalle cómo están vos y el poeta, y qué está haciendo Costia. ¡También un informe detallado de los animales y del jardín! 

Te abrazo muchas veces y le mando saludos cordiales al poeta. 

Tuya 

R. 


A Clara Zetkin 

Berlín, 24 de noviembre de 1918 

Mi dirección por ahora: Mathilde 

(¡¡Todavía no estuve en mi casa!!)

Queridísima: 

A las corridas, en lugar de la carta larguísima que en mi corazón ya está escrita, solo algunas pobres líneas. Lo principal es: por supuesto que te quiero ver y hablar. Recién en dos semanas podría alejarme de acá por un par de días, en caso de que para entonces hayan llegado Thalheimer y Hoernle para ayudar en el diario. Casi no encontramos opciones, sumado a la terrible falta de espacio (¡además de que el suplemento ahora nos aprieta mucho!). Ya habrás visto que nos vimos obligados a sacarle algunas oraciones incluso a tu artículo, si no el número no se habría terminado nunca. Ya estamos pensando en salir o bien con seis páginas o dos veces al día, pero eso obviamente requiere de más manos y estamos esperando con impaciencia a Thalheimer y Hoernle, ¡también el diario de soldados y el de jóvenes necesitan manos!

¡Ahora, la agitación de las mujeres! Su importancia y su urgencia nos quedan claras igual que a vos. En la primera reunión de nuestra “cúpula” decidimos, por solicitud mía, publicar también un diario de mujeres y robarte a vos del de Leipzig para este fin (o más bien por este medio). (A propósito, el Leipziger Volkszeitung ahora se defiende con tanta valentía que en realidad no deberíamos dañarlo). En cualquier caso, acá en Berlín debemos hacer un periódico de mujeres, ya sea como semanario independiente, dos veces por semana, o como suplemento diario de Die Rote Fahne; eso lo deberías decidir vos, ¡obviamente, deberíamos ponernos de acuerdo! ¡Y el asunto es tan urgente! Cada día perdido es un pecado.

Tu idea de los panfletos, por supuesto, es brillante. Solo me pregunto si no será más práctico un suplemento diario en Die Rote Fahne. Todo esto depende de dónde estés y de cómo hacemos para que lo tengas vos en tus manos. 

Así que, sobre todo, conversaciones exhaustivas. Como dije, podría viajar recién en dos semanas a verte. Vos querés venir. ¿Realmente podés arriesgarte? ¡¿Podremos conciliar con nuestra conciencia cargarte con tales esfuerzos?! Porque, hoy en día, un viaje de Stuttgart a Berlín es prácticamente poner en riesgo la vida. ¡Escribime sinceramente! Tu salud es más importante que todas las demás consideraciones. Vos tampoco podrías venir para acá mucho antes de que yo vaya para allá, dado que no hay trenes.

Las faltas de Die Rote Fahne las tengo dolorosamente claras, ¡no dudes de eso! Todo es recurso de emergencia y sucedáneo y debe mejorar. 

Estamos todos en medio del alboroto y con trabajo hasta las orejas. Tácticamente, no parece haber la menor diferencia entre vos y nosotros. ¡Es un gran consuelo y una gran alegría! ¡Sin embargo, habría tantas cosas que discutir y conversar! Así que por ahora miles de abrazos para vos y saludos a tus hombres. 

Tuya 

Rosa